Capítulo veintiuno
Avalon.
Había sido una verdadera jornada extenuante, por lo que los tragos de Florence habían sido un verdadero mimo al alma, pero ver a Otis sentado en la barra del bar husmeando cada poco tiempo en la dirección dónde estamos, sin duda era mucho más reconfortante.
Verlo de nuevo tras haber tenido que trasladar todo al penthouse sí que había sido una sorpresa para mi ego. Internamente había podido luchar con todos los bochornos que habíamos vivido, pero el rechazo era algo que nunca había podido controlar.
Me había tenido que vestir en esa habitación completamente sola y luego marcharme de la fiesta, porque estaba segura de que haría algo estupido de seguir allí cerca de Otis, como por ejemplo rogarle que terminara lo que había empezado unos minutos antes.
Por eso la mejor decisión era huir, pero sin el espacio suficiente en casa, terminar en el penthouse era la opción inminente para no arruinar la paz de la boutique.
Y unas horas más tarde, estando ebria nuevamente, lo notaba observando cada uno de mis movimientos sin poder evitarlo.
Tras un par de tragos, suspiro y me acerco a él invitándole un vaso más de lo que estuviese bebiendo. Tomo asiento a su lado, haciendo que nuestras rodillas choquen.
-Es una bandera flameante de paz- le digo sonriendo y Otis me mira, algo sorprendido y confuso- Te prometo que no he puesto nada en la bebida.
-Sin dudas eso sería una sorpresa- se burla y bebe, fingiendo atorarse unos segundos y luego los dos nos reímos.
Se me hace extraña la sensación que se me arremolina en el estómago cuando todo parece fluir tan bien entre los dos.
-Te vengo a pedir disculpas, Otis.
-¿Por qué, exactamente?
-Han sido unas semanas del demonio- le recuerdo- Y yo tampoco he colaborado, aunque obvio tú te llevas una parte de la culpa.
Intento parecer lo más decente posible, pero él me mira de una manera tan extraña que provoca que me empiecen a transpirar las manos.
-Creo que te puedo aceptar eso- dice finalmente, sonriendo.
Ambos nos quedamos en esa posición por un rato largo hasta que mi celular se prende y veo un par de mensajes por encima de la pantalla.
-Me tengo que ir- mencionó, bajándome de la butaca.
-¿Te vas con Taylor?- suelta, de repente.
Su pregunta me deja en jaque, porque sí me ha escrito él pero me voy porque un proveedor ha conseguido el color exacto para una muestra de tela que necesito, por lo que se precisa confirmar que sea esa, antes de hacer el encargo.
Su vida se mueve tan lejos de la mía que explicarle toda la producción parece lejano a algo que podría suceder entre los dos.
Baja la temperatura a nuestro alrededor y me lleno de furia.
-Ese no es tú maldito problema.
-Eres mi esposa, tengo que saber dónde estás.
-No, no tienes que saber eso, Otis- niego, dando un paso hacía atrás. Preciso poner distancia nuevamente porque me empieza a latir la mano, pronta para estamparse en su cara- Pensé que solamente a mí me había afectado todo esto del casamiento pero al parecer a ti también.
-¿Qué quieres decir con eso?- él se para, quedando casi a la misma altura que yo y apreto los brazos a mis lados para no pegarle en ese mismo segundo- Te estoy preguntando algo.
-Quiero que seamos amigos como al principio, pero no me lo estás haciendo fácil.
-Nunca fuimos amigos- me ataca y en su semblante aparece una expresión sombría. Quiere hacerme daño, lo comprendo, pero es demasiado tarde para terminar la conversación- En todo caso somos socios con un mismo fin, y eso seguimos siendo. ¿Pero amigos? Claro que no.
-Bien- acepto, asintiendo mientras agarro el bolso, dejando en claro el abismo que volvió a crecer entre ambos- Entonces seremos socios.
-Ahora somos esposos y te estoy preguntando dónde demonios vas.
Él me mira y comprendo que lejos de la expresión dura que quiere darme, en realidad está rogando.
-En nuestro contrato, aquel que firmamos en el escritorio de Florence, dejamos en claro que no nos íbamos a meter en la vida del otro siempre y cuando no nos afectara públicamente. Después, cuando hablamos en tú casa, dejamos en claro que podíamos hacer cualquier cosa mientras no fuéramos evidentes... En ninguna parte dijimos que teníamos que contar lo que hacíamos.
Sé que estoy siendo mala, pero Otis se merece toda mi maldad en este momento.
Él me toma por la mano y yo me detengo, bajo todo pronóstico.
-No hagas esto más difícil.
-Yo no lo he hecho difícil, Otis- le recuerdo- Yo quiero poner los límites y tú no me dejas.
-¿Hablas de los límites que pusiste cuando te arrojaste a mi falda en la discoteca de Darrell? ¿O cuando literalmente me cogiste en nuestra noche de bodas?
Cruzo mi mano sobre su rostro antes de que pueda evitarlo y ambos nos quedamos estáticos tras escuchar el ruido del golpe que le he dado.
Cuando endereza la cara, ambos nos regalamos la misma expresión de odio.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top