Capítulo 7: Una mirada distinta

    —¿Por qué lo haces?

    —Porque me libera.

    —¿De qué te libera?

    —De las miradas.

    —¿De quiénes?

    —De los hombres.

    —¿Sientes que los hombres te miran?

    A pesar de hallarse en la banca de aquel parque, ambos mirando a los transeúntes del lugar en vez de uno al otro, Lexie sintió dudas de si era una buena idea seguir hablando de su problema.

    Al principio pensó que Elliot concluiría que había perdido el juicio, pero contrario a eso, se quedó en silencio como si estuviera esperando su respuesta, y no intentó moverse, aunque pasaron unos quince minutos en aquel silencio.

    Las hojas doradas y en tonos ocres de los árboles danzaban en el viento, tiñendo el suelo con las huellas de su descanso temporal, y allí, mirando a la naturaleza muerta de finales de aquel año, Lexie se dio cuenta de que ella era como el otoño. Fría, desnuda y marchita por dentro y por fuera.

    —Sí, me miran. Me miran porque quieren acostarse conmigo.

   —¿Todos los hombres?

   —La inmensa mayoría. Eres uno de los pocos que no me mira así.

    Elliot asintió sin intentar contradecir lo dicho por Lexie, aunque ambos sabían que no había posibilidad de que sus palabras fueran ciertas.

    No importaba si no era así, porque era como lo sentía. Cada que un hombre posaba sus ojos en ella, se sentía sucia, desnuda y vulnerable. Tomar la iniciativa en insinuárseles lo suprimía. Tal vez seguía sintiéndose sucia y desnuda, pero al menos tenía control sobre ellos y lo que le sucedía con su cuerpo.

    —Si todos los hombres te miran porque quieren acostarse contigo, no sería mejor si no lo hicieras.

    —Mientras más te resistes, más interés sienten en ello, pero si es fácil conseguirlo, si solo... le das lo que buscan, pierden el interés en ti y ya no te miran con lujuria. Mi mayor anhelo es vivir en un mundo en el que nadie me mire. En el que nadie intente tomar el control sobre mí.

    —¿Realmente serías feliz si nadie te mira? O más bien, quisieras encontrar a alguien que cuando te mire no lo haga solo porque quiere poseerte.

    La pregunta de Elliot seguía rondando en su cabeza cada que se quedaba a solas.

    —¿Estarás bien aquí sola, Lexie? Elena dice que no tiene problema en que te pases las vacaciones de invierno en su casa.

   —¿Y verlos como conejos en celo todos los días de mis dos semanas de vacaciones? No, gracias.

    Halina miró a Elliot con aprehensión, mientras esté negaba con la cabeza para indicarle que lo mejor era no insistirle, y dándole un abrazo fuerte, luego de hacerle jurar que la llamaría si se sentía al menos un poquito sola, Halina caminó hacia la puerta con su maleta.

   Intentó volver a proponerle a Lexie quedarse allí con ella durante aquel tiempo, pero su amiga casi la empujó fuera, argumentando que se sentía aliviada de tener su departamento, al fin para ella sola.

   En realidad, le angustiaba mucho la idea de quedarse sola con sus pensamientos en esas cuatro paredes, pero Halina ya le había dicho que Elena se sentía mal de salud, y aunque sabía que Elliot podía cuidarla solo, no creía que Halina pudiera estar tranquila en el transcurso.

    Ese invierno había sido especialmente duro en Canadá. Hacía tanto frío que maldijo no haberle pedido a Halina ir por ella al súper por algunos objetos personales. Mala semana para recibir la visita de la naturaleza. Apenas podía caminar sin retorcerse de dolor. Sentía envidia de los estúpidos hombres porque ellos no tenían que pasar por todo aquello, pero sí disfrutaban de los beneficios. Y si hablaba de hombres estúpidos, el más estúpido de todos era ese idiota de Nathaniel. Luego de ese día no volvió a verle ni escribirle.

    Por supuesto que no esperaba que lo hiciera. Él, desde el principio, solo quería dormir con ella, y si no estaba dispuesta a hacerlo, pues no tendría interés en saber por qué había cambiado tan de repente. Era como todos los hombres que conocía, como todos los hombres que llegaría a conocer.

    A esas alturas ya lo había asimilado. Moriría sola. Cuando mucho tendría que conformarse con ver a Halina y Elliot tener una vida buena y feliz.

    Tomó de la estantería un paquete de tampones y se arrastró como pudo hasta la caja. Aquel supermercado no tenía las marcas que prefería, pero era el que estaba más cerca, y en su estado, caminar una sola cuadra de más podía ser mortal para ella. Vio el refrigerador de los congelados, y divisó un enorme tarro de helado de vainilla. Rebuscó en su cartera para verificar si había traído suficiente dinero, pero todo parecía estar aún en su tarjeta.

    El dueño de aquel negocio solo aceptaba efectivo, porque se sentía muy viejo para ir al banco. Así que, aunque se le hiciera la boca agua, tendría que dejar el helado para después.

   —¿Estás saliendo con la come hombres? ¿Acaso no sabes que casi todos en esta universidad tienen una historia con ella?

   —¿Y eso qué? ¿Es un delito? ¿Le molesta que a diferencia de ustedes yo sí haya conseguido repetir?

    Lexie llevó su mirada al lugar del que provenía aquella voz, y al ver a Nathaniel tras el mostrador y a unos chicos con los que lo había visto un par de veces, se dio cuenta de que con el apodo de "la come hombres" se referían nada más ni menos que a ella misma.

   —¿Repetir? ¿Te sientes orgulloso de eso?

   —Pues sí, así es. El hecho de que cada uno de los hombres con los que ha dormido la recuerden quiere decir que fue tan buena para dejar una huella en ellos —aseguró él con una sonrisa autosuficiente—. Y ya paguen y váyanse, no me dejan trabajar.

    El par de chicos le hicieron una mala cara mientras se marchaban casi a rastras, y después de suspirar, vio a Nathaniel limpiando con un paño el mostrador en el que el par había derramado algo de la bebida que traìan en la mano y que sin duda era alcohol.

   Lexie no supo si dejar lo que quería comprar allí e irse antes de que se percatara de su presencia, o saciar su curiosidad y asegurarse de si él en serio trabajaba allí. Sintió a Nathaniel poner sus ojos marrones en ella y llenarse de terror, como si lo último que hubiera querido en el mundo era que oyera esa conversación.

   —Lo que dije de que estoy saliendo contigo, solo...

   —Deberías hacerles caso a tus amigos, lo que dicen es verdad. No te conviene que te relacionen conmigo.

   Nathaniel elevó los ojos mientras anotaba el código del producto en la caja, y apoyando sus manos en el mostrador, la miró con el rostro serio y le dijo:

   —Escucha, puede que no estuviera muy de acuerdo con la manera en la que mi padre ejercía su profesión, pero eso no significa que no creyera en su trabajo. Sé que las enfermedades mentales son reales y sé que quienes las padecen no quisieran ser como son.

»No es que diga que no me importe que te acuestes con otro mientras sales conmigo, pues si me importa y no pienso tolerarlo, pero tampoco es como que vaya a juzgarte por tu pasado al respecto. Yo también me he acostado con muchas chicas y nadie me anda etiquetando por eso. Y sé que no estamos saliendo ya, pero quería que lo supieras. Tal vez soy un niño y huyo de las responsabilidades, pero respeto el esfuerzo ajeno y tú te estás esforzando mucho por cambiar de vida. Yo no quiero ser un obstáculo para ti.

   —¿Por eso no me has escrito ni visitado?

   Nathaniel asintió con la cabeza gacha. En ese momento sí parecía un niño de verdad.

   Lexie lo miró mientras se alejaba del mostrador, sin cobrarle aún, y se perdía tras una puerta restringida a otra persona que no fuera parte del personal. Estuvo varios minutos allí, minutos en los que ella se sintió tentada a irse y dejar los tampones allí, y luego volvió junto con el anciano dueño de la tienda, quien se colocó en el mostrador al tiempo que Nathaniel traía el enorme tarro de helado que ella se había quedado viendo, pagando ambas cosas con el dinero de su billetera.

   —Vámonos.

   —¿A dónde?

   —A tu departamento, por supuesto —dijo él tomando ambas bolsas mientras ella se quedaba mirándolo confundida—. No pongas esa cara, no es para lo que crees. Es obvio que no puedes.

    Agitó la bolsa con los tampones y luego se alejó mientras ella intentaba alcanzar su paso.

   —¿Por qué haces esto?

   —Halina me dijo que estabas mal y que necesitarías algo de ayuda. Puedo ser un niño, pero no soy insensible al dolor humano como seguro piensas. No es como si sepa muchas cosas de cómo se sienten ustedes en esos días porque mi mamá ya era grande cuando me tuvo, Hal también mencionó que te gusta comer helado cuando estás así. Ni idea de por qué querrías esto con este frío, pero si es lo que te apetece, pues por mí está bien.

    —No hablo de eso. Yo... ¿no deberías odiarme por rechazarte?

   —Me molesta más que me hayas dicho que soy un niño, que el que me rechazaras. No estás obligada a estar conmigo si no me quieres, así que terminar conmigo es lo más natural.

   —No es que no te quiera. Es solo... es muy rápido. Yo no...

   Nathaniel se detuvo y la miró a los ojos, teniendo que desviar la mirada avergonzado al notar que ella tenía los ojos llorosos, en una faceta que hacía menos de un mes había conocido y que sea porque era hombre, o solo porque había llegado a quererla sin darse cuenta, hacía que nacieran en él unas ganas indescriptibles de protegerla.

    —Nadie ha dicho que tiene que ser rápido. Por ahora seamos solo amigos.

   »Solo prométeme que si un día nos volvemos novios te esforzarás porque yo sea el único; yo por mi parte prometo esforzarme porque no necesites de nadie más.

   —¿Y cómo vas a lograr eso? Estoy enferma, ¿recuerdas?

   —No tengo ni la menor idea, pero no pierdo nada por intentarlo.

   Lexie se quedó mirándolo una vez más como si intentara descubrir si lo que había dicho era cierto, y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas mientras Nathaniel comenzó a mover las manos inquieto, sin saber qué decir o hacer.

    —Eres el niño más lindo que me he tirado, Nath.

    —Oye, que no soy un niño. Solo me llevas tres años, Lexie.

    —Sí, sí, sí. Ya sé que no eres un niño. Solo... llévame a casa. —Lexie le extendió la mano y él la tomó algo dudoso mientras ambos empezaban a caminar.

    Escucharlo refunfuñar entre dientes mientras hacía un puchero, la hizo sentir una gran calidez en el pecho. Tomándolo del brazo para estar aún más cerca mientras seguían avanzando, pensó en que tal vez salir con un niño no estaba tan mal.

   —Nathaniel dice que Lexie ya está dormida, y que se quedará con ella esta noche por si necesita algo más —anunció Halina alborozada mientras se quitaba la ropa para colocarse el pijama y meterse a dormir después de aquel día tan agitado.

    Era la primera vez que Elliot accedía a dormir en la buhardilla, aunque ambos habían hecho una promesa inexpresada de que aunque durmieran en la misma cama, no pasaría nada entre ellos mientras estuvieran cuidando de Elena.

    —También dice que vendrá a ver a su mamá en varios días y que intentará traer a Lexie con él para que no esté sola en Quebec. El dueño del supermercado solo le dio dos días libres, así que no podrá quedarse mucho más.

    —Me sorprende que lleve un par de meses allí. Normalmente, solo permanece una o dos semanas en los trabajos —comentó Elliot mientras se ponía los botones de su pijama de mangas largas y se metía entre las sábanas, acurrucándola de inmediato.

    —Eso es porque ahora está motivado. A nadie le gustaría que la persona que le atrae lo considere un niño.

    Elliot meneó la cabeza ante ese comentario y besó la espalda de ella. Sonaba muy extraño que lo dijera con tanta ligereza cuando la primera que le había dicho aquello era ella misma.

    —Por cierto, ¿qué quieres que haga con las revistas que dejaste en mi departamento durante tu última visita? Las hallé en el cuarto de huéspedes hace un par de días.

    —Colócalas en la mesa para que pueda revisarlas mañana, por favor. Estoy intentando elegir un regalo para la boda de Hannah —explicó haciendo círculos en su brazo al sentir como el corazón de él se aceleraba, tal y como ocurría cada vez que algún miembro de su familia salía en la conversación—. Si crees que es inapropiado, no lo haré, solo... pensé que, ya que no vamos a la boda, sería bueno hacerle algún presente para demostrar que estamos felices por ella.

    —¿Qué te parece si se lo llevas en persona? ¿Te gustaría?

    Halina se giró sobre sí misma para poder mirar su rostro, y al notar que había una diminuta sonrisa en los labios de Elliot, entonces lo comprendió.

    —Hablas de...

    —Sí. He estado pensándolo y... —Suspiró—, es hora de que visite a mis padres. Pero solo lo haré si vas conmigo.

    —¡Por supuesto que iré! ¡Me siento muy feliz! —exclamó mientras se colgaba de su cuello, sintiendo como él depositaba un beso en la coronilla de su cabeza, esperando que aquello fuera una buena idea.

    Tenía razones, fuertes razones por las que jamás había intentado visitar a sus padres, pero el amor que sentía por Halina y Hannah era lo suficientemente fuerte para querer enfrentarse a su pasado al fin.

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