O21|| MUNDO CRUEL
No me molesta que me hayas mentido, lo que me molesta que ahora no puedo confiar en ti.
FRIEDRICH NIETZSCHE
ABIGUEY SMITH
A veces es mejor vivir con la mentira que tener que lidiar con la verdad amarga, pensé inevitablemente cuando la bomba de mi vida pasada fue soltada a continuación.
Por fin entendía el por qué de la incomodidad de mis padres sobre mi relación con Matthew, del por qué él siempre intentaba decirme que no era bueno para mí y del por qué a veces era mejor no recordar.
Me sentía triste, dolida, y más que nada traicionada por todas aquellas personas que rodeaban la mesa.
—Yo... —comencé a decir después de algunos segundos de silencio—, realmente no sé qué decirte, Matthew.
A mi alrededor todo se encontraba en silencio, como si todos estuvieran a la espera de alguna reacción mía.
Sin embargo me encontraba más estática que nunca.
Era consiente que las personas jamás serían perfectas, a veces tenemos que cometer errores para ser humanos, porque el humano perfecto no existe y ni existirá.
Pero había de errores a errores.
Prácticamente Ellie y Matthew habían arruinado mi vida por completo, me habían subestimado y humillado de cualquiera de las formas posibles.
Había sido una relación bonita al principio pero tóxica al final, y no sabía qué pensar ahora qué me encontraba con él.
Los errores no hablan por uno mismo, Matt se arrepintió e intentó corregirlos, pero aquello no quería decir que confiaba en él como comenzaba a hacerlo.
—Necesito estar sola —pronuncié aquellas palabras en un murmullo casi inaudible, pero después levanté el mentón con valor y miré a mis padres con dureza— Quiero hablar con Matthew. A solas.
Agradecí internamente que nadie se opusiera. Mis padres y Harry salieron de la habitación con sus semblantes serios, dejándome a solas con aquel chico que creía que jamás me traicionaría en la vida.
—¿Por qué nunca me lo dijiste?
Aquella pregunta fue la primera de muchas que brotó de mis labios. Matthew se veía dolido, impotente, como si aquel tema fuera difícil para él.
—Quería hacerlo, de verdad —aseguró, aguantándome la mirada—, pero siempre había algo que se interponía y no podía. Realmente lo lamento.
Solté un suspiro de dolor, dirigiéndome hacia la mesa y recogiendo los platos en un silencio amenazador. Matthew no dijo nada más, simplemente se dedicó a ayudarme a recoger la mesa y a lavar los platos sucios.
Una vez que terminamos le hice un asentimiento con mi cabeza, intentando transmitirle que me siguiera.
Él no protestó.
Tomé las llaves del departamento y salí de él con Matt pisándome los talones. Sentía la tensión de ambos en el aire, como si el que dijéramos una sola palabra cortara la fina línea de lo razonable que intentaba ser con el tema.
Intentaba ponerme en su lugar, intentaba comprender el por qué de su acción, pero simplemente no podía.
¿Y cómo era posible que mi mejor amiga me hubiera traicionado de aquella forma?
—¿A dónde vamos? —preguntó, reflejando la confusión en su tono de voz.
—Ya lo verás.
En cuanto llegamos al estacionamiento nos subimos a mi auto y conduje sin decir una sola palabra. Agradecía que Matthew tampoco dijera nada, pues aún estaba asimilando la traición que había cometido hacia mi persona.
Seguí manejando hacia las afueras de la ciudad, dirigiéndome en dirección a un lugar que había descubierto una vez que me había perdido junto a Amy en un intento con dar a una cafetería recomendada.
Ese lugar, en cuanto lo vi, había llamado totalmente mi atención, y de alguna forma sabía que lo conocía de años. Era como si ya hubiera estado ahí antes.
Cuando el camino comenzó a ser demasiado familiar, miré en dirección a Matthew. Este estaba atento a nuestro alrededor que, en cuanto reconoció el lugar hacia donde nos dirigíamos, me miró con una mezcla de asombro y tristeza.
—Abi...
Le ignoré completamente y me estacioné en un terreno baldío, dejando el auto en un lugar seguro. Bajé de este y comencé a caminar colina arriba, sintiendo las fuertes pisadas de Matthew a mis espaldas.
En cuanto llegamos a la cima nos quedamos quietos, mirando hacia el horizonte.
Un montón de flores de cualquier tipo, casi de nuestra altura, rodeaban todo el camino. Tenían un pequeño paso que se abría entre ellas, el cual daba hacia el centro de todo el precioso jardín que nos rodeaba.
—Sígueme —le ordené.
Caminamos hasta el centro, llegando a un círculo de tamaño considerable, en donde había unos columpios para dos y una banca algo oxidada por el tiempo que llevaba ahí.
Las enormes flores que nos rodeaban transmitían su frescura y su olor, haciéndome sentir un poco más tranquila. Había encontrado ese lugar por accidente, y sin querer se había vuelto mi lugar para pensar, para desahogarme.
Tal y como la cabaña de Matthew había sido para mí en un pasado.
—Este lugar me es muy familiar ¿sabes? —comencé a hablar una vez que me dirigía al columpio para sentarme. Le di dos palmaditas a mi lado, indicándole que podía sentarse— Me ha encantado tanto que cada que necesito pensar un tema muy delicado vengo aquí. Amy también lo hace.
Matthew no dijo nada, simplemente se encontraba atento a cualquier movimiento que fuera a realizar.
—Te seré sincera —miré hacia enfrente, perdiendo mi mirada entre una bonita mata de gardenias— Me siento muy mal por todo esto, no han sido días buenos y esto no ha ayudado en nada. Me siento traicionada, Matt, y ya no sé si pueda confiar en ti. Lo peor es que nunca me lo dijiste —desvié la mirada y lo enfrenté— Sabía que no habías sido una buena persona, pero jamás creí que me mentirías de esa forma.
Pude notar cómo las venas de su cuello comenzaban a alterarse. Aquello era nuevo para mí y no sabía qué significaba.
—Lo sé, y tampoco te voy a pedir que confíes en mí después de lo que ya sabes. Es irónico ¿sabes? Ya ha pasado esto antes, es como si fuera un dejà vú —no pude evitar recordar la historia donde me narraba como habíamos arreglado las cosas cuando me había enterado de su traición.
No comenté nada al respecto, dándole paso a que prosiguiera.
—Siempre te he querido, Abiguey, y quisiera recuperar el tiempo perdido junto a ti, pero siempre hará algo que nos detendrá —siguió, esta vez mirándome a los ojos— No miento cuando te digo que realmente estuve y estoy muy arrepentido de haberte engañado, es algo con lo que he tenido que lidiar hasta la fecha.
Una pequeña ráfaga de aire meció las flores a nuestro alrededor, como el viento entendiese lo mal que el chico de bonitos glóbulos oculares se sentía.
—No sé que pienses de mí ahora o que vayas a pensar después, pero tus padres siempre me han odiado por casi arrebatarles a su pequeña —por fin desvió su mirada de mí, observando una mariposa que paseaba por ahí— No me arrepiento de haber estado contigo, probablemente seas la cosa más bonita que me pudo haber pasado en mi vida.
Ya no sabía qué pensar. Mi mente decía una cosa pero mi corazón sentía otra, y en este caso no sabía a quién hacerle caso. Si a la razón o al corazón.
Recargué mi cabeza sobre su hombro con frustración, cerrando los ojos con fuerza e inhalando un poco de perfume de las rosas que se encontraban a nuestras espaldas. Su olor logró relajarme la mente, llevándome a tomar una decisión.
Decisión que no sabía si era lo mejor, pero iba más por el qué necesitaba aquellos momentos.
Sonará egoísta, pero lo único que me importaba en ese momento era mi bienestar. Estaba cansada de tener la etiqueta problemas en mi frente todo el tiempo.
—¿Y Ellie? ¿Qué pasó con ella después?
—Perdimos el contacto cuando tus padres decidieron alejarte de nosotros. Ya no era lo mismo, incluso nos habíamos vuelto unos totales desconocidos.
—¿Pero por qué me habló de ti en cuanto le pregunté que si te conocía? Digo, ella sabía que me había traicionado metiéndose contigo, no tendría el valor suficiente de hablar de esa persona después de todo, al menos en mi caso —pregunté, ya fastidiada por tener tantas dudas.
—Exacto, en tu caso. Pero tú no eres ella... —Matthew dejó aquellas palabras suspendidas en el aire, como si estuviera recordando una vieja conversación— Supongo que recapacitó y se sintió mal por todo, así que no le quedó de otra que de remendar su error hablándote de mí.
Tenía sentido. Si Ellie se había arrepentido del daño que me había causado como Matthew lo había hecho, lo mínimo que pudo haber hecho era hacer que me reencontrara con el viejo amor de mi vida. Tal vez fue una forma para que ella se perdonara por el daño causado, tal vez, y solo tal vez, realmente sentía todo lo que me había hecho.
—No sé cuántas oportunidades te he dado en mi vida, y esta vez no será la excepción —en cuanto aparté mi cabeza sobre su hombro pude ver su expresión de asombro en su rostro, mirándome con los ojos entornados— Yo también te quiero para algo bien, Matt, ya estoy cansada de vivir en una mentira y en un mundo lleno de secretos. Solo te pido que seas sincero.
—Eso haré —colocó su mano sobre la mía y la apretó, reflejando un brillo en sus penetrantes ojos grises— De verdad lamento todo.
—Ya no importa.
Fui yo quien dio el siguiente paso. Me abalancé sobre él y estampé mis labios sobre los suyos, sintiéndome como en casa otra vez.
Una paz interior comenzó a gobernar mi anatomía, llevándome corrientes eléctricas por todo el cuerpo.
Matthew tomó mi rostro entre sus manos, besándome con dulzura y con amor. Sus labios, gruesos y carnosos, bailaban al compás de los míos, encajando a la perfección. Como si estuvieran hechos el uno para el otro.
Solté un pequeño gruñido por lo bajo en cuanto comenzó a alejarse poco a poco, pegando su frente a la mía.
—Esto será complicado, Abiguey, quiero que lo tengas presente —murmuró, como si temiera que aquello me hiciera cambiar de opinión.
—No importa qué tan complicado sea, quiero estar contigo —me separé lo siguiente para ver su rostro y tomarlo entre mis manos, acariciando con delicadeza su mejilla— Te quiero, te quiero mucho.
—Y yo te quiero mucho más.
Entonces ocurrió.
De un momento a otro me encontraba sobre su regazo, besándolo con fulgor. Sus manos, tímidas pero firmes, recorrían mi cuerpo sin algún indicio de duda.
Mis manos se aferraron a su cuello, atrayéndolo más hacia mí, mientras que él me abrazaba.
Sin darme cuenta mi blusa había caído cerca de las petunias, seguido de mi sostén y de mi pantalón. La ropa de Matthew tampoco tardó en desaparecer por completo, dejándome verlo totalmente expuesto.
Frené en cuanto pude divisar un tatuaje que tenía cerca de su clavícula, el cual era unas letras en japonés o chino mandarín. Sentí como se estremecía al sentir mi tacto sobre el tatuaje, el cual había acaparado toda mi atención.
—Cameron, eso es lo que dice —como si hubiera leído mis pensamientos, comenzó a explicar— Así se iba a llamar nuestro bebé.
Aquello me conmovió. No pude evitar sentir un remolino en mi interior, y no sabía lo que aquello significaba.
—De verdad lamento haber ido a aquella fiesta... —comencé a decir, mirándole a los ojos.
—Hey, está bien —sonrió, colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja— Ahora estamos juntos de nuevo, eso es lo que cuenta.
Sonreí, dándole un beso lleno de ternura. Pegué mi frente a la suya, sintiendo como nuestra respiración seguía estando agitada.
—Estoy lista, me siento lista —solté, y aquello bastó para que me colocara boca abajo en aquel columpio.
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