⚔ Capítulo 26 🛡
CAPÍTULO 26. CAMINOS Y DECISIONES
La oscuridad se va convirtiendo, poco a poco, en confusos destellos de luz. Aunque Pelkha insista en que tengo que tener paciencia, que pronto la ceguera se irá, es desesperante tener limitaciones, especialmente cuando quiero ver los ojos de Ariana y leer en ellos lo que su voz no me dice.
Sé que muchas veces fue a verme por las noches, cuando pensaba que no me daba cuenta. Pero, la cadencia única de sus pasos, su respiración, vacilante y temerosa, la delataban. Nunca decía nada, solo permanecía a mi lado por largos y silenciosos minutos y se iba, llevándose todas las esperanzas de que algo de lo que teníamos antes aún exista.
—¿Qué ves?
—Una luz.
—¿Y ahora? —Retengo un resoplido, ya sé que Pelkha puso una vela delante de mí y luego la cubrió. Pero no quiero ofenderlo porque es lo más cercano que tenemos a un sanador.
—Oscuridad.
—¿Ves? Ya distingues la luz. Eso quiere decir que pronto vas a recuperar la visión.
Hela te escuche.
—¿Y mis manos?
—En cuanto a eso... —Su tono apesadumbrado no presagia buenas noticias—. Las quemaduras son severas.
No me digas. ¿Se podría deber al fierro al rojo vivo que usaron para casi atravesarlas?
"La punta de la fina daga se hunde en la palma de mi mano, despacio, muy despacio y la piel chirría al contacto. El dolor es intenso, borrando el anterior o sumándose a él, no sé, a estas alturas ya no distingo nada. No sé qué es más insoportable: el dolor, la impotencia, el odio... O su presencia regodeándose de su posición de poder.
—Ella es más fuerte de lo que pensaba, ¿sabes? —pronuncia insinuante con su voz de víbora.
¡Maldito malnacido!
—En medio de todo, ahora conozco su debilidad.
—Ella... te matará... —Me mantuve en silencio por horas, no quiero darle más razones para seguir su perorata, pero que hable de ella como si la conociera me enferma.
—Si. Lo veo en sus ojos y hasta cuando nos besamos, sus suaves labios destilaban el veneno de su odio hacia mí. Su piel arde de un deseo asesino que cualquiera pudiera confundir con pasión. Pero no me matará si piensa que puede salvarte. ¿Hasta dónde crees que pueda obligarla a ir a cambio de tu vida?".
Aparto el recuerdo porque ya de nada vale recrearse en todo lo que vivimos esa noche. Creí que ella solo esperaba que estuviera mejor para hablar de ello, pero cada día está más evasiva. Puedo pensar en miles de teorías, cada una más terrorífica que la anterior, pero saber que ella se ve sana, que entrena con sus amigas y se ocupa de todo con aparente calma, me hace pensar que no está tan lastimada como en Bleakville y eso al menos es un consuelo.
Pelkha se va dejándome en la carreta. Casi no bajo a menos que levantemos las tiendas, no quiero que sanar me lleve más tiempo del necesario y, aunque no quiera admitirlo, para eso es necesario descansar. Uno pasos suenan cerca, pasos enérgicos y hasta alegres.
—Levantaremos las tiendas aquí, ¿quieres ir a dar un paseo?
—Sueles tener buenas ideas —respondo a mi prima y me ayuda a bajar.
—Entonces... Ariana es Rionnag.
La voz de Angèle suena entre divertida y dolida. En Rouen insistió mucho para que le dijera quién era la chica misteriosa que se robó mi corazón y la razón por la cual estaba tan desesperado por recuperarme y volver a Gaoth.
—No era algo que pudiera revelar tan a la ligera.
—¿A la ligera? —Golpea mi hombro provocando que me desequilibre un poco, ella se da cuenta y de inmediato se arrepiente—. ¡Lo siento!
No ver resulta ser un problema para dar un paseo, por pequeño que sea, y no es como que mis reacciones hayan vuelto a ser las mismas, es bastante molesto haber perdido de pronto todo lo que gané durante tantos años de entrenamientos y tener que encontrar formas diferentes de hacer las cosas más cotidianas.
—No puedo creer que no me lo hayas dicho, ni siquiera cuando volviste a Gaoth. ¿Tan poco confiable crees que soy?
—Vamos, es muy tarde para los celos, ¿no crees?
—Deja de intentar relajar las cosas con bromas, te conozco y sé lo que haces: ocultar lo que sientes pareciendo despreocupado, pero sabes de sobra que eso no funciona conmigo.
Nos detenemos y puedo percibir el aire húmedo y tibio. Fui tocando los troncos de los árboles, delgados y con numerosas lianas. La hierba es alta, lo que hace que el dichoso paseo resulte más molesto que relajante. Ráfagas de imágenes interrumpen mis pensamientos, lo que provoca que a veces pierda el hilo de las conversaciones.
—¡Jason! ¡Te estoy hablando!
Hago un esfuerzo y recuerdo lo que decía... Está molesta porque nunca le confesé la verdadera identidad de Ri... No quiero dar más vueltas sobre ese asunto, estoy muy cansado como para seguir discutiendo.
Otra ráfaga de imágenes se hace presente, pero esta es distinta. Es tan vívida que me veo obligado a hacer un verdadero esfuerzo para recordar que fueron alucinaciones producto de la datura. Pese a todo, no deja de ser agobiante ver una y otra vez el cuerpo de Ariana destrozado a manos de Breoghan.
—Creo que está de vuelta...
La voz de Pelkha se oye lejana. Puedo sentir la paja de la carreta. De alguna manera llegué de nuevo a lo que ahora es casi como mi hogar.
—¿Qué pasó?
—Perdiste el conocimiento, pero estaban cerca, todo está bien.
—Me alivia saber que esto es estar bien.
Angèle resopla. ¿Qué quieres que haga? ¿Preferirías que me lamentara por cada cosa mala que nos pasa?
Como era de esperarse me obligaron a permanecer dentro de la carreta y aunque me fastidia tengo que aceptarlo porque tampoco es una opción ser un estorbo para ellos tratando de demostrar que estoy bien cuando todos saben que no es así. Me repito que debo tener paciencia, al menos, hasta que pueda ser de utilidad de nuevo, aunque Pelkha no me de muchas esperanzas sobre ello.
Unos suaves pasos llaman mi atención. Son tímidos y vacilantes. Me quedo lo más quieto que puedo y siento cuando ella sube a la carreta tratando de no hacer ruido.
Como siempre, se queda en completo silencio. Pero ya no puedo más con esto, así que le hablo antes que se vaya.
—¿No piensas decirme nada?
Ahoga un grito y retrocede con tanta brusquedad que escucho su caída sobre la madera de la carreta.
—¡Estas despierto! —reprocha con una mezcla de molestia y pánico en su voz.
—Yo jamás dije lo contrario. Espera... —Logro tomar su mano, pero la libera con tanta brusquedad que desata los vendajes de Pelkha, lastimando mis quemaduras.
Normalmente contengo las muestras de dolor, pero este revive las imágenes que vuelven con más fuerza invadiendo la realidad y tomando su lugar. Ariana siendo torturada, herida, golpeada, muerta en mis brazos sin que pudiera protegerla...
—Estoy aquí... estoy bien...
Su voz me hace regresar y me dejo caer exhausto, sin ganas de seguir luchando contra esto.
—Vamos a estar bien —asegura sin una pizca de convicción.
—Siempre decimos eso...
—Aunque no sea cierto... Lo sé. Al menos, vamos a intentarlo, ¿no? Eso hacemos, tratar de estar bien, aunque no lo estemos.
—Si... Eso hacemos, pero ahora no lo sé...
—¿Por qué no lo sabes?
—Porque tengo miedo.
Levanto la mano hacia ella, pero nuevamente se va, dejándome con mil preguntas sin respuestas, llevándose las esperanzas y dejando un vacío tan grande que quema.
Tengo que aceptar de una vez por todas que las cosas entre nosotros ya no tienen arreglo, lo que una vez tuvimos quedó en el pasado y es hora de seguir adelante, sin ella.
Pelkha viene a arreglar el vendaje de mi mano y al día siguiente reanudamos el largo viaje de vuelta a casa.
***
Lo primero que distingo es el rostro de Angèle. Es la primera vez que Pelkha retira las vendas de mis ojos durante el día. Lo ha hecho un par de veces, pero siempre de noche para acostumbrarme poco a poco a la luz.
Hoy, por primera vez después de casi un mes, al fin puedo ver nuevamente. Tengo la fe puesta en que salir de la oscuridad vaya disminuyendo las pesadillas que no se van incluso cuando estoy despierto.
Nadie dice nada mientras recorro los rostros que muestran una gran expectación. Me detengo al ver a un muchacho que no conozco y deduzco su identidad.
—Tú debes ser Pelkha.
Angèle se lanza a mis brazos gozosa. Hildegard y Dimitri solo sonríen y Margueritte trata de no mostrar su felicidad.
—Aún debemos esperar un poco más para que salgas al exterior, pero al menos dentro de las tiendas, podrás irte acostumbrando a la luz.
—¡Ya era hora! Nos hace falta un par de manos extras —dice Dimitri palmeando mi hombro con cuidado antes de salir, seguido de Hildegard quien solo asiente en señal de apoyo.
—Me alegro —dice Margueritte, aunque se muestra un poco incómoda. Quizá piensa que preguntaré sobre Ariana, pero a estas alturas, ya era de esperarse que no estuviera aquí. Si no me visitaba cuando no podía verla, mucho menos lo hará ahora.
—Debes tener hambre, iré por algo de comer —dice Angèle saliendo muy contenta antes de que pueda responderle.
—¿Qué le pasa a Ariana? —suelto sin poder contenerme más tiempo.
—Me gustaría saberlo —responde Margueritte con amargura en la voz.
—No te creo, ella debió de contarte algo.
—Ella ya no habla conmigo. Sé que algo anda mal, está nerviosa, no duerme, apenas come y solo piensa en entrenar a todas horas. Pero si le pregunto me evita o se enoja. Sea lo que sea, no me lo dirá.
Durante días pienso en las palabras de Margueritte. Trato de no conjeturar, pero es imposible no hacerlo y luego de un tiempo, a la espera de tener más movilidad y que ella se confíe, al fin decido tratar de obtener respuestas una vez más.
Al atardecer salgo de mi tienda en su busca y al cabo de unos minutos la encuentro, sentada al borde de un claro, observando las primeras estrellas que aparecen en el firmamento. Sin embargo, no puedo acercarme para hacerle las preguntas que deseo porque no está sola.
Se ve compungida, trata de contener el llanto mientras Dimitri le habla. Al final, se deja vencer y se lanza a su pecho dejando salir las lágrimas que estaba reteniendo.
Doy media vuelta y regreso a las tres tienditas que llamamos campamento. Alrededor de la fogata, Madelein y Angèle están enfrascadas en una de sus largas conversaciones.
—Le contaba a Madelein que tú y yo vivimos en Rouen un tiempo. Me encantaría volver allá, extraño los viñedos, el calor y las fiestas.
—Tal vez nos instalemos ahí después de la boda, ¿te gustaría?
Después del escape del castillo no volvimos a mencionar nuestro compromiso. Pienso que fui muy injusto con ella porque no se merece que la muevan como una moneda de cambio, Angèle se merece la seguridad de ese compromiso y como es evidente Ariana ya tiene sus propios planes, no veo porqué no darle a mi prima la promesa del futuro que siempre soñó.
—¡Eso sería maravilloso! ¿Madelein, te gustaría venir con nosotros?
—Por mí, encantada.
Siguen conversando sobre su tierra natal con entusiasmo redoblado, mientras tanto, veo las sombras de mis pesadillas acechar desde la oscuridad. He aceptado que tendré que aprender a convivir con ellas, que nunca se irán y posiblemente me seguirán todos los días de mi vida. No tiene sentido darle cabida al desánimo, eso no me ayuda en nada, aunque sea un monstruo que amenaza día con día. Tampoco tiene sentido cuestionar o molestarme por las decisiones de Ariana, aunque por dentro sienta el alma desplomarse en mil pedazos.
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