Capítulo 25

Margueritte me alcanza en el cruce de los caminos que llevan a las tres pequeñas aldeas vecinas de Bleackville. En un principio, no estuve de acuerdo en que me acompañara, pero por la destreza que me demostró, tengo que aceptar que será de ayuda en caso de que haya un combate, lo que, a juzgar por las huellas, es más que probable. Hay huellas de por lo menos diez hombres a caballo y no sabemos cuántos más en la aldea a dónde se dirigen.

***

—Dragah me habló de una persona generosa que le había ofrecido trabajo en la aldea del norte. —El tono pesaroso de mi hermana me parte el corazón. Dragah no solo traicionó su confianza sino que puso en peligro a toda la aldea. Si los nobles encuentran resistencia, no se tocarán el corazón para quitarle la vida a cualquiera que se ponga por delante, por eso tengo que impedir que lleguen hasta aquí. Ignoro su dolor y le hago más preguntas.

—¿Te mencionó el nombre de esa persona?

Suspira, su mirada es dubitativa. Me desespero, pero me fuerzo a ser amable con ella. ¿Tanto le afecta no casarse con ese maldito traidor?

—Aalis —Pongo la mano en su hombro suavemente—, esto es importante. ¿Te mencionó un nombre?

—No... No lo creo...

***

Nos dimos por vencidos, sería mejor aprovechar el tiempo yendo a la aldea y buscar a esa "persona generosa" y dejarla asimilar lo que había pasado. Sin embargo, primero había que poner a salvo a Ariana, así que, Margueritte fue por ella y la dejó en casa de mi madre.

Mientras cabalgamos por veredas hacia el Camino Real para buscar la aldea que Aalis mencionó, Margueritte, al fin, suelta sus ácidos comentarios.

—¿En serio? ¿La princesa?

—No estoy de humor.

—¡No! ¡Claro que no! Secuestrar a una princesa pone de malas a cualquiera.

—¡No empieces!

—Por lo visto la vida en la corte cambia mucho a las personas.

Renuncio a responder y ella sigue pinchando. Lo peor de todo es que, con cada minuto que pasa, comienzo a darle la razón. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo pude dejarme llevar de esa manera? ¡Una vida de casados! ¡Qué estupidez!

A punto de salir al camino, el ruido de cascos nos pone en alerta, instintivamente nos dirigimos a la espesura, esperando no ser vistos, pero a medida que el grupo de jinetes se acerca, voy reconociendo el uniforme de los soldados del ejército regular del rey, comandados por un Guardia de Honor.

—¡Vamos!

—¿Qué? ¿Por qué?

—¡Haz lo que digo!

Nos movemos y justo al centro del camino, desmonto.

—¿Qué haces?

—Desmonta ahora.

Ella lo hace de mala gana.

—Levanta las manos para mostrar que no empuñas un arma.

—¡Ni loca!

—¡Ahora! —Obedece, pero se coloca estratégicamente detrás de mí.

Cuando el grupo está cerca, Sir Kallahan los hace detener.

—¡Quítense del camino! —ordena con su voz como un trueno.

—¡Saludos, Sir Kalahan! —digo mirándolo a la cara. Me mira por un segundo y sus ojos brillan con reconocimiento. Desmonta a toda prisa y corre hacia mí.

—¿Niño? —Como odio que me llamen así, pero muevo la cabeza afirmativamente. Bajamos las manos y escucho el suspiro de alivio de Margueritte.

—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está la princesa?

—Su alteza —Esas palabras me saben muy mal después de todo este tiempo junto a ella—, está en una aldea cercana, en esa dirección. —Señalo la vereda por donde llegamos aquí.

Un jinete viene a toda prisa y apenas el caballo se detiene, desmonta y viene a mí como un demonio.

—¡Tú! ¡Maldito! ¿Qué has hecho con mi "Preciosa"?

Detengo el amago de Margueritte de apuñalar a un endemoniado Adrian Hemdal que parece que tiene intenciones asesinas.

Antes que pueda estar suficientemente cerca, una flecha se clava en el suelo frente a él, lo que lo hace detenerse en seco. El soldado que disparó, guarda tranquilamente su arco.

—Creo que el rey fue bastante claro, Lord Hemdal. ¡Las órdenes del rey no se cuestionan! —brama Kalahan. Al parecer Lord Hemdal ha colmado su paciencia.

—Si mi Ariana tiene aunque sea un mínimo rasguño, te juro que lo vas a lamentar.

Ya estoy lamentando muchas cosas. Aunque logremos ocultar lo que ha pasado aquí, estoy seguro que Ariana no le ocultará nada a él. Y, con todo y la rabia que me provoca, tengo que admitir que su devoción por Ariana es justo lo que necesito ahora mismo, alguien que se preocupe por ella y que esté tan desesperado por protegerla como yo.

—Su Alteza necesita protección ahora mismo, cabalgando a toda velocidad por ese camino llegará en media hora. Pregunte por la casa Askell.

—¡Tú no puedes darme órdenes!

—Lo siento Lord Hemdal, pero sí puede —interrumpe nuevamente Kalahan y noto la reluciente hebilla en el hombro: la insignia del Capitán de la Guardia de Honor—. Sir Jason es mi segundo al mando —¿Ah, si? ¿Desde cuándo?—, así que usted debe obedecer sus órdenes.

Parece que quiere replicar, pero renuncia sabiamente y vuelve a su caballo.

Tres soldados lo acompañan y sale disparado rumbo a Bleackville. Tengo que controlarme, es por el bien de Ariana, es lo único que importa. Ella estará feliz de verlo y yo debería estar feliz por ella, pero algo amargo baja por mi garganta y no me doy cuenta que tiemblo hasta que Margueritte me da un golpe en el hombro.

—Perseguimos la pista de un grupo de nobles rebeldes, solo señalaron esta zona.

—Es al norte.

—Bien, vamos entonces. ¿La señorita?

Margueritte baja la mirada y se para a mi lado.

—Margueritte Bèringer, es amiga de la princesa y conoce los alrededores, nos guiará a nuestro destino.

—Bien. —concluye sin agregar nada y nos preparamos para partir, no sin antes lanzarme un bulto de tela negra.

Con el escaso tiempo que tenemos, apenas logro acomodar la malla de acero y la capa de mi uniforme.

—¿Qué pasará si se enteran que la princesa espera a tu hijo? —susurra Margueritte mientras Kalahan imparte órdenes a los soldados.

—Ariana y yo seremos acusados de traición.

—¿Qué?

—Ella no solo es miembro de la familia real de Trondheim, sino de Marbella, lo más probable es que reciba misericordia: será exiliada y le quitarán su título.

—¿Eso es misericordia? ¿Y tú?

—¿Has presenciado un degollamiento público?

Margueritte palidece, pero no hay tiempo de nada más. Partimos a toda velocidad para interceptar a los nobles antes que lleguen a Ariana.

Después de correr por casi una hora, llegamos a la entrada de la mencionada aldea. Kalahan desmonta al ver a un anciano al lado del camino. Los demás observamos atentamente a nuestro alrededor. Hay un rastro muy confuso. Las huellas no parecen entrar a la aldea, si no seguir un sinuoso caminito en medio del bosque. Esto está mal, algo anda muy mal.

—Buen señor, ¿me puede decir si ha pasado por este camino un grupo de hombres vestidos como nobles?

—¿Nobles? Ciertamente vestían bien, incluso más que un noble. Todos iban de negro y llevaban insignias reales.

—¿De Trondheim?

—No, mi señor. Eran Lauranos.

Todos nos quedamos helados. ¡No puede ser! ¡Breoghan no se atrevería! ¿O si?

—¿En qué dirección se fueron? —La voz de Kalahan no muestra su desesperación, pero es apremiante.

—Regresaron a Bleackville por ese camino —Señala el caminito del bosque—, por ahí se acorta el paso, deben haber llegado allá poco después del amanecer.

Sin esperar órdenes, doy la vuelta y pico espuelas. ¡Fue una maldita trampa! ¡Y caí en ella como un idiota!

Un pánico irracional se apodera de mí, me fuerzo a concentrarme, aunque la vista se me nubla y el aire parece no llegar hasta mis pulmones. ¡Qué esté bien, por Hela, que esté bien!

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El héroe no puede ser feliz porque su camino es de muerte, sacrificio  y derramamiento de sangre.


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