Escaneé con la mirada la cafetería mientras me colocaba en el tercer asiento de la barra. Revisé mi reloj. Las 11:28. Todavía tenía dos minutos para revisar la carta y elegir un sándwich.

Cuando llegó la hora, un hombre se sentó a mi lado y pidió un café solo. No tuve que mirar para saber quién era.

- ¿Cómo me has encontrado? – le pregunté sin apartar la vista de mi comida.

- Tengo buenos amigos en Shield y ponerte un mensaje en la ropa que llevaste a la tintorería fue fácil.

- ¿Qué haces aquí Sam?

- Necesito tu ayuda.

- Lo siento, no puedo.

Dejé un billete en la barra y fui a levantarme, sin embargo, la mano del chico me detuvo.

- Por favor, dame unos minutos para que te lo explique. Si luego sigues sin querer participar te dejaré ir y no volveré a molestarte.

Le miré a los ojos intentando decidir qué hacer. Podría irme y hacer como que nada de esto hubiera pasado, sería lo más sensato después de todo lo que había sufrido. Pero algo en mí no quería moverse, quería escuchar lo que Sam tenía que decir.

- Treinta segundos.

- Ha desaparecido un patógeno de las instalaciones del gobierno. Puede que lo conozcas, lo llaman "el huracán negro". No sabemos quién ha sido ni qué piensa hacer con él. Pero seguro que es algo muy malo sabiendo lo letal y contagioso que es el virus.

- ¿Por qué yo? Tenéis a grandes científicos en el equipo. Banner sin ir más lejos.

- Sí, pero ninguno de ellos posee los conocimientos necesarios en virología para ayudarnos a resolver esto.

Me mordí el labio. Ahora estaba segura que no podría salir de allí y olvidar esta conversación, si algo malo pasara y yo no hubiera hecho nada por evitarlo no me lo podría perdonar nunca.

- Está bien, pero quiero que se haga a mi manera.