XV / II
Capítulo XV
(Parte 2)
Loú Kheels
Año: 218 D.M
15 años antes
Gremio: Vicus
Loú se retrajo en una mueca de dolor.
Empezaba a sentir contracciones y tirones constantes en la parte baja de su espalda. Cada intervalo de tortuosos minutos que pasaban, hacían su espera más insoportable que la anterior.
Pero no porque esos fueran los síntomas del parto, sino porque no sabía si la decisión que había tomado iba a hacer que la persona que amaba se quedara a su lado... para siempre.
Llegó el momento
La castaña no quería quedarse sola otra vez, no después de que el mundo la abandonase, incluso su propio padre: Ares, el terrible Dios de la Guerra.
Cuando él la rechazó, la empujó hacia aquel abismo oscuro del que tanto le había costado escapar. La depositó en los brazos descamados y estériles de las criaturas de la noche, y mientras ella se desangraba en un océano de lamentos, Ares renegó por haber tenido esperanzas en ella, por creer que Loú no sería un fracaso... como lo fueron todos los demás.
Cuando observó sus ojos naranjas, bañados en furia y decepción, el corazón le latió con tal fuerza, que el único sentimiento que pudo percibir fue miedo. El miedo usual, danzando en lo profundo de su pecho; envolvente y paralizante, como el veneno de la propia Medusa.
Loú apretó los labios resecos y contó hasta tres.
Tambien recordaba el rostro de Larss... La vez en la que le contó la noticia: el embarazo no planeado. Fue incapaz de descifrar qué expresión transmitía, si estaba contento o sorprendido. Sintió culpa, culpa de no poder saber qué hacer, de no ser capaz de corresponderle. Siempre le tuvo un inmenso cariño; sin embargo, nunca supo diferenciar el tipo de cariño que sentía.
—¿Soy el padre? —escuchó a Larss con tono de preocupación.
¿Hay algo que debo hacer? ¿Desde cuándo estás embarazada? ¿Sientes dolores? ¿Estás bien?
Después de llenarla de preguntas, la abrazó con una calidez indescriptible, como siempre lo hacía desde que eran niños.
—No sé si eres el padre, Lawrence —declaró Loú con pequeñas gotas cristalinas deslizándose por sus mejillas.
El pelinegro se separó con cuidado.
—¿Qu-qué quieres decir, Loú?
—Sabes bien que no eres la única persona con la que me reúno —Loú bajó la mirada , no se atrevía a chocar con sus orbes dorados.
—No... no me digas que ese camaleón imbécil puede ser el padre también.
Ella observó con una punzada en el corazón cómo Larss empezaba a temblar y agachar la cabeza. Estrujó el vestido de Loú con impotencia y la miró suplicante, como si al hacerlo pudiese lograr que transmutaran de realidad, a una realidad en donde ambos eran felices y libres.
Se lo había contado, él lo sabía. Loki y ella estaban juntos desde hace un tiempo. No obstante, seguía teniendo miedo de perder a Larss, su mejor amigo y compañero. Trató de verlo como pareja y salió con él mucho tiempo, pero no pudo, trató de todo —literalmente de todo— para cambiar su visión sobre la relación de ambos.
Había miles de motivos por los cuales le convenía seguir con Lawrence, él la amaba sinceramente, pero ella odiaba tener que fingir hacerlo.
Estaba fuera de su alcance. Después de todo, el corazón no escuchaba razones.
Lawrence tardó unos segundos en recomponerse.
—Le prometí a tu padre protegerte pase lo que pase y eso es lo que voy a hacer. Si quieres que resguarde a ese bebé, lo haré, basta que me lo digas. Incluso, podría ser mío...
...
Otra vez ese día.
Estando en la desgastada camilla, como si de un huracán se tratase, miles de recuerdos de aquella vez se arremolinaron en su cabeza. No quería revivirlos, pero su mente le obligaba a hacerlo, una y otra vez.
Nunca se había planteado ser madre. No creyó poseer las habilidades necesarias, incluso si era obligatorio dentro de los gremios. En los 9 meses que llevó este ser dentro, solo podía pensar en las posibles consecuencias que tendría.
Quizás todo valga la pena al final, consideró.
Para despejar su mente, Loú observó con cierta atención el cuarto ajado, lleno de grietas y medianamente aseado. Una habitación que contenía 20 camillas en fila, una al lado de otra y con cabeceras blancas pegadas a la pared.
Su olfato percibió el frágil aroma aséptico del lugar, repletos de químicos que pululaban desde inofensivos desinfectantes, hasta el hedor casi agridulce de los perfumadores artificiales.
En el gremio se encontraban alrededor de 4 ospitûl, 2 en cada una de las áreas que separaban el canal principal, ubicado en medio del Dhïvenet. En el que se encontraba ella era el más cercano al límite con Rog.
—Mantenga la calma, dentro de un rato terminará la fase de dilatación y empezaremos con la fase de expulsión —La doctora estaba preparando todo para el momento, apartó los mechones empapados de sudor de la frente de Loú y le sonrió. El tipo de sonrisa nerviosa que le irritaba.
Loú debía controlar su temperamento para mantener oculto su poder, especialmente en situaciones tan inflamablemente peligrosas como aquella. Para su suerte, era algo a lo que ya estaba acostumbrada. Y de todas formas, si no lo hacía, el lugar resultaría en un edificio repleto de olor a dióxido de carbono y fogosas llamas.
No tan terrible para ella.
—Señorita Kheels, ya puede pujar, respire profundo.
Después de 40 minutos de esfuerzo y pesadumbre eternos, Loú dio vida a un nuevo ser.
—Aquí tiene, es una preciosa niña. La pondré con cuidado en sus brazos para que pueda verla.
Una pequeña con un distintivo lunar debajo de su ojo derecho, de brillantes ojos carmesí y cabellos tan oscuros como el carbón gritaba en la sala de parto. Loú la sostuvo con delicadeza. Creyó imposible, pero no pudo evitar mirarla con ternura.
—Es... hermosa.
—La dejaré unos minutos a solas para que pueda estar con ella —De inmediato, la enfermera preparó algunos materiales y se dirigió hacia la puerta.
Poco a poco, Lou percibió cómo su corazón empezaba a derretirse. Meditaba las cosas que había dicho o pensado durante su embarazo, no podía decir que estaba orgullosa de ello. Tal vez, lo que estaba experimentando era ese instinto maternal del que tanto había oído hablar.
La castaña aferró a la bebé con desesperación hacia su cuerpo, notó cómo las lágrimas tibias empezaban a caer por su rostro. Las circunstancias en las que estaba dándole la vida, sin duda no eran idóneas.
Y es que a pesar de todos los infortunios que vivió a lo largo de su vida, en esos instantes, se sentía dichosa de sostener una criatura tan encantadora como lo era su hija.
—Lo siento tanto, mi niña —dijo, atrayendo su diminuta cabecita a su frente—. A partir de ahora, prometo protegerte cueste lo que cueste. Serás fuerte, yo lo seré. Por ti... por nosotras.
¿Podrás perdonar a una madre como yo?
Sus lágrimas eran testigo de cuánto hubiese deseado tenerla en un mejor lugar, con un esposo que la amase, con un abuelo que la aceptase y; sobre todo, una madre con poderes menos destructivos como los de ella. Había tantas cosas que quería, pero sabía que no podrían cumplirse, no importa a cuántos dioses suplicase, creía que era muy tarde.
Mientras ese lapso transcurría, Loú percibió la presencia de alguien que conocía muy bien: una sombra con destellos dorados la observaba a cierta distancia.
—¿Ya nació?
—Lawrence —Le sonrió—. Puedes acercarte si deseas, para que veas lo hermosa que es.
—Así que es una mocosa, dudo que sea tan bella como tú.
—Vamos, no seas así. De todas maneras, tendrás que llevarte bien con ella, es a quien protegerás a partir de ahora.
La sombra empezó a vislumbrar con atención a la recién nacida.
—Felizmente, se parece más a ti —expresó en tono suave—. Pero también tiene la apariencia de cierto sujeto —No pudo disimular cierto fastidio.
Loú lo examinó con cuidado. Pese a sus palabras, se tomó las molestias de estar con ella en un momento tan significativo.
—Hey.... sé que no lo digo a menudo, pero gracias, Larss. Gracias por siempre estar conmigo.
Un breve silencio inundó la sala.
—Te dije que siempre estaría contigo, pase lo que pase.
La sombra se acercaba poco a poco, tratando de no asustar a la bebé.
—¿Ya tienes un nombre para ella? —manifestó curioso.
—Él me dijo que quería escoger el nombre.
—Tsk, si no es un nombre digno, juro que lo voy a degollar.
La castaña contuvo una pequeña risa. Siempre tan amable.
—Larss, ¿te gustaría cargarla? —El aludido enmudeció.
—Me gustaría... pero no puedo, si lo hago en esta forma lo más probable es que se resbale y muera —soltó una risa sarcástica.
—Puedes cambiar tu forma, ¿no es así?
—¡Ah! Sí, claro —Lawrence se materializó y estiró los brazos con nerviosismo, mientras observaba cómo el bulto cubierto de mantas se retorcía hacia él—. ¿Uh? Es diminuta, parece una pulga.
Toc, toc
—¿Señorita Loú? —La enfermera preguntó al otro lado de la puerta.
—Parece que debo irme... volveré tan pronto como pueda, hay asuntos que tengo que atender en el Panteón —Larss observó por última vez a la bebé y rápidamente negó con la cabeza—. Adiós.
—Ve con cuidado.
Tan pronto como apareció, la oscura sombra se dispersó como una gota en el vasto océano.
—Sí, puede entrar —dijo la castaña con calma.
Luego de pasar por un par de procedimientos más, a los 3 días pudo irse a su hòlum junto a la nueva integrante de su familia.
Al llegar aún no se encontraba Henry, así que se dirigió al segundo piso, hacia la habitación destinada a su hija. Estaba decorada con algunos juguetes felposos y una cuna rectangular de madera, ubicada en la esquina más alejada del dormitorio.
Procedió a dejar con cuidado a la pequeña en su nueva camita repleta de sábanas púrpuras.
—Bienvenida a tu nuevo hòlum, mi niña —Le dedicó una mirada dulce, atestada de un nuevo tipo de amor que jamás había experimentado antes—. Espero que sea de tu agrado.
Después de admirarla unos cuantos segundos, Loú se sobresaltó al sentir unos cálidos brazos rodeándole la cintura por detrás.
—¿Me extrañaste, dulzura? —Apoyó el mentón en el hombro de la joven.
—Por los dioses, ¿siempre tienes que asustarme?
Loki.
—Es parte de mi encanto, preciosa.
Se detuvo para observar con entusiasmo a la pequeña en la cuna.
—Buen trabajo, Loú —Le depositó un beso en la mejilla—. Es bellísima, solo mira esos ojos rojos como ámbares y ese cabello tan reluciente, definitivamente tiene mis genes —Pasó los dedos por su fina cabellera negruzca mostrando una actitud orgullosa.
Loú estaba contenta de poder estar al lado de su persona más preciada, por ahora. Pese a las circunstancias, tenía una pregunta que quería hacerle, la pregunta que aclararía la mayoría de sus dudas. Si bien ese asunto corroía su mente desde hace unos días, iba a esperar un poco más, no quería arruinar el momento.
—Dijiste.... que querías ponerle nombre, mañana debo registrarla, así que me preguntaba si ya lo tenías.
—Por supuesto, lo tengo planeado desde que mencionaste que estabas embarazada —Alejó sus brazos del cuerpo de Loú—. Aún así tenía que saber si era niño, niña... o alguna criatura no humana.
—¡¿Qué?! —La castaña volteó de forma brusca—. ¡¿Cómo pudiste olvidar algo tan importante?! ¡Si nos descubrían estábamos muertos!
A la vez que se armaba una pequeña riña, cerca se escuchaban pisadas casi inaudibles.
—Perdón, perdón, falla mía —Trató de calmarla haciendo gestos con las manos.
Loú tomó aire y sintió el alma volver a su cuerpo.
—Entonces, ¿qué nombre pensaste?
Loki se detuvo al costado de la cuna para poder levantarla, apoyó la espalda de la bebé en su antebrazo, sujetando con cautela su cabeza. Una sonrisa se visualizó en sus labios.
—Te llamarás.... Melinòe —Se dirigió hacia la joven—. ¿Qué opinas, Loú?
Ella asintió.
—Es un bonito nombre, me gusta.
Así que Melinòe.
Loú observaba la cautivadora escena con cierta inquietud, tenía que preguntarle, se tenía que asegurar de que sus esfuerzos dieron frutos.
—Loki... —La voz de la joven empezaba a quebrarse.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien?
Tengo miedo, mucho miedo de saber la respuesta.
—¿Será esto suficiente para que te quedes a mi lado? —Empezaba a sollozar sujetando con fuerza su uniforme.
—Loú, yo-
Como si de una ráfaga eléctrica se tratase, Loki percibió la presencia de una tercera persona. Dejó de nuevo a la bebé en la cuna e hizo una señal a la castaña.
—¿Qué pas-
El pelinegro colocó su dedo índice en los labios de Loú, y sus orbes carmesí se posaron en la puerta con recelo.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la joven.
—Quédate en silencio —susurró en su oído.
Bastó un parpadeo para que el Dios se esfumara.
¿A dónde fue?
¡Plaf!
Un fuerte golpe contra el suelo la sobresaltó y velozmente dirigió sus pasos hacia la puerta.
—¡¿Henry?! —Su rostro se petrificó—, ¿de-desde hace cuánto tiempo está aquí?
El cuerpo de su esposo yacía en el suelo boca abajo.
—Mmm... Interesante —Loki se puso de cuclillas junto al cuerpo—. Tenía oculta su presencia, no pude detectarlo antes.
—No lo mataste.... ¿verdad?
—Ja, ja, ¿me ves tan sanguinario, preciosa? —le dedicó una sonrisa coqueta—. Aunque es cierto, por desgracia mía solo puedo desmayarlo.
Visualizó de nuevo a Henry y examinó la situación.
—Escucha atentamente Loú, voy a hacerle un hechizo —Colocó la mano derecha encima de su cabeza y dibujó una runa—. Cambiará sus recuerdos. Sin embargo, no puede saber bajo ninguna circunstancia que yo lo hice. De lo contrario, la runa se romperá.
Ahora que lo pensaba, Henry llegó más temprano de lo usual. Loki mencionó que no pudo percibirlo antes.
¿Será que es más peligroso de lo que pensaba?, reflexionó Lou
—Debe tener algún tipo de contacto de alto nivel para poder hacer estas travesuras —El Dios rio para sí—, percibo alguna clase de poción en su interior.
—Loki, ¿qué hago si logra descubrir que estuviste aquí?
El hombre de ojos escarlata se levantó, se acercó a la joven y acarició con delicadeza su mejilla.
—Estoy seguro que hallarás la manera de controlar la situación, te conozco lo suficiente como para saber que eres muy fuerte —Sus labios se acercaron a los de Loú, centímetro tras centímetro, juntó sus narices heladas, temblorosas; y le depositó un cálido y profundo beso.
Era en esos instantes cuando Loú perdía control de sus sentidos, de sus acciones y se entregaba por completo a los brazos de su Dios. Lo dejaba arruinarla, destrozarla en pedacitos si así él lo deseaba, en migajas confundibles con motas de polvo. Él ejercía una presión extraña sobre ella, un anhelo casi adictivo, una fe tan ardiente que se preguntaba si no se trataba de devoción, en lugar de amor.
Cuando ella cedía ante sus caricias, sus toques repentinos, intencionados; él le correspondía, le aseguraba que la adoraba, que era su favorita. En esos momentos, Loú podía jurar que vendería su alma al mejor postor, si eso le asegurase pasar una eternidad junto a Loki.
—¿No puedes quedarte un poco más? —manifestó la joven con ojos suplicantes.
—Ju , ju, ni siquiera yo puedo romper las reglas divinas, preciosa.
En un chasquido, Loki hizo levitar el cuerpo de Henry y lo dirigió hacia la habitación que compartía con su esposa.
—Ya está, en camita, hasta se ve adorable, ¿debería arroparlo? —puso la mano en su mentón y dejó ver su amplia dentadura.
—Loki...
—A veces pienso que deberías tener más sentido del humor, dulzura —Cruzó los brazos e hizo una mueca fingiendo molestia—. En fin, me tengo que retirar, pasé mucho tiempo en el mundo humano.
Le depositó un último beso en la frente.
—Cuídate Loú, te confío a nuestra hija.
—¡No, espera! —La joven levantó la mano para tomarle del brazo.
No obstante, antes de terminar la oración, Loki se había marchado. Como siempre lo hacía cuando se hartaba.
Tendré que preguntarle de nuevo la próxima vez, se dijo Loú antes de hundirse en un recóndito suspiro.
...
BinnieOut
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