Azul y verde
Celebrando los 5k de seguidores, dejo esta pequeña historia del nacimiento de Cian y Júniper.
Estaba en una reunión con varios comerciantes de Nokon, donde había un conflicto con la producción pesquera de la zona. La discusión estaba acalorada, en la que algunas partes estaban en contra de subir los precios por la escasez de productos y la otra a favor aunque eso perjudicara el cliente final y por ende las ventas.
Fei Long hacía girar el anillo del Cubo con el pulgar, escuchando con atención a ambas partes. En algún punto tenía que tomar una decisión y no estaba del todo convencido con las soluciones que le estaban mostrando. Al parecer, su Ancestra Mia tampoco lo estaba por lo molesta de su expresión.
Un alerta del Cubo le llamó la atención y dejó su anillo quieto mientras se mostraba frente a él una pared espectral. Rumi, el Ancestro de Selba, había ingresado a su Territorio desde la frontera, sin dar un paso más a la espera de que el Dios Azul lo recibiera. Parecía que era un asunto de urgencia.
Las proyecciones no eran su fuerte, pero aún así envió una hasta él. Rumi no se sorprendió al ver la figura traslúcida de Fei Long flotando, con una expresión cansada y saludándolo con una reverencia tan característica de su territorio. El ancestro verde correspondió el saludo y habló sin esperar a que le diera la palabra:
—Selba entró en trabajo de parto. No quería que le avisara, pero me pareció...
La proyección se esfumó sin siquiera dejarlo terminar. Rumi soltó un suspiro y balanceando la cabeza retrocedió hasta volver al territorio Verde. A varios kilómetros de allí, el verdadero Fei Long se levantó de un salto, haciendo que los demás presentes se callaran y lo miraran con atención.
—Lo siento...
Mia se levantó también al verlo consternado.
—¿Ya vienen los abuelitos bebés? —susurró ella con emoción, conteniéndose para no dar saltos de alegría en el medio de una importante reunión.
Fei Long apenas asintió con un único movimiento con la cabeza.
—Te dejo a cargo, Mia —le dijo en voz alta para que los demás también escucharan.
Hizo una profunda reverencia hacia la mesa a modo de disculpa a lo que correspondieron con una inclinación de cabeza y desapareció.
🔷🟢🔷🟢
La Ancestra Lumia estaba sorprendida de la fortaleza con la que estaba soportando el dolor sin usar la magia del Cubo. No sabía si era que quería autocastigarse de una forma que no lograba comprender o simplemente capricho por tener a sus hijos de forma natural. Desde la mañana estaba haciendo muecas de dolor, pero no había querido decir nada hasta la tarde, cuando le pidió que llamara a la partera porque ya estaba dilatando.
Había mandado buscar a Fei Long por Rumi, porque si esperaba por la Diosa Verde, el padre se enteraría cuando ya había dado a luz.
—No era necesario haberlo llamado —dijo Selba mientras se tendía en la cama y se retorcía de un lado a otro. Podía sentir la presencia de Fei a través del Cubo, pasando la frontera y luego trasladado por Rumi al castillo.
—Olvídelo, mi señora —le reprochó Lumia con las cejas fruncidas mientras revisaba que todo estuviera en orden mientras la partera volvía a revisar la dilatación—. Sabe cómo él se pondrá de molesto si no está con usted en este momento tan importante.
Selba asintió con la cabeza, molesta por la verdad que su Ancestra le echaba en cara. Se volvió a retorcer, dolorida y apretando los dientes. Sabía que dolía, no imaginó que tanto, a punto de sentirse tentada a usar la magia. Pero se contuvo, no lo sentía justo.
—¡Selba!
La presencia de Fei Long le hizo sentir segura, mucho más de lo que imaginó. Estiró una mano, buscando su apoyo, y él se la aferró con las suyas.
—¿Por qué no me llamaste antes?
Detrás del Dios Azul, Lamia le hizo un gesto a Selba como si dijera: "¿ves lo que te dije?".
—Pensé que era una falsa alarma. —Si seguía apretando los dientes, seguro iba a quebrárselos.
Fei Long se mantuvo a su lado durante el par de horas que estuvo pujando. Gritó y maldijo en todos los insultos que conocía sin ceder a la magia que daba vueltas a su alrededor, pretendiendo estar preocupada. Incluso pensó que el Cubo, si hablara como el de Dana, quizá le reprochara.
El alivio la inundó cuando el primer bebé lloró, aunque el dolor continuaba entre los pujes para que el segundo saliera. Esperaba que la partera dijera al menos como estaba, pero el silencio que vino la asustó.
Fei Long se movió, dejándola sola mientras se acercaba a recibir el primero de sus hijos, y ella lo miró mientras él se erguía tembloroso. Se veía pálido, mucho más que de costumbre. Verlo tan vulnerable como ella ante la nueva vida de padres que iban a tener por delante hizo que se sintiera agradecida de tenerlo consigo, después de largos años negándose.
—Es una niña —anunció la partera, envolviéndola y a la enfermera que le iba a hacer los primeros chequeos.
—Treinta y uno de mayo, veintitrés y cincuenta seis horas —anunció Lumia mientras apuntaba más datos en la ficha del pequeño.
El dios Azul esperó, inmóvil y con el corazón latiéndole tan fuerte que apenas podía pensar. Al terminar, la mujer le depositó la pequeña en sus brazos y él la sujetó con cuidado y temor. Cuando la miró con detenimiento, el pánico se apoderó de él por unos segundos: la bebé tenía el cabello azul. Soltó un suspiro de resignación y le sonrió, conmovido.
—Fei, ¿qué carajos pasa? —demandó Selba con las manos aferradas a las sábanas.
Entonces jadeó y contuvo un grito mientras sentía que el alivio la inundaba al dar a luz al segundo. Fei Long la miró en silencio, girándose para que ella pudiera ver a la pequeña en sus brazos.
—Debí imaginarlo —suspiró, estirando las manos para recibirla y acercarla a su pecho. Su rostro se suavizó al contemplarla y sus labios tiraron en una sonrisa pequeña.
—Es un niño —declaró la partera mientras envolvía al pequeño que lloraba más fuerte que la hermana.
Lumia volvió a anunciar el día y la hora: ya era primero de junio, tres minutos después de medianoche. Fei long volvió a acercarse para recibirlo tras las revisiones. Esta vez no se sorprendió al ver la mata de cabello verde y rebelde, más largo que el de su hermana, sobre la cabeza del pequeño.
—Supongo que ahí tienes a mi sucesor —dijo Selba, cansada pero sin quitar la sonrisa cansina—. A los cubos les encanta la ironía.
El dios azul no respondió, pero estaba de acuerdo. Se acercó y apoyó su frente sobre la de Selba, y ella ladeó la cabeza ante el gesto cariñoso. Su sonrisa se volvió mayor y sincera.
—Debemos replantear los nombres —dijo él, en cambio, separándose no sin antes darle un casto beso en los labios.
Ella asintió. Tenían muchos en mente, ninguno era digno de dioses.
—Cian como su cabello —dijo la diosa Verde, tanteando el cabello azul claro de la pequeña.
—Júniper —añadió Fei, meciendo al pequeño en sus brazos.
—¿En alusión al arbusto? —se quejó ella, con una fingida molestia. Él hizo una mueca, ya que no se le ocurría nada más.
Ella cedió. Se sentía agotada, así que dejó el resto a cargo de Lumia y se dejó llevar por el sueño.
🔷🟢🔷🟢
El llanto de uno de los bebés la despertó. Aún se sentía terriblemente cansada, pero se obligó a abrir los ojos. La claridad del día se colaba entre las cortinas y había una sirvienta en la habitación cambiándole los pañales a Júniper. Cuando terminó, le consultó a Selba si quería darle ella el biberón, por lo que estiró los brazos a modo afirmativo. Fue entonces cuando se dio cuenta que Fei Long estaba en una esquina de la habitación, hundido en el sofá durmiendo con la cabeza pendiendo hacia un lado y con Cian también dormida sobre su pecho apoyando la mejilla en su otro hombro.
Se quedó mirándolo mientras pensaba y le daba de comer a Júniper. Habían decidido, antes de saber que serían sus sucesores, que iban a compartirse el cuidado de ambos. Un tiempo con ella, otro tiempo con él, y así no desatender sus obligaciones de dioses. Sin embargo, ante la perspectiva de tener que criarlos y entrenarlos a la vez, se vio pensando que iban a tener que separarlos.
Miró a Júniper, y sus orbes verdes se movieron inquietos intentando verla.
—Naciste en una familia sin suerte, pequeño.
Más allá, Fei Long se despertó sobresaltado, sujetando a Cian contra sí con cuidado. Ella dormía profundamente, con la boca entreabierta.
—Podrías haber dejado que las chicas cuidaran de ella —dijo Selba mientras él se levantaba y estiraba un brazo mientras seguía sosteniendo a la bebé con la otra. Bostezó.
—No mientras pueda encargarme yo mismo. —La depositó con cuidado en la cuna que habían colocado para ella junto a la de su hermano. Se masajeó el hombro y la miró—. ¿Cómo te sientes?
Ella dio los hombros.
—Cansada. Y molesta.
Él le hizo un gesto con las cejas. Ella continuó:
—Porque vamos a tener que cambiar todo lo planeado. Cian se tendrá que ir contigo, Júniper se quedará. Nos seguiremos viendo tan poco como siempre y ellos van a crecer separados.
Fei Long tomó aire, sentándose al lado de sus piernas en la cama. Ella dejó el biberón de lado y colocó al pequeño sobre su hombro para que eructara. Estiró la mano libre y tomó la del Dios Azul.
Lo habían estado debatiendo por mucho tiempo. Pretendían dejar a los sucesores al cuidado de sus familias hasta que fueran lo suficientemente grandes para vivir en el castillo y aprender lo necesario para ser dioses, así también podían dedicarse a sus hijos. Que ellos fueran los próximos en la línea de sucesión truncaba todo.
—Estaremos bien —dijo él al fin.
Ella negó con la cabeza y Fei le sujetó el mentón con cariño, mirándola a los ojos.
—Selba, enfrentamos cosas peores. Lidiaremos con esto.
Júniper lloriqueó.
—Cosas peores dices —se burló ella, pero sabía que tenía razón. Al menos en parte.
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