OO9 || ESCALERA DE INCENDIOS.
Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal.
MADRE TERESA DE CALCUTA.
ABIGUEY SMITH.
La melodía de los niños riéndose provocaban una sensación de paz en mi interior al caminar junto a Theo en el parque. Pensé que sería un infierno el aceptar un helado de su parte, pero me he equivocado; es gracioso, simpático y hasta me atrevía a decir que un buen chico.
El paseo en el parque nos estaba sirviendo para conocer más del otro, aunque no fui sincera del todo con él. No quise contarle sobre mi accidente automovilístico, era un tema que no tocaba con cualquier persona. Incluso los únicos que sabían eran Ellie y Matthew porque ellos, literalmente, eran parte de mi vida. Aún no les había dicho a Amy y a Keila sobre este martirio que llevaba conmigo todo el tiempo por falta de tiempo, pero así como van las cosas puede que se enteren muy pronto.
—Y dime, Abi, ¿ya elegiste algún taller relacionado con tu carrera? –Theo dejó de caminar cerca de una banca y me hizo un gesto para que tomara asiento.
—¿Se supone que tengo que elegir un taller? –fruncí el ceño confundida– No tenía idea.
—Ni yo, pero nuestro tutor nos avisó hoy en la mañana porque había ocurrido un percance con los sistemas que aún no los habían abierto.
—Ah –comí un poco de mi delicioso helado de chocolate y lo miré– ¿Qué taller elegiste?
—Como es libre elegí el taller de cocina, o sea, chef –soltó una risita, contagiándome– ¡No te burles! Sé que no tiene nada que ver con mi carrera pero quiero aprender a cocinar delicioso. Así podré invitarte a mi departamento y preparar la cena.
Alcé una ceja, mirándolo divertida. Theo estaba estudiando ecología, me llevé una enorme sorpresa cuando me dijo que amaba a la naturaleza. Incluso confesó que dejó de fumar para portar su granito de arena en el mundo; así el aire estaría menos contaminado de lo que ya estaba. También me dijo que detestaba ver cómo las personas descuidaban tanto al medio ambiente y que le gustaría poder marcar la diferencia algún día.
—No me burlo –reí mientras negaba con la cabeza– Es solo que, bueno, es extraño ver a un chico que quiera cocinar.
—Tal vez es porque soy diferente –me guiñó un ojo coqueto a lo que yo negué con la cabeza divertida– Espero que elijas un buen taller, Abiguey.
—Esperamos lo mismo.
Ambos nos quedamos callados y terminamos de disfrutar nuestros helados en un agradable silencio. Nos lanzábamos miradas divertidas entre ratos mientras veíamos a los niños jugar y corretear por el parque, así hasta que tenía que irme.
Theo entendió y se ofreció llevarme al departamento.
—Me sorprende que vivas en un piso tan alto con dos chicas totalmente diferentes –dijo al estacionarse frente al enorme edificio.
—Créeme que al principio no fue fácil, pero uno se acostumbra –me encogí de hombros y sonreí– Gracias por el helado, todo ha sido muy agradable.
—Gracias a ti por aceptármelo, pensé que me rechazarías –me sonrió de vuelta.
—Y no estabas equivocado –abrí la puerta del auto y me acerqué para darle un beso de despedida en la mejilla– Te veo luego.
—Espero que así sea, nena. Hasta mañana.
Le sonreí en forma de despedida y me bajé del auto, encaminándome al edificio. Una vez dentro corrí lo más que pude y tomé el ascensor. Solo faltaba media hora para ir a trabajar y no podía permitirme llegar tarde... otra vez.
Cuando pisé un pie dentro del piso ignoré ver la casa desordenada y los gritos de la castaña y de la ojiverde al fondo. Rodé los ojos divertida y me arreglé rápidamente para irme a trabajar. Miré la hora en el reloj y suspiré con cansancio al ver que faltaban 20 minutos.
Me dirigí al cuarto de Keila –ya que de ahí provenían los gritos– y solté un pequeño grito mientras me agachaba para esquivar una almohada que iba directo hacia mi rostro. Pude ver cómo volaban algunas cosas de allá para acá, el cuarto desordenado y a las dos chicas gritarse de cosas mientras lanzaban todo a su alrededor.
—Disculpen si interrumpo su pelea pero quisiera saber si irán a trabajar para llevarlas o toman un taxi –dije hablando lo suficientemente alto para que ambas chicas me escuchasen.
—Llévame –Keila se colocó con una mano uno de sus tenis dando pequeños saltos con un pie en su lugar– Ya estoy lista.
—¡No esta vez, Hamilton! ¡No irás a ninguna parte hasta que arregles todo esto y me expliques por qué me escondiste mi libreta donde había hecho mis apuntes para mi exposición! –gritó Amy, lanzándole un vaso a Keila. Gracias al cielo que era de plástico.
—¡Podemos discutir eso luego! –Keila esquivó con habilidad el vaso que la castaña le había lanzado y tomó su bolso– ¡Se nos hace tarde!
—¡Esto no se acaba tan fácil! –Amy volvió a gritar y después tomó una mochila del escritorio, que al parecer, era de ella.
Amy pasó alado mío maldiciendo entre dientes mientras yo veía a Keila desde el marco de la puerta con los brazos cruzados.
—¿Qué? –dijo sin más.
—Solo mueve tu trasero de ahí, que vamos tarde.
Una vez en el auto no pude sentirme incómoda por el silencio que había gobernado el lugar. Amy no había dicho ni una sola palabra en todo el camino y Keila tampoco, solamente murmuraron un leve "gracias" cuando las dejé en sus trabajos. A veces Keila solía hacerle bromas a Amy que lograban sacarla de sus casillas, pero la castaña no era rencorosa, solo necesitaba tiempo para respirar y volver a tomar todo con calma, tal y lo que ella era.
En peleas como esas prácticamente obligaba a Keila a pedirle disculpas y a que reconociera su error, y, aunque fuera a regañadientes, admitía que había cruzado la línea con la castaña. La ojiverde era orgullosa, sí, pero no con personas importantes para ella.
Dejé de pensar en cuanto la campanilla del local resonó, indicándole a las personas que se encontraban por ahí que había llegado. Me encaminé a toda prisa a colocarme mi uniforme y empecé a atender a las personas que iban llegando.
El local era uno de los más reconocidos de la ciudad y no me sorprendía ver tanta gente por ahí. Era beneficio nuestro, hablando económicamente, ver cómo las mesas se llenaban y hasta algunas compartirlas por obtener algún lugar donde disfrutar de sus pedidos, pero –sí, siempre hay un "pero" y esta vez no será la excepción– viéndole el lado malo era estresante. Jace atendía en caja mientras Azul y yo íbamos de allá para acá por todo el lugar entregando y anotando los pedidos. No sabía qué puesto era el peor, si estar en caja o ser mesero.
Las horas pasaron y cuando entregué el último pedido me recargué sobre la barra mientras soltaba un suspiro de cansancio.
—Creo que esta ha sido una de esas pocas veces en las que estuvimos muy llenos –dijo Azul al acercarse a mí.
—Lo he notado –sonreí con pesar y me quité el uniforme– El día ha sido muy agotador para mí, ya quiero irme a casa.
—No eres la única –interfirió Jace desde el otro lado del mostrador– Cuando estás estudiando la carrera es agotador todo el tiempo, sin importar cuál hayas elegido.
—Y pensar que a penas voy en secundaria y ya me quejo –el comentario de Azul causó una risa por parte de Jace y mía– ¿Qué? Siempre nos quejamos de los profesores.
—Al crecer eso cambia –me encogí de hombros y me acomodé el cabello en una coleta por lo alto de mi cabeza– Ahora de lo que nos quejamos son de los proyectos.
—Ni que lo digas –Jace afirmó y desapareció por la puerta que dirige a la oficina de Karen.
Lo miré extrañada y me giré para ver a Azul, quien me miraba divertida. Negó con la cabeza y después habló:
—Sé que es extraño que Jace y Karen tengan una relación extraña y también sé que preguntarías si se conocen o algo –caminó alado mío y tomó su bolso de un pequeño casillero– Al principio pensé que tenían alguna clase de aventura, pero al conocer a Jace me di cuenta que no fue así –se giró hacia mí y me aventó mi mochila. Asentí en forma de agradecimiento– Jace es sobrino de Karen, pero su relación es extraña.
—Déjame adivinar –coloqué mi mano en mi mentón e hice como si estuviera pensando– Problemas con la madre y encontró refugio con su tía.
—Con el padrastro, más bien –corrigió– No soportaba vivir bajo el mismo techo que él, así que le dijo a su madre que buscaría una vida lejos de él, y que si ella no quería alejarse de su nuevo esposo, también sería una vida lejos de ella.
—Oh, eso sí que es algo... fuerte.
—Para alguien con diecinueve no tanto.
—Azul, la edad no importa. Cuando amas a alguien y te alejas de él duele sin importar cuántos años tengas –saqué las llaves de mi auto y me acomodé la mochila– Que tenga diecinueve no significa que su corazón sea de piedra.
La pelirroja guardó silencio por unos segundos, pero después asintió estando de acuerdo con lo que le había dicho.
Me quedé hablando con ella unos segundos más hasta que podía sentir el cansancio en mis párpados. Me despedí de ella y le pedí que me despidiera de Jace, pues aún seguía con Karen y no iba a poder quedarme más tiempo ahí.
Caminé al auto y me subí a él, dispuesta a irme a casa. Rogaba por no encontrarla de cabeza por alguna que otra discusión de Keila y Amy. Sentía que no estaba en condiciones para separar a los polos opuestos o para salvarles la vida.
En cuanto llegué al enorme edificio me encaminé con pesar al piso correspondiente y entré, llevándome la sorpresa de ver a ambas chicas en el sofá viendo una película animadamente mientras comían palomitas. Fruncí el ceño al ver que todo estaba completamente ordenado y carraspeé. Ambas me miraron confundidas, no sin antes haberle puesto pausa a la película.
—¿Acaso le pagaron a alguien para que haya venido a limpiar? –sonreí al verlas.
—No, lo hicimos juntas –la ojiverde me miró extrañada y después abrió sus ojos con sorpresa, entiendo a lo que me refería– ¡Oh, eso! Bien, pues he hecho las pases con la castaña.
—Ya veo –me acerqué al refrigerador y saqué una manzana– Pensé que encontraría todo de cabeza... otra vez.
—Ah, no –Amy rió y golpeó levemente a Keila– Le he dicho que la disculparía si tan solo me ayudaba a acomodar su desastre.
—¿Mi desastre? ¡Pero si has sido tú la que me ha aventado todo!
—¡Tú me provocaste!
—¡Pero fue una broma sin malicia!
—¡Pues esa broma sin malicia casi me deja sin calificación!
—¡Por Dios, Amy! ¡Eres un todo un cerebrito! ¡Pudiste haberlo logrado con o sin esos apuntes!
—¡Pero...!
—¡Chicas, cálmense! –interrumpí– Solo hice una pregunta, es todo.
—Tiene razón –Amy se volvió a acomodar en el sofá y tomó el control– Es mejor dejarlo así.
—Antes de que volvamos a desordenar todo, sí, tienes razón –congenió Keila.
Suspiré de alivio y me encaminé a mi habitación al ver que las chicas volvían a ver la película. Cerré la puerta tras de mí y aventé la mochila al suelo. Me tiré sobre la cama boca arriba y tomé un poco de aire.
Jamás en mi vida había llevado un día tan agotador como ese. Si quería trabajar por las tardes lo mejor sería evitarme salidas después de la escuela, tal como la que había tenido con Theo. No es que me haya arrepentido de haber salido con él, pero era demasiado agotador tener que estar a las prisas todo el tiempo.
Miré sobre la ventana y solté un grito del susto al ver a una persona parada en la escalera de incendios observándome. Maldije entre dientes en cuanto sentí el dolor en mi cabeza por el golpe que me había dado.
—¡Abiguey! ¿¡Está todo bien!? –pude escuchar cómo gritaba Keila al fondo, pero conociéndola estaría tan concentrada en la película que solo preguntaba por cortesía.
Decidí guardar silencio y levantarme de mi lugar. Observé bien la ventana y agradecí al cielo que la persona que estaba ahí era Matthew y no un acosador. Aunque si él estaba ahí viéndome sin haberme avisado o dicho algo lo convertía en uno ¿no?
—¿¡Abi!? –volvieron a gritar, pero esta vez fue Amy.
—¡Sí, todo está bien! ¡Solo me he caído! –grité de vuelta.
—¡Está bien!
Caminé hasta la ventana y la abrí, cruzándome del otro lado. Ahora me encontraba en una zona demasiado alta junto a un chico que me miraba por la ventana sin razón alguna, y no sé cuál de las dos cosas daba más miedo.
—¿Qué haces aquí? –fue lo primero que se me ocurrió decir de tantas preguntas que rondaban por mi mente.
—Sé que aquí vives.
—Suenas como todo un psicópata.
—Lo sé –rió– Quise verte.
Sonreí y bajé la mirada. Aquello había causado de nuevo esa sensación extraña que solo sentía cuando estaba junto a él. Miré avergonzada hacia la ciudad al sentir mis mejillas arder.
—Un mensaje de texto hubiera sido mejor en vez de asustarme de esa forma ¿sabes? –una vez que me sentía mejor lo miré para enfrentarlo.
—Llegar de sorpresa es más romántico –dijo, recargándose sobre el barandal de la escalera.
—Sí, pero no cuando no te avisan y te observan desde una ventana sin decirte nada –me crucé de brazos e imité su acto.
—De acuerdo. Para la próxima prometo avisar.
—No prometas cosas que no vas a cumplir.
—Me sorprendes, Abiguey –relamió sus labios y no pude evitar sentir la necesidad de acercarme a él y besarlos– ¿Cómo es que sabes que no lo haré?
—Intuición –me encogí de hombros y volví a desviar la mirada– Tengo otra pregunta.
—Suéltala.
Me quedé callada unos lacónicos segundos. No sabía si preguntar aquello me iba hacer parecer como una chica dolida, pero tenía que salirme de dudas. Y sabía que eso solo lo iba a lograr si lo hablaba directamente con él.
Relamí mis labios y me preparé mentalmente para lo que fuera que vaya a responder.
—Hay un rumor en el campus...
—Ajá... –dijo, indicándome que siguiera hablando.
—Dicen que has vuelto a ver una chica de la cual estabas enamorado. ¿Es cierto?
Matthew se quedó callado, respondiendo así mi pregunta. Por primera vez un rumor tenía razón. No sabía cómo reaccionar ante aquel silencio que respondía mi pregunta y mucho menos sabía qué hacer en esos instantes. Admito que logré sentirme atraída por él, por su forma misteriosa y fría de ser, y porque cada vez estaba más segura que Matthew me importaba más de lo que imaginaba.
Miré el suelo con decepción y empecé a jugar con mis dedos nerviosa.
—Es verdad –Matthew esquivó mi mirada de curiosidad y se cruzó de brazos– ¿Por qué?
—Oh, por nada. Ya sabes, la curiosidad me mató.
—Siempre has sido curiosa, Abi.
—Por lo que veo nos conocimos bien.
—Por así decirlo –sonrió– Te vi irte con Theo saliendo de la escuela. ¿Hay algo entre ustedes?
Alcé una ceja divertida y lo miré incrédula. ¿De verdad me estaba preguntando aquello, después de haber rechazado a su amigo en su cara más de una vez?
Negué con la cabeza aún riendo por su pregunta y lo miré.
—No estamos saliendo. Solo me invitó un helado y platicamos un poco. Nada importante –me encogí de hombros en un intento de restarle importancia.
—Creo que está de más decir que está interesado en ti.
—Lo está, pero no es lo mismo de mi parte. Yo... creo... siento –me corregí– Que estoy interesada en otra persona.
—¿Y quién es esa persona, eh?
—Yo... –jugué nerviosa con mis dedos y comencé a mirar hacia todas las direcciones en un intento de esquivar esos hermosos glóbulos oculares que me veían con curiosidad. Pero fallé. En cuanto me tomó de mi mentón me perdí en sus ojos grises y sonreí– Eres... eres tú.
Matthew se quedó callado y me miró con un brillo en sus ojos, quienes parecían tener una galaxia gracias a las luces que se reflejaban en ellos.
Ambos nos quedamos mirando, pero en cuanto pasaron los segundos donde me seguía viendo de esa forma, pude ver cómo una lágrima lograba resbalarse por su mejilla.
Sí, chicas, Matthew también tiene sentimientos como nosotras :u
Espero que les vaya gustando la historia, buap@ssss, saben que va con demasiado loff <tres
Sin más, nos leemos en los próximos capítulos :3
Los lee; Luz Follower ❤️
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