⚔ Capítulo 19 🛡
CAPÍTULO 19. LOS INSONDABLES CAMINOS DE LA PAZ
Cuando Jason y yo salimos de los pabellones abandonados hacia la luz típica del palacio, Dimitri nos estaba esperando.
—¡Te dije que esta no era la manera! —reclama Jason al príncipe, quien solamente se encoge de hombros.
—No es lo mismo ver algo a que te lo cuenten.
—¿Estabas enterado de esto? ¿Qué tanto han estado haciendo ustedes dos?
Ambos guardan silencio. ¡No puedo creerlo! Me podía esperar cualquier tipo de conspiración de Dimitri, pero Jason me prometió que respetaría mi decisión y sin embargo se alía con uno de mis pretendientes para impedir mi boda.
—Solo puedes tomar una decisión si conoces toda la verdad, Breoghan te oculta muchas cosas y no voy a permitir que te manipule.
—Estás conspirando contra el rey de Laurassia, esto podría costarte la cabeza. —Soy muy consciente de mi tono de pánico. Solo de pensar en que Jason caiga en las crueles y vengativas manos de Breoghan hace que sienta el aire pesado en el pecho.
—Gracias por la preocupación —dice Dimitri con sarcasmo—, pero cuento con aliados dentro de este palacio y saben más de lo que crees.
Da media vuelta y se va.
—La decisión siempre será tuya —sentencia Jason y también se va, dejándome sola.
Camino hacia mi habitación aún perpleja por lo que he visto. No creo ser capaz de seguir disfrutando de nada sabiendo las atrocidades que ocurren entre estas paredes. Si sigo preguntándome si soy capaz de vivir así, la respuesta sigue siendo un claro y rotundo: ¡NO!
Al atravesar la puerta que me lleva a la seguridad de mi recámara, me reciben las doncellas que asignaron para atenderme. Las tres se alinean al verme y se inclinan con lo que yo pensaba que era respeto. No lo es, es terror.
Las tres son muy distintas entre sí. Divia me preguntó de qué "color" prefería a mi servidumbre y ahora entiendo a lo que se refería. Una de ellas es alta y delgada, su hermosa piel oscura parece brillar bajo los reflejos de la luz de los candelabros que cuelgan del techo. Las otras dos son de baja estatura, una rubia y otra morena, una de ojos rasgados y la otra de enormes ojos verdes. Me dirijo a la primera y ella comienza a temblar.
—¿Cómo te llamas?
—Perdone, mi reina, pensamos que no vendría aún, prometemos tener más cuidado.
Las tres caen al suelo con lamentos.
—¡No se enoje, Majestad!
—No estoy enojada —¡Por Hela! ¿Qué le han hecho a estas mujeres?—. Por favor, levántense.
Las tres obedecen. Les señalo las enormes y pesadas sillas de manera acomodadas alrededor de una mesa redonda. Se ven temerosas e incómodas.
—¿De dónde eres?
—Las tierras bajas de Alania.
—¿Tu nombre?
—Eliana.
—¿Y tú?
—Una pequeña isla de oriente llamada Kori.
—¿Cómo te llamas?
—Hanako.
Asiento a sus respuestas y me dirijo a las más joven y asustada de las tres. Da un pequeño salto cuando pongo mi mano suavemente sobre la suya y levanta sus enormes ojos hacia mí, los tiene llenos de lágrimas.
—Yo... no... hice... nada... ellos... ellos...
—Shhh, tranquila —susurro a la pequeña, pues me da la sensación de que se va ahogar—. Ya no te harán daño. ¿De dónde eres?
—Rouen —dice débilmente.
—¿Rouen? ¿De Lyon?
Ella solo asiente y las demás desvían la mirada.
—Laurassia no tiene dominios en Lyon. —Tanto Alania como las Islas Orientales están casi dominadas por Laurassia, aunque los alzamientos son comunes y se dice que son mucho más que aldeanos con picos.
—¡Por favor! No le diga que yo hablé. Si el rey lo sabe...
—No le diré nada, por favor, cálmate. Dime tu nombre.
—Madelein.
—Muy bien. Madelein, Hanako, Eliana. Voy a necesitar que me cuenten como han llegado aquí, y espero que no omitan nada.
Como era de esperarse en el palacio se celebró una fiesta por el "regreso" del rey. Parece que encuentran motivos de celebración en cualquier absurdo detalle, tomando en cuenta que él jamás se fue. Hubo baile, comida y mucho licor. Los generales, como siempre, se mantuvieron recelosos de mí y mi comitiva se retiró muy temprano.
Breoghan me acompañó a mis aposentos casi al amanecer.
—Todo está preparado para la ceremonia.
Sus palabras suenan más como una sentencia, usa ese tono sereno que aunado a su voz profunda da una escalofriante sensación de seguridad. Todo lo que sale de su boca es ponzoña y no creo poder fingir tranquilidad a su lado nunca más.
—Antes, quisiera dirigir unas palabras a su majestad.
Su rostro se adorna con esa sensual sonrisa, como una fiera que juega con una presa indefensa.
—Por supuesto, mi flor de hielo.
Me acompaña al interior de la amplia habitación y al entrar me encuentro a Margueritte. Le dirijo una mirada y sale en silencio, sin embargo, yo sé que se quedará cerca.
El rey toma mi mano entre las suyas para llevarla a sus labios y la besa.
—¿Vas a pedirme la mitad del reino? Por que si así fuera, la tienes.
—No quiero la mitad, lo quiero todo.
Se ríe y tira un poco de la mano que mantiene cautiva para que lo acompañe a los balcones desde donde veo los jardines iluminados por la tenue luz del próximo amanecer.
—Mi flor de hielo tiene un corazón ambicioso.
—Lo que estoy pidiendo es que me dejes ser una reina de verdad.
—¿Lo que significa?
—Ser más que un mero adorno a tu lado. Dame poder de decisión.
Se acoda sobre el grueso barandal de piedra y me mira fijamente.
—¿Y se puede saber qué harías con ese poder?
—Devolver a los esclavos a su tierra.
No se altera ni se burla de mis palabras. Ni siquiera se insinúa una duda en su mirada.
—Interesante. ¿Qué más?
—Devolver a Alania y las Islas Orientales su libertad.
—¿Y luego? ¿Cuánto tardarían en aliarse con nuestros enemigos para atacarnos y nuestros aliados en abandonarnos ante tal prueba de debilidad?
No puedo creer que estemos hablando de esto. Creí que me gritaría o me enviaría a un calabozo por mi atrevimiento, o como mínimo que se burlaría de mí. Pero está parado frente a mí explorando la posibilidad, de forma negativa, pero ya es algo. Me da una pequeña esperanza, muy pequeña, pero esperanza al fin.
—No lo harían, Trondheim te apoyaría incondicionalmente. Nuestros aliados serían tus aliados, llevaríamos los tratados de tal forma que Laurassia se cubriría las espaldas para que no tomen represalias.
—Más de la mitad de Umbría es una tierra árida, depende de los recursos de Alania para sobrevivir. Si libero a la isla, mi más fiel aliado se quedaría en la miseria.
—Siempre se puede negociar, Lyon y Burgundia también son ricos en recursos y les conviene tener buenas relaciones con su vecino.
Se endereza recuperando su imponente altura y me conduce de nuevo hacia el interior de la habitación. Luce meditabundo.
—¿Ya habías considerado liberar Alania?
Nos sentamos donde apenas ayer tres pobres mujeres me contaron los horrores que han vivido desde que fueron separadas de sus familias.
—Llevo décadas pensándolo, pero el poder de mi reino se basa en el sometimiento de los territorios conquistados, mis generales no van a llevar a cabo ni un solo movimiento que atente contra la gloria de Laurassia.
Sin pensarlo tomo su mano, consiguiendo que me mire con sorpresa pues es la primera vez que soy yo quien inicia un acercamiento.
—Sé que no será fácil, pero podemos hacerlo. Por supuesto no será pronto, pero en algunos años, quizá décadas, no lo sé, Laurassia podría tener una forma de gobierno completamente nueva que no comprometa la libertad de los demás reinos. Si ya se logró que dos naciones enemistadas por siglos se aliaran, es posible hacer esto. Solo necesitamos dar el primer paso.
—¿Necesitamos? ¿Nosotros? Ariana... ¿estás viéndote en el futuro gobernando a mi lado?
Un nudo me cierra la garganta. Ayer vi como este hombre jugaba con las emociones de niñas para mantener las bases de su reino de terror. Pero, al meditarlo comprendí dos cosas: una, no puedo venir de otro reino a juzgar cómo hacen las cosas aquí. Y dos: no es solo la paz en mi reino la que importa, quiero la paz para los demás también.
Breoghan no tiene paz, me lo dice esa mirada profundamente torturada. ¿Puede alguien volver de dónde sea que su alma se llenó de tanta oscuridad? ¿Puede su corazón volver a la luz? ¿Alguna vez fue capaz de amar y ver más allá del odio y los horrores de la guerra?
—¿A qué vendría sino?
—No lo sé... ¿A matarme? ¿A intentar derrocarme y quedarte con todo lo que alguna fue mío? No sería la primera vez que alguien que amo conspire en mi contra.
—Yo jamás haría algo así. Acepté la alianza y nuestro compromiso con toda la intención de respetar el pacto y ser la reina que te prometieron. No vine aquí con segundas intenciones.
—¡Ariana!
De pronto se deja caer de rodillas y se abraza a mi cintura. Yo me quedo paralizada.
—Si pudiera ser... si pudiéramos...
—Pero sí podemos.
Levanta su mirada hacia mí y trato de aferrarme a lo que sé de él: es capaz de manipular a las personas y hacerlas sentir seguras mientras las envuelve en sus garras. Debo recordar quién es para no caer en el error de sentir dolor por sus ojos llenos de lágrimas.
—Los caminos de la paz son profundos e insondables. No me creo capaz de andar por ellos.
Quisiera confiar en sus lágrimas y creer que me apoyaría, pero tengo tanto miedo. Es el culpable de la muerte de mi madre... y de mi hijo. ¿Puedo olvidar eso? ¿Puedo dejarlo todo en el pasado para afrontar un nuevo futuro?
Limpio sus lágrimas con mis manos. Se levanta y me da la espalda mientras se rehace. También me pongo de pie.
—Lo intentaré... si prometes que estarás a mi lado —Se voltea de nuevo hacia mí—, si prometes que tu reino nos apoyará.
—Mi reino ahora es Laurassia. Y sí, yo sé que Trondheim nos apoyará.
Sonríe y se acerca de nuevo a mí. Toma mi rostro entre sus grandes manos y se acerca despacio midiendo mi reacción.
Es mi futuro esposo, no debo mostrar rechazo.
Posa sus labios suavemente sobre los míos y me obligo a recibir su beso. Sus brazos se cierran alrededor de mi cintura mientras nuestras bocas se exploran, se reconocen.
Podría conseguir la paz y la libertad de los reinos. Si puedo jugar al juego de Breoghan y convencerlo de que estoy de su parte, puedo llegar a obtener suficiente poder y liberar a esas esclavas.
De pronto, recuerdo la pregunta de Dimitri.
"¿Ya consumaste tu unión?"
No puedo evitar pensar que quizá sea hora de sellar el pacto para siempre y sus ojos llenos de deseo me dicen que él piensa lo mismo.
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