Capitulo Once
Días después.
El sol estaba en su punto más alto cuando Kaleb apareció en la cafetería, con esa sonrisa relajada que parecía capaz de disolver cualquier tensión. Yo estaba detrás del mostrador, acomodando las tazas limpias, cuando su figura cruzó la puerta y nuestras miradas se encontraron.
—¿Tienes un rato libre? —preguntó, sosteniendo una pequeña bolsa en su mano.
Lo miré con curiosidad.
—Depende ¿qué traes ahí? — Pregunte con sospecha
Kaleb dejó la bolsa sobre la barra y se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa.
—Solo un pequeño respiro para ti. ¿Qué dices?
Grace, que estaba preparando un pedido cercano, intervino con una sonrisa cómplice.
—Anda, Gabriella, ve con él y yo puedo encargarme aquí por un rato.
Me quité el delantal, todavía algo dudosa, pero la idea de un pequeño descanso no sonaba mal. Kaleb esperó pacientemente a que me pusiera la chaqueta antes de abrir la puerta y señalar el camino.
—¿A dónde vamos esta vez? —pregunté mientras caminábamos.
—Es una sorpresa —respondió con un guiño.
Después de unas pocas cuadras, llegamos a un mercado al aire libre lleno de colores, aromas y sonidos. Los puestos ofrecían desde frutas frescas hasta artesanías hechas a mano; caminamos juntos, deteniéndonos aquí y allá, mientras yo comenzaba a relajarme con el ambiente tranquilo y la compañía de Kaleb.
En uno de los puestos, vi una manta tejida a mano, de un suave color crema. La textura parecía perfecta para envolver a los bebés, y no pude evitar acariciar la tela.
—Es preciosa, ¿no? —comenté, más para mí misma que para Kaleb.
—Deberías llevártela —respondió él, observándome.
—No, no... Ya tengo suficientes cosas para los bebés. No quiero gastar de más — dije recordándome que tenia que guardar bien el dinero para un futuro, así que un poco desanimada me aleje de ahí.
Kaleb no dijo nada más, pero mientras yo seguía mirando otro puesto cercano, lo vi pagarle al vendedor y guardar la manta en su bolsa con una sonrisa triunfal.
—Kaleb...no tenías que hacerlo —le dije, conmovida.
—Ya lo sé, pero quería hacerlo, esos chiquitines lo valen —respondió con una simplicidad que me dejó sin palabras.
Continuamos caminando hasta un pequeño parque cercano. Nos sentamos en una banca bajo un árbol, dejando que el aire fresco y el canto de los pájaros llenaran los silencios entre nosotros.
—¿Sabes? —dijo Kaleb, rompiendo el silencio—. Nunca hemos hablado mucho sobre cómo era tu vida antes de todo esto. Antes de Matthew.
Lo miré, sorprendida por la pregunta, pero su expresión era genuina, curiosa.
—Bueno...era diferente, eso seguro —respondí, bajando la mirada hacia mis manos—. Antes de Matthew, estaba en la universidad. Estudiaba diseño gráfico; siempre me gustó crear cosas, jugar con colores y formas.
Kaleb asintió, alentándome a continuar.
—Mis padres siempre fueron estrictos, pero muy amorosos y aunque a veces me quejaba de las cosas que no me dejaban hacer o de lo mucho que me cuidaban en el fondo sabia que solo querían lo mejor para mí. Teníamos nuestras diferencias, pero éramos muy unidos— se me quebró la voz al recordar todos mis momentos con ellos —Íbamos juntos a todos lados: vacaciones, cenas familiares, incluso paseos los domingos. Era feliz muy feliz, pero no lo supe apreciar en ese momento.
Suspiré, sintiendo un nudo en la garganta al recordar todo lo que había perdido.
—Cuando conocí a Matthew, todo cambió. Era mayor que yo y parecía tener todo resuelto, también era condenadamente guapo y admito que me deslumbro su apariencia la primera vez que lo vi, y había algo increíble en que él o mejor dicho una persona como él se fijara en mi— Él asintió con comprensión.
—Mis padres nunca estuvieron de acuerdo con nuestra relación, decían que era demasiado joven, que estaba sacrificando mis sueños por alguien que apenas conocía. Y tenían razón.
Kaleb escuchaba con atención, sin interrumpir, dejando que las palabras salieran a su propio ritmo.
—Me alejé de mi familia para estar con él. Dejé la universidad porque él decía que no tenía sentido estudiar si íbamos a formar una familia pronto. Y al principio, pensé que todo valía la pena porque estaba enamorada. Pero poco a poco, me fui dando cuenta de lo sola que me sentía. Él era controlador, manipulador, me aisló de todo lo que conocía pero yo estúpidamente creía que todo lo que él hacia era mantenerme solo para él porque me amaba tanto que no me quería compartir.
Una lágrima rodó por mi mejilla, y Kaleb extendió una mano para apretar la mía con suavidad.
—Lamento que tuvieras que pasar por eso, Bella —dijo, con una sinceridad que me tocó profundamente.
—Gracias —murmuré, secándome las lágrimas con la manga—. Pero sabes que fue peor que dejar la universidad o alejarme de mi familia, que eso sentí que estuvo a punto de matarme. Lo peor fue perderme a mí misma, fueron todas esas cosas que permití que hiciera conmigo.
Nos quedamos en silencio un momento en el que conseguí calamar todos los sentimientos que llenaban mi corazón al recordar todo aquello, una vez pude calmarme decidí romper el silencio con una pregunta.
—¿Y tú, Kaleb? ¿Cómo era tu vida antes de mudarte aquí?
Él sonrió, pero su expresión se tornó algo distante, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Bueno, crecí en una familia grande, pero complicada. Tengo tres hermanas mayores y bueno soy el mas pequeño y el único varón así que siempre sentí que había muchas expectativas sobre mí, sobre todo por parte de mi padre, el siempre había querido tener un niño pero en sus primeros intentos nacieron mis hermanas y cuando pensó que su deseo no se cumpliría llegue yo por eso por un tiempo intenté cumplirlas, ser lo que él esperaba que fuera pero no era feliz. Así que un dia decidí dejar todo y venir aquí, empezar de cero.
Su respuesta era honesta, pero había algo en su tono que sugería que no estaba contando toda la historia. Aun así, decidí no presionarlo creo que asi como yo el me contaria su historia cuando estuviera listo.
—¿Te arrepientes de haberlo dejado todo? —pregunté.
Kaleb negó con la cabeza.
—No. A veces, empezar de cero es la única manera de encontrar lo que realmente importa.
Sus palabras resonaron en mí, y me encontré reflexionando sobre mi propia vida.
—Quizás tienes razón —murmuré.
Después de un rato, Kaleb cambió de tema, como si quisiera aliviar el peso de la conversación.
—¿Sabes? He estado pensando ¿alguna vez has considerado volver a estudiar?
Lo miré, sorprendida por la pregunta.
—¿Cómo? ¿Con todo lo que tengo ahora? El trabajo, el embarazo, y después cuando lleguen mis bebés. No tendría tiempo.
—¿Y si lo haces en línea? —sugirió con una sonrisa—. Podrías avanzar a tu propio ritmo, sin descuidar tu trabajo ni a los bebés.
La idea era tentadora, pero también aterradora.
—No sé si puedo, Kaleb. ¿Y si fracaso? ¿Y si no soy suficiente?
Él negó con la cabeza, con una expresión seria.
—Bella, ya estás haciendo algo increíble. Estás construyendo una vida para ti y tus hijos desde cero. Si alguien puede lograrlo, estoy seguro de que eres tú.
Su confianza en mí era abrumadora, pero también reconfortante.
—Lo pensaré —dije finalmente, y por primera vez, lo dije con sinceridad.
Kaleb sonrió, satisfecho.
—Eso es todo lo que te pido.
Nos quedamos un rato más en el parque, disfrutando de la tranquilidad. Cuando regresamos a la cafetería, llevaba la manta tejida bajo el brazo y un pequeño atisbo de esperanza en el corazón. Tal vez, solo tal vez, podría encontrar una manera de recuperar una parte de mí misma y construir un futuro mejor para mis hijos.
Esa noche, después de terminar mi turno en la cafetería, me encontré sentada en mi cama con la manta tejida sobre mis piernas. No podía evitar pensar en la conversación con Kaleb. Sus palabras seguían resonando en mi mente, especialmente aquella idea de que empezar de cero podía ser la única manera de encontrar lo que realmente importa.
Tomé mi libreta de notas del buró y empecé a escribir. No tenía un plan concreto, solo quería poner en palabras todo lo que estaba pasando por mi cabeza.
Volver a estudiar... ¿sería posible? Tal vez no lo logré antes porque no estaba lista. Pero ahora, con los bebés en camino, ¿podría encontrar la fuerza para hacerlo?
Dejé el bolígrafo y miré la página, sintiendo que las palabras me hablaban directamente. Era aterrador, sí, pero también había algo liberador en imaginarme recuperando una parte de lo que había perdido por mis malas decisiones.
Cerré la libreta y miré la manta tejida de nuevo. Era tan pequeña, pero en ese momento se sentía como un símbolo de todo lo que estaba construyendo. Kaleb tenía razón: no sería fácil, pero quizás, después de todo, podía ser suficiente.
El sonido de mi teléfono vibrando me sacó de mis pensamientos. Lo tomé rápidamente y vi un mensaje de Kaleb:
"¿Llegaste bien a casa? No pude evitar pensar en lo mucho que te ilusionó la idea de volver a estudiar. Si necesitas ayuda, ya sabes dónde encontrarme."
Sonreí ante su mensaje. No importaba lo pesada que fuera mi carga, Kaleb siempre parecía estar ahí para recordarme que no estaba sola.
"Gracias, Kaleb. Sí, estoy en casa. Lo pensaré seriamente, y si decido hacerlo, seguro necesitaré tu ayuda."
Presioné enviar y me recosté en la cama, sintiéndome un poco más ligera. Por primera vez en mucho tiempo, no me sentía completamente atrapada en mis miedos aunque los siguiera teniendo.
A la mañana siguiente, desperté con una nueva determinación. Había pasado demasiado tiempo viviendo con dudas y arrepentimientos. Si quería ser una buena madre para mis hijos, necesitaba mostrarles que era capaz de enfrentar mis miedos y construir un futuro para nosotros.
Me preparé rápidamente y salí al trabajo. Mientras caminaba hacia la cafetería, decidí que, cuando tuviera un momento libre, investigaría programas en línea para retomar mi carrera. No había garantías de que funcionara, pero sabía que, al menos, tenía que intentarlo.
Al llegar, encontré a Kaleb sentado en una de las mesas, esperando con su habitual sonrisa tranquila. Me acerqué a él y, por un momento, solo nos miramos en silencio.
—Gracias, Kaleb —dije finalmente, con más sinceridad de la que había mostrado en mucho tiempo.
—¿Por qué? —preguntó, arqueando una ceja con curiosidad.
—Por creer en mí, incluso cuando yo no lo hago.
Él sonrió, inclinándose hacia adelante con los codos apoyados en la mesa.
—Siempre creeré en ti, Bella. Tienes más fuerza de la que te das crédito.
Sentí un nudo en la garganta, pero esta vez no era por tristeza, sino por gratitud. Con una sonrisa tímida, me senté frente a él, sabiendo que, con su apoyo y mi determinación, tal vez podía empezar a construir el futuro que mis hijos merecían.
Ay no se ustedes pero yo ya amo a Kaleb 😍
Hoy solo habrá un capitulo pero mañana talvez haya dos.
Y bueno ¿Alguien aquí tiene alguna duda de la historia hasta aqui? si las tienen pregunten con confianza que yo encantada se las respondo.
Besitos😘😘💕
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