Capítulo 17

Aldea de Bleakville... Siete años atrás 

El caballo castaño oscuro atravesó la espesura del bosque por intrincadas veredas, muchas veces recorridas por él, incluso podría haberlo hecho con los ojos cerrados. Su jinete ignoraba los constantes golpes de sus rizos oscuros en el rostro mientras fustigaba al animal con impaciencia.

Margueritte sabía que la caravana de carruajes que perseguía saldría del sinuoso camino de la aldea en cualquier momento y una vez que tomara el camino real, sería imposible alcanzarla. Tenía que llegar al camino primero a como diera lugar.

El corcel rompió la barrera de arbustos y saltó al ancho y despejado camino justo cuando la caravana levantaba una nube de polvo frente a ellos. La chica apremió a la bestia y esta salió disparada detrás del último carruaje, tan grande como para albergar dentro a veinte hombres, pero lo bastante rápido para llegar a la capital del reino en pocos días.

—¡Jason! —gritó la joven— ¡Vine por ti!

Una mata de cabello oscuro asomó por la ventana del carruaje y pudo ver a su amigo, que le sonrió al verla correr a todo galope detrás del carruaje.

—¡Salta! —le urgió y extendió la mano hacia él. Aunque aún no estaba bastante cerca para tomarla, el chico apoyó el pie en el marco de la ventana y comenzó a impulsarse con las manos para saltar hacia ella sin pensarlo mucho. Mientras su confiable corcel aceleraba a toda su capacidad, Margueritte se estiró todo lo que pudo y sonrió cuando sintió el roce de los dedos del chico, él le devolvió la tan conocida sonrisa de complicidad, pero justo en el momento oportuno para tomar su mano, uno de los hombres que lo acompañaban sacó la cabeza por la ventana y le susurró algo al oído. La expresión de su rostro se ensombreció y la miró con los ojos húmedos antes de retirar la mano y entrar de nuevo en el carro. Alguien cerró la ventana y el carruaje comenzó a alejarse de ella a medida que su castaño iba perdiendo velocidad.

Cuando al fin se detuvo, Margueritte se quedó ahí, parada en mitad del camino tratando de asimilar que acababa de perder al amigo más querido que había tenido en toda su vida y que nunca más lo volvería a ver.

"Huyamos" Le había pedido y ella se había rehusado porque era sólo un niño... El niño que la había apoyado cuando los demás le dieron la espalda, el niño que la había soportado incluso en sus peores momentos, el niño que no la miraba con lástima, si no con admiración y cariño... Ella se había rehusado y ahora lo había perdido.

Volvió a la choza que era su casa donde, su padre, ebrio como siempre, la esperaba dispuesto a darle una paliza por haberlo desobedecido.

—Aquí está mi pequeña bruja...

—¡No soy tu pequeña!

El hombre se quedó aturdido y luego comenzó a reírse.

—Espero que no le hables así a tu marido.

—No me voy a casar —dijo seca, preguntándose por qué no tuvo valor de hacer esto antes. Quizá si hubiera hecho algo para que su mundo fuera distinto Jason no se hubiera ido. Recordó su mirada desolada al apartar su mano y volver al carruaje.

—¿Qué dices pequeña maldita?

Se abalanzó sobre ella con la vara en alto, pero Marguertitte sabía que podía con él, lo sabía desde hace mucho tiempo.

—No tienes que casarte si no quieres...

—Mi padre lo arregló, no puedo ir en su contra.

—Si, sí puedes y lo harás. No te resignes, pelea.

—Estás loco.

—Entonces... huyamos.

Margueritte le arrebató la vara a su padre y la rompió con su rodilla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas al recordar las últimas palabras que habían intercambiado y la forma cómo ella lo había despreciado.

—Dije... Que... No... Me... Voy...a ... ¡Casar!

—Entonces... huyamos.

Dejó escapar una carcajada.

—¿Huir? ¿Tú y yo? Eres sólo un chico, que vas a hacer tú.

Margueritte era dos años mayor que Jason y durante años la diferencia era obvia, pero de alguna manera, de un tiempo para acá, él creció y ella dejó de crecer y ahora tenían la misma estatura, lo que le permitió a él tomarla por sorpresa con un beso.

—¡Basta!

Lo empujó y se limpió los labios.

—¡Te dije que me voy a casar! ¿No entiendes? Mi padre es el dueño de mi vida, y él lo ha decidido.

Hizo un enorme esfuerzo por ignorar la mirada dolida de su amigo, él solo quería protegerla y ella lo había tratado de esa forma, pero tenía miedo que su padre le hiciera daño.

—Si cambias de opinión... siempre estaré aquí para ti.

Pero no, ya no estaba.

—Que te quede claro, padre: de ahora en adelante soy la única dueña de mi vida. —Ese día Margueritte rompió sus cadenas y se juró que esperaría por él, aunque tardara cien años en volver.

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Margueritte no lo podía creer... su corazón galopaba más rápido que el caballo cuando corrió a la casa Askell. Entró y pudo ver mucha gente del pueblo reunida, en el centro estaba Roxanne con el rostro radiante de júbilo. Ella nunca la había visto así, ella era tan seria, tan serena, pero era evidente que había llorado de alegría.

Llegó hasta ella y la abrazó.

—¿Es cierto, Roxanne? ¿Volvió?

—Es cierto, después de tanto tiempo.

—¡Quiero verlo!

Roxanne abrió mucho los ojos y los bajó avergonzada, como si acabara de recordar algo.

—Tendrás que hablar con Diana...

—¿Quién?

Roxanne señaló a la chica parada al pie de las gradas que llevaban a la vieja habitación de los chicos. Se veía muy joven, tendría la edad de Ethy. Tenía el aspecto de una muñeca de porcelana, tan blanca y frágil, con sus mejillas sonrojadas y el cabello dorado brillando bajo la luz de las velas.

—¿Y por qué debo hablar con ella?

Roxanne dudó por unos momentos mientras la ansiedad carcomía el corazón de la muchacha y cuando habló, puso una mano en su hombro de forma consoladora.

—Diana... es su esposa.

En la aldea se rumoraba que nadie, nunca, había visto llorar a Margueritte Bèringer, por eso cuando Roxanne la vio con los ojos llenos de lágrimas no supo qué hacer, solo pudo verla salir de la casa completamente destrozada.

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N.A. Bueno, para todas las que odian a Margueritte, ahora al menos ya conocen un poco sus razones para retar a Ariana como lo hace jajaja.

Quiero contarles que los capítulos 18 y 19 allanan el camino de un momento muy esperado por todas, así que paciencia que ya casi. 

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