Capítulo treinta y seis.
Empujé la puerta para pasar, sin embargo Richard la detuvo.
—Am... Deberías venir otro día. —Respondió nervioso y débil. Fruncí el ceño, pateé con todas mi fuerzas la puerta, haciendo que se abriera de un golpe. Vi a mi madre y a mi mejor amiga sentadas en el comedor de la casa. Me adentré y abracé a la única persona que más necesitaba, pero ella no me respondió el abrazo. Me alejé y la miré, pidiendo ayuda. A los segundos esos ojos se inundaron de lágrimas.
— ¿Que te pasó Kaley? — Respondió Bella.
—Necesito que confíes en mí. — Mascullé cerca de su oído. —Realmente te necesito. — Se apartó.
Me veía diferente, la manera en que sus ojos se posicionaban en mi era diferente a la cuál debía de ser. La gente comenzaba a decepcionarme.
— Ellos son compañeros del psiquiátrico. Ónix y Axel, el que ya está casi sano. Se van a quedar aquí.
—Kaley...
—No, ésta es mi casa, yo necesito su apoyo, ¡maldición! ¡No todo tendrá que se regido por alguna autoridad, por alguna medicina o lo que sea! ¡Tenemos que ser libres! —Solté elevando mi voz cada vez. — ¡Yo los amaba, pero nunca me pudieron mostrado el camino correcto! Y por eso dudé de ustedes y lo sigo haciendo.
—La casa ya está siendo comprada por un señor.
— ¿Qué?
—Y... No quiere la casa, te quiere a ti.
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