Me asomé al baño y me apoyé en la puerta mientras veía a Stephen salir de la ducha.

- ¿Estás bien? - le pregunté - Llevas unos días muy callado.

Asintió con la cabeza sin dejar de mirarse al espejo, pero ambos sabíamos que no estaba diciendo la verdad.

Me acerqué a él por la espalda y apoyé la mano en su hombro.

- Son esos sueños otra vez, ¿verdad?

Volvió a asentir. Me coloqué delante de él y esta vez le cogí el rostro.

- Son sólo eso, sueños.

- Pero parecen tan reales...

Presioné mis labios contra los suyos haciéndole callar.

- Esto es real, tú y yo, aquí.

- Hazlo otra vez - me pidió en un susurro tras un par de segundos.

Volví a acercar nuestras bocas, sin embargo, esta vez el beso fue más lento y dulce, más cariñoso y por la forma en la que Stephen me sostenía la cintura parecía temer que se acabara.

Finalmente nos separamos, aunque solo fueron un par de centímetros ya que Stephen me abrazó y hundió su rostro en la curva de mi cuello. Podía notar la caricia de su nariz y el calor de su respiración en mi piel.

- Tú y yo - me dijo.

- Siempre.