Capítulo Único: Más Allá Del Bosque
El viento frío recorría mi cuerpo causando que los finos vellos de mi piel canela se erizaran, provocando en mí una de las sensaciones más placenteras que hay.
Era otoño y eso se hacía sentir con la temperatura del ambiente y el color ambarino de las hojas de los árboles. Un paisaje muy hermoso, digno de una fotografía, pero lastimosamente no tenía algo para captar esta preciosa vista. Solo quedarían grabadas en mis recuerdos.
No tenía idea de cómo había llegado a ese lugar, en lo alto de una colina visualizando las matices marrones y naranjas del bosque frente a mí, que me incitaban a adentrarme a él nuevamente. Lo último que recordaba era que estaba en mi nueva casa, arreglando lo que sería mi habitación de ahora en adelante. Luego comencé a caminar en dirección al bosque, decidiendo hacerle caso a mi subconsciente y dejarme llevar por el llamado incesante de la naturaleza. En un abrir y cerrar de ojos me encontraba donde estoy, con ganas de pertenecer al viento y dejarme llevar hasta los confines más remotos del mundo.
A pasos lentos y ligeros caminé nuevamente al bosque, guiándome por los senderos naturales que iban en diferentes direcciones y a destinos desconocidos. Los árboles susurraban cosas entre ellos con una tenue y sutil voz que viajaba a través de la brisa acompañada por el dulce canto de aves silvestres.
Como había ocurrido antes, de un momento a otro, me encontraba en otro lugar. Al parecer, me había dejado llevar nuevamente por hipnosis del bosque otoñal. Frente a mí había un hermoso lago de aguas que reflejaban una luz turquesa. Adornada con diversas plantas de agua que flotaban suavemente en la superficie del cristalino líquido. Mariposas rojizas, azules y purpúreas volaban al son del viento en una danza rítmica desbordada de belleza y sutileza.
Sin darme cuenta, perdiendo totalmente la percepción del tiempo, el astro rey abandonó el cielo celeste, dando paso a la hermosa luna, rodeada por el mando negro azulado y salpicado de destellos estelares. Ya no había mariposas coloridas ni el canto de las aves. Ahora era turno de la noche y sus habitantes continuar con el espectáculo.
La melodía era realizada por los insectos nocturnos, cada uno tocando un instrumento, mientras que la danza era interpretada por las luciérnagas, las estrellas del bosque. Aquella demostración de dulzura parecía sacada de uno de esos cuentos antiguos llenos de magia.
Pero hubo algo que llamó completamente mi atención, algo sutil y minúsculo que pasaría desapercibido para cualquiera: un pequeño destello bermejo en la lejanía.
Una necesidad de ir hasta el origen de esa débil luz carmín apareció en mí, mucho más intenso que el anterior llamado natural de hacía tiempo atrás. Caminé hacia aquel lugar, ignorando las ramas de algunos árboles que se interponían en mi camino, como si intentaran en vano detener lo inevitable.
Luego de un turbulento trayecto, logré llegar al lugar donde provenía el sutil brillo escarlata. Era una flor de una especie desconocida para mí. Poseía siete pétalos carmesí, salpicados por destellos cristalinos, como si en sus hojas estériles estuvieran incrustados cientos de minúsculos fragmentos de rubí. Los siete pétalos estaban dispuestos alrededor de un centro magenta oscuro que se asemejaba más a una fosa profunda y penumbrosa. Todo en ella atraía e invitaba a oler la fragancia escondida en ella.
Acerqué mi rostro hasta la hermosa flor e inhalé profundamente. El embriagante aroma es indescriptible con palabras, o tal vez sí, una palabra la describía a la perfección, era el olor de la felicidad, a todo lo bueno y placentero de la vida, hecho una fragancia. Quería que mi madre también percibiera la esencia de aquel único y perfecto ejemplar.
Acerqué mis manos hasta el largo tallo delgado y aterciopelado, y jalé con fuerza. Al arrancar la planta, instantáneamente perdió su brillante color y se marchito tanto, que se volvió polvo gris que la suave brisa se llevó. El viendo comenzó a ser más fuerte, parecía enfurecido por haber profanado tan preciado tesoro. Las ráfagas cada vez más furiosas me envolvían agitando todo mi cuerpo y líneas coloridas giraban alrededor causándome vértigo y mareo. Los distintos colores empezaron a acercarse más y más a mí. Estaba asustado por todo lo que estaba ocurriendo.
Los brillantes halos coloridos y el viento furioso arremolinado en torno a mí, terminaron por hacerme colapsar y caer de rodillas, pero sentía que esa caída había sido un poco extraña, demasiado larga. Luego de eso, todo se oscureció, llevándome a un mundo frío, oscuro y sin vida. En un breve sueño, o pesadilla.
Al abrir los ojos veía todo distinto. Los árboles eran más altos e imponentes. Todavía gobernaba la noche, pero no era como hace un tiempo atrás. Lo que fue una orquesta sinfónica interpretada por insectos nocturnos, eran ahora ruidos aterradores que ahogaban mi ser en un mar de miedo y suspenso.
Caminé un poco, temeroso de todo aquello que me rodeaba. ¿Dónde estaba? ¿Seguía en el mismo bosque, o me había transportado a un lugar desconocido y diferente?
Un fuerte ruido llamo mi atención, venía detrás de un gran árbol caído. Estaba aterrado por aquel sonido desconocido. Dispuesto a huir de ese lugar, lejos de ruido, apareció encima del árbol lo que parecía un grillo marrón. Pero al verlo, mi sangre se heló y mi corazón se detuvo.
El insecto de piernas largas era enorme, comparable a un perro de raza grande. Su piel, o coraza tenía un brillo reflejante, como si estuviera lustrado. Ojos negros tan profundo que me miraban fijamente, desvalijando mi alma y paralizando mi ser.
¿Cómo es posible que exista un animal tan grande? O en realidad yo era el pequeño. Claro, por eso la altitud de los árboles, lo estruendoso de los sonidos y la inmensidad de éste insecto.
El grillo brincó sin previo aviso, provocando un espasmo reflejo de mi parte. Sin embargo el gigante ser desapareció tras dar ese monumental salto. Al darme cuenta sobre mi situación no hice más nada que agachar mi cuerpo y envolverme con mis brazos. Las lágrimas comenzaron a hacerse presentes, y tras él, un llanto de miedo y lamentos.
¿Cómo regresaría a mi casa? No lo sabía, calculando mi tamaño, debía tener unos pocos centímetros de altura, no sabía en qué parte del bosque me encontraba y qué camino tomar para retornar.
Otro sonido ahogó mis lamentos, mucho más aterrador que el otro. Un ruido de arrastre, perezoso y pesado. Dirigí mi mirada hacia el origen del aquel sonido, pero solo me encontré con la negrura de la oscuridad. Sin embargo hubo algo que llamó mi atención, un par de destellos amarillentos que se encontraban fijos, estáticos, destacando en la nada.
Me inquietaba esa sensación de ser observado, eran esos puntos de luz, estaba seguro que eran ojos de algún animal. De repente, esos destellantes ojos dorados comenzaron a acercarse sigilosamente. Tenía miedo, mi corazón se aceleró y mi piel comenzó a transpirar.
¿Por qué no corrí? Quise hacerlo, pero mis piernas no reaccionaban, el terror me mantenía sometido. Los orbes aterradores se abalanzaron sobre mí, y una boca con dos grandes colmillos que brillaron son la luz de la noche se hicieron visibles, todo ocurrió en una fracción de segundo, aunque mientras transcurría, pareció durar una eternidad.
Pude ver la muerte inminente en aquellas iris ambarinas que se acercaban con rapidez hacía mí. Todo se oscureció y luego una mano cálida la sentí en mi hombro, haciendo que me sobresaltara nervioso. Mire a mi alrededor y vi que estaba en mi habitación, y mi madre a un lado de la cama con su mirada dulce y acariciaba mi rostro.
Todo había sido un sueño.
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