Mi hogar era un planeta chiquito. Vivir allí era muy difícil, siempre de noche y nevando. Es bonito pero una vez te acostumbras se vuelve aburrido. Especialmente el cielo, gris, turbio y oscuro.

—Desearía ver más allá...

Vivíamos como podíamos y dependiendo de los demás. ¿Qué podíamos hacer unos simples jovencitos? Mi hermana era artista. Quienes se aventuraban en nuestro planeta compraban sus esculturas como recuerdo mientras yo extraía minerales para unos tipos muy importantes — Siempre me gustó la nave que usan para venir hasta aquí— . Gracias a ellos teníamos la mayoría de recursos...pero no todo dura para siempre.

—Escapemos hermana, no podremos soportar más.

Nave. Oscuridad. Llanto. Abrazo. Turbulencia. Escape. Nave. Turistas.

Dos figuras juveniles yacen en el suelo completamente inmóviles. Un guardia de seguridad de la nave baja de la burbuja mnemica que salia del muchacho.

Resuelto a hacerlo, desactivó el arma que mantenía paralizados a los hermanos y los agarró fuertemente del brazo. Sentía el ojo de la cámara sobre él.

—Acompañenme ustedes dos.

Ellos lloraban, no se podría decir si del miedo, de la tristeza...de la felicidad por la risa que salía de sus bocas encorvadas.

Los sollozos siguieron todo el camino hasta llegar al último piso de la nave, el menos concurrido. El mayor los soltó con fuerza, empujándolos hacia al gran ventanal que se abría sobre ellos.

El espacio, infinito, soñado, brillante, colmado de estrellas.

Silencio total. Los hermanos, apoyados en el vidrio, se tomaron de las manos boquiabiertos.

—Me gustaría dibujar esto...

—Recuérdalo bien y quizás tengas suerte de algún día, poder hacerlo...

Un suspiro lleno de arrepentimiento sonó detrás de los chicos.

El arma disparó, desintegrando los  cuerpos hermanos. Las partículas doradas no tardaron en aparecer, flotando... desapareciendo en el espacio, entre las estrellas.

—Los intrusos han sido neutralizados.