Capítulo 9

Una pesada atmósfera siempre acompaña a las reuniones con el consejo real. Hoy, sin embargo, es como si un miasma hediondo se hubiera extendido por todo el salón. Me fuerzo a respirar y mantener la calma mientras Landavik repite su discurso de siempre, con una dosis generosa de lisonjas para el rey Ademar, quien se muestra tan complacido como si sus palabras fueran sinceras.

Según mis espías, Landavik se reunió con uno de los sirvientes de Burgundia la noche que llegaron al castillo, pero Margueritte piensa que no era otro que el mismo rey disfrazado.

Oilive y Viktor opinan que deberíamos secuestrar al hijo pequeño del noble para ponerlo de nuestro lado, quiera o no. No estoy lista para cruzar esa línea, ¿en qué seríamos diferentes a ellos? No, todavía tenemos algo de humanidad como para llegar a eso, aunque si sigue presionando no sé de qué seré capaz.

—Como sabe, alteza, Lyon también tiene amenazas que contener. Phantalassia nos sigue acosando y necesitamos de toda nuestra fuerza de combate para contenerla —señala el rey de Lyon con una entonación tan monótona que parece repetir unas líneas memorizadas.

—Por supuesto, majestad, estamos conscientes de la situación, la cual cambiaría con una boda, tengo entendido.

Ulter sonríe dubitativo.

—Si Trondheim, Burgundia y Lyon se unen en una alianza inquebrantable, nuestros enemigos se verían persuadidos y tendríamos la suficiente seguridad para seguir enviando nuestras fuerzas de apoyo, ya que, las fronteras, estarían a salvo —responde en tono condescendiente, como si le explicara a un niño.

Me siento mareada ante la desfachatez de esta gente. No existe tal cosa como una alianza inquebrantable, eso ya está más que visto. Lo que quieren es colocar a un regente en el trono de Trondheim, adueñarse de lo que quede después de la guerra.

—El consejo opina que es una opción beneficiosa para Trondheim. —Miro al anciano que pronunció esas palabras, el representante de la familia Larvern, quienes después de la muerte de su hijo Kyle durante la traición de Gowen, retiraron todo el apoyo económico a las empresas militares del reino. Casi siempre lord Larvern, lord Toulusse y lord Henriksen revolotean alrededor de Landavik mostrando su apoyo.

—No todo el consejo —declara el joven lord Larsen poniéndose de pie—. La casa Hendersson mantiene en pie la oferta de matrimonio.

Dimitri, que se mantiene al margen dejando que su padre se haga cargo, levanta la vista y le hace frente a Brandett y este no se amedrenta ni un poco.

—La casa Hendersson tiene pretensiones muy altas —interviene como si tuviera derecho de opinar en esta reunión.

—Nuestro interés es apoyar a la casa real.

—Vaya, qué abnegados.

—Príncipe Dimitri, deseamos escuchar la propuesta de lord Larsen —corto la discusión antes de que comiencen a medir su hombría en pleno consejo.

—Con la venia de su alteza real. —Se mueve de su asiento y con toda gallardía ocupa el centro del salón. Es más alto que Dimitri y, a pesar de sus ropajes finos y su porte noble, se nota que también es tan o más fuerte que este—. Nuestra familia tiene ramas muy fuertes en las comunas de Geal, Saor y Fairge, donde aún no se hace reclutamiento en regla, estamos seguros de que si convocamos a las familias de nobles en esa región nos apoyarían incondicionalmente.

Es cierto que esas comunas, más alejadas del conflicto, no han querido involucrarse alegando que si la guerra los alcanza se defenderán por su cuenta sin ayuda de la casa real. En otras palabras, el reino está a un paso de fragmentarse. La propuesta de Brandett tiene mucho sentido después de todo.

—La casa real considerará las ofertas.

—Con todo respeto, alteza, la casa real lleva considerando las ofertas bastante tiempo. Necesitamos tener una respuesta, ahora mismo.

¿Ahora mismo? ¿Quiere que elija un prometido en este momento?

Si elijo a Brandett ahora, no tendremos los suficientes votos, necesitamos más tiempo.

—¿Y qué tal una tercera opción?

Las miradas se dirigen a la entrada donde mi padre, usando sus ropajes reales y portando la sagrada corona de Trondheim, ingresa al salón con tal aplomo, que no hay señales de que se esté derrumbando por dentro.

—¡Majestad! —Se oye el rumor de los sorprendidos miembros del consejo. Se inclinan a su paso mientras viene a ocupar su lugar, que le cedo con una respetuosa inclinación.

—Nos honra que nos acompañes, Frederick.

—Es un honor, Ulter, Ademar.

—¿Y se puede saber cuál es esa tercera opción?

—Nombrar a Ariana mi heredera legítima a la corona de Trondheim.

¡Por Hela! ¿De dónde ha salido eso?

Un denso silencio cae en el salón. Los miembros del consejo se miran entre sí, consternados. Los reyes parecen meditar la propuesta, aunque más creo que buscan como rechazarla de tajo.

—¿Y bien? —Vuelve a hablar el rey de Trondheim, paseando su vista por los presentes—. ¿Hay apoyo a la propuesta?

Al tratarse de un asunto directo de sucesión, debe contar al menos con dos votos de apoyo para que sea discutido, si no, aquí acaba todo. Margueritte me empuja y recuerdo que ahora mi voto también cuenta, así que levanto la mano.

Para mi sorpresa, Brandett Larsen también lo hace.

—Como pueden ver, ahora hay otra opción a considerar.

—¡Eso es inconcebible! No ha habido reina en Trondheim desde Ulda Única, no vamos a tener una reina sin un rey a su lado que la respalde —reclama Henriksen con la cara roja.

—¿Por qué no? Ariana ha apoyado a la corona desde que era casi una niña, ha derramado su sangre en el campo de batalla por el reino y ha luchado incansablemente por los más necesitados, a pesar de los muros que ustedes mismos han levantado. ¿Acaso Ulda Única empuñó una espada? ¿Acaso alguno de ustedes se entregaría sin reparos al enemigo en un intento por mantener la paz? ¿Han visto a la muerte a la cara? ¿Han defendido este reino con sus propias manos? Fue ella quien abolió La Caminata para proteger las vidas de sus hijos. ¿Y cómo se lo han pagado? ¡Menospreciando su lucha y vendiendo el reino! Si una legítima hija de Trondheim, que ha superado sus propias debilidades para convertirse en una líder fuerte y decidida, no merece reinar en el pueblo que tanta ama, entonces ¿quién?

A duras penas consigo hacer pasar el nudo en mi garganta. No lo sabía, pero esas son las palabras que he esperado toda mi vida. Aunque el mundo entero me dé la espalda, aunque mi propio consejo me quiera vender a cambio de favores, aunque a nadie le importe mi lucha, mi padre la reconoce y la valora. Me valora, no como una niña a la que hay que proteger a toda costa, sino como su igual, como su digna heredera.

—Les recuerdo que cuando Burgundia y Lyon tuvieron dificultades, como su aliado, Trondheim no condicionó su ayuda. Es de esperar que hagan lo mismo, si su palabra vale de algo, aunque eso les sea gravoso, porque de eso se trata el honor, después de todo.

Mi padre me mira, invitándome a hablar. No puedo parecer una niñita llorosa, ahora mismo, debo ser lo que él espera de mí: su heredera.

—Pido a sus majestades reconsiderar el retiro de sus tropas y esperar a que nuestro consejo considere detenidamente las propuestas sobre la mesa.

Están visiblemente incómodos, se nota que solo quieren salir de aquí lo más pronto posible.

—Lyon acepta mantener nuestras tropas en sus puestos.

Ademar cambia de rojo de ira a pálido ante la declaración de Ulter. Se ve que las cosas no fueron como él esperaba.

—Treinta días, ni uno más —dice tajante y sale seguido de un Dimitri tan desorientado que ni siquiera se despide.

Los miembros del consejo se inclinan y van saliendo uno a uno.

Cuando nos quedamos solos, mi padre se derrumba.

—¡Padre! ¿Te sientes bien?

—No, nada bien —responde apenas con fuerza para hablar.

—Lo que dijiste... Yo no me esperaba...

—Es lo que debí hacer mucho tiempo, cuando tenía las fuerzas para defender mi posición y darte el lugar que te corresponde. Le di largas pensando que podría liberarte de esa carga, ahora veo el error que cometí.

Habla con los ojos cerrados y reclinado en el trono. Lo acompaño a su habitación, debido a este esfuerzo tal vez no pueda salir en varios días, tendré que aprender de él y tomar el control de la situación y rápido.

—Tu madre solía decir que eres un espíritu indomable —dice una vez en cama, ya bebió la medicina así que no tardará en dormir.

—Espero que sea cierto, voy a necesitar esa fuerza pronto.

Medio sonríe y se duerme.

Al pelear en la guerra siempre sabía qué hacer. El enemigo está frente a ti, vas y lo matas antes de que te mate. Punto.

Entrar, matar y desaparecer. Era simple, ahí aprendí de mi superior a no dudar, a no pensar. Un golpe certero y todo acaba en un parpadeo. Es justo lo que necesito ahora mismo, un golpe certero que me dé el poder suficiente... Necesito sobornar a alguien.

¿Quién es el más vulnerable del consejo?

¿Y si no tiene que ser del consejo? ¿Y si consigo poner a uno de los reyes de mi lado? ¿O a su hijo?

Dimitri.

Mi siguiente movimiento será en el lado de Burgundia. Veamos si puedo capturar a su alfil.

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