Capítulo Veintitrés: ¿Por qué?
Advertencia: este capítulo contiene contenido altamente sensible referentes a trastornos alimenticios, ansiedad y pensamientos s... Por lo que mi deber como autora es recordarte que llegues hasta donde tus límites te lo permitan. Si es demasiado, pasa de ello. Mi intención no es ofender ni lastimar a nadie.
Capítulo veintitrés: ¿Por qué?
Breana
Me giro dispuesta a entrar nuevamente a mi auto, pero me detengo porque ¿Por cuánto tiempo huiré?
Soy consciente de que estuvo mal lo que hice incluso si no lo sabía. Fui ingenua creyendo en las palabras de Demian y ahora me siento hasta tonta por mi desespero de ser querida ¿Qué me llevó a creerle genuinamente que estaba separado de su esposa? ¿Cómo fue tan fácil creerle que vivían juntos por sus hijos y para evitarles la angustia de las noticias amarillista?
Fue mi desesperación de tener algo para mí, de ser vista y querida, mimada y apreciada por algo más que mi físico. Tal vez en el fondo era consciente de mi ingenuidad, las alarmas, las dudas, pero durante el primer par de meses me dejé deslumbrar por interesarle a alguien con su inteligencia y experiencia, y los dos meses siguientes estaba envuelta en una relación de la que me doy cuenta que no fue saludable para mí.
¿Hasta dónde hubiese aceptado el pilar de mentiras? ¿Cuánto más le habría creído? Estaba ilusionada, más no enamorada y aun así no sé si habría salido pronto de no haber sabido la verdad de la mismísima Candice. Desde adentro todo se veía bien, pero una vez estuve afuera, entendí la clase de relación en la que estaba.
Una relación a base de mentiras, en donde nuevamente era la novia bonita que follar, en donde poco a poco dejé de ser interesante y fue más un "eres linda cuando opinas sin saber," en donde sin darme cuenta sus intereses estaban por encima de los míos, en donde él decía cuándo, cómo y dónde. Era una muñeca. Su muñeca para follar, usar y manipular.
Su esposa me convirtió en la villana, la culpable, la zorra, el error. Y lo soporté e incluso una parte de mí parece haberlo aceptado, pero ¿por qué?
A veces me odio por aceptar con facilidad la opinión de otros sobre mí, por creerme las cosas malas y no ser capaz de reconocer algún valor en mí misma ¿Por qué no puedo amarme como todos los demás? ¿Por qué soy tan diferente? ¿Por qué es tan difícil darme todo el amor que desesperadamente he buscado en otro? Es como ser defectuosa.
Demian se acerca y corto el camino alcanzándolo.
Estoy molesta conmigo misma y tal vez eso me impulse a terminar con esto.
—¿Qué pretendes? ¿Darme un susto de muerte? ¿Por qué me sigues?
Parece genuinamente sorprendido de mi arrebato.
—Quiero que conversemos.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, Demian.
—Breana no seas infantil.
—Esa definitivamente es tu línea favorita para decirme, pero ¿Sabes qué? Seré todo lo infantil que me dé la gana.
—Pude entender que estuvieses enfadada, a nadie le gusta que le mientan, pero te he dado tiempo y espacio.
—No me diste nada porque en primer lugar no te lo pedí. Me fui, Demian, terminamos. No necesitaba tiempo y espacio, simplemente se había acabado. Cualquier conversación que quieras tener conmigo, tenla con tu esposa.
Me giro para volver a mi auto.
—Te extraño, Breana. Somos buenos juntos y estábamos bien. Sé lo que te gusta, sé mimarte y sé hacerte sentir querida.
—También sabes mentirme y manipularme —Me vuelvo hacia él—. No me extrañas, extrañas lo que podías hacer conmigo. Y yo no te extraño.
Casi puedo saborear la ira y mi decepción, siento un ardor en mi interior y tanto calor. Quiero gritar.
—¿De verdad? —pregunta arqueando una de sus espesas cejas— ¿Acaso estás bien con ese niño que no sabrá ni cómo darte lo que quieres?
Por un momento estoy desconcertada hasta que entiendo que por niño se refiere a Rayan.
—No me miente, no me oculta, no me usa y definitivamente sabe darme lo que quiero e incluso más. Ese niño, es un hombre de veintiséis años con mucha responsabilidad afectiva y que me hace feliz. Y al que también amo locamente.
»No vas a venir a hablarme mierda de mi novio ni a menospreciarlo, él no tiene nada que ver contigo. Déjalo fuera de esto, déjalo en paz.
—Breana, te extraño —repite.
—No puedo hacer nada sobre eso, Demian. No voy a volver contigo.
—Voy a divorciarme.
—Bien por ti.
Ni siquiera le creo, pero ese no es mi asunto. Sus mentiras no me interesan.
—Breana, por favor —Lo último lo masculla porque le cuesta pedirlo—, escúchame.
Una risa incrédula y ácida se me escapa. Ha pasado tanto tiempo y aún tengo que lidiar con este error, aun me afecta en mi vida. Qué patético.
—Esa es la cosa, no quiero escucharte nunca más.
—¿Simplemente olvidarás todo?
—Desearía poder hacerlo, pero no puedo. Sin embargo, lo tomo como aprendizaje para no volver a salir con hombres como tú.
—¿Cómo yo?
—Mentirosos, manipuladores e insensibles. Un hombre desleal, que mientras te promete el mundo se lo quita a otra persona. Tu amor no es bonito ni sano, marca de una manera dolorosa, no te importa herir. Y no eres capaz de reconocer tus errores y aprender a ser mejor. Te gusta ser una basura.
Su mano me toma la muñeca en un agarre demasiado ajustado que me lastima, pero levanto la barbilla.
—¿Quién crees que eres, Breana? Te traté bien. Te mimé, te di la atención y el afecto por el que estabas tan desesperada. Cuidé de ti y fui bueno. Te di más de mí que a mi esposa ¿Por qué crees que lo supo? Porque todo el afecto que debía ser suyo, lo destiné para ti.
»Eres hermosa y sensual, lo sabes bien, y cualquiera puede verte por eso, pero yo vi más.
—¿Qué se supone que viste?
—Vi tu hambre por amor y te lo di. Vi potencial para ser más. Con el tiempo iba a divorciarme y estar contigo, era cuestión de tiempo, pero te rendiste con nosotros.
—No había un nosotros con todas tus mentiras —intento tirar de mi brazo, pero su agarre se hace más fuerte—. No iba a esperar por ti, no quise hacerlo.
Y agradezco mucho haber tenido a Adelaide y Elise porque con la falta de amor sobre mí misma, ellas me ayudaron a forjar una voluntad de acero y a entender que no era el tipo de relación en la que debía o quería estar, que las migajas no valían el esfuerzo. Ayuda el hecho de que nunca me habría prestado para ser una amante conscientemente, eso me habría roto demasiado, más de lo que estoy.
—Breana, te quiero de vuelta.
—No soy una muñeca que prestaste o te quitaron, Demian. Todo se acabó.
—Puedo ser mejor que él, lo soy.
—Basta. Suéltame, me estás lastimando.
Me acerca a su cuerpo y me retuerzo. No quiero esta cercanía, la aborrezco.
—¿No me echas de menos? ¿No recuerdas los buenos momentos? —inclina su rostro al mío—. Me mirabas con tantas emociones, Breana, vuelve.
—Basta.
—Danos una oportunidad.
Me aprieta más contra su cuerpo hasta que nuestros torsos se presionan y su agarre fuerte en mi muñeca se suelta solo para clavarme los dedos de manera posesiva en las caderas. Intento empujarlo por el pecho y apenas se mueve.
—Demian, estás haciéndome daño. Tienes que parar.
—Te prometo que el divorcio ya se fue solicitado. Esta vez será diferente. Puedo darte el mundo.
—No quiero el mundo. Quiero que me sueltes ¡Déjame ir!
—Por favor...
Su rostro está muy cerca e intento alejarme, pero luego su boca está en la mía y las náuseas me inundan. Forcejo, pero su lengua entra en mi boca y una de sus manos se desliza hacia mi trasero, apretándolo y presionándome hasta que lo siento endurecer.
Mi rostro se siente húmedo, mi boca invadida y mi cuerpo maltratado. Por unos segundos soy una adolescente de nuevo siendo tocada inapropiadamente por adolescentes y adultos despreciables. Vuelvo a ser un objeto visto para el placer, vuelvo a ser irrespetada.
Su lengua es agresiva y no puedo respirar. Las arcadas me invaden y ya no puedo controlarlo cuando mi almuerzo sube y entonces estoy vomitando en su boca, sobre mí, sobre él.
—¿Qué demonios, Breana?
Jadeo y me doblo vomitando sobre el asfalto hasta que me duele el estómago, hasta que todo lo que me queda es la bilis. Él habla, maldice y creo que quiere tocarme para consolarme mientras vomito, pero retrocedo pasándome el dorso de la mano por la boca sucia.
Me siento terrible. Hay demasiadas emociones y todas son malas.
Me arde el estómago, mi garganta duele, mi boca apesta al igual que mi ropo. Lloro de manera escandalosa, me escucho rota y mi corazón duele.
Me pesa el alma.
¿Vivir para esto? No quiero.
Todo se sacude a mi alrededor y me doy cuenta de que es mi cuerpo teniendo espasmos mientras nuevas arcadas me invaden, pero no tengo nada más que vomitar.
Soy un asco.
—Breana no quise asustarte...
—Aléjate de mí —murmuro—, nunca más te acerques ¡Aléjate de mí! —grito lo último tan fuerte que me duele, que me desgarra desde el estómago.
Tal vez no se vea y no sea físico, pero siento que me desangro, que muero lentamente en mi interior.
Su ropa está cubierta de vomito y creo que se limpió el rostro, pero no puedo registrarlo con claridad cuando mis lágrimas me hacen ver todo borroso.
Camino con paso tembloroso a mi auto, caigo en el camino raspándome las rodillas, pero apoyo las manos de la puerta, arrastrándome hasta levantar y en automático. No soy plenamente consciente cuando pongo el auto en marcha, ni el tramo que conduzco hasta mi apartamento.
Salir del auto y subir el ascensor es un borrón. Solo sé que estoy dentro del apartamento y mirándome en el espejo.
Mi reflejo es enfermizo.
Vomito sobre mi ropa y mi rostro, mi camisa fuera de mi falda, el rostro rojizo e hinchado lleno de lágrimas con el rímel corrido y el labial alrededor de toda mi barbilla. Mi cabello está por todas partes, marca de dedos en mi muñeca y las caderas me duelen.
—Horrible —murmuro—. Eres horrible, estás horrible.
Me giro y camino en la oscuridad de la sala hasta la cocina, abro el refrigerador y tomo varias bandejas de comidas empaquetadas para la semana. No las caliento, no busco tenedor ni me sirvo en un plato.
Hundo mis dedos y me llevo la comida a la boca sin saborear, mastico poco y mantengo la mirada al frente mientras más lágrimas me caen por el rostro.
La Breana adolescente me recuerda que tal vez si como hasta reventar, ya no les pareceré tan atractiva ni pensarán que pueden usarme cuando quieran. Sin embargo, la Breana adulta, me recuerda que lamentaré cada gramo de carbohidratos que estoy ingiriendo, como no me querrán por tener sobrepeso y dañar mi mayor talento: la belleza. Lo único por lo que valgo.
Me dejo caer al suelo con la comida escuchando a la Breana más joven, comiendo tanto como puedo, pero cuando estoy de costado, doblada del dolor en mi estómago y suprimiendo las arcadas, lloro dándome cuenta de que la Breana adulta tenía razón y lo estoy arruinando ¿Qué soy sin mi físico?
Dejo de luchar y vómito.
Soy esta horrible persona tirada en el suelo de su cocina, rodeada de vómito y comida, y usada nuevamente como un objeto sin valor por alguien más.
Es solo otro día en mi vida.
Me siento miserable y tan cansada.
Solo quiero que pare.
Bueno, este capítulo duele, así que no haré el conteo de reacciones enumerado.
Redes sociales:
Instagram\ tiktok: DarlisStefany
Twitter: Darlis_Steff
Espero le hayan gustado los capítulos, pronto vuelvo con más.
Un beso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top