Capítulo once.

11

Desperté, ya que la ventana se abrió de golpe, dejando entrar una hermosa avecilla, la cual tenía una caja atada en su pata.

Para: Kaley
De: ___

Te dije que no ibas a olvidarlo.

Me quedé plasmada ante lo que había visto, en la caja había una extremidad de una persona, la piel era color verde azulado, tenía un olor fuerte a carne podrida.

«Thomas» pensé.

Bajé a toda aprisa las escaleras y abrí de par en par la puerta.

—Por favor... aparece Thomas... —Susurré para mis adentros.

Un joven de alrededor de veinticinco años de edad, cabello azabache, portaba una mochila, al pasar por mi puerta, levantó la tapa del buzón y de su mochila sacó una carta y tres flores.

—No, no, no. —Murmuré cada palabra más fuerte. Corrí hasta aquel joven. — ¿Thomas?, ¿dónde está?

—Murió ayer por la mañana, justo después de entregar su última carta, la de Kaley Novack.

Abrí el buzón bruscamente, extraje la carta, rompí el sobre.

Kaley, Kaley.

Me tardé, sólo esperaba tu despedida con Thomas, lástima que no lo hiciste. Quizá me celé mucho... ¿Debería de disculparme acaso? ¿O no preocuparme porque ya lo hice?
Esta semana he estado a la raíz del descontento. No sé por qué, últimamente no he estado tomando mis medicinas. Tengo miedo... tengo miedo de mí.

Un confuso Tres.
P.D.: Tres flores, una de ellas es la vida, otra la muerte, y la otra es el proceso de éstos dos opuestos. Para que veas que tan cerca están una de la otra.

Ya no sabía si tener miedo, si huir, si llorar, porque si hacía algo iba a resultar lo mismo, obtener una carta de una persona que estaba matando a mi alrededor.

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