Cuarenta y tres

Con quién estás???

Ese es tu novio????

Instagram del morocho???

Hernán no podía dejar de leer el chat mientras Soledad saludaba a su audiencia, sorprendido por las casi cinco mil personas conectadas a minutos de las tres de la mañana. En modo demonio, con el semblante endurecido, y recostado sobre la silla, esperaba a que lo presentara en completo silencio, ni siquiera había saludado al comenzar la transmisión.

—A los que se preguntan quién me acompaña esta noche, les digo que no. No es mi novio, es un gran amigo que volví a encontrar después de algunos años, y que seguramente conocen, o al menos conocen su marca. Él es Hernán Salvador, dueño y diseñador de Inferno.

Soledad se puso de pie y enseñó el buzo que llevaba puesto, porque sobre el puño de la cintura, en la parte trasera, estaba escrita la marca: Inferno by Salvador.

—Buenas noches, gente —saludó Hernán, reacomodándose para sentarse recto frente a la cámara.

El chat comenzó a quejarse, pensando que era un stream patrocinado y que Soledad comenzaba a hacer publicidad por canjes. Estaba por calmar a su audiencia, cuando Hernán decidió tomar la palabra.

—No se preocupen, no es ni por asomo lo que están escribiendo en el chat. Si supieran la cantidad de solicitudes de influencers que recibo y rechazo por día para hacer canjes... —Hernán miró hacia el costado con desdén—. No me gustan esas cosas, mi ropa es demasiado valiosa y exclusiva como para andar regalándosela a cualquier don nadie.

—¡Ay, Hernán! —lo retó entre risas por el tono soberbio que había utilizado—. Sabías que esto se puede viralizar en segundos, ¿no?

—Me chupa un huevo —afirmó, cruzándose de brazos, y regalándole una de sus viejas miradas succionadoras de almas—. Yo elijo qué influencer viste mi marca, así como te elegí a vos.

Enarcó una ceja, mientras dibujaba una sonrisa perversa y torcida, y cuando Soledad notó que se estaba mordiendo el labio de la ternura, volvió en sí para no alertar a sus seguidores. Aunque ya era demasiado tarde.

Hay algo entre esos dos.

No mientas, Donna. Es tu novio.

La manera en la que se miran!!! Ya los shipee!!! 😍

—¡Ay, no! Hernán es mi amigo, lo que pasa es que hay mucha confianza entre nosotros, a pesar de los años que estuvimos distanciados. Mi amistad con él es de esas que pueden pasar semanas, meses, y hasta años sin hablar, y cuando te reencontrás es como si el tiempo no hubiera pasado.

—Por eso la elegí como embajadora de mi marca —agregó, reacomodándose en su lugar—. Resulta que tanto la música de Donna como su estilo están muy apegados a mi marca. Sus canciones oscilan entre el cielo, la tierra y el infierno... Inferno... —recalcó—. Creo que no hay mucho qué explicar.

Hernán hizo un silencio para darle el pie a Soledad, pero ella se quedó pensando en sus palabras. Sin saberlo, le dio forma al nombre para su siguiente álbum: Entre el Cielo, la Tierra y el Infierno. Ella quería que su nuevo material siguiera la línea de los anteriores, pero no se le ocurría ningún título con apego comercial. Volvió en sí cuando Hernán le tocó la costilla con un dedo.

—Perdón, es que... Acabás de mencionar el título de mi próximo álbum. —Hernán ladeó la cabeza, mientras ella no podía evitar sonreír.

—Básicamente, te lo acabás de sacar del culo, te conozco.

—Le diste forma a una idea que nunca pude materializar. ¿Me vas a cobrar regalías por utilizarlo?

—Ni siquiera sé qué dije —rio.

Entre el Cielo, la Tierra y el Infierno. Ese es el título de mi próximo disco, amigos. Que va a salir bajo el sello de... ¡Sony Music!

El chat estalló en felicitaciones y festejos, que Soledad agradecía a medida que iba leyendo. Fue Hernán quien leyó una pregunta que le daba el pie para continuar hablando de la línea de indumentaria con Donna.

—Ahí uno pone «seguro la discográfica la obligó a vestirse con Inferno». ¿Pero qué acabo de decir? —protestó algo molesto, echándose para atrás—. A mí nadie me dice lo que tengo que hacer, mucho menos una discográfica. A ver. —Comenzó a gesticular impaciente con sus manos—. Yo convoqué a Donna mucho antes de que apareciera Sony. Ella firmó un contrato conmigo antes que en Sony, que se la tuvo que comer doblada y aceptar que esta hermosa mujer va a estar en las carteleras de mis locales.

Soledad se mordió los labios y bajó la cabeza, para ocultar una sonrisa y la cara de enamorada al oír a Hernán hablar así de ella. Se sentía desnuda frente a sus seguidores y su demonio, y no podía dejar de pensar en la posibilidad de que Marianela viera esa transmisión en diferido y no lo tomara bien.

Un nuevo temor se sumaba al que ya tenía por su carrera: que siguiera destruyendo y manipulando psicológicamente a Hernán. Más que nunca necesitaba estar con la cabeza y el corazón en frío. Aprovechó para responder a quien preguntaba si iba a modelar para Inferno.

—No, no voy a modelar, es algo mucho mejor. En colaboración con Hernán, diseñé una línea de ropa, que pronto podrán ver en todos los locales de Inferno.

La platea femenina enloqueció, preguntando cuánto tendrían que esperar para poder conseguir las prendas de Donna, y fue Hernán quien tomó la palabra para responder.

—Estimo que a fines de enero, o principios de febrero. Los diseños ya están hechos, solo falta comenzar con la producción, la campaña...

—¿Podemos mostrar algo? ¿Trajiste tu iPad?

Se sostuvieron la mirada por un segundo, hasta que Hernán asintió y se levantó para buscar su tableta. Al volver, fue contundente con Soledad.

—Uno solo —advirtió con un dedo en alto—. Sino se pierde la sorpresa.

—Suficiente, ¿cuál les mostramos?

Comenzaron a inspeccionar todos los dibujos, hasta que Soledad se detuvo en la réplica femenina del atuendo que vestía Hernán el día que le llevó la caja de marrocs al local de Avellaneda. Compuesto por una campera universitaria color verde, blanco, y negro, con los detalles de la marca en rojo; un jean ajustado con las mismas roturas de aquel que vistió aquella tarde; y debajo del abrigo, un top negro que solo cubría sus pechos. En los pies, las mismas Vans de caña alta. Soledad lo enseñó a la pantalla, y el chat explotó en emojis de corazón.

—Quédense tranquilas que hay de todo —explicó ante las preguntas sobre los estilos—. Vestidos, tops, jeans, faldas, remeras, buzos... Es muy completa la colección, así que van a poder armar sus outfits a gusto.

Hernán siguió respondiendo algunas preguntas del chat sobre las prendas, la disponibilidad, los precios, la ubicación de sus locales, y Soledad ya no podía ocultar la mirada embelesada al verlo interactuar tan naturalmente con sus seguidores. Hasta que un comentario le bajó la presión.

Gente!!! Hernán es Marroc. No hay dudas.

Decidió omitirlo, pero la duda ya estaba sembrada en el chat.

Sí! Pienso lo mismo! Recuerdo que había un local de Inferno en Lavalle, frente a una tienda de donas. Donna... Que tenía su emprendimiento de donas... Todo cierra.

El demonio del que tanto habla en sus canciones. Demonio que reside en el «Inferno».

Y cómo lo mira. No hay dudas de que es su viejo amor.

Además de que acaban de decir que estuvieron años sin verse. No hay dudas, chat. Estamos viéndole la cara a Marroc!!!

Y no se olviden del video de Amo. Hay partituras y dibujos de diseñador tirados en el piso del galpón.

—Te interrumpo un segundo, Herni. —Se dirigió a Hernán, tomando su brazo con suavidad—. No, él no es Marroc, gente. Entiendo que hay muchas cosas que encajan con él, pero no es Marroc, así que dejen de hacer teorías conspirativas.

La risa nerviosa con la que finalizó, sumado a la mirada ladeada de Hernán, no ayudó a dilapidar esa verdad que ya se le hacía cuesta arriba desmentir, y él tuvo que salir a su rescate.

—¿Por qué no te cantás algo? —preguntó, mientras presionaba suavemente su muslo, fuera de cámara—. Después de todo es tu stream, no da que me la pase hablando de mi marca.

Soledad entendió el salvavidas que le tiró, y se sumó a su propuesta.

—¿Qué quieren que cante? ¿Vamos con un cover o alguna de las mías?

Funcionó. El chat se dividió entre quienes pedían su gran éxito, Cobarde, y los que sugerían canciones de otros artistas o bandas. Hasta que un comentario destacó del resto.

Que la elija Hernán.

—El problema es que él escucha rock internacional, me la va a dejar difícil —explicó entre risas.

—Pero no es lo único que escucho, eh. Me ofende lo poco que conocés mis gustos musicales —protestó con una sonrisa ladeada y su mirada infernal—. Si te pido una de Soda Stereo, ¿te la sabrás?

—Obvio, es una de mis bandas preferidas. ¿A ver?

No existes.

Se sostuvieron la mirada un segundo. Claro que la conocía, y se adaptaba perfectamente a su situación sentimental actual. Era diabólico, no había dudas. Se la estaba dedicando a Marianela, en caso de que el stream llegara a sus oídos.

—Okey. Denme un minuto que voy por la guitarra.

Se levantó dejando a Hernán a solas frente a la cámara, hasta que volvió y se acomodó con la guitarra. Se tomó un segundo para encontrar los acordes y el tono correcto para la canción, se relamió los labios, y comenzó a cantarle a la cámara. Podía ver el rostro del demonio, y cómo delineaba la letra con sus labios a medida que avanzaba la canción. Estaba segura de que se la dedicaba a Marianela a través de su canto, incluso presentía que lo estaba haciendo intencionalmente. Al terminar, Hernán aplaudió mientras sonreía genuinamente, y el chat replicó el gesto con emojis y corazones.

Como faltaba poco para las cinco de la mañana, Soledad comenzaba a sentir el cansancio del día, por lo que se despidió de su público con la promesa de conectarse en cuanto tuviera novedades de su próximo disco. No esperaba lo que sucedería a continuación.

—Ah, antes de que cortes, quería decirle una cosita más a tu público. Estaban en lo cierto. Sí, soy Marroc. —Hernán puso de pie, se quitó la remera y comenzó a mostrar sus tatuajes—. Ángel —señaló su hombro, y luego se volteó para mostrar las alas—. Demonio. —Repitió el gesto con el otro hombro—. Y humano —finalizó, señalándose el rostro—. Ahora sí, hasta luego.

Hernán le guiñó el ojo a la cámara mientras el cuerpo de Soledad temblaba como gelatina, petrificada con el cursor sobre el botón para terminar la transmisión. Fue Hernán quien ejecutó el corte, y luego le sonrió con malicia y una mirada oscura de satisfacción.

—¿Qué mierda hiciste, Hernán? —siseó con seriedad, todavía consternada—. ¿Sabés la intensidad que puede manejar un fandom? En diez minutos vas a ser tendencia, lo van a levantar los medios amarillistas, y Marianela se va a enterar.

—Me chupa una hectárea de verga, Solcito... Estoy harto de cohibir mis sentimientos.

—¡A mí no! —exclamó nerviosa—. Tu mujer está loca y es tóxica, para mañana al mediodía voy a estar cancelada.

—Nadie te va a cancelar, no nos van a dar bola porque mañana llega la Scaloneta al país, y esto va a pasar desapercibido —la tranquilizó, tomando su rostro con ambas manos—. A lo sumo te dirán un par de cosas, pero no vas a ser tendencia ni en pedo. Además, ahora tenés a la discográfica que te respalda, esto ya ha pasado con otros famosos, y nadie perdió su carrera por algo así.

—¿Por qué lo hiciste, Hernán? —lloriqueó.

—Porque te amo de verdad, y quería demostrártelo.

—Si me amaras de verdad hubieras respetado mi decisión de mantener a Marroc en el anonimato. Además, siempre me gustó ese juego de hablar con ellos de mi demonio sin nombre y sin rostro.

—Ahora que saben que volví a tu vida, van a poder entender el giro drástico en tus canciones. No escuché ninguna a excepción de Amo, pero estoy seguro de que las pocas que llevás escritas son de amor. ¿O me equivoco?

Soledad bajó la mirada. La conocía tanto que había adivinado la temática de sus canciones inéditas. Cuando le levantó el rostro desde el mentón con dos dedos, tal como hizo aquella tarde en su viejo local de Lavalle, supo que estaba en lo correcto.

—Yo te voy a defender, mi Solcito. No te preocupes, ¿sí? —Soledad asintió con la cabeza, mientras se limpiaba la nariz con la palma. Se colgó de su cuello, y luego de abrazarlo le dio un pequeño beso—. Vamos a dormir, y mañana me voy a poner las cosas en orden con Marianela.

Volvió a asentir, y se dejó guiar de la mano de Hernán hasta su habitación. A pesar de que se desvistió frente a él, quedando casi desnuda frente a sus ojos hasta que se colocó su remera de dormir, en ningún momento se encendieron chispas entre ellos. Hernán se acostó en boxers, y esperó a que Soledad lo acompañara al otro lado de la cama. La acunó entre sus brazos y así se durmieron hasta el mediodía.

Soledad fue la primera que se despertó, y preparó el mate que tomó en el balcón mientras miraba las caravanas de hinchas provenientes de la estación de trenes de Retiro, en dirección al Obelisco para recibir al equipo campeón. Fue sorprendida por los brazos de Hernán rodeando su cintura, y el beso que dejó en su cuello.

—Me voy a casa, corazón. Cuanto antes le ponga fin a mi matrimonio, más rápido podremos estar juntos sin escondernos como criminales.

Repitieron el ritual del aromatizante sobre la piel de Hernán, y se despidieron en la puerta del edificio con un largo beso en los labios, como si fueran dos amantes que se despedían por un largo tiempo.

Y sin saberlo, estaban en lo correcto. Desconocían lo que el destino tenía preparado para ellos.

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