Capítulo 21

Tú y yo

Asher

Y aquí estamos de nuevo. Los dos juntos en esta maldita y asquerosa habitación de motel barato. Qué pena que la situación sea tan diferente a la anterior.

La oigo suspirar, lo que me saca del pequeño trance en el que estoy mientras miro sus bonitos ojos castaños. Recuerdo que siempre se molestaba cuando le decía que me parecían preciosos, según ella son de color "mierda de vaca con gastroenteritis". Qué romántica.

—Veo que no estás muy por la labor de contarme las cosas... —añade y realmente no sé qué decirle ante eso. ¿Cómo carajos le cuentas a una persona todas las mierdas que sabes de su pasado, que no es que sea demasiado, sin lastimarla y obviando ciertos detalles?

—Te he dicho que es complicado... —Soy muy consciente de lo repetitivo que estoy siendo con esa frase y me estoy comportando como un capullo egoísta, pero es que no quiero volver a arruinar las cosas, no otra vez. Primero necesito saber qué pasó para evitar cometer los mismos errores.

—Si no quieres darme detalles claros, al menos háblame de... nosotros —tarda unos segundos pensando en esa palabra. "Nosotros". ¿Cómo algo tan simple puede sonar tan bien si lo dice ella?

De eso sí me acuerdo perfectamente. Nada más decir eso me vienen en bucle todos los recuerdos de estos meses atrás. Los chistes malos, las bromas pesadas, los besos, las miradas cómplices... vale, suficiente, se fue sin decir nada y se supone que sigo molesto a pesar de todo.

— ¿Ahora te interesa nuestra relación? Porque si quieres lo podemos continuar por donde lo dejamos... —definitivamente, estoy siendo muy egoísta con esto y no es justo para ella, soy consciente. No sé qué se le pasaría por la cabeza aquel día para hacer lo que hizo, pero en parte sé que se lo debo. Suspiro un momento para ganar algo de tiempo y me pongo de pie pasando por su lado y haciendo una pequeña caminata por la habitación mientras pienso. ¿Por dónde le empiezo a contar? Seis meses de relación pueden dar para tanto y para tan poco a la vez.

—O me puedes hablar de mí... —sugiere cortando mi debate mental, levantándose del suelo para sentarse ella en la cama ocupando el lugar en el que yo estaba metiendo sus manos en mi chaqueta. Joder, si es que encima la he traído a una puta nevera.

—Si tienes frío puedo pedir que...

—Asher... —repite nuevamente mi nombre con cansancio y yo, por mi parte, solo puedo centrarme en la forma en la que lo dice.

Joder, ¿Qué me has hecho? Juro que antes no era tan moñas con todo este tema del amor. Liam ya se ha reído en más de una ocasión de mí por esto, aunque eso era antes de que pasara todo lo que pasó, claramente.

—Está bien, está bien... —accedo y me apoyo en el hueco de pared que hay frente a la cama observándola con cierto detenimiento. Su cabello oscuro, su piel que ahora no está tan bronceada como al principio, sus ojos brillando por la curiosidad y creo que en parte también porque se está mordiendo la lengua para no mandarme a la mierda por retrasar tanto esto—Me gusta verte descubrir cosas sobre ti misma, tiene más encanto por la cara de ilusión que pones con esos pequeños detalles —confieso y logro sacarle una ligera sonrisa, dura poco, pero para mí ya es una victoria. La he pillado algo desprevenida y lo sé cuando noto que intenta ponerse seria de nuevo.

— ¿De dónde soy?

—Eso no quisiste decírmelo, está claro que del pueblo no eres y lo único que me comentaste del tema es que eres de la parte del sur. Hablabas mucho de la playa y de qué te gustaría volver lo antes posible para seguir con tus clases de surf —esto último parece sorprenderla bastante, aunque puedo ver en sus ojos ese brillo de curiosidad que tanto me gusta. Me encantaría poder llevarla a la costa, tirarla al agua y que se enfadara conmigo por ello, que hiciera el intento de enseñarme a surfear mientras yo solo me dedico a comérmela con la mirada... wow, vale, necesito relajarme.

—Si soy del sur... —empieza diciendo como si estuviera haciendo cálculos y yo vuelvo a conectar con la realidad. ¿Qué se mueve en esa cabecita tuya, Equis? —... ¿Te dije para qué vine hasta aquí, a la otra punta del país? —mierda, por ahí no.

—Asuntos familiares complejos —es una verdad a medias —Me dijiste que tenías algunos asuntos que arreglar y que estarías durante un tiempo por aquí.

— ¿Vine sola?

—Nos conocimos hace siete meses, de esos, hemos estado seis saliendo sin contar con el tiempo que llevas ya con nosotros, ¿Te tengo que responder a eso? —baja la vista un momento.

Joder, si es que la cagas hasta cuando respiras, Asher.

—Ya, supongo que tienes razón... —añade y por la forma en la que se queda callada mirándose las manos sé de sobra que una parte de ella se tiene que estar martirizando con esta nueva información.

—No quería decirlo así... perdona —suelto viéndola en parte con pena, me gustaría poder ayudarla, o bueno, al menos entenderla.

—Descuida, tienes razón —responde negando con la cabeza ligeramente jugueteando con sus dedos.

— ¿Te refresca un poco la memoria?

—Qué va... sigo exactamente igual que hace cinco minutos, quizás peor —confirma lo que he pensado y me basta con dos pasos para llegar a la cama y sentarme a su lado.

—La idea de esto es que ambos pudiéramos hablar y quizás, y solo quizás, lograras recordar alguna cosa, no te preocupes, en parte es normal después de todo...

—Es muy difícil que hablemos de algo que desconozco, ¿No te parece?

—No necesariamente tenemos que hablar del antes, quiero saber cómo estás, qué tal estás llevando todo esto... echo de menos hablar contigo —confieso y su expresión se suaviza bastante, no logro descifrar lo que le puede estar pasando por la cabeza, pero algo en su mirada ha cambiado de golpe tras eso.

Me está costando un mundo no acercarme a ella. Me queman los dedos por tocarla y es raro el momento en el que no me quedo mirando sus labios más del tiempo necesario cuando habla. Le quiero dar su espacio, no tiene ni puta idea de quién soy y eso me está matando por dentro.

—El día que me encontrasteis en la nieve... ¿Qué pasó? —tema delicado, querida Eira, tema delicado.

—No lo sé —dejo algo de espacio entre ambos, apoyando mis manos en el colchón por detrás de mí para echarme un poco hacia atrás. No me quita el ojo de encima y ya no me mira con ese punto de ternura que le había notado antes.

— ¿Cómo no vas a saber qué le pasa a tu novia para que se vaya sola por ahí y quede al borde de la muerte? —Ataca y supongo que mi silencio solo hace que sus temores aumenten.

—Escucha...

— ¡Como me vuelvas a decir que es complicado te robo el coche y me voy de aquí ahora mismo! —me grita y no sé si reír o asustarme ante la amenaza.

—Equis, yo...

—Ni Equis ni mierdas, cuéntame lo que sabes o voy a tener que ir a hablar con Gerard para que me cuente cosas —Y una mierda. A ese viejo no te vas a acercar mientras tenga fuerzas para impedirlo. Y si no tengo me ocupo de que Liam vaya de mi parte.

—Ni se te ocurra acercarte a él —la advierto de la forma más suave que puedo, reuniendo algo de paciencia.

— ¿Por qué? ¿Por qué te asusta tanto que esté con él? —Se levanta dejando distancia entre nosotros. Bastante más de la que yo había dejado. Eso no, por favor no, no quiero volver a pasar por esto.

—Gerard tiene una asombrosa habilidad para alterar las cosas de forma que siempre le beneficien —será mi padre por genética, pero en la práctica ha dejado mucho que desear.

—Me la suda.

—Eira, joder... —gruño pasando las manos por el pelo con frustración.

Sí, por si alguien se lo pregunta, las peleas con ella son descomunales y veo que en eso no ha cambiado nada.

Intentemos mantener la calma. Respira, expira y cuenta hasta dos mil, Asher. Lo que menos nos interesa ahora es que desconfíe otra vez. Me voy a hacer una herida en la lengua de tanto morderla para estar calladito.

—Te estoy dando toda la confianza de la que dispongo con la esperanza de que me ayudes y solo me creas más preguntas que no estás dispuesto a responder, ¿Te parece normal? —abro la boca para decir algo, pero la cierro al momento. Vale, en eso no le falta razón, estoy entre la espada y la pared.

—No, soy muy consciente de que no es normal y de que me estoy comportando como un gilipollas con todo esto, pero no estoy dispuesto a volver a perderte sin saber aún el motivo —respondo clavando mis ojos en los suyos. Estoy a centímetros de ella. ¿En qué momento me he levantado? Tiene sus manos puestas sobre mi pecho, igual que anoche en el cobertizo de la leña.

— ¿Cómo que "Me perdiste"? —eso, quizás, no tendría que haberlo dicho.

—Olvídalo —me obligo a mí mismo a separarme de ella antes de que mi cuerpo ceda del todo.

—Me voy —me pasa por el lado rebuscando en los bolsillos a ver si encuentra la llave del coche. La tengo en el bolsillo trasero del pantalón. Je, je.

—No las tienes ahí —le digo y tras una fría mirada asesina se gira caminando hacia la puerta. ¿Lo bueno de que la habitación sea tan pequeña? Solo doy un paso para llegar hasta ella tomándola de la muñeca para detenerla.

— ¡Suéltame! —se revuelve y me señala con el dedo de forma amenazante, la suelto —Te vas a sentar en la puta cama de este puto antro y no te vas a levantar hasta que lo cuentes absolutamente todo con pelos y señales, ¿Te queda claro? —camina en mi dirección provocando que retroceda y acabe sentado en el colchón — ¿Queda claro? —repite lentamente teniendo sus ojos puestos en mí y clavando su dedo en mi pecho. ¿Le he dicho ya lo bonita que se pone cuando se enfada? Creo que no, me lo apunto para otra ocasión. Y cuando se pone mandona...pfff... en fin, necesito calmarme —Asher... —pronuncia y reconecto.

—Cristalino —respondo por mi parte y parece quedar satisfecha, o al menos un poco.

—Empieza.

—Es que no sé bien por dónde...

—Asher —pronuncia lentamente pareciendo que quiere matarme y que se está controlando.

— ¡Joder, que sí! —exclamo y me pongo de pie para ir al armario, pudiendo notar su mirada sobre mí todavía, abro las puertas y le señalo una tabla que hay al fondo del panel de madera que hace que no se vea la pared —Si te enseño pruebas será todo mil veces más sencillo porque no podrás decirme que estoy demente —le doy un golpe seco con el puño para que el tablón se mueva un poco hacia atrás y se descuelgue. Solo espero no arrepentirme de todo esto.

— ¿Qué me vas a...?

—En esta caja fuerte —la interrumpo enseñándole el objeto y esta solo asiente cuando la miro de nuevo —Está todo tu pasado y el motivo por el que realmente estás aquí, según me has dicho —le vuelven a brillar los ojos con ansias. Se le puede notar con solo verla —Prométeme que pase lo que pase, no te irás después de verlo —no pienso poner más pegas, solo quiero una cosa y en su mano está dármela.

—Lo prometo —murmura casi a regañadientes.

—Estupendo —cojo la caja y la saco del escondite antes de dejarla sobre el edredón verde hortera de la cama y dándole una mirada rápida a ella. ¿Es un mal momento para arrepentirse? Yo creo que no —la contraseña...

—0621 —termina por mí y algo en mi interior se remueve, ¿Recuerda eso? —Nos conocimos el 14 de junio de este año.

— ¿Lo recuerdas? —mi cara tiene que ser un cuadro ahora mismo.

—Tengo el recuerdo de estar contigo abriendo este cacharro y de mí diciéndote esos números —es un comienzo, un muy buen comienzo. Me sonríe algo tímida. Me encanta la facilidad que tiene para pasar de tener cara de asesina a verse así de tierna. ¡Bueno! ¡¿Pero qué me pasa hoy con tanto empalagoseo?!

—Adelante —digo cediéndole el objeto con una sensación de hormigueo en el cuerpo. Si con cosas así tiene algunos recuerdos, quizás si abre la caja y ve todo...

Mira por unos segundos el artefacto con algo de duda. Sus ojos se desvían a los míos y me obligo a borrar la sonrisa, seguramente de estúpido, que tengo en la cara — ¿Qué hay?

—No me lo llegaste a decir con exactitud. Solo sé cosas sueltas —confieso.

—Pero sabes la clave...

—Me pediste que no mirase lo que hay dentro hasta que estuvieras lista para contarme la verdad —alzo mis hombros y esto parece dejarla un poco perpleja.

— ¿Nunca la has abierto? —suspiro.

—Sí, una vez... cuando te fuiste —su ceño se frunce en confusión.

—Entonces sabes lo que hay —me mira con recelo.

—No llegué a mirar lo que había. La abrí en un arrebato, pensé en ti y simplemente la dejé de nuevo... solo alcancé a ver que había papeles —permanece callada, viéndome como si fuera lo más raro del mundo —No me crees, ¿Verdad? —reconozco que sí miré lo que había pero no es que entendiera mucho así no lo cuento como si supiera lo que hay dentro de ese trasto porque es la verdad. Me llegan a dar un papel en chino y esos papeles y habría entendido lo mismo, nada.

—A estas alturas ya no sé qué ni a quién creer —baja la vista y teclea los números, siendo el pitido de la caja fuerte lo único que llena la estancia. Eso y mis latidos, se me va a salir el corazón del pecho por la ansiedad. Si no acabo muerto al final de esta historia será un auténtico milagro.

Tras marcar la última cifra, un pitido ligeramente más alto que los anteriores y más largo resuena, seguido del ruido que hace una cerradura al abrirse. Me mira nuevamente y yo solo puedo sonreír sacando los ánimos de no sé dónde para alentarla a seguir. Ella está aquí por algo y aunque no me ha hecho partícipe de forma plena de ello, tengo claro que debo ayudarla en todo lo que pueda y esto lo incluye.

Abre la pequeña puertecita y sus ojos pasan de la agonía a la desilusión, realmente no sé qué esperaba, pero al sacar algunas carpetas con documentos su rostro refleja cierta incomprensión. ¿Esperabas un dedo de alguien o un ser mágico de luz que resolviera mágicamente todo? Pues no, Equis, pues no. Esto no es Disney.

— ¿Todo bien? —pongo mi mano sobre la suya al ver que se queda completamente quieta con los ojos clavados en la carpeta con su nombre, Eira Ternate.

—Esta soy yo —pronuncia y me mira con una sonrisa en los labios. Es una pena que no pueda devolverle el gesto, igualmente finjo sonreír viendo como abre dicha carpeta sobre la cama para ver lo que hay dentro. No voy a negarlo, me pongo a mirar también, ya que estamos quiero saber de qué mierdas va toda historia y si le vienen recuerdos tengo la esperanza de que pueda contarme algo — ¿Te suena algo de todo esto?

—De momento... —comienza y se queda callada pasando el dedo sobre un nombre que hay apuntado con tinta roja en una lista, Mónica Ternate.

— ¿Sabes quién es?

—Mi madre —murmura y aunque su reacción debería ser de alegría al saber eso, solo puedo ver algo que califico como miedo en sus ojos, no llego a entenderlo.

—Equis...

—Sal de aquí —ordena cerrando de golpe todos los papeles y yo solo me quedo como un imbécil en el mismo sitio donde estoy. ¿Cómo debo tomar esto?

—Pero yo... —comienzo a protestar, aunque no me da tiempo.

— ¡Que salgas, joder! —grita y me pongo de pie dando unos pasos hacia la puerta sin dejar de observarla.

No me gusta lo que estoy viendo. Es la misma Eira que vi hace unas semanas. Con la vista perdida, temblorosa, llorosa y, de lo que estoy más seguro aún, una Eira que tiene pinta de estar planeando como matar a alguien en los próximos días.

—Te estoy dando espacio porque no entiendo de qué va esto, pero si puedo ayudarte con ese tema que ya sabes... solo dímelo, por favor —mis palabras parecen tensarla. Asiente y solo se mueve para mirar sobre su hombro, pudiendo verme de esa forma.

—Dame cinco minutos para aclarar toda esta mierda que me envuelve y prometo contarte todo. Te necesito —me da la mirada más sincera que he visto en mucho tiempo.

Corro el riesgo de parecer un puto ñoño con esto, pero eso último, ese "Te necesito" es todo lo que me hace falta para que suelte el aire que parece que llevo aguantando dentro de mí desde el día que desapareció sin dejar rastro. ¿Quieres espacio? Genial, te lo daré, pero no voy a permitir que lo que llevas a cuestas te derribe de nuevo. Esta vez si te pierdes, nos perdemos juntos.

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