Capítulo 11
N.A. Se conoce como pasodoble el baile originado en España hacia 1533 y 1538. Es un baile en parejas, con aires flamencos, vigoroso y sensual. El Baile de las Flamas es un baile ficticio inspirado en el pasodoble, tango y las danzas tradicionales de la edad media del norte de Europa.
https://youtu.be/kaJv6L8vF-Y
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Capítulo 11
Es cierto que los demás son espejos donde podemos vernos como realmente somos. Cuando te acercas al espejo y ves esas sombras y quiebres te preguntas ¿Esas son mis manchas? O ¿Es el espejo el que está dañado?
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Se supone que una princesa no usa ropa de guerra, pero el traje que uso para cabalgar me da la libertad para un entrenamiento con espadas. No me gustan las espadas de madera, así que desde muy joven Adrian comenzó a enseñarme a usar la espada, la de verdad, con la que eres capaz de tomar la vida de una persona con apenas un movimiento de la muñeca.
—Te ves horrible —señala Adrian mientras cabalgamos al claro detrás de las caballerizas, ha sido nuestro lugar para practicar desde siempre.
—No cabe duda que es usted ejemplo de sutileza y galantería, mi lord.
Suelta una risa que casi me resulta contagiosa, no sé cómo le hace para reír aún en las peores situaciones. Si no lo conociera diría que es un despreocupado, pero lo conozco, y sé que se preocupa de muchas cosas que no admite.
—¿Cuándo aprendiste el arte del sarcasmo? Te has portado mal en mi ausencia, ¿eh? Me sorprenden tus nuevas habilidades.
—Oh, cállate.
Desmontamos y el paje nos trae las espadas que hemos sacado de la sala de armas de mi padre. Mientras pesamos las espadas en la mano y examinamos los mangos para saber con cuál nos sentimos más cómodos, Adrian me mira de reojo.
—¿Dónde está tu escolta? —suelta "casualmente", mientras mira de cerca el grabado de una hermosa espada.
—Todos los Guardias están reunidos con mi padre, supongo que ultimando detalles de la Exhibición de mañana. Le insistí a mi padre que cancelara las celebraciones, pero él piensa que sería alentar el pánico.
Escogemos espadas y nos ubicamos en la posición de saludo.
—¿Cómo estás con... ya sabes, lo de tu compromiso y la guerra... y todo eso?
Si, apenas ayer me enteré que estoy comprometida, que seguramente estemos entrando en guerra, además de... me niego a pensar en eso.
—Tú lo dijiste... estoy horrible, por dentro y por fuera. Ataca primero.
Se lanza con un movimiento absolutamente predecible y detengo el golpe con mi espada, me gusta el sonido de las espadas al chocar, pero muy en el fondo, me aterra pensar en usarla en serio contra una persona, con verdadera intención de hacer daño.
—¡Por Dios! ¿Es lo que haremos ahora? ¿Entrenamiento de niños? ¡Ataca de verdad!
—Ya, cálmate —Se lanza nuevamente y cruzamos un par de golpes—. ¿Qué me dices de lo otro?
—¿Te parece poco una alianza de la que yo no sabía nada, un compromiso matrimonial, una facción dispuesta a matarme y una posible guerra?
Avanzo varios pasos atacando cada vez más rápido y él los detiene con apenas un esfuerzo. Además de ser un mujeriego consumado y adulador de primera, Adrian tiene otras habilidades, entre las cuales está el arte de la espada. Fue una de las razones por las cuáles nos hicimos amigos y, aunque le costó un poco, aceptó que yo nunca sería uno de sus "trofeos", en cambio, comenzó a portarse como un posesivo y celoso hermano mayor.
—Si, si, todo eso. Pero esa cara de pocos amigos y las ansias de batirte con espadas hasta la extenuación la conozco y no es por nada de eso.
— ¿A qué crees que se debe?
—Reconozco las señales de "corazón destrozado" y las veo claramente en ti.
Me voy sobre él con todo lo que tengo, lanzando golpes rápidos hacia sus costados y no me detengo cuando lo veo perder el equilibrio y caer hacia atrás, por lo que ha tenido que esquivar dos golpes rodando por el suelo antes que me detenga.
—¡Oye no la tomes conmigo! —grita desde el suelo jadeando. Le ofrezco la mano y se levanta —Esto no habría pasado si hubieras recordado nuestro trato.
—¿Nuestro trato? ¿Aún piensas en eso? Despierta Adrian, nuestro trato, y posiblemente todo el reino, podría irse al infierno en cualquier momento.
—¿Tan mal está todo?
—Peor que mal.
Le doy la espalda y reniego de mí misma al darme cuenta que no es por todo eso que tengo ganas de patear algo con todas mis fuerzas.
"Solo cuando bailas de manera provocativa"
Aún no soy capaz de asimilar que sus palabras y su forma de tomarme entre sus brazos protectoramente, hayan sido sólo una pantalla para ocultarme lo que estaba pasando.
—Dime la verdad... ¿Tanto te duele pensar que Jason fingió su interés en ti?
—No quiero hablar más de eso, ya hay tanto que pensar y lamentar... que yo... —Estoy a punto de desfallecer. Pero no lo haré.
Me atrae hacia él y dejo caer mi frente sobre su hombro. De todos modos no me viene mal un poco de apoyo en este momento.
Me arranco una lágrima con el dorso de la mano. No puedo aceptar lo estúpida que fui, el haber pensado que sentía algo por mí basada sólo en detalles que yo malinterpreté y unas cuantas miradas. Lo peor de todo es darme cuenta que yo sí me estaba enamorando. Que estaba incluso dispuesta a tener un romance clandestino, dispuesta a engañar a mi padre y traicionar al reino por él. ¿Podría sentirme más humillada?
—Cuando quieras comportarte como una chica normal y llorar, ya sabes, tu secreto está a salvo conmigo.
—No te voy a dar el gusto de verme llorar, so tonto.
—Esa es mi "Preciosa".
En ese momento levanto la vista y lo encuentro en la linde del claro mirándonos fijamente. Como siempre, no puedo leer su mirada. ¿Desde cuándo está ahí?
Me aparto de Adrian mientras viene hacia nosotros y me limpio los rastros de lágrimas que han amenazado con rodar por mis mejillas. Baja la mirada como se lo ordené y una punzada atraviesa mi pecho. Es así como debe ser. Ya no más impertinencias, ni juegos de provocación, ni miradas cálidas, ni sus manos acariciando mi cabello...
—Alteza, Lord Hemdal —saluda con la habitual inclinación.
—Sir Jason, ¿te unes a nuestra práctica? He oído que los Borchgreving tienen una larga historia de buenos espadachines. Está en tu sangre, ¿no?
Eso se oyó más como un reto que una invitación. Aprieto los labios y contengo la respiración, pero hay apenas un atisbo de reacción en él, sus hombros se tensan pero responde con naturalidad.
—Será un honor, Lord Hemdal, en otra ocasión. Vine a darle noticias a su alteza.
—¿Noticias? ¿Ha pasado algo en la corte?
Me mira con algo que podría interpretar como compasión y el corazón se me hace un nudo. ¿Ahora qué?
—Siento informarle, que el rey ha tomado una determinación con respecto a su seguridad.
—Y por tu modo de decirlo no me va a gustar, dime que me equivoco.
—No, mi lady, no se equivoca. A ninguno de ustedes.
Adrian baja la espada que había estado examinando y nos mira estupefacto. ¿Qué decisión podría tomar mi padre que afecte a Adrian? Me muerdo el labio por dentro y rezo, con todo fervor, que no sea lo que estoy pensando.
—Bueno, dilo ya ¿de qué se trata? —Adrian Hemdal nunca ha sido conocido por su paciencia.
—Su Majestad ha decidido enviar a su alteza una temporada a Castle Falls mientras se resuelve el asunto de la alianza con Laurassia.
Me doy la vuelta y doy unos pasos. Me tengo que mover porque si no lo hago me temo que me voy a desmayar en cualquier momento. Vuelvo a mi lugar no más tranquila y respiro hondo para no hacer tan evidente mi turbación. No necesito preguntar para saberlo.
—¿Recluida?
—Es correcto.
—¿Hasta que se resuelva...? ¿Cuánto tiempo crees que tarde en resolverse esto? ¿Meses? ¿Años? ¿Décadas, quizá? Voy a pasar el resto de mi vida enclaustrada en ese convento mientras mi reino entra en una sangrienta guerra... ¿Y para qué? ¡De todos modos no habrá descendiente en el trono de Trondheim!
—Lo siento, alteza.
Adrian pone una mano en mi hombro. Quiere consolarme pero está más preocupado por su propia suerte que, al parecer, puede ser igual de mala que la mía.
—¿Qué ha decidido el rey sobre mí?
—Ha recibido una misiva de Burgundia, la familia Hemdal ruega al rey apartarlo a usted del conflicto, hasta que un grupo de guardias pueda escoltarlo hasta la frontera. El rey piensa que el mejor lugar para su protección mientras tanto...
—Sí, ya sé, no hace falta que lo digas —Adrian toma una espada y lanza un par de golpes al aire—. Castle Falls, ¿Verdad? Déjame adivinar, tú también nos acompañarás a nuestro placentero retiro, ¿verdad? ¿No creen que será delicioso? Los tres juntos, ¡qué buena broma! Uno o dos años de encierro son como para volver loco a cualquiera, pero no a nosotros, no. Seremos como una familia... ¡Ja, ja, ja! ¡Una gran familia feliz!
Oh, sí, hermoso. La versión de Adrian histérico.
—Adrian, cálmate.
Adrian se rehace con esfuerzo y veo su mirada turbada y lejana.
—Lo siento, "Preciosa", me he dejado llevar un poco. Disculpen.
Se aleja mientras sigue golpeando el aire. Definitivamente entiendo su reacción, inventamos un romance sin confirmar para mantener a raya las estrictas normas de su padre y ahora se ve envuelto en algo peor, lo compadecería si no estuviera en la misma situación. Enviar guardias para escoltarlo a través de dos fronteras... eso podría tardar mucho en medio de una amenaza de guerra.
—Supongo que esta noche no será como lo esperábamos —digo, pensando aún en el estúpido baile.
—No. En muchos sentidos.
Es cierto. Hace algunas semanas todo lo que me importaba era esta noche, el baile, enojar a Emily y bailar con él. Ahora, mientras observo mi mundo como si fuera la primera vez, me sorprendo de cómo las cosas pueden cambiar en tan poco tiempo. Nos dirigimos al castillo en un incómodo silencio, pienso en todas las vidas que se perderán mientras yo permaneceré encerrada en una jaula dorada y protegida, y no puedo evitar pensar: ¡tiene que haber una forma de cambiar mi destino!
Por lo pronto se avecina una pesadilla más mundana que enfrentar: el baile.
La gran noche ha llegado. Las guirnaldas penden de los pilares, las cortinas doradas ondean con la brisa, la platería reluce y tintinea a lo largo del Gran Salón, los nobles lucen sus mejores galas y las risas y cotilleos están a la orden del día. Incluso desde la explanada frente a la entrada del castillo llega la algarabía de esta noche. Damas menos afortunadas que buscan mejores oportunidades para sus hijas casaderas, rondan alrededor de las fogatas donde el pueblo ofrecerá, en agradecimiento a la llegada del verano, ofrendas de carne salada, granos y lo mejor de sus vegetales. Los templos de Gaoth se verán favorecidos con esas muestras de gratitud.
Mi espejo me devuelve una imagen extraña, no reconozco a esa mujer. El cabello peinado hacia un lado cae sobre mi pecho en exuberantes hondas, una flor roja resalta entre las hebras doradas y el vestido escarlata se ciñe desde mi pecho hasta la mitad de los muslos y luego se abre en múltiples volantes, combinando el terciopelo rojo con tul negro, dándome una apariencia como la de la flor que adorna mi cabello. Nunca antes vimos nada semejante en Trondheim, al parecer una nostalgia por su tierra y sus raíces han dominado a Fátima en la preparación de esta fiesta que, de muchas maneras, será memorable.
Adrian espera a mi puerta para escoltarme al salón. Por su cara, parece que nos dirigimos a una ejecución. Nos unimos a las otras parejas en una pequeña sala, a la espera de ser anunciados a nuestra entrada al Gran Salón y dar inicio al baile de La Noche de las Hogueras.
Mientras que las damas hacen animados grupos para charlar, nosotros nos quedamos en un rincón, callados.
—¿Podríamos fingir que nos divertimos?
Mi pregunta le arranca una sonrisa, un poco forzada, pero ya es algo.
—Podemos. No prometo que será muy convincente. Te diré algo y tú te reirás como si fuera el mejor chiste del mundo.
No sé si sólo me dejé llevar después de la primera risa, pero me río de verdad, tal vez porque mi alma lo necesita desesperadamente.
—Supongo que no tiene que ser nuestro último baile, ¿verdad?
—Podemos hacer fiestas en Castle Falls todos los días.
—Oh, mi Nana y los consejeros estarán encantados.
—Y podemos hacer que los ratones te hagan un vestido mejor que este.
Comenzamos a reírnos de verdad, después de todo, esto es una fiesta.
Entonces paro de reír. Me odio, me odio por el nudo en mi garganta, me odio por el rubor con que se encienden mis mejillas, me odio por el temblor en mis manos y los celos que queman mi pecho... ¡Cómo quisiera ser de hielo y no sentir nada! Pero lo siento, ¡lo siento cuando Emily se acerca a nosotros colgada del brazo de Jason!
—¡Querida prima! —saluda Emily radiante de felicidad. No puedo evitar pensar que el arreglo de Fátima le favorece mucho más a mi prima que a mí. Su cuerpo esbelto le da más realce al atrevido vestido, el suyo es verde, ¡combina con él! Su cabello de fuego refulge con destellos bajo las luces y su sonrisa insinuante va más a tono con el conjunto en general. Yo me siento extraña, fuera de lugar, tan insignificante ante ese pavo real. Aunque no le demuestre a nadie lo cohibida que me siento, por dentro quisiera meterme debajo de la cama—. ¡Te ves tan... adorable! Yo no elegiría el rojo para ti, ya sabes tu piel es tan pálida, pero supongo que eres la que más necesita resaltar.
Menos mal que mis mejillas ya estaban rojas, si no fuera así ahora mismo se notaría la intensidad de mi enojo y vergüenza. ¡Eres una arpía!
—Tal vez no sea necesario el rojo, usando cualquier color, su alteza hace palidecer hasta la más extraordinaria puesta de sol.
Emily casi se atraganta con el sorbo de vino que tomaba triunfal y Adrian se yergue más, incómodo. Es mi acompañante, tenía que haber sido él quien saliera en mi defensa, pero su preocupación por su triste destino lo distrajo y tuvo que ser Jason, a quién hace menos de veinticuatro horas ordené alejarse de mí y mantener la distancia, quien no pudo soportar el agravio. Se ve magnifico usando un traje noble con los colores de su familia, verde con el blasón en hermoso bordado en oro. No se me escapan las miradas de envidia de las otras damas dirigidas a mi prima.
—Es muy amable Sir Jason. Gracias.
—A sus pies, siempre, alteza.
Nos quedamos mirándonos más del tiempo necesario y me pregunto por qué no le di la oportunidad de explicarse. Al menos podría haber escuchado lo que tenía que decir, pero estaba tan dolida y enojada que no fui capaz de controlar todo el miedo, la frustración y la ira de haber estado ajena a tantas cosas, que lo hice objeto de mis ataques.
—Vamos a tomar nuestra posición. Querida prima, Adrian ha sido un placer —. Emily se despide con la respectiva reverencia, me doy cuenta que le tiemblan las manos de ira.
Jason solamente nos dedica una inclinación como despedida, su mirada cálida me reconforta y yo no aparto mis ojos de los suyos, no quiero que desvíe la mirada, extraño oírlo pronunciar mi nombre.
Mientras se alejan comienzo a sentirme realmente feliz. Todo lo que Emily planeó le salió a la perfección, incluso que Sir Gowen, quien sería su pareja, fuera requerido al servicio precisamente esta noche. Sólo una cosa escapó a su control: ese algo que no debería pasar entre nosotros. Tal vez sea cierto, tal vez lo que pasó entre nosotros no fue una distracción, tal vez, sólo tal vez fue... algo más.
¿Qué es el amor?
—Déjame adivinar, ya no necesitas fingir que te diviertes.
—Creo que no.
—No te lo he dicho, pero te ves hermosa esta noche.
—Llegas tarde, Adrian.
—¿Ah, sí? Bueno, y no te ves tan mal de rojo como ella dice.
—Gracias.
Pasa su brazo por mis hombros. Tal vez podamos hacer nuestra estadía involuntaria en Castle Falls más tolerable, si me dejo enclaustrar, que no es mi plan en lo absoluto.
La trompeta que anuncia el inicio del baile se deja oír y todos se mueven hacia los muros para dar espacio a las parejas. Tenemos que caminar alrededor del salón e ir tomando nuestros lugares. El Guardia de mayor rango después de Sir Gowen abre la marcha y yo entro al final para ocupar el centro del salón junto a Adrian. A medida que las parejas hacen su entrada escucho los murmullos en el gran salón, es impresionante cómo las luces se reflejan en los vestidos y todas juntas lucimos como un gran ramo de exuberantes flores.
—Sonríe —murmura Adrian mientras hacemos nuestra entrada.
—Eso hago —contesto en el mismo tono.
—Parece que bebiste una mezcla de vino barato con ajenjo.
Me contengo para no reírme, pero consigue lo que buscaba, cuando nos detenemos al centro del círculo que han formado las otras parejas y hacemos la respectiva vuelta de presentación para que todos puedan ver a la princesa, estoy segura que la sonrisa que muestro a mis súbditos es auténtica.
—¿Confías en mí? —pregunta Adrian mientras iniciamos la primera parte de la danza, los primeros pasos pertenecen a la danza tradicional que todos conocen.
—¿Qué vas a hacer?
—Sólo sígueme y no dudes o caerás.
La música cambia y se escucha una mezcla de exclamaciones cuando los nobles ven a sus castas hijas ser levantadas como sensuales deidades, al girar se levantan los volantes de las faldas y se forma un impresionante espectáculo de color y luces, los vestidos resplandecen y las cabelleras, que de ordinario todas llevamos trenzadas o en apretados moños, al verse libres vuelan salvajes. Seguimos dando vueltas y se escuchan los "Ohhh", "Ahhh" de los convidados que están encantados. Pero, cuando las damas son lanzadas para luego ser tomadas nuevamente en los brazos de su acompañante, Adrian me lanza al lado contrario de donde corresponde y hace unos giros que no eran parte de lo que ensayamos. Me quedo sola sin saber qué hacer y él aprovecha que las parejas se encuentran separadas para robarse a Emily.
—¡Adrian! —reclamo horrorizada y casi entrando en pánico, el rostro de Emily está tan rojo como su cabello, sin embargo, sigue los pasos con aparente calma. Siento cómo una mano tira de la mía y quedo en sus brazos.
—¿Lista? —pregunta junto a mi oído. Se acerca el último paso, no estoy donde se supone que debo estar, ni siquiera puedo orientarme, sólo atino a mover la cabeza en señal de negación ante el pánico y la emoción. De todos modos, no podemos parar ahora, así que dejo que Jason me haga girar por última vez, cierro los ojos y me lanzo hacia atrás con toda la fuerza del impulso.
Su brazo se cierran en mi cintura y casi ahogándome levanto mi pierna para envolverla en la suya, posa su otra mano en mi mejilla mientras yo tomo su rostro con las mías, que tiemblan ostensiblemente. Esa última figura fue idea de Emily, Fátima pensó que era demasiado atrevida, pero ayudada por las demás damas y aprovechando mi ausencia después del incidente de Kristoff, la convenció. No le di mayor importancia, tratándose de Adrian era sólo un juego, pero ninguna de las dos esperábamos la broma de mi amigo y ahora estoy a punto de desfallecer mientras no puedo apartar mi mirada de ese par de ojos encendidos que parecen exigir... más...
—Perdón, alteza.
Me suelta, nervioso y yo me aparto con tardío recato. Menos mal que la jugarreta de Adrian me dejó en uno de los extremos del salón y él se quedó con Emily al centro del círculo, nadie vio... bueno, no había nada que ver de cualquier forma.
—Emily, perdona, me desorienté.
—Eres un imbécil.
Adrian y Emily llegan hasta nosotros.
—¿Tú lo planeaste?
Me quedo petrificada ante las palabras y mirada acusatoria de mi prima, pero enseguida la indignación me sube al pecho. Tomo aire, le sonrío y le contesto en el mismo tono dulce evidentemente falso que ella usa conmigo.
—Espero que no te moleste nuestra broma, querida, entre primas nos tenemos mucha confianza, ¿cierto? Aunque sin olvidar nuestras posiciones, claro está —. Sigo siendo tu princesa maldita bruja malintencionada.
—¡Si crees...
—Perdón, Lady Gardner, está por comenzar la siguiente pieza —interrumpe Jason mientras interpone su brazo entre nosotras.
—Ya no quiero bailar —. Emily se va haciendo una rabieta.
—Si me disculpan —. Jason se inclina y va tras ella. Pasa al lado de Adrian y noto que le murmura algo, pero no alcanzo a entender. Siento el impulso de pedirle que la deje ir, pero necesito que se aparte un poco de mí ya que todavía siento que el corazón quiere romperme las costillas.
—Te mataré.
—De nada.
Las cortesanas han invadido el salón nuevamente, disfrutando los pasos de siempre. Mis ojos se dirigen hacia la balaustrada, debe haber el doble de arqueros y los soldados custodian cada una de las entradas al salón, se reforzó aún más la seguridad en las murallas y hay un cerco de soldados alrededor del trono desde donde mi padre contempla la fiesta con aire ausente.
Al otro extremo del salón veo a Sir Kyle y Lucrecia y ella no parece muy feliz. Me dirijo hacia ellos con Adrian siguiéndome. Me sorprende ver que el vestido de Lucrecia es casi idéntico al mío, suelen vestirla de forma similar a mí por si yo tengo que retirarme de algún evento, la gente tendrá siempre la noción de haber visto a la princesa presente, aunque yo en realidad no esté.
—Sir Kyle, Lady Solberg ¿Pasa algo?
Kyle se inclina y como siempre, besa mi mano como todos los caballeros.
—A sus pies, alteza.
—Mil perdones alteza.
Lucrecia enrojece, como la he visto hacerlo tantas veces y como me imagino que me pasa a mí también cuando estoy nerviosa.
—¿Nos dejan solas un momento señores?
Ambos se inclinan y se apartan un poco.
—Gracias alteza, es muy embarazoso.
—Es el vestido, ¿verdad?
Lo noté por la forma cómo se sostenía la manga y se mantenía siempre con la columna detrás de ella. Me deja ver y veo el desgarre en su espalda. Hago señales a una de mis doncellas y se acerca a nosotras.
—Ayuda a Lady Solberg a llegar a mis aposentos. Arregla su vestido y proporciónale el chal negro de mi madre, está en el baúl grande, mi Nana te ayudará.
—Como ordene, alteza.
—Gracias, alteza. Siento mucho ser una molestia.
—No es nada. No me esforcé tanto esta noche para que la pases escondida.
Adrian y Kyle vuelven, me hace un poco de gracia la cara de angustia de Kyle, seguramente Lucrecia ni siquiera le explicó lo que estaba pasando, se ve que es muy tímida. Adrian me ha sacado de apuros de ese tipo muchas veces, no tengo reparos en contarle algunas cosas... pensándolo bien, si se tratara de Jason en lugar de Adrian seguramente no sería capaz de decir nada. Muy bien, lo acepto, Lucrecia tienes razón en no haber dicho nada.
—Tranquilos señores, es sólo una emergencia femenina. Pierda cuidado, Sir Kyle, Lady Solberg volverá en unos minutos.
—Se lo agradezco, alteza.
Kyle se retira y se va hacia la entrada del salón, creo que piensa esperar ahí el tiempo que sea necesario.
—¿Bailamos, alteza?
Adrian me ofrece su brazo muy galante.
—Por supuesto, mi lord, después de todo, esto es una fiesta.
El baile es tranquilizante, me permite dejar de pensar y sólo disfrutar del movimiento, hacemos rondas y vamos cambiando de parejas, con vueltas suaves y nada de contacto físico. Los músicos se entregan a su arte y acarician las cuerdas con emoción. Veo a mi padre, su expresión sigue siendo grave, supongo que no es para menos. A quien no veo es a Emily, al parecer no se ha recuperado de su ataque de histeria por la jugarreta de Adrian, o tal vez está aprovechando su momento. ¿Y si ella consigue...? Me paro en seco y uno de los nobles choca conmigo, se pone pálido.
—¡Su alteza! Mil perdones...
—Ha sido mi culpa, Lord... Lord Hendersson...
Salgo rápido de mi lugar en la fila antes de causar más accidentes. ¿Puedo ser más imbécil?
—¿Pasó algo? ¿Estás bien?
—Necesito una copa.
Adrian se ríe y caminamos hacia uno de los sirvientes que se pasean con las copas de vino. Tomamos una cada uno y nos acercamos a una columna, donde no pueda chocar con nadie más.
—Ariana, sé que antes lo dije para provocar a Jason, pero mi oferta de darte asilo en Burgundia es verdadera.
—Tú tampoco puedes ir a tu hogar, ¿cómo piensas llevarme?
—¿Y si nos escapamos?
Casi escupo el vino por su propuesta. Contengo la carcajada sólo de imaginar a Adrian escapando y viajando de incógnito. Ni siquiera puede atarse la capa sólo y si lo pensamos bien, yo tampoco puedo. Seríamos una magnífica pareja de fugitivos.
—Creo que eso fue un no, ¿cierto?
—¿Estás loco?
—No me culpes por querer librarnos de nuestro destino. ¿Y qué tal si le pides a tu escolta que nos ayude a escapar?
Estoy a punto de burlarme un poco más, pero de pronto veo a Sir Kyle junto a la misma puerta por donde se fue Lucrecia. Tiro de la mano de Adrian y vamos hacia él.
—Sir Kyle.
—Alteza.
—¿Y Lucrecia? ¿No ha regresado aún?
—No ha entrado de nuevo al salón... tal vez se retiró.
Por lo que sé de Lucrecia es muy probable, quizá está tan avergonzada que ya no quiere volver a la fiesta.
—Descuida, iré por ella.
—Voy contigo.
—Adrian, no es necesario.
—Sí, lo es. Me dejaron a tu cuidado y si te dejo sola tu escolta me va a matar, te lo garantizo.
—¿De qué estás hablando?
—Nada, sólo vamos.
Salimos del salón hacia los pasillos donde vamos encontrando soldados y más soldados, con la mayoría de los Guardias de Honor en la fiesta, la carga recae en los oficiales del ejército regular y se ven muy tensos. Subimos al pabellón real, y me sorprende un poco que esté oscuro, quizá como no nos esperan a mi padre o a mí, han tardado en encender las antorchas.
—¿Eso te dijo cuando iba tras Emily? ¿Qué te mataría?
—No con esas palabras, pero si algo te pasa será mejor que yo no sobreviva.
Llegamos frente a mi puerta y la empujo, se abre y la habitación iluminada con el candelabro nos ofrece una escena que me hace desfallecer.
Adrian me sostiene y escucho el jadeo de horror que se le escapa.
—¡Por Hela!
Toda la antesala está hecha un caos. Los divanes y sillones volcados, la mesita de lado, las botellas rotas y todo lo que es tapicería y telas, rasgadas y manchadas... ¡de sangre!
Me sobrepongo al horror y voy hacia la alcoba principal y aparto el grueso dosel...
—Lucrecia...
Antes de que Adrian llegue hasta mí la puerta se abre de nuevo y Sir Gowen aparece acompañado de dos soldados.
—Alteza... Aquí está, su majestad me ha ordenado sacarla del castillo ahora mismo.
Escucho sus palabras como si me hablara desde lejos. Ni siquiera puedo unirlas unas con otras para comprender su significado.
—Lucrecia... —balbuceo, siento como me abandonan las fuerzas en las piernas, pero me fuerzo a permanecer de pie.
—Será mejor que venga conmigo —Adrian da un paso hacia mí, pero el capitán lo detiene.
—Perdone, Lord Hemdal, debo pedirle que se haga a un lado.
—¿Y si no lo hago?
Al fin, un grito de horror logra escapar de mi garganta, grito con todas las fuerzas del dolor, del horror y la impotencia, tan fuerte que me arde la garganta.
—¡Nooo!
Sir Gowen saca la espada del cuerpo de mi amigo y veo a Adrian caer lentamente..
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N.A. Bueno, con respecto al baile, debo decir que me encanta que los hombres sepan bailar y pueeeesss... ejem... como decía, un dulcito antes de los tragos amargos no está mal.
Aquí todo se descarrila, así que respiran hondo porque es el punto donde recordamos que esta no es solo una historia de amor sino también de guerras y rencores que se han marinado por siglos entre naciones.
¿Quién creen que tiene razón? ¿Debería Ariana ser entregada a Breoghan?
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