Capítulo treinta y tres.

— ¿Qué? —Me había confundido. Sus ojos perdieron brillo, parecía como si hubiese muerto con tan solo algunas palabras. Las palabras que fueron como navajas para él. Por alguna sensación no lo creía, me había dejado llevar por el momento.

—Mañana por la noche. —Hice una cara de interesada, pero ¿cómo iba confiar en alguien que un día no fue él?

Una señora con uniforme se nos acercó.

— ¿Novack? Tienes visitas, levántate maldita. —Abrió la reja de un portazo y me jaló del brazo para ponerme de pie. Me atrapó en su fuerte agarre durante todo el camino. Para mi sorpresa quien me esperaba en una de las mesas era mi madre. Estando cerca me suelta y susurra lo mismo que la vez pasada la gata parada me dijo «No vayas a hacer una estupidez».

—Hija. —Pronuncia con ese tono de cariño y seguridad, del que necesitaba en ese momento.

—Mamá. —Algo en mi se quebró y me le abalancé y la atrapé en mis brazos. — Estar aquí es horrible. —Susurró lo más fuerte que puedo ser, pero no aguantó mucho, al escuchar las mismas palabras que oyes cuando todo está mal: «Todo va a estar bien, sólo espera, pues el arcoíris viene después de la tormenta».

—Te sacaré de aquí, mañana en la noche.

¿Mañana? ¿en la noche?

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