Capítulo veintinueve: Temer de la verdad
Capítulo veintinueve: Temer de la verdad
Rayan
28 de febrero, 2017
El estómago se me retuerce mientras miro mi teléfono con el correo electrónico del detective sin abrir.
El café frente a mí se enfría y apenas puedo responder los saludos de las pocas personas viniendo a esta cafetería de la planta televisiva.
Un vistazo al reloj me hace saber que son casi las ocho de la noche y hace quince minutos mamá me escribió para preguntarme si estaba bien porque hace horas debería haber ido a su casa por Summer, pero le dije que estaba en una cita improvisada con Breana.
Mi rubia se había ido más temprano con una mirada temerosa y nerviosa ante su cita con el terapeuta, la abracé con fuerza y le dije suaves palabras, prometiéndole que hablaríamos después de algo importante sobre Melissa: este correo que aún no me atrevo a abrir.
Durante años he estado buscando respuestas sobre el paradero de mi exesposa, la mujer que aparentemente iba a unas vacaciones inofensivas, pero que, tras tomar un vuelo, desapareció dejándome con nuestra hija y un sinfín de interrogantes.
Si cierro los ojos puedo recordar nuestros comienzos, la inocencia, curiosidad y apego juvenil, un embarazo adolescente que considerábamos que nos unía más, pero que años después llegó a su fin y nos dejó con una custodia compartida, algunos desacuerdos y discusiones, pero en general una buena relación de crianza.
Melissa es una buena mujer, una excelente madre y toda la situación de saber qué sucede me tiene ansioso.
Ahí, frente a mí, a un solo clic, se encuentra la respuesta.
—Hazlo —Me ordeno en un susurro—. Por ti, por Summer, por su familia, por Melissa.
Respiro hondo y finalmente hago clic en el correo.
Leo con demasiada lentitud las pocas líneas redactadas por el detective George.
Y de alguna manera sé lo que encontraré, aun así, cuando descargo y abro el archivo comprimido, siento el impacto en cada nervio de mi cuerpo.
Se siente cómo un golpe en el pecho, nudos apretados en mi estómago y la impresión de mi garganta cerrándose. Los sonidos parecen distantes y los movimientos se sienten en cámara lenta.
No sé por qué sigo leyendo o cómo lo hago.
No sé por qué en medio de una cafetería casi vacía, en el canal televisivo, desplazo la mirada por cada palabra una.
No me detengo, bajo hasta las imágenes borrosas.
Leo el análisis.
Las conclusiones.
La respuesta definitiva.
Y cuando termino, mi mirada nuevamente se pasea por cada página, releyendo, intentando entender o aceptar que esta es una realidad.
—¿Rayan Davis?
Se escucha vagamente como un eco, pero no soy capaz de alzar la mirada porque permanece fija en la pantalla de un teléfono que hace poco se bloqueó.
—Hola, Rayan.
Soy vagamente consciente del arrastrar de una silla frente a mí y de una voz que suena lejana hablar.
Permanezco impasible, se siente cómo estar entumecido y lejos de este lugar.
—... Y la verdad es que Breana...
Parpadeo aturdido y alzo la mirada encontrándome con una mujer en un traje impecable color blanco, cabello castaño con reflejos dorados y un maquillaje suave, me resulta vagamente familiar, pero en este momento no tengo tiempo para ubicarla en mis recuerdos. Su mirada es determinada mientras sus labios continúan moviéndose en palabras que por absurdo que parezca, no consigo escuchar.
Vuelve a mencionar el nombre de Breana y alzo mi mano temblorosa para detenerla.
—No sé quién eres y tampoco me importa lo que estás diciendo. No tengo tiempo para esto —digo con voz temblorosa tomando mi teléfono y poniéndome de pie.
Cuando retrocedo la silla cae y me estremezco ante el sonido estruendoso.
Por un momento siento que todo da vueltas, pero consigo avanzar.
La mujer se levanta y comienza a seguirme mientras camino inconsciente de mi alrededor. Su voz es un eco cada vez más lejano, pero entonces su mano me toma la muñeca deteniéndome y cuando volteo, sigue hablando, pareciendo molesta.
Ya no se ve determinada, ahora solo parece furiosa y desesperada, pero saco con brusquedad mi muñeca de su mano y mi paso esta vez es rápido al alejarme y dejarla atrás.
No sé cuándo subí al ascensor, pero cuando se abre en el último piso parpadeo desorientado antes de presionar el piso en donde trabajo.
Salgo y al parecer camino.
Termino en uno de los baños, arrodillado en el suelo y luego: vomitando.
Expulso todo sintiendo que mi estómago se contrae y que las lágrimas se me salen por el esfuerzo mientras una de mis manos se cierra y la otra se aferra al inodoro.
Vomito con los ojos cerrados, pero aun así puedo ver las palabras, las imágenes borrosas.
Y cuando incluso expulso la bilis, sigo teniendo arcadas, solo que en algún punto parece que comienzan mis lamentos.
Al principio no reconozco los sonidos hasta que me doy cuenta de que vienen de mí.
Lamentos profundos acompañados de sollozos.
Debo ir a casa y abrazar a Summer.
Pero la asustaría verme así.
Sin embargo, quiero abrazarla y pedirle perdón.
Perdón por ser el único padre que le queda con vida.
***
Hay un toque en la ventanilla de mi auto y cuando alzo la mirada encuentro a Breana abrazándose a sí misma porque su abrigo no la cubre lo suficiente y puedo ver su pantalón fino del pijama siento poca barrera contra el clima helado.
Consigo la coordinación y movimiento para quitar el seguro de mi auto y ella sube al puesto de copiloto tiritando del frío.
—¿Rayan?
No sé cuánto tiempo estuve en el suelo de uno de los baños del canal, solo sé que en algún momento llegué a mi auto con la mirada borrosa y el rostro húmedo, pero antes de ponerlo en marcha, pensé en Summer.
Mi hija no puede perderme, no en un accidente automovilístico al conducir tan alterado. De alguna manera conseguí apagar el auto y el tiempo pasó, no sé cuánto, pero en algún punto había llamado a Breana y solo había dicho "por favor, ven. Te necesito" y aquí está a ella, con una mirada llena de pánico y preocupación.
—Cariño —dice con suavidad—. ¿Qué sucede?
Parpadeo y me sorbo la nariz. Cuando abro la boca, las palabras no salen y trago.
—Vámonos —Es lo que consigo decir.
Ella asiente con lentitud y bajo del auto. Cuando llego hasta ella y tras activar el seguro, me saco mi abrigo y se lo pongo en silencio, abrochando los botones y luego atrayéndola a mis brazos para estrecharla con fuerza.
Le mojo el cuello con lágrimas y se aprieta más a mi cuerpo.
Es un abrazo silencioso, pero ella sabe que algo no está bien.
—Te amo —susurra y la abrazo más fuerte—. Ven, vamos a casa.
Tomándome de la mano me guía hacia su auto y abre la puerta para mí, abrochando mi cinturón y besando mi mejilla antes de rodear el auto y subir. Enciende la calefacción y toma mis manos en las suyas enguantadas para proporcionarme calor y hacer que la sangre circule mejor.
—¿Está Summer con Carolie?
Asiento y ella pone en marcha el auto.
Mantengo la mirada en la ventana, la ciudad de se ve como un borrón envuelto en silencio.
Llegamos a mi casa en donde toma las llaves del bolsillo de mi abrigo, me guía hacia el sofá y nos hace sentarnos.
No me insta a hablar, en lugar de ello, toma mis manos entre las suyas y las acaricia con sus pulgares, mirándome con incertidumbre, paciencia y temor por lo que sea que sucede.
Miro una de las zapatillas de ballet de Summer junto a la mesita de noche y el nudo vuelve a mi garganta mientras se me escapan las lágrimas.
—Melissa... —consigo decir y Breana hace una pausa en sus caricias en tanto la miro a los ojos—. Está muerta.
Un jadeo se le escapa antes de que se arrodille sobre el sofá y me atraiga para abrazarme, presionando mi cabeza contra su pecho y apoya la suya sobre la mía.
—Lo siento mucho, Rayan. De verdad lo siento.
Lloro porque hace unos años amé románticamente a Melissa, porque era una gran persona, tenía una familia, tenía a nuestra hija.
Lloro porque a una edad temprana mi hija ha perdido a una madre que la amaba, una madre que nunca quiso dejarla.
Pienso en Lucy cuando sepa que su hija nunca volverá e incluso a Janice, quien vive su dolor a través de la amargura y el egoísmo, pero que siempre ha estado aferrada a cuidar su lugar, esperando que vuelva.
Lloro y Breana derrama lágrimas sosteniéndome.
El tiempo se vuelve efímero y cuando consigo hablar, lo dejo ir.
Las líneas escritas en el correo no daban lugar a la esperanza:
«Después de una ardua búsqueda, finalmente hay respuestas, Rayan, sin embargo, me temo que el hallazgo es desafortunado. Estaré atento a cuando quieras hablar de ello y cuál deseas que sea el próximo paso.
Sé que recibir estas noticias pueden ser muy duras y habría preferido decirlo en persona, pero las circunstancias me apremian a hacerlo de este modo teniendo en cuenta que me encuentro en la ciudad en donde hubo el desenlace. Seguiré las averiguaciones, con el propósito de ahondar más en lo sucedido.»
Y yo sabía lo que encontraría a abrir el documento, solo no esperaba que fuera tan inhumano, atroz.
Melissa había partido a unas vacaciones a Croacia con su nuevo novio sin saber que su destino era totalmente distinto.
Terminó en Albania, convirtiéndose en lo que muchos verán como otra víctima de la trata de personas, pero para la que los conocimos no es solo una cifra. Nosotros la conocimos.
A diferencia de muchas víctimas, Melissa no fue usada para la explotación sexual.
Melissa fue usada para el tráfico de órganos.
Despedazada en órganos dispersos con alto valor dentro del mercado negro y la cascara que quedó de su cuerpo se convirtió en pedazo que luego quemaron hasta desaparecer.
No hay cuerpo al que darle sepultura, nunca lo habrá.
No podría explicarle a Summer que el corazón, los pulmones, riñones, corneas y demás, sanos de su madre ahora viven en el cuerpo de alguien más. No podría hacerla entender el nivel de maldad y daño que se maneja en las redes oscuras, el cómo posiblemente ella fue de las últimas personas que vio sonreír a su madre, que fue la última persona a la que le dijo que la amaba.
Melissa no vivió más allá de un par de semanas de cuando se la llevaron. Estaba muerta mucho antes de que siquiera consideráramos que quizá, había decidido no volver.
Las imágenes borrosas eran de ella en el aeropuerto de Zagreb-Pleso junto a su presunto novio antes de subir a un auto y algunas de las otras pruebas son documentos clandestinos de registros de la clínica en donde fue asesinada y la manera en la que se designaban sus órganos.
No se sabe del paradero del hombre que la arrastró a ello y es evidente que su identidad era falsa. Pensar que estuvo cerca de mi hija...
—No sé qué le diré a Summer ¡No sé qué decirle! —Me paso las manos por el cabello y me pongo de pie—. ¿Cómo le digo que su mamá no va a volver? ¿Cómo...? ¡Joder! ¿Cómo pudieron hacerle eso?
Breana se pone de pie y de nuevo me abraza.
Llora conmigo.
Me deja hablar, gritar, ser silencio y maldecir.
Me acompaña en el desenlace final de la búsqueda de alguien a quien mi hija necesita, pero que ya no está.
Saber que estas cosas en realidad pasan en la vida real es algo que lo vuelve aun más doloroso.
Traté de que la explicación de lo sucedido no fuese tan grotesca, lamento si alguien se sintió afectado por ello, me disculpo.
InfoNews siempre se ha caracterizado porque además de trata de romance, enfocarse en críticas o problemáticas sociales y el libro 4 no era ni es un excepción.
Les envío un fuerte abrazo.
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Pronto vuelvo con más actualizaciones.
Un beso.
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