Capítulo 24

Memorias

13 de junio de 2021

Llevo toda la tarde enganchada al teléfono. Le escribí a Dereck el mismo día que pasó todo dándole toda la información nueva que conseguí. Una descripción exhaustiva del hombre que vino el otro día a casa y un informe pleno de cómo está la situación. Esto parece que le ha animado un poco porque al menos tiene una pequeña base sobre la que ir buscando datos.

¿Lo malo de eso? No da señales de vida en cuatro días. Le he seguido mandando mensajes, pero no hay respuesta ante eso. Casi ha anochecido y tampoco he vuelto a saber de Lily en ningún momento desde que hablamos la otra tarde. Eso me vuelve a dejar en mala situación y con la idea constante de "no dependas de nadie".

En uno de los interminables paseos por la habitación, la luz se va de golpe y no veo más allá de mi propia nariz. Enciendo la linterna del móvil y el ruido de la puerta me sobresalta de pronto.

—Señorita, rápido —me grita susurrando la chica que ahora sí puedo calificar como mi heroína.

Corro en su dirección viendo que se estaba iluminando con una linterna y que venía con un par de personas más. Quiero intuir que están al tanto y que van a cooperar, así que solo me limito a seguirlos por las escaleras del servicio, que dan a la planta baja.

—Ten, las llaves del coche de Rob —me comenta un chico que he visto alguna vez ocupándose de poner a punto los coches o el barco que tenemos en el muelle —es menos llamativo que el tuyo —tomo las llaves que me da y se escuchan murmullos y pasos apresurados por la casa.

—Deprisa, no tenemos mucho tiempo —apremia la morena mientras los sigo al exterior. Con las luces apagadas no hay visibilidad ni tampoco cámaras de vigilancia, así que debería poder salir sin mucho problema.

—Espera a que vaya a abrir la puerta manualmente, después podrás irte —me dice otra voz pasando por mi lado, no alcanzo a ver quién es, pero me da lo mismo en estos momentos.

—Muchas gracias de nuevo, no sé qué habría hecho sin vuestra ayuda —me subo al coche y miro a la joven desde la ventanilla.

—No es nada, te he dicho que quiero que resuelvas esto. Sola no podías —me muerdo la lengua para no dejar salir mi orgullo y justo vuelven las luces. Mierda.

— ¡Que no salga! —grita alguien desde la puerta de entrada y ahora me toca hacer uso de mi conocimiento sobre conducción temeraria aprendida en mis largas maratones de Fast and Furious.

Acelero de golpe dirigiéndome a la puerta de salida. No está abierta del todo. Joder. Si me freno me cogen y después de esto me puedo despedir hasta de asomarme por la ventana. Miro por el retrovisor, varios sujetos están esperando a que me detenga. Miro al frente y veo a un par de ellos que se colocan delante para que pare. El chico que me iba a abrir la puerta está agazapado en una esquina y me maldigo entre dientes por depender de tantas personas.

Me la suda. De perdidos al río.

Toco la bocina un par de veces. Si es listo y no quiere que me mate que siga tirando de la reja. Acelero más y casi cierro los ojos, dejándolo todo en manos de Dios, Zeus, el cosmos o lo que sea que me ayude en esta ocasión.

Los hombres que estaban delante se echan a los lados al ver que no freno y salgo por el agujero que deja la reja. No lo suficiente para el coche, así que raspo todo el lateral y pierdo un retrovisor, pero estoy en la calle. Piso a fondo y salgo de ahí mientras me tiembla todo el cuerpo.

****

Llamo a la puerta abrazándome a mí misma. No hace frío, pero corre una ligera brisa que me recala un poco.

Silencio.

Toco de nuevo con más insistencia y casi me hago daño en los nudillos de la mano. Me doy por vencida. Si no me ayuda me ocuparé de esto yo misma.

—Oh, estás aquí... —oigo una voz a mis espaldas —llegas justo a tiempo.

Dereck saca una llave abriendo la puerta del despacho y me da acceso a este. Es exactamente igual que como lo recordaba. Oscuro, muy claustrofóbico, oloroso y lleno de papeles.

—Dime que tienes algo, no tengo mucho tiempo.

—Fui buscando cobre y encontré oro —me asegura con una sonrisa llena de emoción. ¿Le entusiasma encontrar trapos sucios de la gente? Le voy a pagar igual, que no se flipe —siéntate —obedezco y veo como acerca una pizarra de estas que salen en las series de policías, la gira y solo veo fotos de gente, hilos de colores uniendo cosas y miles de anotaciones.

— ¿Me explicas que es todo eso? —lo miro un momento antes de desviar los ojos hacia el pizarrón de nuevo.

—Esto es tu vida. Literalmente.

—Creo que no te sigo.

—Me dijiste que buscara información sobre J. Travi. Al principio, por cómo me lo contaste, pensaba que sería lo típico de un amante que aparece con los años y quiere desarmar la familia.

— ¿No es su amante?

—Sí y no.

—O es su amante o no lo es, creo que en eso no hay término medio —cruzo mis brazos aún más perdida.

— ¿Quién es el detective aquí? —cuestiona y ruedo los ojos haciéndole un gesto para que siga —como decía... empecé a buscar todo lo relacionado con este hombre y a hacer búsquedas con la descripción que me diste...

—Ajá.

—Me mencionaste algo de un tal Gerard, tampoco sabías quien era —asiento dándole la razón —no hay nada relacionado con él, por lo que deduzco que no existe o son la misma persona.

— ¿Qué?

—Tengo contactos en la policía, pedí que hicieran una búsqueda facial con los datos que me diste y obtuvieron el nombre de Gerard Werner. No se menciona nada sobre ese tal Travi. Seguí buscando y me centré en tu madre, Mónica Ternate. Hice una investigación sobre su pasado, infancia, relaciones... todo.

— ¿Todo eso en cuatro días?

—Si fuera solo eso... me debes más dinero por la rapidez —comenta y se dirige hacia la pizarra con fotos, empezando a señalar cosas —tu madre nació al norte del país, en un pueblo bastante pequeño y casi alejado de todo, familia de clase media, dos hijas, muchos amigos...

— ¿Dos hijas? Siempre me dijo que era hija única, no mencionó nada de hermanos ni hermanas.

—Pues la tenía.

— ¿Tenía?

—Murió hace años —trato de procesar que tan rápido como he tenido una tía la he perdido.

—Entiendo.

—No, no entiendes. Tienes una red familiar de lo más interesante —frunzo el ceño y ante mi confusión sonríe. Sigue hablando —Tu madre tenía una hermana, Tamara. Lo típico, tenían buena relación, algunas broncas... lo normal en estos casos. Su grupo de amistades estaba compuesto por varios chicos y chicas, entre ellos Gerard.

—Creo que te sigo.

—Me ha costado porque se ocuparon de tapar muy bien la información, pero todo vuelve a salir a la luz —comenta y parece que duda un poco sobre si seguir o no.

— ¿Y? —me desespero ante su silencio.

—Tamara se enamoró de Gerard y empezaron una relación, se casaron bastante jóvenes y por lo visto tuvieron un hijo —suspira —quiero que entiendas que lo que hay a partir de aquí en su mayoría son suposiciones para llegar hasta lo último que te voy a decir —asiento y le aliento a seguir —creo que Mónica se metió de alguna forma en esa relación, Gerard le siguió el juego a espaldas de Tamara y mantuvieron un amorío oculto —me quedo pasmada. ¿Papá sabría todo esto? —con ayuda de mis contactos en la policía he conseguido documentos que prueban que un par de años después se volvió a quedar embarazada, de mellizos... —su tono baja un poco y yo trato de procesar que ahora tengo tíos, tías y primos. Una parte de mí está contenta, aunque la otra solo se pregunta por qué han ocultado esto. Solo es familia, ¿no? A pesar de las infidelidades.

—Sigue, hombre, no me dejes así.

—Esos mellizos nacieron hace dieciocho años —encima tienen mi edad. ¿Mamá se quedó embarazada a la vez que su hermana? ¿Si tenía una relación con el que es mi tío se embarazó de él?

—Por favor, dime que no soy hija de mi tío —le interrumpo con cierta preocupación.

—Esos mellizos nacieron hace dieciocho años —repite —el día veintisiete de diciembre —ese es el día en el que yo... espera.

—Yo nací ese día —le digo con recelo. Se pasa la mano por el cabello y se apoya en su mesa de escritorio mientras me mira.

—Los documentos que encontré confirman eso, que nacieron un niño y una niña, la madre murió esa misma noche —concluye.

Entonces soy hija de la que considero mi tía y mi tío, tengo un hermano mellizo que antes pensaba que era un primo perdido y la que creía que era mi madre, en realidad es mi tía que formó parte del engaño que mi tío-padre le hacía a mi tía-madre. Esto no puede ser posible. Me niego en rotundo.

—Dime que es broma...

—Me pagas, no bromearía con esto.

—Tiene que haber un error, ¿Cómo ha pasado todo esto?

—Esa parte la desconozco. Quizás tras la muerte de Tamara acordaron separarse y como parte de un plan sumamente retorcido cada uno se quedó con un bebé —alza sus hombros.

—Tamara murió esa noche, ¿Cómo? —puedo soportar toda la historia, pero como haya algo turbio en esa parte...

—Supongo que por el parto.

Supone. No es seguro. ¿La mataron? Quizás se enteró de la infidelidad y se la quitaron de en medio pero, ¿para qué? Podría haberla dejado. Aunque por la forma en la que mamá ha reaccionado a todo lo ocurrido desde el día de mi cumpleaños tiene que haber algo lo suficientemente oscuro en su pasado como para que quiera dejarlo todo zanjado.

—Tiene que ser un error... —murmuro. Me está dando el bajón emocional. ¿Cómo es posible todo esto?

—Siento decirte que no... tengo más nombres por si quieres...

—Dime todo lo que tengas.

—Tu padre quizás lo sabe, no descartes su nombre de la lista y el médico que ayudó en el parto es el doctor Sullivan —asiento y me extiende un papel — ¿Qué piensas hacer ahora?

—No lo sé... —no miento. ¿Debo volver a casa y quedarme callada, contarlo todo o irme a donde sea que viven estas personas y presentarme como una hija perdida que vuelve a casa?

—Aún quedan muchas lagunas... quizás puedas resolverlas por tu cuenta.

—No puedo presentarme allí y pedir una explicación.

—No, pero puedes ir y ver qué descubres. Quizás salgas de allí con nueva familia o solo con amistades nuevas. No sabes cómo son y puede que te arrepientas en un futuro si lo dejas pasar —cruza sus brazos y me pasa una caja de pañuelos. ¿Cuándo he empezado a llorar?

—Tengo miedo. Solo quiero una vida normal, la que tenía antes, no esto —sollozo y cojo un pañuelo antes de solo sea un mar de lágrimas, mocos y babas.

—Toma esto como una oportunidad, al fin y al cabo ahora conoces la verdad, ¿no? No merece la pena lamentarse por ello si ya no puedes hacer nada —trata de consolarme y me muerdo la lengua para no mandarlo a la mierda. Me está ayudando, ha descubierto el pasado de mi familia y encima es majo. Joder.

—Yo... —me seco las lágrimas con el pañuelo y lo miro —...ahora no tengo cómo pagarte —imagino que me habrán congelado las cuentas y solo llevo encima lo justo para comprarme dos sándwiches.

—Aún quedan cosas por averiguar, no te preocupes por eso. Seguiré investigando a ver qué saco y cuando todo se aclare sacamos la factura —me guiña el ojo y sonrío ligeramente.

****

Tras otro bajón emocional me encuentro en este coche que huele a ambientador de menta y aceite de motor pensando en qué hacer. Dereck me ha dado la dirección de mi familia y solo tendría que tener como preocupación que me llegue para pagar la gasolina que necesitaré para llegar hasta allí. ¡Son once horas de trayecto!

Nunca he conducido tanto, pero si quiero llegar al fondo de esto no me queda de otra que invertir en café y echarme a la carretera.

Querida familia, voy a por vosotros.

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