Capítulo 18: Consecuencias
—¿Hace cuánto fue eso?
—No lo sé. Unas cinco horas... —Elliot palideció tanto que sin decir palabras, Noah y Olivia entendieron lo que estaba ocurriendo—. Tengo mucho miedo, Elliot. ¿Y si Halina intenta matarse otra vez?
Elliot dejó caer el teléfono de entre sus trémulos dedos ante la simple expectativa, pero aunque la pantalla terminó destrozada por el golpe, aún se escuchaba la voz de Lexie con la suficiente claridad como para que la pareja presente avanzaran hasta la puerta a toda prisa, casi empujando su cuerpo en estado de shock.
Elena estaba en el patio delantero, dando vueltas de aquí para ella, abordada por la misma angustia. Se subió al vehículo de Noah junto con ellos.
—¡Ay, Dios! —fue lo único que Elliot pudo articular ante la angustia que lo abordaba de adentro hacia afuera. Empezó a respirar tan forzosamente que tuvo que tomar enormes bocanadas de aire una y otra vez para no comenzar a hiperventilar.
De repente entendía toda la angustia que les provocaba a sus conocidos cada que intentaba quitarse la vida, incapaz de lidiar con la maliciosa voz en su mente.
Se llevó las manos a la cabeza al pensar en esa posibilidad, al pensar en qué tal vez, la próxima vez que viera Halina sería su cuerpo sin vida, vuelto un frío bulto inerte, y la desolación que sintió fue tal que tuvo que abrir la ventana de su lado del vehículo porque era incapaz de respirar encerrado en él. Una nerviosa Elena empezó a acariciar su espalda suponiendo que iba a vomitar, y entonces lo entendió.
Si ella dejaba de vivir porque no había estado con ella cuando se enteró de todo, no lo toleraría. Era lo único que tenía, lo único que le quedaba, y apenas caía en cuenta de que él era lo único que tenía ella también.
Elliot comenzó a llorar de desesperación y angustia, sobre todo al notar que el taponamiento con el que se habían encontrado al intentar salir de Summerside no avanzaba. Suplicó con todas sus fuerzas, y entre dientes, que si en verdad había alguna clase de Dios en el cielo, no permitiera que ella muriera. Juraba dejar de tomar decisiones egoístas y explotar contra todo el mundo si eso sucedía.
Se fijó de nueva cuenta en el taponamiento de vehículos y se dio cuenta de que se trataba de una colosal marcha fúnebre. De manera vaga recordó que un importante líder de la comunidad había perdido la batalla contra una desgastante enfermedad y casi todo Summerside había sido convocado para darle el último adiós a aquel desinteresado bienhechor.
Verse allí, entre aquella hilera de autos que seguían al vehículo floreado, le pareció un espeluznante presagio que le hizo rozar el borde de la desesperación absoluta.
—Por favor, por favor, por favor... —farfullaba entre dientes una y otra vez mientras movía con insistencia una de sus piernas.
El que los demás lucieran tan angustiados como él hacía que se sintiera aún peor.
Como si de repente sus oídos se hubieran agudizado de manera que percibiera una frecuencia diferente de sonidos, o solo su sentido común al fin hubiera colapsado, llevándolo a perder el juicio, empezó a escuchar una voz calidad, apacible y melancólica. Era casi imperceptible, pero cantaba, lo hacía tan bajito que aun a él se le hizo difícil entender la letra, pero la voz... Esa voz...
Se bajó del auto sin decir nada, y caminó en línea recta hacia el lugar que había frente a sus ojos. Primero a zancadas, luego corriendo.
Detrás de él se escuchaba la voz de Noah, Elena y Olivia gritando su nombre. Aun así, siguió corriendo sobre la hierba reverdecida, agonizando a cada paso, a cada segundo en que dejaba de escuchar la voz, volviendo a vivir cuando se hacía más clara, más tenue, más viva, ahogando un enorme sollozo al ver la silueta que, con la cabeza recostada de la barandilla del puente, cantaba el estribillo de Heavy de Linking Park casi entre dientes y con los ojos cerrados.
Estoy aguantando
¿Por qué todo es tan pesado?
Aguantando
Es mucho más de lo que puedo cargar
Sigo arrastrando lo que me está haciendo caer
Si solo lo dejara ir, podría ser libre
Aguantando
¿Por qué todo es tan pesado?
Cuando lo sintió abrazarla por la espalda, Halina se removió con sorpresa, serenándose en el instante en que llevó la mano hasta su cabeza y sintió las líneas de aquella cicatriz entre los vestigios de cabello que empezaban a crecer.
En ese momento se sentía tan feliz y aliviado que no podía decir ni una palabra, solo sollozaba y agradecía en el cuello de ella, sin que Halina dijera nada o siquiera intentara apartar su mano de su cráneo desnudo.
Elena, Noah y Olivia llegaron a cierta distancia de ellos y luego, solo se dejaron caer en la hierba, presa del mismo alivio. No intentaron acercarse a ellos. Era obvio que necesitaban estar a solas y resolver sus propias cuestiones.
—Yo... solo... salí a caminar sin rumbo fijo y cuando vine a darme cuenta estaba aquí. No sé por qué vine aquí, solo...
—¿Estabas buscando tu hogar? —le interrumpió Elliot encontrando el verdadero significado de esa palabra, al sentir como la oscura nube gris que lo había acompañado todos esos días solo desaparecía al tenerla cerca.
Elliot soltó una risita mientras subía y bajaba su nariz a través del cuello de ella como si quisiera embriagarse con su aroma. Sí, Olivia tenía razón. Ese lugar sí se sentía como su hogar. Halina... Halina era y siempre sería el sitio al que pertenecía.
—Nunca me había alegrado tanto que seas tan despistada. Nos has dado un buen susto.
—No soy despistada, solo... Me pierdo con facilidad.
—Tienes razón, es muy diferente —dijo él con sarcasmo, y ella soltó una leve risa que luego se convirtió en un sollozo, y luego en un llanto lastimero y desgarrador, para luego volver a reír.
Halina se giró hacia él haciendo que Elliot tuviera que retirar sus brazos de su alrededor, y entonces, al notar las lagunas dispersas que tenía por ojos y el pequeño tic que la hacía sacudirse entera, y que hasta ese momento había interpretado como el espasmo involuntario que le había provocado la violencia de sus sollozos, se dio cuenta de que había llegado tarde.
Había una razón por la que su abuelo quería internarla en el mismo lugar en el que se encontraba su padre, por el mismo que tomaba tanta medicación, por el que las personas a su alrededor le habían ocultado algo tan importante como las circunstancias en la que había fallecido su madre.
—Doctor Stewart —dijo ella, confirmando uno de sus mayores temores al verla aguantar sin decir nada todo lo que había pasado—. ¿Cuál cree que pueda ser una buena excusa para contarle a los niños cuando vaya a darle clases mañana? No quiero que se preocupen porque no fui a la escuela hoy.
—No te preocupes, yo me encargo de eso. Ahora debes descansar.
Ella asintió con una débil sonrisa y comenzó a caminar en dirección a Olivia, Elena y Noah, quienes empezaron a avanzar hacia ella al notar que no traía zapatos y sus pies estaban manchados de sangre, como si hubiera recorrido descalza un gran trayecto mientras reía y lloraba sin orden o concierto. Como si todas sus emociones estuvieran mezcladas y confusas en su interior.
Halina finalmente había enloquecido.
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