Capítulo 4: Pesado

Como si de una diminuta persona se tratara, Elliot sintió como un par de dedos se desplazaban a través de la hendidura de su espalda desnuda. Soltó un pequeño gruñido como señal de complacencia ante las caricias matutinas de su amada.

Las manos de Halina se posaron en sus hombros, ante la inutilidad de sus esfuerzos por despertarlo, y colocándose a horcajadas sobre él, comenzó a depositar pequeños besos en su mejilla, cuello y hombros mientras acariciaba su pelo, y lo veía esbozar una sonrisa con los ojos cerrados. Continuó haciendo lo mismo por un rato hasta que, entre risas, él la derribó en la cama besando sus labios mientras murmuraba un buen día.

-Buenos días, guapo durmiente. ¿No piensas trabajar hoy?

-No quisiera... pero tengo que -lamentó escondiendo su rostro en su cuello, aprovechando la posición para mordisquear sus hombros y deslizar sus manos debajo de la enorme camiseta que ella llevaba puesta. Ensanchó la sonrisa al darse cuenta de que esa pieza de ropa suya era lo único que traía esa mañana.

-¿Debo tomar esto como una provocación, sustituta?

-Depende, ¿se siente provocado, doctor Stewart?

Elliot estiró las comisuras de sus labios como respuesta, cubriendo tanto su cuerpo como el de ella con la manta que había sobre la cama. La llegada del mes de diciembre había sido impenitente, pero la sección de besos, caricias y jadeos a la que se entregaron, fue suficiente para que entraran en calor.

-No contestes -gimió Halina al escuchar el repique del teléfono de Elliot, apretando sus caderas contra las suyas como una forma de que no detuviera los movimientos en su interior.

Él tampoco quería detenerse. La forma en la que apretaba sus glúteos mientras la embestía tratando de arrancarle un par de jadeos, era la prueba de ello.

-Sí, sigue así. Se siente tan bien, Elliot. -Fue la apasionada respuesta de Halina a sus movimientos. Podía ser muy reservada en público, pero a solas era realmente deshibida. No parecía tener reservas a la hora de expresar, pedir o indicar las cosas que disfrutaba de sus encuentros.

Su voz era un potente afrodisiaco. No era capaz de expresar con palabras como lo enloquecía. Llevado por ese delirio pasional, incluso la había lastimado por accidente.

Se detuvo un momento e intentó ser más delicado. Halina comprendió que estaba pensando en eso de nuevo, a pesar de las veces que le había explicado que solo había sangrado porque su cuerpo no estaba acostumbrado a recibirlo.

Agradecía que la cuidara, que fuera tan considerado, pero casi parecía como si temiera que un movimiento brusco de su parte fuera la ruina de su relación. Solo deseaba que se relajara, que se dejara llevar como los primeros días. Ahora siempre estaba tan tenso y nervioso. Tan pensativo. Seguro que esa era la razón por la que en ocasiones ni siquiera alcanzaba el orgasmo.

Un gruñido ronco saliendo de sus labios le confirmó que aquella no sería una de esas veces, e intentó ayudarlo con su tarea aumentando la intensidad de sus movimientos. Él clavó las uñas en su espalda, mientras jadeaba. Estaba muy cerca del final.

-Halina...

-Estoy bien. Me gusta. Sé un poco más rudo, por favor.

Él pareció dudar un poco, pero luego, arqueó las piernas de Halina hasta donde se lo permitía su flexibilidad y empezó a embestirla primero lento y luego con todas sus fuerzas. Halina se estremecía y gritaba ante tanta intensidad. Escucharla decir que le gustaba que fuera así de brusco, erizaba su piel al tiempo que le provocaba un conflicto interno. ¿Qué tan rudo podía ser con ella? ¿Dónde estaba el límite? ¿Lo respetaría si se dejaba llevar realmente? La creía capaz de callar su incomodidad con tal de complacerle. ¿Y si terminaba siendo abusivo con ella?

-Elliot... ¿Estás bien?

El tacto suave de la mano de Halina le hizo volver en sí. Con solo dar una mirada a su rostro supo que sus reflexiones habían tenido el mismo efecto adverso de otras ocasiones.

Se dejó caer a un lado de ella, cubriendo su rostro con su antebrazo. Halina se acercó a él recostando la cabeza en su pecho.

-Lo siento, Halina.

-No es tu culpa. Yo... te presiono demasiado.

-Por supuesto que no. Tú... eres tan perfecta. No mereces tener un novio defectuoso como yo. Mierda. -Halina atrajo su rostro en su dirección al darse cuenta de que estaba a punto de romper en llanto. Verlo intentar contenerse le dolía.

Entendía que quisiera aparentar ser fuerte y seguro de sí mismo fuera de esas paredes, pero con ella... a veces deseaba que dejara de obligarse a llenar unas expectativas que creía que ella tenía, pero solo eran resultado de las ideas en su cabeza. ¿A quién le importaba si lloraba, perdía las erecciones o se sentía inseguro haciendo cosas que para otros eran naturales?

-No estás defectuoso, Ely. Solo necesitas relajarte-. Halina se incorporó para quitarse la camiseta y se recostó sobre su cuerpo tras haberse quedado totalmente desnuda. Elliot evitó mirarla. Ya conocía bien ese juego.

-Eres guapo -Halina besó su cuello-, inteligente -ahora su pecho-, cariñoso -lamió toda la sección debajo de su ombligo. Aquello fue suficiente para que sus pechos sintieran el renacer de su miembro expuesto.

Halina sonrió complacida mientras se tendía sobre él. Se quedó mirándole con las manos bajo la barbilla. Elliot intentó besarla, pero ella alejó el rostro mientras negaba con su cabeza.

-También eres muy besucón.

-¿Besucón?

-Sí, eres terrible, increíble e irremediablemente besucón.

-Creo que sí soy besucón.

-Eres muuuy besucón.

Halina rodeó su cuello y sonrió contra sus labios. Elliot se incorporó junto a ella, y tomando su rostro entre sus manos, hizo que su lengua se deslizara a placer a través de su boca, hasta que las ansias de poseerla fueron incontenibles y volvieron a unirse. Halina tenía razón. No había nada malo en él, solo... debía confiar un poco más en su capacidad de controlar sus impulsos.

-Debe ser una broma -se quejó Halina mientras depositaba su cabeza en su pecho al escuchar el teléfono de Elliot repicar otra vez.

Él la apretó entre sus brazos y le dio un par de besos, estirando su mano hasta el buró junto a la cama para alcanzar su teléfono sin despegarse de ella. Sabía que el estado en el que estaban era demasiado indecoroso para tomar una llamada, pero ¿qué más daba? Fuera quien fuera, no debió haberlos interrumpido en primer lugar.

-Buenos días.

-Debo reconocer que no sabía que un par de monógamos podían llevar el ritmo sexual de ustedes. Los felicito. Aunque... ¿Podrías mover un poco el teléfono? Solo veo el pecho de Halina.

Elliot retiró el teléfono de su oído de golpe, y entonces se dio cuenta de que era una videollamada.

Ambos armaron un alboroto tratando de cubrirse y separarse, y una vez lo consiguieron, pudieron ver mejor a la divertida chica que había en la pantalla, y movía las cejas sugestivamente a su amiga, que parecía querer ingresar a ella y estrangularla por inoportuna.

-¿Qué pasa, Lexie? ¿No es muy temprano para que llames?

-Lo es, pero esto es una emergencia. -Lexie soltó un suspiro tan sentido que consiguió preocuparlos a ambos-. He tenido una recaída, de hecho, más bien son unas cuantas. -Lexie suspiró otra vez-. Sé que es un poco tarde para decirlo, pero pensé que podría controlarlo por mí misma. La verdad es que durante el último mes, pues... casi todos los días...

-Has estado durmiendo con Nath. Ya Elliot lo sabe -terminó Halina entornando los ojos.

-¿De qué estás hablando?

-¿En serio crees que no me doy cuenta de los chicos con los que sales cuando vivimos en el mismo departamento? Ni siquiera te has quitado su playera los últimos días.

-Existen muchas playeras iguales en el mundo, ¿qué te hace suponer que esta es la de él?

Halina alzó una ceja y señaló la camiseta que traía, haciendo que Lexie intentara mirar lo que decía la etiqueta.

«Propiedad de Nathaniel Johnson» y al final una carita con lentes oscuros.

-¡¿Por qué identifica su ropa?! ¡¿Qué edad tiene?! ¡¿Cinco años?!

-Vive en el campus de la universidad. Seguro allí es común que otros chicos tomen tu ropa -explicó Elliot, ganándose una mirada severa de parte de Lexie. Con qué sabía que su paciente retrocedía en sus progresos, y no había dicho nada para corregirla.

-De acuerdo, dormí con el niño bonito y rompí mi abstinencia, ¿están contentos? Sacrifiquenme ahora.

-De hecho, me sorprende que hayas soportado tanto. Te felicito, Lexie

-¿Qué? ¿Eso es todo? Nada de "espero que no lo hagas más", "una recaída no es una derrota" y esas mierdas de psicólogos.

Elliot se encogió de hombros sin entender bien por qué lucía tan molesta.

-Técnicamente, no es una recaída. Te dije que no era saludable que cedieras a tus impulsos siempre que surgían, que debías tratar de tener una relación estable con alguien, y según yo lo veo, ya tienes una relación estable con Nathaniel.

Eso no es verdad, yo...

La notificación de un mensaje hizo que Lexie dejara de hablar con ellos un momento y revisara su mensajería. Era Nathaniel. Debía haber escrito algo realmente indecoroso como para que la desinhibida de Lexie se sonrojara así.

-Lo ves. Tienen una relación.

-No tenemos ninguna relación -protestó-. Solo... nos reunimos para tener sexo casual de vez en cuando.

-Sigue siendo una relación. Bastante retorcida, pero una relación.

-Que no es una relación. Es decir, Nathaniel es pedante, presumido, egoísta, y es un niño.

-Nathaniel no es pedante, es muy simpático -intervino Halina entrecruzando los brazos-. Es cierto que es algo presumido y egoísta...

-Lo ves, es...

-Pero es el primer chico en más de cinco años con el que duermes dos noches seguidas.

Las palabras de Halina la dejaron sin argumentos. Era cierto, ni siquiera recordaba la última vez que le dio su número a un muchacho para que la contactara. Lexie no pudo evitar pensar en la sorpresa que se llevó ese día en el parque cuando lo provocó la primera vez.

Solo quería fastidiarlo como venganza por molestar a su amiga durante las últimas semanas. Supuso que saldría despavorido ante sus propuestas sugerentes, que diría que no se acostaba con putas y se marcharía, y que luego podría burlarse de su cara de terror. Pero nada de eso. Respondió a su provocación con aún más confianza que ella, y cómo se comportaba en la cama... debía reconocer que no creyó que un universitario de su edad pudiera tener ese físico.

-Nathaniel se comporta de esa manera porque le gusta tener toda la atención de las personas que quiere, y tú puedes darle más atención de la que necesita. Son la pareja perfecta -terminó Halina. Lexie palideció.

-Pero sigue siendo un niño.

-Solo es tres años menor que tú.

-Exacto. Un niño.

-Pero te gusta.

-No me gusta.

-¡Claro que te gusta! Tienes el síndrome de Lexie.

-¿Síndrome de Lexie? -preguntó Elliot, quien se había quedado al margen de la conversación hasta ese instante.

-Sí. Lexie tiene la creencia de que no puede estar con un solo hombre, por eso, cuando le gusta un chico, comienza a enumerar las cosas malas que tiene para olvidarse de él.

-Voy a colgar. No soporto que me acusen de cosas que no son ciertas.

-Eso sí es un problema, después de todo Nathaniel sufre el síndrome de Peter pan -explicó Elliot ignorando la amenaza de Lexie, haciendo que esta se quedara pegada a la pantalla un poco más.

-¿De Peter pan?

-Sí. Es cuando un adulto le tiene miedo a crecer, y continúa comportándose como un niño caprichoso para huir de sus responsabilidades.

-Y es muy peligroso porque es muy fácil caer rendida a sus encantos y a su propuesta de vivir la vida con intensidad -continuó Halina-. En él puedes encontrar todas las características que más valoras en un amor: la aventura, la diversión, la pasión y la intensidad, pero si intentas dar un paso más en la relación, en el mejor de los casos saldrá huyendo.

Tanto Lexie como Elliot la miraron con los ojos muy abiertos, siendo él quien reaccionó primero al depositar un sonoro beso en sus labios, felicitándola por su excelente explicación.

-A este paso te volverás mejor psicóloga que yo, princesa. Temo por mi empleo.

-Oigan ustedes dos, sé que los interrumpí, pero aquí tratamos algo importante -dijo Lexie llamando su atención-. Ustedes acaban de decirlo. No me conviene acercarme a ese niño, solo me dará problemas.

-Si quieres algo serio, no, pero si solo quieres alguien con quien dormir de vez en cuando, no le veo lo malo. Él quiere lo mismo que tú, así que...

-¡Ya me harté! Pensé que ustedes dos me ayudarían, pero lo único que hacen es alentarme a seguir recayendo. Me voy. La calentura no los deja pensar con claridad -replicó Lexie antes de colgar, y solo entonces Elliot se permitió exteriorizar su preocupación.

-¿No crees que se te está pasando la mano con eso de provocar a Lexie, Hal? Parece angustiada.

-Tal vez tienes razón -suspiró-. Es que no puedo quedarme con los brazos cruzados mientras la veo dejar ir al primer hombre que realmente le ha interesado en mucho tiempo. Además, me da algo de pena Nath. Si vieras como le brillan los ojos cada que habla de ella. Está muy enamorado.

-Nathaniel siempre ha sido de los que jamás se enamoran en serio, pero cuando lo hacen se aferran de más. Aunque concuerdo con Lexie en que todavía es un niño. No sé si involucrarse con él sea tan buena idea.

-¿Qué es lo peor que puede pasar? Ni que Lexie fuese a quedar... ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo pude olvidarlo?

Halina se lanzó estrepitosamente de la cama. Elliot pensó al principio que correría a la cocina para apagar algo que había dejado en la estufa, pero en su lugar, la vio dirigirse a toda velocidad hacia la habitación contigua.

Halina buscó con nerviosismo el estuche de pastillas que tomaba cada día a la misma hora, llevándose a la boca la que correspondía al día anterior, y que había olvidado tomar tras haber ignorado la alarma que le servía de recordatorio, porque en esos momentos estaban en el punto álgido del disfrute mutuo durante su primera ronda de reencuentro. Luego se habían acurrucado uno al lado del otro, sonrientes y satisfechos, dejándose llevar casi de inmediato por las lagunas del sueño que los habían mantenido inconscientes durante las siguientes siete horas, cinco menos que las estipuladas como límite para ingerir la dosis sin que existiera riesgo de quedar encinta.

-En realidad no es necesario que las tomes -le recordó Elliot mientras acariciaba sus hombros al verla mantenerse pálida, a pesar de que ya había ingerido el anticonceptivo-, ya usamos preservativos cada que lo hacemos, así que...

-Me siento más segura así. No quiero correr riesgos.

Elliot retrocedió un paso como si acabara de abofetearlo. La palabra "riesgo" era lo que definía su relación. No solo era la posibilidad de quedar embarazada o contagiarse, incluso se arriesgaba a volver un día de Quebec y hallarlo colgado en su cuarto. Era un riesgo constante. Estar con él implicaba que jamás estaría del todo tranquila.

-Elliot...

Su voz baja y almibarada era una invitación suplicante a qué levantara la mirada y posara sus ojos en ella, en vez de escuchar a la voz en su cabeza que quería autosabotearlo. No fue capaz de hacerlo hasta que sus manos tersas y gentiles se colocaron en sus mejillas y lo hicieron por ellas mismas.

-No es que no quiera tener hijos contigo, es solo... no sé si seré una buena madre para ellos. Sabes que mi estado de humor es muy voluble, y tú... -Halina suspiró sin terminar la frase-. Los niños no entienden que su papá y su mamá pueden no estar en condiciones de darles todo el cariño que merecen siempre. Yo no quiero que mis hijos pasen por eso. Tal vez... lo mejor es que...

-Es cierto. Tal vez... no es buena idea que tú y yo seamos padres. Lamento haberlo insinuado.

-Yo no dije eso. Solo pienso que no es el momento.

El semblante de Halina parecía desesperado. Le angustiaba ver qué sus ojos se oscurecían, cada que parecía perder las esperanzas en que pudieran tener algo parecido a un futuro juntos, a una vida normal.

-Debemos sanar del todo primero y sentar buenas bases, debemos... tener completo control de nuestras emociones y ser capaces de gestionar nuestros bajones emocionales.

Halina tomó el rostro de él entre sus manos y le regaló una sonrisa que buscaba transmitirle todo su amor y optimismo.

-Tú mismo me has explicado que tuviste una muy buena relación con tus padres antes de hacerte adolescente. -Elliot abrió la boca para refutar eso, pero Halina continuó

»Sé que ya no es lo mismo, que luego de lo que ocurrió ya no te sientes cómodo junto a ellos, pero confío en que repararás tu relación con ellos en el momento adecuado, y así, nuestros hijos podrán tener unos abuelos amorosos que le den todo el cariño que se merecen cuando sus padres no estén del todo bien. Entonces me sentiré segura con la idea. Sabes que soy prácticamente huérfana, de mi lado no puedo confiar en nadie que les dé soporte en mi lugar, así que, antes de considerar tener hijos, quisiera...

-Tienes razón. Me queda un buen camino por recorrer.

Elliot besó su frente antes de murmurar que se le hacía tarde, caminar hasta el cuarto de baño y empezar a prepararse para ir a trabajar. Halina suspiró ante otro intento fallido de plantear el tema de su familia, preguntándose si alguna vez su felicidad sería completa y ya no habría más temas engorrosos que tratar entre ellos.

Tener una relación y sentir que habías encontrado a tu alma gemela era agradable, pero aun los enamorados tenían que librar sus propias batallas por la felicidad. Con razón, Lexie sentía tanto miedo.

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