Capítulo 23
Reposiciones
27 de diciembre 2020
Es sofocante el calor que hace por estas fechas. Joder, que estamos en pleno invierno y en esta parte del mundo parece que estamos en mitad del verano. Esa es una de las cosas que me gustan de esta zona, siempre hace buen tiempo y eso significa poder estar en la playa, broncearse y salir de fiesta.
Entro por las puertas de madera oscura que dan acceso a mi casa una vez que Elliot me abre, le doy mi bolso para que lo dejara donde sea que siempre dejan mis cosas cuando se las dejo al servicio. Me quito los zapatos unos pasos después para poder caminar cómoda y más fresquita, disfrutando de la pequeña tregua que el suelo de mármol blanco me da al estar bastante más fresco que el propio aire.
— ¡Cariño! —exclama mi madre al verme entrar por la cocina y yo solo le sonrío ligeramente a modo de saludo. Abro el frigorífico y rebusco algo que pueda quitarme esta sensación tan angustiosa que tengo — ¿No tienes nada que decirme? —asomo la cabeza para verla de nuevo y la escaneo brevemente.
— ¿Te has vuelto a poner bótox? —alzo una ceja y por su mueca sé que no he acertado. Tampoco me llega a importar. Vuelvo a lo mío sacando una jarra de limonada para servirme un vaso antes de sentarme en la isla de cocina y quedar frente a ella — ¿Qué? —me pone nerviosa que me mire tanto.
—Es tu cumpleaños, ¡Cumples dieciocho! —vuelve a exclamar y solo me limito a beber de mi vaso como si nada.
—Ya lo sé, pero no sé qué quieres que te diga exactamente. Eres tú la que me tendría que decir a mí, ¿No crees? —sonrío con suficiencia y usando cierta ironía al decirlo.
—Te he felicitado esta mañana, te mandé un mensaje desde la oficina —se excusa. Quizás, a partir de las doce de la noche me empezaron a llegar mensajes y notificaciones por todos lados de gente que me felicitaba, igual se me ha pasado, no lo sé, tampoco les he tomado mucha importancia.
—Ah —saco el teléfono ahora que la principal horda de felicitaciones había cesado. Ha sido una mañana estresante. He quedado con unas amigas, Emma y Hannah, me han puesto la cabeza como un bombo con tanta cháchara sobre si ya lo tenía todo pensado, qué me iban a regalar, dónde lo iba a celebrar.... pffff, pueden ser muy agobiantes cuando quieren, o sea, siempre.
— ¿No estás contenta? —Mi relación con mi madre es compleja. Sé que se esfuerza, pero siempre está fuera trabajando y realmente empecé a notar preocupación por ella hacia mi persona hacía unos tres o cuatro años atrás, antes me usaba casi como complemento para quedar bien delante de sus amigas.
—Es solo un cumpleaños más, cumplo dieciocho, sí, pero tampoco me supone nada —A estas alturas tengo coche propio que no conduzco porque me lleva el chófer, asistentes que me siguen por todos lados, la ropa que quiero solo con chasquear los dedos y entro y salgo cuando quiero porque mis padres no suelen estar por casa para impedirme hacerlo. Realmente me da igual la cifra, como si cumpliera veintitrés.
—Hija, qué ánimos —se cruza de brazos y mantiene una expresión neutral. Según ella, si te enfurruñas te salen arrugas.
—Los que tengo. —me alzo de hombros y bajo del asiento —Voy a salir a la playa en un rato, si necesitas algo a mí no me llames —Giro sobre mis pies para irme de la cocina, pasar por el salón y llegar hasta la escalera de caracol que sube a la planta de arriba. Me cambio para ponerme el bikini y salgo de aquí antes de que me enreden con algo.
Una vez lista, ahorro los detalles de mi habitación porque tendría para extenderme demasiado, bajo las escaleras, llevando un vestido blanco suelto estilo playero y teniendo el pelo recogido en un moño alto, algo deshecho con los mechones del flequillo suelto. Me encanta ese peinado, es más cómodo que lidiar con las ondulaciones de mi pelo.
—Pienso pasar aquí unos días mientras... —me detengo al oír esa voz. Es él. Por fin ha llegado.
Corro hasta el salón y veo a mi padre, un hombre alto, de cabello castaño, algo canoso y de ojos azul grisáceo, que al verme sonríe como el grandullón que es — ¡Papi! —casi grito corriendo a sus brazos para abrazarlo —Pensaba que no vendrías —él trabaja en el extranjero, viene en fechas importantes y en algunas ocasiones para darnos una sorpresa. Hace unos días avisó de que habían surgido problemas y el vuelo se retrasaría unos días.
— ¿Y perderme el cumpleaños de mi princesa? Nunca —responde dejando un beso en mi frente.
Por si no lo habéis notado, soy una niñita de papá y no lo escondo.
— ¿Cuánto te vas a quedar?
—Tres o cuatro días, seguiré trabajando desde aquí, pero podré celebrar tu cumpleaños contigo —me ha subido el ánimo solo con verle. Lo admito, una pequeña parte de mí también estaba de bajón con esto de la celebración porque él no estaba, pero ahora tengo ganas hasta de ponerme a inflar los globos yo misma. Bueno, sin pasarse.
— ¡Genial! Podemos...
—Eira, ¿No tenías que ir a la playa? —interrumpe Mónica, mi madre. ¿Estaba ahí cuando llegué? Ni idea. Le echo pocas cuentas.
—Pero ahora quiero...
—Por mí no hay problema, ve un rato y cuando vuelvas nos ponemos al día —interviene mi padre dándome una palmadita en la espalda. Suspiro y entiendo que por la insistencia quieren que me vaya, posiblemente para hablar de negocios.
—Vale, vengo en un par de horas —accedo y le doy un beso en la mejilla antes de volver sobre mis pasos para salir e irme a mi amada playa.
****
Es el único momento del día en el que me siento bien. Hace unos años descubrí el surf. Salí por el paseo para comprarme algunas cosas y vi a un grupo de chicos practicando. Siempre fue algo que me llamó la atención, pero entre una cosa y otra no había tenido tiempo de probar, hasta una semana después cuando, después de que me barrieran las olas y unos críos de seis o siete años se rieran de mí, me lo empecé a tomar en serio y he acabado ayudando a algunos que empiezan con este deporte.
Si es que en el fondo soy un alma caritativa.
Vuelvo a casa después de asegurarme de que Amanda, no sé exactamente su función, pero es maja, guarde mi tabla y la encere bien. Entro dejando un pequeño rastro de agua que me cae del pelo mojado por el suelo y todo está a oscuras. Genial, ¿De verdad han salido ahora?
—Estupendo... —No me da tiempo de encender la luz de la cocina cuando se hace la luz de golpe y puedo ver a mis padres, mis mejores amigas, algunos chicos y chicas de clase y muchas más personas que ni conozco.
— ¡Sorpresa! —gritan a la vez y casi me muero ahí del susto. Sonrío como una boba al no saber qué responder al margen de un escueto "gracias" Antes de que llegue la horda de abrazos y felicitaciones.
Me espera una larga noche.
****
Pasaron las horas y llegó el momento de los regalos. Mucha ropa de algunas marcas con las que he colaborado en alguna ocasión, joyas, zapatos, un teléfono nuevo... realmente hay de todo y les voy agradeciendo a cada uno de los presentes por sus detalles.
— ¡Aún queda uno! —canturrea Hannah y me pasa una cajita pequeña roja que tiene un lazo negro bastante hortera.
— ¿De quién es? —miro a los presentes y ellos se miran entre ellos esperando que alguien se pronuncie. Nada.
—Guapa, lista, rica y encima con un admirador secreto —suelta un chico al que no recuerdo haber visto y niego con diversión antes de quitar el lazo y posteriormente la tapa de la caja. Una nota cae pegada de esta con las simples palabras de "Me muero por conocerte, Eira" Y dentro de esta había una foto vieja de unos chavales.
¿Qué cojones es esto?
Levanto la vista y principalmente noto confusión. Mónica me arrebata eso de las manos y se gira sonriendo.
—Bueno, que siga la fiesta —la música vuelve a sonar y una sensación de incomodidad se adueña de mí.
2 de marzo de 2021
Papá vuelve a estar en casa. Le ha surgido un negocio en la ciudad y se quedará dos semanas. Al menos es un consuelo porque mi relación con mamá va cada vez a peor. Las discusiones son más frecuentes, a veces sin motivos y se ha vuelto súper controladora conmigo. Ya me ha prohibido ir a la playa más de una quincena de veces, pero me lo he pasado por el arco del triunfo.
¿A los dieciocho me vas a venir a controlar? No, madre, no.
Siendo sincera no entiendo cómo hemos llegado a esto. Podíamos llevarnos regular, pero al menos sabíamos convivir la una con la otra. Ahora me paso los días metida en mi dormitorio, menos cuando me escapo para ir a mis clases o quedar con mis amigas.
— ¿Sabes qué mosca le ha picado?
Me preguntó una vez Hannah cuando me quedé hablando con ella hasta tarde. No supe qué decirle. Todo era muy raro.
9 de abril 2021
¿Cómo se puede ir todo a la mierda en cuestión de unos meses?
Mis padres se van a divorciar. Quizás sea lo mejor porque su relación hace meses que se enfrió, pero eso no sé en qué situación me deja a mí.
Mi padre se pasa la vida trabajando, mi madre está cada vez más insoportable y ha puesto vigilancia por toda la casa. No puedo ni salir al jardín sin ver a unas quince personas rondando por la zona. ¿Qué está pasando?
13 de abril de 2021
Me he visto obligada a tomar medidas tras el ultimátum por parte de Mónica a mi padre, Richard. Si ellos esconden algo que no quieren que sepa no voy a quedarme de brazos cruzados estando en esta maldita jaula de oro.
Durante estos meses he notado que mamá recibe muchas más llamadas telefónicas que de costumbre. Nunca le había importado atenderlas estando yo delante, pero ahora siempre huye a su estudio cerrando la puerta y pidiendo estrictamente que no me dejan acercarme hasta que ella regresara. ¿Qué escondes mamá?
Por si no me conocéis, os voy a poner en sobre aviso. Soy la típica persona que cuando le dices que no yo digo que sí. Si me cierras una puerta me cuelo por tu ventana y, si no tienes, te hago un agujero en la pared y acabo entrando. Esta vez no iba a ser menos, por lo que situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
Hoy está volviendo a suceder. Acaban de llamar a Mónica y lo único que he alcanzado a conocer es la persona que la pone de esa manera. Se había dejado el teléfono sobre la isla de la cocina antes de que yo entrara. J. Travi. ¿Me sonaba su nombre? De nada en absoluto. ¿Estaba dispuesta a llegar hasta el fondo de todo? Y tanto que sí.
Una vez que coge el teléfono tan rápido como si fuera la última chocolatina del mundo y se va a su despacho, me meto en mi habitación a buscar información sobre este hombre.
Las búsquedas relacionadas con él no son concluyentes, aunque tampoco quería descartar nada.
Creo que va siendo el momento de usar armas más pesadas. Sin pedir ni una maldita explicación salgo de casa y me subo en el coche antes de que puedan siquiera preguntar a dónde voy. Soy joven, rica y tengo cierta influencia si nos ponemos a tirar de apellido, un investigador privado no puede negarse a eso, ¿no?
10 de junio de 2021
Casi un mes después sigo estando estancada. Dereck, el detective que he contratado, no reduce la lista de nombres por mucho que le insisto. Se queja de que es demasiado poco y que no puede tirar de donde no hay.
Qué cretino.
Aparco el coche y cierro con la llave observando la camioneta medio en ruinas que hay a un lado. ¿Qué mierda de coche es este?
Sonará bastante arrogante, pero la gente con la que nos relacionamos tiene bastante más clase como para meterse en ese armatoste a menos que les estén apuntando con un arma. Con todo eso sé que, por lo menos, Hannah saltaría por la ventana.
Entro lanzando las llaves a Elliot, que las atrapa al vuelo mientras sigo con la vista puesta en el exterior.
—Señorita Ternate —saluda como tiene por costumbre.
Camino unos pasos y no puedo evitarlo — ¿sabes de quién es ese coche?
—Lo lamento, pero no —se gira para cerrar la puerta. Está mintiendo. Elliot es un hombre de mediana edad que lleva al menos toda mi vida sirviendo a esta casa. Las únicas veces que me ha respondido sin mirarme a la cara ha sido cuando intentaba evitar que le sacara información sobre los regalos que me iban a dar mis padres por Navidad.
—Elliot... no me mientas —sonrío de la forma más educada que puedo y se gira suspirando.
—No quiero meterme en problemas, señorita —eso, empieza a hablar —debería ir a su...
— ¡Vete! —ambos nos callamos ante ese grito. Mónica.
—Señorita... señorita — oigo a mis espaldas, pero yo ya estoy dando zancadas para entrar al despacho de mamá —Eira —me sujeta por el brazo y me impide el paso —suba a su habitación —esta vez sonó como una orden. La primera vez que me ha alzado el tono de voz. Justo frente a la puerta negra de madera que nos separa de mi amada madre y el sujeto que, por lo visto, no quieren que vea.
—Gerard... hazme el favor y no vuelvas —escucho su voz cansada y veo que se gira el pomo de la puerta. Elliot tira de mi brazo para sacarme de ahí y yo no cedo. Me intento mantener en mi sitio forcejeando con este. La puerta se abre. Genial.
—No deberías seguir escondiendo esto —veo salir a un hombre alto, digamos que mayor por las arrugas y las canas en el pelo negro y que lleva cara de poco amigos. Sale antes que mamá y nos ve ahí. Sus labios se curvan en una sonrisa torcida una vez que posa sus ojos en los míos y al salir Mónica se queda pálida.
—Sube a tu habitación, Eira —otra vez me mandan.
—Deja a la niña, yo ya me iba —interviene este sujeto, el tal Gerard —un placer conocerte, Eira. Lo estaba deseando —un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Eso mismo ponía en la nota del regalo anónimo de mi cumpleaños.
Nos deja a los tres en el pasmo y sale de la casa, se sube a su cochambrosa camioneta y se va de aquí.
—Sube a...
— ¿Quién es ese? —la corto usando un tono que dejaba entrever que o me daba lo que quería o aquí había guerra.
—Esto es complejo y no es nadie importante en tu vida —responde pasando por mi lado, tecleando algo en el teléfono, ignorando mis quejas —Elliot, que no salga de aquí en ningún momento. Los vigilantes están avisados, pero necesito que tú le eches un ojo por si acaso.
—Claro, señora —dice dócilmente y yo ya ando al borde del colapso.
— ¡Que me digas que mierdas pasa! —le grito tomando su brazo para detenerla y como respuesta obtengo una bofetada que deja mi mejilla ardiendo. No llega a ser tan doloroso como puede parecer, pero me afecta más que nunca, me había puesto la mano encima. Solo esta vez.
Me observa durante unos segundos antes de retomar su camino y salir de casa dejándome ahí. Con ojos vidriosos y la sensación de que mi vida se va por la borda.
11 de junio 2021
No he salido de mi habitación desde lo ocurrido ayer. Mi madre tampoco ha intentado hablar conmigo o disimular de alguna forma lo ocurrido. No sé exactamente cómo deja eso las cosas. He probado a llamar a papá, pero siempre me dice Clare, su asistente, que está ocupado y que llamaría en cuanto pudiera. Aún sigo esperando. Como único consuelo tengo a Elliot y él no me dice demasiado.
Agradezco que haya intentado levantarme un poco la moral, pero esto se ha salido completamente de lugar. Tengo dieciocho años, ya si quiero me puedo ir de aquí sin que me pongan una sola objeción. Pero claro, eso supone que me corten el grifo y me quede sin sitios a los que ir. Me tienen cogida por los huevos que no tengo.
—Señorita, ¿desea comer algo? —la voz de Lily, una de las chicas internas de la casa, me saca de mis pensamientos deprimentes.
—No, gracias —respondo y me quedo viéndola cuando noto que no sale para dejarme tranquila — ¿quieres algo? —pregunto de forma algo seca. No quiero pagarlo con ella, pero estoy de muy mal humor.
—Yo... —comienza y asoma la cabeza por el pasillo antes de entrar y cerrar a su espalda. Arqueo una ceja ante ese gesto viendo cómo se acerca —solo quería decirle que estoy de acuerdo con usted, señorita. Se rumorean cosas entre los trabajadores, que su madre le oculte cosas de esa manera, no es bueno —tremendo descaro por su parte decirme eso. Está claro que no voy a tenerlo en cuenta porque ya tengo una vía de escape.
Es una chica joven, bonita, de cabello negro corto y ojos grandes y ambarinos. No la voy a culpar por querer hacerse la heroína de la historia al ayudarme con mi plan de fuga, a mí me viene de perlas.
—Oh, Lily —digo cubriendo mi rostro con mis manos sollozando —no sé qué hacer... todo esto es una mierda, mi vida no es mi vida y ya no sé si puedo confiar en mi propia madre...
—Señorita, no llore... —me pone una mano sobre el hombro para sobarlo un poco, puedo notar que está algo tensa. Creo que sabe que está rozando la línea y tampoco quiere excederse.
—Llámame Eira, déjate de formalidades —la miro un momento secando mis lágrimas con las manos. Las clases de teatro que me obligaron a dar durante la escuela al final me han servido para algo —necesito tu ayuda, no puedo con esto yo sola —veo la duda reflejada en sus ojos.
— ¿Yo? ¿Cómo podría ayudarte? —suena algo nerviosa al temblarle la voz.
—Necesito que me ayudes a salir de aquí, por favor —tomo sus manos entre las mías cuando veo que está a punto de levantarse para irse con el rabo entre las patas —Lily, me tiene encerrada en casa, no me da explicaciones y estoy completamente aislada —le recuerdo para pintar la situación como mil veces peor. En realidad tengo un teléfono de repuesto escondido en la funda de la almohada, le quité la tarjeta de memoria con todos los datos al mío y se lo puse a este para seguir teniendo algo con lo que comunicarme.
—Yo... —su vista va a la puerta, pero su endereza se tambalea cuando empiezo a dejar salir las lágrimas de nuevo —de acuerdo, de acuerdo... veré que puedo hacer.
—Muchas gracias, te debo uno inmensa —me acerco para abrazarla. Eso era cierto, si me ayudaba igual le daba un aumento cuando resolviera esto.
—No hay de qué... ahora me tengo que ir —me informa y solo asiento dejando que saliera de aquí.
Tengo asuntos que resolver antes de mi gran fuga del año.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top