⚔ Capítulo 7🛡
CAPÍTULO 7. PROMETIDA
Lanzo una patada con todas mis fuerzas al muñeco de madera, mucho más sólido que el que usaba para entrenar en Bleakville, y este gira con sus múltiples brazos, golpeando mi espalda y haciéndome rodar por el suelo.
—¿Qué demonios se supone que haces? —grita Dimitri— ¡Levántate y hazlo de nuevo!
Maldigo para mis adentros la hora en que le pedimos ayuda, al mismo tiempo admitiendo que estamos aprendiendo mucho más que al entrenar por nuestra cuenta.
—¡Concéntrate!
El muñeco es un maldito artilugio que puede girar de formas imprevistas. En lugar de dos brazos tiene ocho, ocho pesados brazos de madera que se mueven en direcciones y a velocidades distintas, haciendo que darle un solo golpe, resulte en un contraataque imposible de predecir.
Vuelvo a rodar por el suelo, por cuarta vez. Por más que Dimitri me diga que me concentre, no puedo hacerlo. No puedo dejar de preguntarme qué es lo que está pasando.
Jason regresó hace tres días, pero no hemos vuelto a saber nada de él desde que llegamos al castillo. No puedo preguntarle a mi padre porque se supone que no sé nada sobre su regreso y Dimitri hace como que nada ha pasado.
—Ariana —dice Dimitri agachándose a mi lado mientras me quedo tumbada tratando de recuperar el aliento—, ¿segura que no prefieres ir a bordar a la sala de lectura?
—¡Te voy a matar!
—Me encantaría verte intentarlo, pero en serio, no jugando, como es lo que has estado haciendo toda la mañana.
Me siento humillada ya que en realidad pensé que al menos sabía algo sobre pelear, pero él tiene razón, todo lo que he aprendido es a jugar con una espada.
—¡Margueritte! Ya te dije que esa patada va muy baja... No me importa, quiero que llegues más alto... —Se pone de pie y se dirige a hostigar a Margueritte, permitiéndome un momento para respirar.
Apenas me estoy poniendo de pie cuando un puño pasa a centímetros de mi cara, por instinto grito e interpongo ambos brazos cruzados frente a mí. Dimitri sigue con su ataque y me veo en la obligación de defenderme, lanzo mi rodilla hacia su estómago, pero él me agarra el pie, le da un giro y me hace caer para luego inmovilizarme usando el peso de su propio cuerpo.
—¡Me rindo!
—No podrías si fuera una batalla real.
—Déjame levantarme.
—Te levantarás cuando puedas hacerlo por tu cuenta.
Me retuerzo tratando de levantarme, pero es imposible escapar a su agarre, con una sola de sus manos atrapa las dos mías y sus muslos presionan los míos, no tengo ni un centímetro de margen, no puedo escapar.
—¡Vamos! ¿Es todo lo que puedes hacer?
Su rostro está muy cerca del mío y siento su aliento golpear mi rostro. Huele a vino y menta.
—Dimitri... —lloriqueo—, me haces daño...
Su semblante cambia y afloja su agarre.
—Lo siento, no era mi intención...
Aprovecho su vacilación y golpeo su cara con el codo, lo hago rodar y quedo arriba de él. Soy consciente de que mi peso no es suficiente para inmovilizarlo, así que, saco mi daga y pongo el filo junto a su cuello.
Me mira sorprendido y veo cómo traga fuerte.
—Eso fue un truco muy sucio...
—No hay truco que no cuente en una batalla real.
—Pero no todos tus adversarios estarán hechizados por tus encantos.
Ignoro la insinuación y me levanto. Le doy la mano y la toma para ponerse de pie, reteniéndola a pesar de haberse levantado.
—Me impresionas, no creí que realmente supieras luchar de verdad.
—No soy una muñeca de porcelana.
—Eso es evidente.
Margueritte carraspea, pero Dimitri no me suelta, soy yo quien tira de mi mano para liberarla de la suya.
—Divia nos está esperando y no le gusta que lleguemos tarde —dice mostrando su molestia y se adelanta.
—Será mejor que vayamos a prepararnos —digo forzando una sonrisa y sigo a Margueritte para continuar con la tortura a la que nos somete Divia día con día.
Estoy harta de las clases de protocolo. Hemos pasado horas y horas haciendo ensayos sobre las cosas más absurdas, como de qué lado de la copa debo beber, con cuál mano saludar, cómo pedirle permiso a mi esposo para hablar, ¡permiso para hablar! Y yo creía que había vivido con restricciones toda mi vida.
La lección de hoy se trata de la comida y me siento asqueada, mareada y aterrada. De niña me fastidiaba tener que aprenderme la correcta etiqueta en la mesa, me enseñaron que era lo que distinguía a la realeza de la plebe. Ahora me veo en la obligación de olvidarlo todo y aprender a prescindir de los instrumentos que se comenzaron a usar en mi reino hace siglos, recordar con cuál mano debe tomarse cada alimento, inclinar la copa del lado donde sale el sol antes de beber y el orden en que se toman los alimentos ya que al sentarse a la mesa ya todo se encuentra ahí. Aunque lo más perturbador fue la introducción de Divia a la lección de hoy:
—El acto de comer es tan sagrado como hacer el amor. —Angèle y Dimitri prorrumpieron en carcajadas, Margueritte las disimuló y Hildegard, al igual que yo, se limitó a ignorar tal declaración.
Después de tres largas y tortuosas horas de estar sufriendo la sonrisa condesciende de Jabín y las burlas de Dimitri, que se ríe de mi renuencia a tomar la comida con las manos, por fin terminamos.
Cuando salimos del salón decido que es hora de averiguar qué es lo que está pasando para que el regreso de Jason se mantenga en secreto y especialmente porqué hay rumores de que fue asesinado antes de dejar la frontera con Lyon. Fue un reto monumental convencer a Anbiorg de que eran falsos sin revelar lo que yo sabía. Afortunadamente Dimitri se encargó de tranquilizar a Angèle.
Llegamos a mi habitación y después de algunos momentos, despacho a Hilda con cualquier pretexto.
—Margueritte, quiero usar uno de tus vestidos.
—¿Qué piensas hacer?
—Quiero averiguar de una vez por todas qué diablos está pasando.
—¡Ya era hora!
Será fácil escabullirme al pabellón de invitados, como se supone que las habitaciones están vacías no hay seguridad, así que bastará con fingir que soy una doncella que va a revisar alguna de las habitaciones y listo.
Apenas comenzamos a evaluar los vestidos cuando unos golpes en mi puerta nos interrumpen. Nos miramos sorprendidas y Margueritte va a ver quién es. Regresa en unos segundos con cara de pocos amigos.
—Dimitri quiere hablar contigo... en-pri-va-do.
—¿Qué? ¿Ahora?
Se encoge de hombros y se va al fondo del dormitorio a ocuparse de no sé qué cosas. Salgo a mi antesala y veo a Dimitri de pie, aún junto a la puerta. Trato de ocultar mi irritación ante la interrupción y le sonrío educadamente.
—Vaya, ¿vienes a seguirme reprendiendo por fallar ese ataque?
Muestra su perfecta y ensayada sonrisa y niega con un dedo.
—No, hoy vine con fines sociales.
—¿Sociales?
—Quiero invitarte a un paseo.
Retengo con fuerza las ganas de resoplar y compongo mi mejor cara de decepción.
—Oh, cuánto lo siento, pero no es buen momento. Sin embargo, me encantará acompañarte en otra ocasión.
Le muestro la puerta, pero él no se mueve de su lugar.
—Lo siento, pero no es algo que pueda posponer.
—Dimitri...
—Es de tu interés —dice con una mirada misteriosa.
Quiero insistir en que se vaya, pero los principios de cortesía que me han inculcado me lo impiden, además, llevamos tantos años intentando afirmar una alianza con Burgundia, que despreciar una invitación de su futuro rey no parece buena idea.
—Será un placer, entonces —Sigo mostrándole la puerta—. ¿Me permites unos minutos para prepararme?
—Por supuesto, te espero abajo.
Se va sonriendo de oreja a oreja y yo me trago las ganas de decirle que bien puede irse él solo de paseo al maldito infierno.
—Prepara mi traje de montar.
—¿Qué? Pero ibas a ir a ver a Jason, ¿no?
—Tengo que quitarme a Dimitri de encima. Iré a su dichoso paseo y luego seguiremos con el plan.
A regañadientes prepara mi traje y me ayuda a vestirme. Bajo a las caballerizas y me encuentro con que Estrella ya está ensillada. Salimos bajo la tenue luz que día con día se vuelve un poco más intensa, hasta el hermoso primer día de primavera en que el sol atravesará el horizonte y nos regalará su luz.
—¿A dónde vamos?
—Hay un lugar que te quiero mostrar.
—¿Tú quieres mostrarme a mí un lugar de mi propio reino?
—Ya verás.
Salimos de la muralla interior y cruzamos un puente sobre el río. Nos acercamos a las villas y veo a los siervos comenzando a preparar los campos para la primera siembra. Algunos me reconocen y saludan con la mano a los cual respondo de igual forma. Los ánimos mejoran mucho al final del verano, la gente se ve feliz y eso me alegra. Al final, nos detenemos en una casa al lado de un campo de cultivo que no es tan grande como las tierras de los demás nobles, pero se ve que tiene potencial para una buena cosecha.
No recuerdo esta casa, no diría que es una mansión, pero es un poco grande y tiene señales de haber sido reparada recientemente.
—¿Qué te parece? —pregunta deteniéndose en la verja que rodea el frente.
—¿Qué me parece de qué?
—Bueno, quiero comprar esta propiedad y quiero saber qué opinas.
Llevo mi mirada hacia la casa, luego a Dimitri y por último a la casa de nuevo.
—No entiendo.
—Entonces, habrá que entrar para que entiendas.
Desmontamos y atravesamos el portoncito de la verja llevando de la riendo a los corceles. En un momento una dama hace su aparición por la puerta. Lleva los habituales atuendos de los nobles, pero me resulta vagamente familiar.
—Saludos, lady Diana —dice, haciendo una reverencia y es en ese momento que reconozco su voz.
—¿Señora Learning?
Me sonríe y me quedo con la boca abierta contemplando a la hermosa dama frente a mí y tratando de encontrar a la aldeana de buen corazón que da techo a niños huérfanos.
—Es Lady Learning, ahora —dice Dimitri a mi lado.
—¿Cómo?
—Lady Adeleine Learning ha recibido el título de "Amiga de la Corona de Burgundia", eso le otorga el derecho de posesión de propiedades y la protección de nuestro reino.
Me llevo ambas manos a la boca para no gritar de alegría y me voy sobre ella para abrazarla.
—¡Eso es maravilloso! ¡Felicidades Lady Learning! Es la mejor noticia que he recibido.
Ella está tan emocionada que le cuesta hablar.
—Alteza... le debemos tanto...
—Apenas fueron migajas, esto es completamente distinto.
—No le restes mérito a tu labor, Ariana. No dudaría en afirmar que muchos de ellos ya no estarían en este mundo si no fuera por ti. Todo esto no es más que una extensión de lo que tú comenzaste.
No lo comencé yo. Fue la labor de mi madre y ahora ha salido de las sombras para convertirse en algo real. Si tan solo ella y mi querida Nana estuvieran aquí para verlo. Su ausencia es mas notoria en momentos en que hay algo que compartir, así sea bueno o malo. ¡Las extraño tanto!
Entramos a la casa y me encuentro muchos más niñas y niños que cuando estaban en la pequeña granja. No hacen tanto alboroto, pero llevan ropa limpia y se ven muy felices. Hay una habitación para las chicas y otra para los chicos. La señora Learning tiene su propia habitación y todo luce sencillo, pero acogedor.
Un alegre fuego arde en una gran chimenea. Ya no habrá frío en invierno, tendrán una abundante cosecha en verano y con la ayuda de las demás damas que logramos convencer, tienen asegurado un mejor futuro.
Los niños más pequeños corren por todas partes y los mayores tratan de imitar las maneras refinadas del príncipe de Burgundia, por supuesto, guardando una respetuosa distancia.
Recuerdo su alegría en la última visita que les hice y no puedo evitar tantos sentimientos encontrados, de alegría al tener la seguridad de que van a estar bien y de tristeza, ya que esta es la última vez que los veré.
Después de un par de horas nos retiramos y echo una última mirada, me ha dado mucha paz haber disfrutado este momento a su lado.
Volvemos cabalgando despacio y disfrutando del pequeño paseo.
—¿A qué se debe este gesto? —pregunto cuando llegamos a las caballerizas, después de dejar a los corceles en su lugar.
—Hace tiempo que nuestros reinos intentan establecer una alianza más firme, pensé que podría iniciar con algo pequeño. Supe por algunos nobles lo que intentabas hacer y creí que era la oportunidad perfecta.
Caminamos por los senderos cercanos. El verde comienza a asomarse tímidamente entre la vegetación y hasta fantaseo con ver alguna pequeña flor.
—No es nada pequeño, es la vida de todos esos niños que podrán haber muerto de hambre o de frío.
—Está bien, acepto que hay algo detrás si es lo que estás pensando.
—¿Algo detrás? ¿Quieres pedirme algo?
—En realidad, sí.
—¿Y es?
—Tu mano.
Me detengo y lo miro esperando el momento en que se ría, pero no lo hace. Me mira seriamente y yo intento pensar cómo convertir esto en una broma, sin conseguirlo.
—Ven —dice mientras toma mi mano y vamos al claro donde entrenamos detrás de las caballerizas. Una vez ahí se pone muy serio. Me toma ambas manos entre las suyas.
—Ariana, quiero que consideres una verdadera alianza entre nuestros reinos.
—No te entiendo Dimitri, ha sido Burgundia la que por años no ha querido afirmar nada concreto.
—Tienes razón. Los motivos de mi padre están de más ahora, pero yo soy el futuro rey y pienso que necesitamos a Trondheim de nuestro lado incondicionalmente. Debido a la renuencia de mi padre, la única forma es que aceptes casarte conmigo.
—¿Qué? —digo más alto de lo que pretendí, en realidad fue casi un grito. Retiro las manos bruscamente y doy dos pasos lejos de él.
—No reacciones así...
—¿Cómo quieres que reaccione? ¡Me voy a casar con Breoghan! ¡Ya aceptamos esa alianza y no puedo dar marcha atrás ahora!
No entiendo qué es lo que pretende, pero es una locura.
—Sí puedes, tu padre ya rompió la alianza una vez, puedes hacerlo de nuevo.
—¿Comprar mi mano es lo que querías ayudando a los huérfanos?
—¡Por supuesto que no! No me creas tan vil, solo quería demostrarte que me preocupan tus problemas y que puedo ser un apoyo para ti.
Respiro hondo, solo quiero parar de discutir sobre esta locura.
—Dimitri, escucha —digo tratando de hablar con calma—. Tengo razones muy poderosas para llevar a cabo este matrimonio, muchas vidas dependen de mi alianza con Laurassia y no voy a subestimarla de nuevo.
—¿De nuevo? ¿Qué quieres decir?
—Nada. Olvídalo. He dicho que no y es todo.
Emprendo el regreso hacia el castillo sin poder creer que en realidad me esté proponiendo matrimonio.
—Ariana, espera.
—No, Dimitri, dije que no.
—Solo escucha una cosa.
Me detengo y lo miro mostrando mi impaciencia.
—Solo una.
—Está bien, escucha, si por alguna razón, tu matrimonio no se lleva a cabo...
—¡Dimitri!
—Escucha... Si no pasa, prométeme que considerarás mi oferta. Tú y yo, haciendo frente común contra Laurassia, mi ejército desde el sur y tú desde el norte, podríamos derrotarlo. Tú serías la reina desde las fronteras de Burgundia hasta Laurassia, no habría nada que no se escapara a tus dominios, mis ejércitos estarían bajo tu mando y yo estaría a tus pies por siempre...
"A sus pies, mi lady".
—¡Basta!
Da un pequeño salto ante mi alterado grito. Le hago frente con la rabia palpitando en mis sienes.
—Ariana... —musita sorprendido ante mi reacción.
—No puedo creer que justo ahora estés proponiendo esto —Las lágrimas comienzan a derramarse por mis mejillas—. ¡Tú pudiste haberlo evitado! Si lo hubieras hecho hace dos años, si lo hubieras hecho hace tan solo un año, una alianza con una nación tan fuerte como la tuya nos hubiera dado más cartas sobre las que jugar contra Breoghan. El apoyo de tu reino era lo único que necesitábamos para derrotar a Laurassia, pero Burgundia nos dio la espalda e ignoró nuestras propuestas durante años y ahora, que la alianza ya es un hecho, ahora vienes y me pides esto.
—Por favor, entiende que no podía ir contra mi padre.
—¿Por qué no? Yo acepté la alianza con Laurassia en contra de los deseos de mi padre porque en ese momento no tenía más opciones y era la única manera de detener la guerra. ¿Tú crees que soy feliz?
—Ariana...
—¡No, Dimitri! No soy feliz con esa decisión, pero justo ahora se siente como lo único correcto que hacer y por eso lo haré, ¡así tenga que hacerlo en contra del mundo entero!
Baja la cabeza ante mi arrebato, avergonzado. No sé por qué me dejé llevar y mis emociones se descontrolaron por completo. ¡No soy feliz con esto! ¡Nadie es feliz! Pero ¿qué otra cosa puedo hacer?
—Lo siento profundamente, quisiera que las cosas hubieran sido distintas.
Me llevo las manos al vientre vacío de todos los sueños que murieron en medio de las traiciones y las mentiras y después de tanto tiempo tratando de dominar el dolor que nunca termina de irse, las lágrimas siguen rodando por mis mejillas sin que intente siquiera detenerlas.
Pienso en esa pequeña tumba y se me revuelve por dentro toda la impotencia que viví. Mis mejillas arden, mis ojos están nublados y todo mi cuerpo tiembla de rabia.
—¿Lo sientes? —pregunto sin evitar que mi voz suene ronca—. Tú tuviste todo el tiempo el poder para salvarme de... tantas cosas... Pero decidiste apartarte. Fue tu elección y la respeto. Ahora, respeta la mía.
Emprendo la marcha de nuevo.
—Ariana —Me detengo, pero no lo miro, sigo de espaldas a él—, te juro que, si la vida me da otra oportunidad, no te volveré a fallar.
Ignoro sus palabras y me voy tratando de rearmar los despojos de mi ser que no sé a dónde fueron a parar.
Si alguna vez fui un vitral lleno de luz y color, ahora mismo, no soy más que un montón de vidrios rotos, vidrios sucios y afilados que de alguna manera volverán a ser parte de algo, aunque sea de un monstruo de oscuridad con sed de sangre.
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