Capítulo 17: Colapso

   Noah caminó en silencio hacia la figura que, en ropas de cama y con expresión inquieta, miraba a través de la gruesa cortina que daba hacia la entrada del condominio, mordiendo la uña de su dedo como reflejo de su ansiedad.

  Cuando Noah descubrió la ausencia de su esposa en su lado de la cama, pensó que se hallaba en la habitación de Halina, asegurándose, como hacía una y otra vez durante las noches, que estuviera bien abrigada y tuviera pulso mientras dormía, pero el hecho de que estuviera en ese lugar a las tres de la mañana, y sufriera tal sobresalto al darse cuenta de su presencia en la estancia, era suficiente prueba de que algo muy malo ocurría afuera, tal y como confirmaban los gritos y amenazas que hacían eco en las paredes del departamento.

   —Es el abuelo de Hal. Está haciendo un escándalo para llevársela —confirmó Olivia trémula y al borde de las lágrimas.

   Aferrándola a su pecho para que dejara de temblar, Noah deslizó su mirada hacia el sitio en el que los guardias intentaban retener a un vigoroso anciano que luchaba por entrar a la fuerza, y suspiró al darse cuenta de que sus temores, al acceder a la petición de su esposa de llevarse a Halina con ellos, se habían hecho realidad.

   Sacar a Halina del hospital psiquiátrico sin consultarlo con su familiar, por mucho que el plan de este fuera dejarla allí de forma permanente, no le había parecido una buena idea desde el principio, pero la desesperación que se veía dibujada en la cara de su esposa, al ver a su ahijada en tan deplorable condición emocional y física, y sabiendo qué estar bajo el mismo techo que su demente progenitor solo exacerbaría sus traumas, hizo que olvidara la razón o las posibles consecuencias de sus actos, y accediera a permitir que la trajera a vivir con ellos sin su autorización. Cosa que el ego del anciano no podía soportar.

   —Iré a hablar con él. Es obvio que no se irá hasta no recibir una respuesta.

   —No. No tienes que involucrarte, Noah. —Olivia sostenía con fuerza su brazo para evitar que avanzara, pero él las retiró con cuidado mientras le sonreía de forma conciliadora, acariciando su mejilla en el proceso.

   Él era una de las pocas personas frente a las que Olivia se permitía mostrarse así, vulnerable y asustada, y de alguna forma se sentía honrado de haberse convertido en una especie de defensor para alguien con mucho más carácter y entereza de la que él tenía en ocasiones.

  Hija mayor de una madre soltera con un carácter demasiado dócil, habiendo tenido que ganarse el sustento desde muy joven para ayudarla a criar a sus demás hermanos. Según parecía, o su madre era muy ingenua para notar las malas intenciones de los hombres con los que salía, o se sentía tan sola y desamparada que creía que tener a un hombre borracho e irresponsable que se pasara el día en casa viendo la tele y tratando con dureza a sus hijos, era mejor que criarlos ella sola.

    Olivia había hecho de todo por hacerse de una carrera, ayudar a su familia y sustentar ella misma sus sueños, para no depender de ningún hombre, y por eso, ahora que todos sus traumas y pesares se arremolinaban en su cabeza ante la posibilidad de no poder cumplir su promesa de cuidar de Halina, no podía permitir que ese hombre la hiciera retroceder en sus avances revelándole aquello que había ocultado con tanto cuidado.

    No. No podía dejar que por nada del mundo, ella o Halina descubrieran por qué, en vez de hallarse avergonzado por las acciones de su hijo y alegrarse de que su nieta tenía personas sinceras que querían ayudarla a salir adelante, aquel prepotente señor seguía intentando ocultar en el pozo del olvido a Halina, tal y como había hecho con su hijo mayor.

    Noah bajó las escaleras, después de animar a su esposa a asegurarse de que la chica dormida en la habitación de invitados no se percatara de la presencia de Theodore, y se detuvo un par de veces a ensayar las palabras adecuadas para lidiar con el enardecido anciano.

   Para él, que había crecido en un hogar estable y amoroso, sin que su vida estuviera cargada de demasiados desafíos, entender cómo alguien podía mantenerse en pie tras tantos embates de la vida, hacía que naciera en él una admiración genuina por aquellos que habían tenido un pasado lleno de dolor y adversidades, como lo eran Olivia, Halina y Elliot. 

   Por eso no era capaz de entender a aquellos que estaban tan podridos por dentro que no entendían que tener una enfermedad mental era peor, incluso que estar enfermo de manera física. Lo segundo podía tratarse con medicamentos, cambiando hábitos, o incluso extirpando del cuerpo la parte dañada que amenazaba con afectar el resto del organismo, pero no podías solo extraer los sentimientos negativos de una persona. Aunque usara medicamentos y cambiara sus hábitos, en cualquier momento, a raíz de una situación adversa o un suceso traumático, podía retroceder tanto o más que antes, y llegar a estar tan hundido que perdiera las ganas de seguir viviendo.

   ¿Cómo podía alguien no conmoverse ante tal escenario? ¿Cómo podía alguien tachar de inservible a su propio familiar, porque había colapsado debido al dolor y la impotencia, y solo por unos instantes, por unos escasos días en los que sus pesares se volvieron algo que no podía soportar, perdió el juicio e hizo cosas que ahora que había vuelto en sí no dejaba de lamentar?

   Atravesó con parsimonia el camino empedrado que llevaba hasta el portón de la entrada del recinto, sintiendo como el ruedo de su pantalón se humedecía debido al rocío de la hierba que había sido bañada por la lluvia de hacía unas cuantas horas, y que cuyo frío resultante habían contrarrestado con varias tazas de chocolate caliente y risas. Como una familia, tal y como debería actuar alguien que amaba a su familiar.

  —¡Traiga a mi nieta! Esas personas no tienen derecho a habérsela llevado del hospital sin mi permiso.

   —No puedo hacer eso, señor Theodore —intervino Noah, ganándose una mirada severa de parte del anciano que se hallaba tan ocupado insultando a los guardias y vociferando, que no lo había reconocido en la relativa oscuridad de la madrugada—. Halina ya es una adulta y decidió vivir con nosotros. No puede llevársela en contra de su voluntad.

   —¿Adulta? ¡¿Quién creen que se ha encargado de convertirla en eso y evitar que termine como el loco de su padre y la suicida de su madre?!

    Noah sintió que su rostro ardía de tanta indignación y rabia que temió por su reacción. Aquel hombre de tercera edad le dedicó una mirada tan despectiva que estaba seguro de que, de no haber sido vigilados por el par de guardias, quienes le habían inmovilizado los brazos al ver que traía una pistola con él, seguro hubiera intentado atacarlo. 

   Esa era la naturaleza de aquel hombre frío y violento, con un ego más grande que su envejecido cuerpo. Su excusa era el entrenamiento militar y sus años defendiendo el orden y la paz de su país, pero con solo mirar sus oscuros ojos sin un atisbo de cariño o compasión, sabía que esa persona había estado podrido mucho antes de eso.

   —Señor Moore, no puedes decir esas cosas aquí. Tengo que pedirle que se retire.

   —¿Por qué? ¿Tienes miedo de que sepan que esa mujer a la que defienden y veneran, decidió ella misma acabar con su vida y arruinar la vida de su esposo y de su hija en el proceso? Siempre lo supe, Adelina no era más que una puta egoísta que decidió tomar el camino fácil. Por eso a las mujeres hay que someterlas y demostrarle quién tiene la autoridad. Por eso cuando le faltaba al respeto, mi hijo solo...

    —¡Ya cierre la boca, señor Moore! —La ira cosquilleaba en cada rastro de piel de Noah con una intensidad tal que no se dio cuenta de que había alzado la voz—. No sé qué es lo que significa ser para usted un buen hombre, pero para mí es proteger a las personas que uno ama. Yo no dejaré que dañe a su nieta y a mi esposa con sus palabras. Seguridad, quiero que le restrinjan la entrada a este hombre, no quiero verlo en los alrededores de mi departamento nunca más.

   El par de hombres asintieron a la exhortación de inmediato y escoltaron al anciano que, salvo arrugar el entrecejo y murmurar un par de improperios, no hizo nada por resistirse.

   Solo era un cobarde que usaba la intimidación para mantener a los demás bajo su control, para que los demás no se dieran cuenta de lo débil de corazón que en verdad era.

  —¿Adelina... se suicidó? —La sorpresiva pregunta de Olivia hizo que fuese él quien se sobresaltara esta vez.

   Jamás imaginó hallarla frente a la puerta de entrada de su hogar. Miró los pies de su esposa, llenos de rocío y rastros de tierra mojada, y sintió que un escalofrío lo recorría de pies a cabeza.

   —Olivia... —No pudo decir nada más.

   Ella solo entró a la casa y se encerró en su habitación, donde permaneció hasta que Halina despertó al día siguiente y se obligó a fingir que nada ocurría, aunque las ojeras bajo sus párpados evidenciaban que había llorado toda la noche.

   Aquella fue la primera de las muchas noches en las que Olivia se negó a dirigirle la palabra, y cuando al fin le dijo algo, fue para mostrarle dónde debía firmar los documentos del divorcio que ella misma había gestionado.

   Intentó hacerla razonar muchas veces y convencerla de que lo que estaba haciendo no tenía sentido, pero ya sea por cansancio o por comprensión, al final solo accedió. Olivia no podía soportar la idea de pensar que era feliz, aun siendo la responsable de que Adelina se sintiera tan atrapada que tomara una salida como esa, y haberle ocultado aquello por tantos años, solo había retrasado una herida que terminaría por gangrenarse.

   —Cuando me enteré de lo que realmente había pasado con Adelina, solo dejé que Olivia fuera al tribunal cuando le tocaba declarar, con la excusa de que alguien debía estar en casa cuidando de Halina mientras concluía el proceso. —Noah llevó su mirada a la puerta tras la cual su ex-esposa yacía dormida y suspiró con pesar—. Así conseguí que ninguna de las dos supieran la verdad por todos esos años, pero tal y como dijo el señor Moore, no podía ocultarlo para siempre. Supongo que Olivia no pudo perdonarme por ello y por eso decidió divorciarse de mí.

   —Pero no hiciste nada malo, Noah. Solo querías protegerla.

   —Parece que ella no piensa lo mismo. —Esbozó una triste sonrisa y se dejó caer en el sofá que había a solo unos centímetros. Llevó sus manos a su rostro mientras apoyaba los codos de sus piernas—. Olivia y yo hemos intentado tener hijos muchas veces, pero cuando sí conseguía quedar embarazada, los ha perdido a las pocas semanas. Ella solía decir, tras cada una de esas ocasiones, que el cielo le había negado la oportunidad de ser madre por no salvar a su amiga de un destino tan vil. No quiero ni imaginarme todo lo que ha estado sufriendo desde que se enteró de que su visita ese día era un grito por ayuda. Que, de haberla dejado quedarse en casa tal y como quería, Adelina estaría viva en estos momentos. No sé cómo podré mirarla a la cara de nuevo.

   —Como me miras todos los días, grandísimo idiota. —Tanto Noah como Elliot llevaron su rostro hacia la mujer que se asomaba detrás de la puerta con un rastro de saliva en la comisura del labio, que no dudó en retirar dedicando una mirada severa a Elliot—. ¿Y tú qué me miras? Aún estoy enojada contigo.

   —Lo lamento, le dije cosas muy duras.

   —¿Cosas muy duras a mí? Deberías estar en mi cabeza. Ahí sí me dicen cosas muy duras.

   Elliot llevó su mirada hacia el dedo desnudo, dónde antes yacía el anillo, símbolo de la unión con el hombre que mantenía la mirada baja como si hubiera perdido todo el valor en su cuerpo, y sintió que su corazón se oprimía de puro dolor.

    ¿Así de absurdo se veía lo que había hecho con Halina? ¿Haber cortado lazos con la persona que amaba solo porque no podía lidiar con sus pesares, era igual de cobarde e injusto que lo que Olivia le hacía a Noah?

    —Sé que tienes miedo de ti mismo y que no quieres que Halina pase lo mismo que Adelina, pero tú y su padre no son iguales —continuó Olivia, tomando la mano de Elliot, que temblaba al contener las lágrimas que luchaban por desbordarse en sus cuencas—. Tú reconoces que tienes un problema y te estás esforzando por mejorar. Ese idiota no buscó ayuda hasta que fue demasiado tarde, y mira como quedó. Y lo de que ella sepa los detalles de tu pasado... tú conoces los suyos y no has dejado de quererla por eso, ¿no es así? ¿Por qué crees que ella será diferente?

    —Pero es que ustedes no conocen todos los detalles. Cuando estábamos en casa de mis padres, incluso yo...

    Elliot rompió en llanto tan sonoramente que hizo que Noah se pusiera de pie de un salto dispuesto a abrazarlo e intentar confortarlo en su pena. Olivia extendió el brazo para detenerlo.

    —El único que se avergüenza de su pasado y de quién eres, eres tú mismo. Te lo he dicho como un millón de veces, Elliot —continuó Olivia luchando por no ceder al llanto también—. Tienes que dejar de verte como una víctima y empezar a reconocerte como un sobreviviente. Hasta que no aceptes esa parte de ti, y te des cuenta de que para bien o para mal es parte de tu identidad, no lograrás avanzar. Y no me importa que sea la menos indicada para decírtelo. Le prometí a Adelina que cuidaría de Halina y eso es lo que voy a hacer, y si su felicidad está a tu lado, pues te aguantas. No... —Tomó aire para recuperar el aliento al quedarse sin voz, y limpió las lágrimas que no pudo evitar se deslizaran por sus mejillas—, no te alejes de alguien que desea permanecer a su lado a pesar de tu dolor.

    Noah sintió el impulso de ser Olivia a quien abrazaba en esos momentos, pero se contuvo. Sabía bien que no debía forzarlo. Si algo caracterizaba a alguien deprimido era que sabía las cosas que debía pensar o sentir, pero no podían hacer que eso que había en su mente bajara a su corazón, por eso era tan difícil su lucha.

    Elliot siguió llorando en silencio sin responder a las palabras de su mentora.

    Sentía tanto miedo que no hallaba palabras para describirlo. Miedo de sí mismo, de su soledad, de haber condenado a Halina a vivir el resto de su vida con sentimientos tan desoladores como los suyos, sintiéndose, sintiéndose... como algo que las personas podían usar a su antojo.

    El repique de un teléfono irrumpió en la silenciosa estancia, pero ninguno de los tres prestaron atención al llamado, que se repitió en los teléfonos de Olivia y Elliot, hasta que apareció tras la puerta Elena con expresión turbada.

   Ni siquiera pudo hablar cuando le permitieron pasar, solo se limitó a extender el teléfono a Elliot, quien, al notar su angustia, lo tomó sin vacilación.

   —Hola. —El rostro de Elliot dejó de lucir apesadumbrado para tornarse confundido—. Respira profundo y explícame de nuevo, Lexie. ¿Qué ocurre?

   —Es Halina, su papá... hoy estuvimos con su papá y él... él comenzó a balbucear cosas extrañas, y a decir algo de unas tijeras y un niño... no lo sé, yo... Halina solo... salió corriendo y... la he buscado desde entonces, fui a la policía, al departamento, a la universidad, al hospital...

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