Capítulo dieciocho

Avalon.

Cuando Florence corre las cortinas, pego un brinco en la cama y volteó a verla, sabiendo perfectamente que es ella quien se mueve sin parar pateando mis cosas del suelo buscando algo en especifico.

Termina encontrando algo y lo avienta a mi rostro, provocando que chille mientras lo esquivo y termino en el piso, analizando todas las opciones que tengo de matar a mi amiga sin que nadie se entere.

-¿Qué demonios estás haciendo?

-¿Acaso te has bañado siquiera?- ella finge olisquear el aire y me dan ganas nuevamente de matarla- Vengo a hacer que salgas de este dormitorio. Jackson me comentó que finges ir a la oficina, pero solo paseas un rato por la ciudad y vuelves cuando ya se ha ido Otis.

-Tendré que despedirlo.

-Y chanteajearé a otro de tus empleados- me advierte, como si no fuera lo obvio, mientras se sienta a los pies de la cama- Vamos, ve a bañarte, y salimos a tomar un café o algo más fuerte.

Una hora más fuerte pido el tercer gin tonic y ella repite que sería mejor tomar unos shots de tequila si solo quiero embriagarme. Pero la realidad es que no quiero terminar ebria, solamente quiero tomar algo que turbe un poco mis pensamientos.

Desde que hemos vuelto de la luna de miel con Otis, apenas lo he visto y sé que él ha estado buscándome, pero simplemente no puedo seguir viendolo. Al menos no mientras tenga todos los sentimientos a flor de piel.

Florence me escucha en completo silencio cuando le cuento todo lo que he vivido las últimas semanas y antes de que termine, pide un par de gin tonics más y le murmura al cantinero que abra una cuenta, que no pare de llegar el alcohol hasta que nos vayamos del lugar.

Un rato más tarde ya siento la lengua pastosa y mi amiga le hace ojitos a cada uno de los meseros que vienen a traernos cosas a la mesa.

Me siento algo vacía, pero sigo fingiendo que todo está bien mientras las horas van avanzando.

-No siempre tienes que parecer de piedra, cariño- Florence me mira con una sonrisa maternal en el rostro- Todos hemos vivido a tu alrededor sabiendo que eres perfecta, y en la perfección también está que a veces te rompas un poco.

-No estoy rota- mi voz suena átona y ambas lo notamos- Es que... yo sabía perfectamente en lo que me estaba metiendo, no precisaba mucho más que Otis se quedara de su lado del camino y no se mezclara conmigo. Pero de repente está ahí, atento, y... es tan apuesto- bebo un gran trago, que me refresca pero a su vez me aletarga más y dejo la copa vacía al alcance del cantinero para que haga su trabajo- Ahora estamos casados y apenas puedo verlo.

-No tienes que verlo- replica ella- Solo tienes que estar con él. Que los vean, que sepan que son un matrimonio exitoso y cuando ustedes lleguen a los puestos que les prometieron, se divorcian. Tampoco es que tiene que estar los cinco años sí o sí.

-El contrato...

-El contrato lo redacté yo- me recuerda- Yo sé por qué te lo digo- entonces su expresión se ablanda- Excepto que, claro, no quieras divorciarte.

Escucho sus palabras como si fueran dardos y bebo lo que queda del trago de golpe, provocando que empiece a toser sin control. No recordaba que lo había rellenado hace tan solo unos segundos. Ella no me ayuda, sino que me mira sonriendo con malicia y cuando me repongo, le pego un manotazo en el hombro.

-Claro que me quiero divorciar de él.

-Bueno, díselo a tu rostro, amiga.

Me quedo en silencio un par de minutos, mirando el fondo vacío de mi copa y cuando el mesero vuelve a dejarme una llena delante, le agradezco de corazón.

-Me estaba encariñando con él- le confieso- Fue algo muy tonto porque además yo sabía que estaba acostandose con medio piso de la empresa, pero fue imposible evitarlo. Cuando quise darme cuenta, estaba simplemente allí, en medio de una sala con su rostro por todos lados.

-El maldito está precioso- me concede ella y las dos nos largamos a reír- Taylor está bastante alterado sin saber cómo hizo para lograr atraparte.

Pensar en mi ex pareja en este momento no es una buena idea y se lo hago saber mientras termino mi nosecuanta copa de un solo trago. El mesero está vez duda en dejarme la nueva copa. Seguramente preguntándose si me he escapado de un programa de rehabilitación.

-Él no puede saber nada de esto- ordeno- Taylor sigue sin entender por qué no quise ser su esposa florero, y si ahora sabe que esto ha sido solo una treta, pensará de alguna retorcida manera que es por él.

-Estás casada con uno de los hombres más ricos y hermosos de la ciudad, dejemos que ese maldito escarmiente un poco- asiente y yo le imito, sin saber exactamente quién tiene que escarmentar en este momento.

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