Capítulo cinco.

5

   Hola. No sé por qué te escribo en este momento, son las tres y media de la mañana, mi mente está abrumada, no puedo descansar, deseo que estés aquí. Pero a la vez no, no añoro hacerte algún daño.

Con cariño, Tres.

Sujeté la carta con ambas manos y la coloqué en la caja donde las guardaba, no para un recuerdo, las guardaba para la policía.

Alguien tocó la puerta, me fijé por una esquina de la ventana, era mi hermano, abrí la puerta un poco y me fijé detrás de él, rápidamente lo pasé.

— ¿Estás bien? —preguntó deslizando sus dedos pálidos por mi codo descubierto. Mi reacción fue voltear hacia él de una manera rápida, éste dio un paso hacia atrás—. No creo que lo estés. ¿Te parece ir a mi casa por el día de mañana y pasado?

Bufé, me sentía como perro encerrado, teniéndole miedo al exterior desde que esta persona comenzó a mandarme cartas. Asentí, Richard me envolvió en sus brazos y me plantó en beso en la frente.

—Sea quien sea, se va ir.

— ¿Y si no?

—Nosotros nos iremos.

Un ruido se escuchó en el patio.

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