Diecinueve
Segundo positivo.
Solo que en esa oportunidad era de Marianela.
Y no era COVID.
Fue una sorpresa para Hernán enterarse que iba a ser padre, y justo en el momento en que comenzaba a buscar un local para volver a la tienda presencial. Aunque amaba a Marianela, no estaba preparado para compartir su amor con una tercera persona.
Suficiente tenía con que la Soledad que habitaba en su cabeza y en la contratapa de su cuaderno le robara suspiros, y lo viajara al pasado con solo tocar una tela con su máquina de coser.
Estaba en un shock feliz, y agradecía estar recién recuperado del COVID para poder llenar de besos a la madre de su hijo y futura esposa.
Porque le propuso matrimonio apenas Marianela le dio la noticia.
Optaron por algo sencillo, una pequeña boda por civil programada para mediados de junio, lo que les daba tiempo para organizar todo mientras él montaba su nueva tienda presencial en Galerías Pacífico. Un proyecto costoso y ambicioso, pero que le daba la oportunidad de remarcar aún más todo su catálogo. Su viejo local de Lavalle se lo había devuelto a su padre, y aunque lo tuviera, allí no tendría la visibilidad y el prestigio que había adquirido su marca personal.
Pero el ángel propone y Dios dispone.
La semana 12, la última de abril de 2022, sucedió lo peor. Marianela perdió su embarazo, un aborto espontáneo que, para colmo de males, sufrió complicaciones dejando la peor secuela.
Marianela no podría volver a embarazarse.
La apertura de Inferno y los preparativos de la boda se vieron afectados por esa terrible noticia. Marianela no paraba de llorar, mientras Hernán cargaba con la responsabilidad de levantar su negocio, y a su futura esposa de la cama, completamente devastada por la noticia.
—Cancelemos todo, ya no tiene sentido casarnos. —Había dicho entre sollozos, hundida en el pecho de Hernán—. No puedo ser egoísta y negarte la oportunidad de ser padre.
—¿Y quién te dijo que me casaba con vos por obligación? Yo te amo, Nela —afirmó, tomando su rostro y secando sus lágrimas con el pulgar—. Y para ser sincero, todavía no estaba listo para ser padre. Más adelante podemos iniciar el proceso de adopción, y para que sea más fácil, ahora me toca concentrar toda mi energía en mi marca.
Marianela asintió poco convencida, pero no había otra opción. Si quería que el trámite de adopción fuera sencillo, debían justificar una sólida fuente de ingresos, y fue por ello que se propuso a ayudarlo.
Hernán no contaba con que el demonio era el que decidía quién podía entrar a su Inferno.
—No, del negocio me encargo yo solo. Ya suficiente tenés con la clínica.
Ni siquiera Hernán supo que quien dijo eso fue su demonio hablando por boca de otro. Nada más ni nada menos que la Soledad que habitaba en su cabeza y su cuaderno, defendiendo su territorio.
Fue así como el 2 de mayo de 2022, Inferno reabrió sus puertas en Galerías Pacífico, en un recóndito local al fondo del primer piso. Y a diferencia de su predecesora en Lavalle, tenía dos empleados en el salón de ventas, y dos en la caja. Hernán seguiría operando la tienda online desde su casa para no dejar tan sola a Marianela, que aún no superaba la pérdida de su embarazo, mientras seguía diseñando sus prendas.
Finalmente, el sábado 4 de junio de 2022, Hernán y Marianela se convirtieron en marido y mujer, y luego de su luna de miel en Bariloche volvieron a la normalidad de sus vidas. El embarazo fallido y la boda solo fueron una pausa en sus rutinas atestadas de trabajo. La nueva normalidad le había dado un respiro a Marianela, no así a Hernán, que con la actividad comercial reanudada y la nueva ola de clientas de shopping, se vio en la obligación de abrir una segunda tienda.
Eligió el conurbano, el shopping infinito y circular. Alto Avellaneda Shopping sería la segunda casa de Inferno, que abrió sus puertas en septiembre de 2022.
Estuvo toda la tarde en la apertura, dando vueltas entre los clientes sin darse a conocer, no quería que nadie supiera que esas prendas que husmeaban en los percheros habían salido de sus cuadernos de dibujo. Cuando faltaba una hora para el cierre, se despidió de sus nuevos empleados y decidió pasar por el supermercado que estaba en el shopping para comprar algo especial para la cena de esa noche, a modo de festejo con Marianela.
Pero se detuvo con el carro al escuchar la canción que sonaba en los altoparlantes del supermercado.
—Esa voz... —pensó en un susurro.
Se quedó estático tratando de recordar de dónde la conocía, no era la música que solía escuchar, pero ese canto lo hipnotizaba como si fuera el de una sirena. Parado con el carro en la góndola de lácteos, con la mirada perdida dentro de las heladeras, tomó su teléfono y efectuó una llamada.
—Aníbal... Necesito el local de Lavalle, ¿podrás mover esa oficina de atención?
Discutieron un poco, pero finalmente su padre accedió a entregárselo los primeros días de octubre de 2022. Hernán afirmaba que su departamento había quedado pequeño para gestionar las ventas online, además de que no quería molestar a Marianela, que estaba comenzando a superar la pérdida de su hijo y la posibilidad de ser madre. Solo por eso el hombre aceptó, por el cariño que le tenía a su nuera.
Jamás supo que su demonio había reconocido la voz de la canción que lo paralizó en el supermercado, que no era otra que la de Soledad, cantando una canción de su segundo disco.
Marroc.
Aunque Hernán en modo hombre había olvidado que todavía podía contactar a Soledad a través de Facebook, su demonio no solo lo recordaba, sino que además era mucho más fácil localizarla si era una artista emergente. Y por ese motivo lo impulsó inconscientemente a recuperar el local de Lavalle.
Lo que la criaturita del averno que vivía dentro de él desconocía, era que iba a ser difícil la búsqueda, a menos que supiera que quien cantaba no era Soledad, sino Donna.
Para la segunda semana de octubre de 2022, Hernán había reabierto técnicamente la sucursal de Lavalle. No como tienda de atención al público, sino como depósito, centro de distribución para sus dos locales de shopping, punto de entrega para compras online, y como espacio privado para trabajar en sus diseños.
Porque desde que Marianela estaba hundida en una pequeña depresión, se le hacía cuesta arriba diseñar pensando en su única musa inspiradora.
Y claro, luego de ese episodio había vuelto la culpa al pensar en Soledad o al toparse con su foto, ya despegada y pegada mil veces entre tantos cuadernos que tuvo durante los dos años que diseñó inspirado en ella, desde aquel eclipse revelador de 2020. Pero tenía que hacerlo, su marca ya había ganado un lugar en la industria, y no podía echarse atrás volviendo a distribuir las marcas que vendía al inicio de Inferno.
No era hipócrita, sabía que su vida se había torcido desde la pérdida de su hijo, y ya nada era igual entre él y Marianela. Pasado el episodio, luego de varias consultas a distintos profesionales, la respuesta era la misma: no había posibilidad de concebir. Marianela sentía injusto que su reloj biológico haya sonado a sus treinta y siete años, y la carcomía la diferencia de edad con Hernán, que estaba a punto de cumplir sus treinta y dos. Y a pesar de que él era el esposo más amoroso del mundo, Marianela lloraba en soledad para no preocupar ni desgastar a Hernán.
En parte por darle su espacio, y por tener el suyo propio, Hernán deambulaba entre sus dos locales y la central de Lavalle. Había días en que estaba asistiendo ventas en el Alto Avellaneda, días que se la pasaba encerrado en Lavalle dibujando y entregando pedidos online, y días que estaba detrás de la caja de Galerías Pacífico.
Precisamente, fue en una de esas oportunidades cuando su cabeza se reinició, mientras en una mano sostenía la etiqueta del buzo de la clienta, y con la otra la pistola escáner de código de barras. Miró el buzo sobre el mostrador, uno de sus primeros modelos allá por 2015, el que se había llevado «el pelotudo» a sobreprecio.
No podía ser posible.
Siguió con la venta mientras trataba de encastrar a su Solcito en esa despampanante clienta delante de él: rubio balayage platinado, mucho más pechugona, y hasta incluso más alta. Sus ojos celestes bien marcados por el delineado y una sombra smokey.
Pero no había manera de que semejante mujerón encajara con su dulce Solcito. Había una sola manera de saberlo, y rogaba que su respuesta fuera la segunda opción.
—¿Efectivo o tarjeta?
—Efectivo —afirmó con un tono firme.
Había una nota similar en su voz, sin embargo todavía no se arriesgaba a afirmar que su musa inspiradora estaba de pie frente a él. Su mirada oscilaba entre la pantalla de la computadora, el buzo ya embolsado, y la parsimonia de la mujer, observando cada uno de sus movimientos. Aferrado al mouse, observaba el cursor intermitente a la espera del nombre del cliente para emitir la factura.
Pero no se atrevía a preguntarlo, temiendo la respuesta.
—¿Tu nombre para la factura? —soltó finalmente, con ese tono del averno que comenzaba a recuperar.
—Cliente final.
Clavó sus dos abismos en esos dos cielos desconocidos, y por más que intentó succionarle el alma, perdió la suya en la partida. Se rindió a escribir «Cliente final» en la factura, con DNI 99.999.999, imprimió el comprobante, recibió el dinero, y cuando estaba agradeciéndole por la compra, finalmente lo soltó.
—Nos vemos, Marroc.
Soledad le guiñó un ojo y salió de la tienda, mientras se quitaba la campera de jean, dejando al descubierto las alas de aquel vestido que diseñó exclusivamente para ella. Hernán sentía su cuerpo desfallecer, quería salir corriendo tras ella pero una fuerza sobrenatural lo aferraba al piso. Para cuando pudo moverse ya era demasiado tarde, y por más que corrió por todo el centro comercial no la encontró.
Cuando menos lo esperaba, el pasado había vuelto a buscarlo.
Y un día, Soledad y Hernán volvieron a verse las caras... 😱
¿Cómo pasó esto? Lo sabrán en los siguientes capítulos.
Me olvidaba: Quiero agradecer a LibertyLand4 por la asesoría médica que me dio para que Marianela no pudiera volver a embarazarse. 🤣
Loviu boi... 🫶🏻
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