Capitulo Diecisiete.
Narrador Omnisciente.
La oficina de Matthew Armstrong estaba iluminada solo por la luz del monitor frente a él. A su alrededor, las sombras danzaban mientras la pantalla reflejaba una mueca torcida en su rostro. Había pasado horas revisando informes, rastreos y llamadas. Sabía que Gabriella estaba cerca, pero hasta ahora, ella había logrado mantenerse fuera de su alcance y ese simple hecho lo consumía de ira.
Se inclinó hacia atrás en su silla de cuero, pasando una mano por su cabello perfectamente peinado, en el escritorio, un vaso de whisky reposaba a medio vaciar. Era la única constante que lo acompañaba en esas noches largas y solitarias. Había aprendido a manejar su paciencia, pero Gabriella la ponía a prueba de maneras que ningún otro obstáculo había logrado.
—Maldita sea, Gabriella— murmuró para sí mismo, su voz grave resonando en el silencio de la habitación. —Siempre tan testaruda—
Deslizó su dedo por el panel táctil de su comutadora, deteniéndose en una dirección que había recibido de uno de sus contactos. San Francisco. El mensaje había llegado unas horas antes, confirmando que ella estaba allí, trabajando en una pequeña cafetería. Aunque había sospechado que era una pista fácil, no había podido resistirse. Y ahora, con la confirmación, el control frío que solía caracterizarlo comenzaba a desmoronarse.
—Creíste que podías huir de mí— dijo, una sonrisa amarga formándose en su rostro, tomó el vaso de whisky y lo vació de un trago antes de levantarse.
Caminó hacia la ventana de su oficina, desde donde las luces de la ciudad se extendían como un mar brillante. Durante mucho tiempo, esa vista había sido su mayor logro, un recordatorio constante de su poder y control; pero ahora todo lo que podía ver era la amenaza que representaba Gabriella, no solo su desobediencia, sino también su potencial para destruir la imagen que había construido cuidadosamente.
Sacó su teléfono y marcó un número, una voz masculina contestó al otro lado.
—¿Señor Armstrong?— habló
—Necesito que me consigas algo de información adicional sobre una mujer, Gabriella Williams. Trabaja en una cafetería en San Francisco. Averigua con quién está hablando, dónde vive, todo.— ordenó
—Por supuesto. Lo tendremos en menos de 48 horas.—
Colgó sin despedirse, volviendo a su escritorio. Sabía que su equipo de "investigadores" haría el trabajo sucio. Ellos siempre lo hacían, pero mientras esperaba, necesitaba planear su próximo movimiento. Gabriella podía ser astuta, pero él siempre había ido dos pasos adelante.
Mientras encendía otro cigarro, sus pensamientos vagaron hacia el pasado. Había sido demasiado blando con ella al principio, demasiado confiado en que su carisma y su dinero serían suficientes para mantenerla bajo su control. Pero Gabriella había demostrado ser diferente, había desafiado sus expectativas, y eso lo enfurecía tanto como lo intrigaba.
—Siempre creyéndote muy especial, ¿no es así?— murmuró, exhalando una nube de humo. —Pero eso no cambia nada, no lo eres— habló a la nada.
Matthew recordaba claramente la primera vez que la vio, había algo en ella que lo había atraído inmediatamente: su dulzura, su independencia, su fuerza silenciosa. Pero con el tiempo, esa misma fuerza se había convertido en un obstáculo, una amenaza para su control, y ahora, esa amenaza estaba fuera de sus manos, desafiándolo desde lejos.
Pasaron un par de horas antes de que llegara el informe preliminar. Un correo electrónico detallaba su dirección exacta, su horario de trabajo y hasta una breve descripción de las personas con las que interactuaba con frecuencia; había un nombre que destacaba: Kaleb Jonhson Lucier.
—¿Kaleb Jonhson Lucier?— repitió, frunciendo el ceño.
La idea de otro hombre protegiéndola lo llenó de un odio que casi no podía contener. Cerró el correo con un golpe seco en el teclado y se puso de pie, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.
Sabía que no podía arriesgarse a actuar impulsivamente. No todavía. Pero también sabía que el tiempo se estaba agotando, Gabriella pensaba que podía huir, que podía rehacer su vida sin él.
Y Kaleb... Kaleb era un problema que seguramente necesitaba resolver.
Esa noche, mientras caminaba por el amplio pasillo de su casa hacia su habitación, Matthew sonrió. Todo estaba cayendo en su lugar. Gabriella no podía esconderse para siempre. Y cuando llegara el momento, él se aseguraría de que supiera que nunca había tenido una oportunidad real de escapar.
—Siempre fuiste mía, Gabriella. Te dejaré creer que eres libre un tiempo, te dejare subir y cuando estes en la cima tirare de tus cadenas y te arrastrare a donde nunca debiste de salir— susurró para sí mismo antes de apagar las luces.
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