123. Bucky Barnes

Salí de la ducha y aunque no se escuchó ningún ruido a parte del goteo de mi pelo sobre el suelo, supe que no estaba sola.

Me enrollé la toalla y avancé hacia el salón. En cuanto identifiqué la procedencia de esa figura le lancé un cuchillo.

- Yo también me alegro de verte - dijo el hombre.

La hoja se había clavado en la pared de detrás de él a escasos milímetros de su cara.

- Pensaba que volvías mañana - le respondí.

- Matar al general no me llevó más de cinco minutos, así que tenemos la noche para nosotros.

Sonreí maliciosamente, sabiendo a la perfección lo que se venía.

- Acércate - en su boca esa palabra sonó dominante y sexy.

Abrió un poco las piernas y me coloqué de pie entre ellas. Me deshice de la toalla que llevaba con un rápido movimiento. El soldado de invierno no se movió un centímetro y eso solo hacía crecer las ganas que tenía de que dejara de mirarme y me tocara.

- Siéntate - ordenó.

Me coloqué a horcajadas en sus piernas y sentir el cuero de su uniforme contra mi piel, y más específicamente contra mi clítoris, me hizo desear que esa máquina de matar me hiciera lo que quisiera.

- ¿Llevas las pistolas encima o es que te alegras de verme?

Señaló la mesita de café en la que descansaban sus armas.

- Ahora sé una buena chica y haz lo que te diga.

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