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RINNA






Siento que veo y no soy yo, mi cerebro no responde a movimientos que quiero hacer, me lo siento adormecido y no pienso con claridad, me hace doler cuando intento pensar algo. Pestañeo varias veces moviendo mis ojos por la habitación, unas cortinas están corridas haciendo que la luz entre. Ni siquiera siento molestia en la nariz por el pequeño aparato que me ayuda a respirar.

Recuerdo el accidente pero no con claridad, solo se que me dirigía a su casa por su cumpleaños. ¡Oh por Dios Martina!. Siento mi garganta seca y trato de tragar, escuchó murmullos afuera y veo la puerta abrirse. Mi madre me mira unos segundos para acercarse y sentarse frente mio. Quiero decirle algo pero solo consigo abrir un poco los labios.

—Seguro tienes sed —me mira con nostalgia y sus ojos se cristalizan, pone una gasa húmeda en mis labios y la aprieta un poco, sentí como si fue la primera vez que sentía el agua en mi garganta. Siento mi cuerpo demasiado ligero, como si hubiese dormido tres días seguido.

Me acaricia el pelo y sonríe.

—Tenia tanto miedo de perderte, gracias a Dios estas acá con nosotros, tu padre y yo no nos hemos separó de ti y tampoco Martina.

Escuchar su nombre me hace querer preguntar por ella. Pareciera que leyera mis pensamientos ya que me dijo que no hiciera esfuerzos, no entiendo por que me siento así. La puerta se abre y miro a mi padre. Tiene la misma mirada que mi madre y eso me alarma ¿que tan grave fue mi accidente?. Mi padre deja unas flores en la mesa que ahí en una esquina con un globo de bienvenida.

—Mamá —solté como lo había gritado en mi mente. Mi madre miro a mi padre como si fuera la primera vez que hablaba. 

Un doctor entra.

—Buenas tarde Señorita Rinna, es un placer como médico poder verla despierta, si me escucha por favor pestañear dos veces y si lo puedo hablar mejor.

—Si —voz sale ronca y rasposa.

—Excelente Rinna, estuviste en coma una semana, fuiste operada de la cabeza por eso te sientes como te sientes, por el momento tu cerebro apenas esta despertando, no te asuste si tus piernas aun no reaccionan como quieres o hablar lo que quieres y ver ciertas cosas.

En coma, una semana, es lo único que he escuchado bien.

—Mas tarde vendrá un terapeuta y un psicólogo para hacer nuevos exámenes —se acerca dando luz a mis ojos con su pequeña linterna y sale.

—Tengo mucha sed —expreso, mi padre se acerca con la gasa nuevamente y hace lo mismo que había echo mamá. La puerta se abre y mi vida se ilumina. Tiene ojeras bajo sus ojos y se ven apagados, trae una remera holgada mía con love is love. El pelo húmedo y más delgada.








MARTINA

No he querido entrar, dejo que sus padres estén primero, es a quien querrá ver antes. El doctor ahora sale y no lo aguanto, camino a la puerta y la abro, sus ojos conectan con los mios, le sonrió un poco, me acerco y sin pena dejo un beso en sus labios rápido.

—Te extrañe —acaricio su mejilla, me siento en la esquina de la cama mirándola. Sus ojos me recorren. Sus padres salen y dejo que las lágrimas que estuve reteniéndola salen, me cubro el rostro con ambas manos con pequeños espasmos. Pensé que la perdía para siempre y me siento culpable.

—Perdóname —cojo su mano donde tiene el suero conectado sin lastimarla.

—Aquí estoy —su voz sale ronca. Casi me le tumbo encima abrazándola.

Levantó mi rostro mirando sus ojitos mieles que tanto extrañe verme a través de ellos.

—No te siento —mira sus piernas y comprendo.

—No te preocupes mi amor, es normal, vale, todo estará bien. No hagas esfuerzos en hablar ni nada de eso. He querido traer a tete y tití pero no me lo permitieron, te extrañan mucho.

Unos toques en la puerta para después esta abrirse me hacen girar sin terminar de hablar. Es Paul.

—Pensé que ya no tendría con quien ir a las carreras o molestar —bromea, sonríe sin enseñar sus dientes y se sienta en un sofá pequeño mirándola. Ella solo lo mira y le regala una sonrisa de lado.

Pronto tuvimos que salir para darle un poco de espacio y que su cerebro no se sobrecargara al estar inactivo, especialista de terapia esta dentro junto a otra mujer para revisar su visión.

—¿No puedo llevarla a casa? —su padre pregunta al doctor.

—No, aún no. Debe por lo menos quedarse dos días mas, revisar que no hayan quedado secuelas y que todo este bien como parece.

Estoy de acuerdo con el doctor. Camino a la cafetería, en estos días he descuidado mi alimentación y sueño, antes de que pudiera llegar bien alguien me toma del brazo sin hacer daño pero ejerciendo presión.

—Tu cara de ángel no me engaña, colores —Paul me habla mirando fijamente mi rostro, me suelto, entre cierro mis ojos mirándolo mal.

—¿Que he echo para caerte tan mal? —cuestionó.

—Llegar a nuestras vida, lo único —se encoje de hombros.

—Pero yo no estoy en tu vida y tampoco quiero estar en ella. No se de que hablas —le doy una sonrisa de labios cerrados.

—Estas en la vida de alguien que pertenece a la mía, alguien que estuvo en coma una semana y pudo morir, allí afuera ahí una chica que muere por verla y tú estas pegada como lapa.

—Si te refieres a Anabell, no tengo que ver en eso, además si la hubiese querido ver ya hubiese venido y listo, yo no haría nada al respectó.

—Tan perfecta tú ¿no? —se ríe en mi cara. —No vas a durar nada en su vida, eres un pequeño pasa tiempo y te vas a morir cuando la veas con otra ¿quien olvida a alguien de dos años en seis meses?.

Hay gente que lo hará en tres días.

No lo quería seguir escuchando y salí de su vista, ha dejado esa pequeña daga en mi corazón.

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