Capítulo 25
Risas, tequila y compañía
14 de junio 2021
Casi dieciséis horas de camino después sigo viva. Con dolor por todo el cuerpo, ojeras y sueño, pero viva. Me he pasado casi toda la noche conduciendo y en cada gasolinera por la que pasaba descansaba unos minutos y me bebía al menos dos cafés. Lo he acabado odiando.
Me he quedado tirada a unos cincuenta kilómetros de mi destino, me he quedado sin dinero y no tengo para gasolina, así que he cogido mi móvil y mi orgullo y me he puesto a caminar. Puede sonar a bastante distancia, pero no me supondría un problema de no ser por toda la maldita nieve que hay en este estado. No veo otra cosa y el problema principal es que yo venía con ropa de medio verano, por lo que voy en manga corta cuando estamos a menos dos grados. Si no me muero es porque Dios, Zeus, el cosmos o lo que sea no me quiere ver todavía.
Pese a eso parece que soy afortunada y a unos tres kilómetros encuentro un bar de carretera. Tengo los músculos entumecidos, pero corro los últimos metros para poder entrar a este cuanto antes y cuando me ven aparecer se puede decir que soy el centro de atención.
— ¡Pero por Dios! ¡¿De dónde vienes, criatura?! —exclama una mujer detrás de la barra que se apresura en salir y envolverme en sus brazos para darme algo de calor.
—El coche me ha dejado tirada —me defiendo mientras me tiemblan los dientes, el cuerpo y el alma.
—Calla y siéntate —me señala un taburete de la barra y desaparece unos segundos. Yo solo agradezco que ahí dentro no corre aire y hay calefacción —ponte esto y voy a traerte algo caliente —me cubre con un abrigo y la tomo de la manga de su camiseta.
—No, gracias, no te molestes, no tengo dinero —me duele enormemente verme en esa situación, pero prefiero ser sincera.
—Déjate de dineros y procura no pillar una pulmonía —dicho eso desaparece detrás de la barra entrando a la cocina y poniéndome un plato de sopa caliente delante de las narices a los cinco minutos.
—Muchas gracias, de verdad —le sonrío ligeramente. Al menos he dejado de temblar.
—No tienes nada que agradecer, para eso estamos —me devuelve el gesto y solo lo sustituye por una mueca de asco cuando un tío la llama para que le ponga más café. Yo hago una mueca al oír eso.
****
Una vez que mi teléfono está cargado del todo con un cargador que me han prestado reviso si tengo algún mensaje de mamá o papá.
Es broma. Realmente no espero mucho de ellos y partiendo de la base de que desconocen este teléfono es difícil que piensen siquiera en ponerse en contacto conmigo. Mi preocupación está en Dereck. Las dieciséis horas que he estado de viaje han dado para pensar y asumir muchas cosas, quitando las crisis existenciales y bajones emocionales que me han dado en casi todas las gasolineras en las que he ido parando. Si mi madre no era mi madre, realmente eso podría explicar por qué siempre se portaba tan distante conmigo durante la mayoría de mi vida. Aunque sigo sin entender que luego empezara a comportarse distinto, que estuviera más preocupada, atenta y demás. No entiendo exactamente el motivo de su cambio de actitud y, evidentemente, que papá aceptara pasar por todo esto. Simplemente no entiendo nada.
— ¡Pero mira quien se digna a aparecer! —oigo de parte de Maryse, la mujer de la barra. Me dio algo de conversación después de que entrara en calor y la verdad es que es un encanto de mujer.
No me molesto en levantar la cabeza de mi teléfono y únicamente escucho una risa masculina tras el comentario.
—Yo también me alegro de verte —añade y alguien se sienta a mi lado. Un chico, moreno, ojos claros y una sonrisa de "me creo algo, pero no firmo autógrafos". Ruedo ligeramente los ojos. Las personas con actitud arrogante no son lo mío, choco bastante con personas similares a mí.
—Como vuelvas a tardar tanto en venir a vernos me ocupo de colgarte de los calzones en la entrada como reclamo para los turistas —no puedo evitarlo, con eso suelto una ligera risa que se me escapa y al levantar la cabeza ambos me están mirando. Qué vergüenza. Sonrío ligeramente a modo de disculpa por meterme en su conversación y sigo a lo mío —el coche la ha dejado tirada —es lo siguiente que oigo y sé que hablan de mí. Gracias, Maryse por largar mis penas.
— ¿A dónde ibas? —esta vez es él. Dirijo mis ojos a este y puedo apreciar que me mira con bastante detalle —voy al pueblo de aquí al lado, si vas hacia allí te puedo acercar —se ofrece y por unos segundos desvío la mirada a la señora que ahora parece que hace de celestina. Asiente con la cabeza como diciéndome que acepte sin pensarlo.
—No me subo a coches de desconocidos, pero gracias por el ofrecimiento —digo muy digna bloqueando la pantalla del teléfono y dando un trago del vaso que tenía delante. Me había bebido el batido hace un rato, pero como el vaso es opaco me ayuda a disimular.
—No sería un desconocido si nos presentamos —alzo una ceja. ¿De qué va? Al verlo noto una expresión divertida en su rostro y una curvatura en sus labios.
—Mucho interés tienes tú en conocerme...
—No cumples el estándar de personas que vienen por aquí, me das curiosidad.
—De eso murió el gato.
—Pero tuvo la satisfacción de morir con conocimiento.
Giro mi cuerpo sobre el taburete y sé que algo va mal cuando noto que estoy sonriendo. Carraspeo ligeramente y dejo de hacerlo.
—No seas tan creído.
—Si lo soy es porque puedo.
—Desconocido, entrometido y encima humilde, ¿Señor, me lo has mandado tú? —hago uso de un tono dramático que logra sacarle una risa breve.
Se ve simpático al margen de ser algo arrogante. Tampoco parece ser el típico camionero cuarentón que suele parar en bares de carretera a pocos minutos de que se le cierren los ojos por el agotamiento de la larga jornada.
—Si me quieres tomar como regalo divino adelante, no voy a ser yo el que te lo niegue —Maryse le pone delante algo que intuyo que es café por el olor y puedo ver como tiene una sonrisa de suficiencia en sus labios. La muy bicho se toma en serio eso de meterse en vidas ajenas.
—No niego que vengas del cielo, aunque serías más como las cagadas de las palomas. No te lo esperas y te arruinan el día —ríe de nuevo.
—Para arruinarte el día te veo muy entretenida conmigo —ruedo los ojos y eso parece divertirle, continúa —no te hagas la dura.
—Ajá. Lo que tú digas.
— ¿Qué haces por aquí?
—Soy fan de los cafés aguados, los tíos sudorosos y el frío que recala —respondo y teniendo en cuenta que solo hablamos nosotros, los aludidos me miran —sin ofender —me apresuro a añadir.
—Sarcástica... me gusta —murmura antes de beber de lo suyo. ¿Perdona?
—Obvio, ya era hora de que reconocieras lo evidente —me acomodo el pelo en un gesto de diva y al verlo, con esa expresión de "¿pero de qué vas, medio metro?" Me río yo sola. Sonríe posteriormente y se inclina un poco en mi dirección acercándose a mi oído.
—Te invito a tomar algo, ¿tus papis te dejan beber alcohol? —lo último tiene cierto tono de capullo. Qué arrogante.
—No lo sé, cuando los veas les preguntas —levanto la mano para llamar la atención de Maryse y esta se acerca a atendernos.
****
En principio hablamos de unas cervezas, no soy muy fan por el regusto amargo, pero accedí a tomarme una con él. Seguimos con las pullas y demás y al final optamos por algo más fuerte. Pasamos al tequila.
¿Por qué tienen alcohol en un sitio como este? Deben ayudar a los conductores, no dejar que se vayan de aquí pareciendo caricaturas de los dibujos que se chocan con todo.
— ¡A mi salud! —digo alto bebiéndome un chupito y haciendo una mueca por el sabor fuerte. Llevamos ya unas rondas y sumando el efecto de la cerveza se puede decir que ya estoy contenta.
— ¿Y por qué a la tuya y no a la mía? —pregunta divertido mi acompañante. Me sigue el ritmo y se bebe su vaso rellenando los de ambos de nuevo.
—Porque lo digo yo.
—Ay, usted perdone, marquesa de los mares del sur —me rio como una tonta por eso y por un mal cálculo casi me caigo de donde estoy sentada —ten cuidado, patosa —se mofa este.
—Es que en verdad me pega y todo.
— ¿Sabes dónde estamos? El sur nos pilla como a quince días en burro.
—Idiota, que vengo del sur del país. Me he pasado la noche conduciendo en mi súper cochecito prestado hasta que se ha muerto —digo medio riendo y no sé exactamente por qué.
— ¿De verdad? ¿Y eso?
— ¿El qué?
—Que para qué pasas la noche conduciendo para venir aquí —chasquea sus dedos delante de mi cara para que me centre.
—Asuntos familiares, chismoso.
—Es curiosidad de la sana.
—Eso mato al...
—Gato, que sí, que sí, ¿no tienes más frases?
—Así te voy a llamar desde ahora, ¡Don Gato! —las risas descontroladas salen de mi boca y su cara de espanto solo lo aumenta —o mejor aún... ¡Peluso!
—Pero mira que eres hortera. Mi nombre está mejor.
—Si me lo dices te llamo por él.
—Dime tú el tuyo.
— ¿No te lo he dicho antes?
—Qué va... si solo te has dedicado a beber como si fueras una aspiradora —se ríe.
—Oh... —miro los vasos y sonrío.
—No me gusta esa sonrisa.
—El que se beba más gana, el perdedor le dice su nombre antes al otro —lo tiento.
—Qué ridiculez —bufa.
— ¡Cobarde!
—Que no...
— ¡Gallina!
—Que madura.
— ¡Quiquiriquí!
—Eso lo hacen los gallos —se ríe y yo hago lo mismo —dale, el que más aguante gana pero con una condición. Un chupito y una pregunta.
—Acepto —le extiendo la mano torpemente y la toma con la suya para estrecharla.
— ¿Edad?
—Dieciocho —levanto el vaso y bebo — ¿novia?
—Qué directa... —sonríe y bebe haciendo una mueca leve —no —niega con la cabeza para darle más énfasis. Creo, estoy borracha, no sé por qué lo hace en sí — ¿vienes con alguien?
—Es de noche y llevo toda la tarde sola aquí contigo, pues claro que vengo con alguien —me tomo mi tequila de un trago y niega con diversión con la cabeza —trapos sucios, dime algo personal.
—Eso no es una pregunta.
—Me la suda. Habla.
—Soy un asesino en serie que está hablando con su próxima víctima —bebe y me río echando el aire por la nariz ruidosamente.
—Eres un...
—Chicos, me parece genial que os llevéis bien, pero creo que ya es suficiente. Es tarde y lo mejor será que vayáis a casa —la voz de la experiencia nos habla.
—Pero si estamos bien —cruzo los brazos sobre mi pecho viéndola.
—Baja del taburete y da tres pasos en línea recta —me dice y acepto el reto. Me bajo de un salto y casi me caigo porque el estúpido suelo se mueve cuando voy a pisarlo y empiezo a dar pasos. Aunque las paredes se me juntan peligrosamente —lo dicho.
—Las paredes se están moviendo —me quejo y el moreno se ríe antes de verla.
—Deja, me ocupo yo. Dile a Milton si nos puede alargar hasta el motel que hay a medio camino del pueblo y le busco una habitación —le oigo decir y cuando se levanta y se acerca para sujetarme del brazo lo esquivo como una ninja. Me sujeta antes de que caiga al suelo —deja de hacer el tonto, te vas a hacer daño.
—Suéltame —pincho con un dedo su mejilla y sonríe logrando que le salga un hoyuelo.
—Si quieres que te deje aquí toda la noche vale, pero mañana no voy a volver y dudo que encuentres a alguien que te lleve. Soy tu mejor opción.
—Pasoooo —alargo las vocales y me retuerzo para que me suelte antes de corretear un poco por el sitio — ¿no estás borracho?
—Vengo a menudo y bebo. Tengo algo más de tolerancia que tú, por lo visto —cruza sus brazos mientras me mira.
— ¡Cretino! Sabías que ibas a ganar —me quejo y se ríe antes de darme la razón —eso no vale, me debes una. Dime tu nombre.
—Brad.
— ¿Cómo Brad Pitt?
—Soy Brad Pitt.
—Oh —asiento encajando piezas en mi cabeza —espera, no lo eres —lo miro y se ríe abiertamente de mí.
—Pues claro que no, no me compares con ese mortal.
—Tu. Nombre. —recalco mirándole con ojos acusadores. Se acerca y coloca las manos sobre mis hombros.
—Asher.
—Qué feo.
—No lo tengo para que te guste.
— ¿Y para qué lo tienes?
—Para que chicas bonitas como tú me lo puedan gemir al oído en vez de decirme "Peluso" —se coloca a mi altura y le miro los labios unos segundos.
—Peluso es un nombre muy gemible —me suelto de su agarre y paso por su lado para salir.
Al aire del exterior me despeja un poco las ideas y hace que me encoja dentro del chaquetón prestado. A los segundos veo como Asher sale después de despedirse de Maryse y me pasa un brazo por los hombros para guiarme, voy frenando mis pasos lentamente conforme nos acercamos al coche.
— ¿Todo bien? —me mira y alzo la cabeza para verlo.
—No me vas a hacer nada, ¿no? —eso parece hacerle dudar porque su expresión se tensa un poco.
—Aún quedan buenos hombres en el mundo. Me considero uno de ellos.
Bajo la vista y me abre la puerta del coche donde un hombrecillo con barba blanca y barriguita grande nos espera.
— ¿Nos va a llevar Papá Noel? —pregunto y la cara que pone es un cuadro. Me acomoda en el asiento y se sube este antes de disculparse con el conductor.
Qué feo. Me esperaba unos renos y un trineo. No una camioneta vieja.
—Aún no me has dicho tu nombre —me recuerda y apoyo la cabeza en su hombro.
—Estoy disfrutando de ser una incógnita en tu vida.
— ¿Ahora eres matemática?
—Sip, despeja la equis y tendrás mi nombre, señor Peluso —lo miro y puedo sentir sus ojos sobre mí. Me estiro un poco y rozo sus labios con los míos. No retrocede.
—"Equis" te voy a llamar como me sigas diciendo así —comenta logrando rozar más nuestros labios. Su mano va a mi cintura y solo aprieta más la tira del cinturón, lo que me obliga a volver a mi sitio —estás borracha.
—Eres muy observador —sonríe y se dedica a mirar por la ventanilla el resto del camino.
****
— ¿Tiene alguna habitación libre?
—Me quedan tres. La dos, la diez y la catorce —responde la mujer y yo me limito a coger uno de los caramelos que tiene en una bandejita. Me lo voy a comer cuando Asher me lo quita de las manos.
—La diez me sirve —responde y mientras ella teclea algo se me acerca —esto tiene pinta de tener la Sarna, no te lo comas.
—Quiero la catorce —refunfuño y ambos me miran. Asher accede y ella sigue tecleando algo antes de pasarle unas llaves a este.
—Gracias —murmura y me acompaña hasta la habitación —es pequeño y feo, pero para una noche de borrachera te vendrá bien —dice y me dejo caer en la cama —bueno, creo que debería...
—Eira.
— ¿Perdón?
—No te he dicho mi nombre. Eira —giro la cabeza y lo veo. Sonríe como un niño pequeño.
—Muy bonito —deja mi móvil en una mesita, cierra las cortinas azul cielo y se dirige a la puerta.
—No me quiero quedar aquí sola.
—Me voy a pedir la habitación diez. Estoy a un par de puertas. Mañana por la mañana vengo a ver si sigues vivas, ¿de acuerdo? —se apoya en el marco de la puerta.
—Dame tu número.
—Ya te lo he anotado en la agenda —sonrío como una tonta y cierro los ojos. Se me caen los párpados del sueño —Eira...
— ¿Hum?
— ¿Querías esta habitación por algo en especial?
—Hoy es catorce.
—Por las horas ya es quince.
—El catorce conocí a alguien especial —murmuro y me acomodo sobre el colchón cayendo en el limbo y en los brazos de Morfeo.
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