Cuarenta y cinco


Al día siguiente, ya con la copa del mundo en el país y la actividad reanudada, Soledad no tuvo tiempo de pensar en su demonio. En la tarde de ese veintiuno de diciembre, Darío apareció en su departamento con otra gran noticia.

—Sony quiere que hagas una colaboración con BeEme Cat.

Soledad estaba petrificada en su sillón. BeEme Cat, el nombre artístico de Baltazar Miguel Catalán, era el trapero de moda en la industria, y eso sería otro gran salto en su carrera.

—Dari... El chabón es un groso... No sé si estoy a la altura para hacer una canción con él.

—Pues sí, mi ciela. Es más, él te pidió. Compuso una canción que es para cantar a dúo, y quiere interpretarla con vos. Si me preguntás a mí, lo flechaste, Soledad. De hecho... Intuyo que Sony te incluyó en su catálogo a pedido de él, o porque insistió con tu música. Esta es la canción, mirá.

Darío le extendió su teléfono, y Soledad leyó la letra de la canción. Rio por la ironía de la temática: un amor prohibido y a escondidas. Como si BeEme Cat hubiera sabido que metía un hombre casado a su cama, y por eso la convocaba a colaborar con él.

—Quiere conocerte —agregó—. El viernes es la cita, te va a mostrar la canción, y si estás de acuerdo, la semana que viene comenzamos a grabarla y a filmar el video.

Aunque tenía miedo de no estar a la altura, no podía rechazar la propuesta. Estuvo toda la semana preparándose para la cita del viernes, repasando sus nuevas canciones, y hasta compuso una para cantar a dúo, en caso de que tuviera la oportunidad de devolverle la gentileza e invitarlo a colaborar en su próximo disco.

—¿Dónde nos espera BeEme? —le preguntó a Darío, apenas se subió a su auto.

—Te vas a caer de ojete, en un rato vas a darte cuenta a dónde vamos.

Cuando vio que encaraban para zona norte lo sospechó, y al cabo de unos kilómetros lo comprendió.

—¿El bar de Rama?

—Así es, señorita. Él se ofreció a recibirlos a puertas cerradas, así tienen privacidad y no interfiere ningún fan. Después de todo es tu abogado, también te está cuidando a vos.

—¿O a su amigo? —deslizó Soledad, perspicaz.

—¿Hernán? ¿Y él qué tiene que ver en esto?

—Pensá esto. BeEme es fachero, es el trapero del momento, se tira un pedo y los portales ya hicieron diez notas sobre eso. Nos llegan a ver juntos, nos sacan una foto, y van a empezar a flashear romance. Ramiro no es pelotudo, está cuidando la salud mental de Hernán.

—A ver, cariño... —Darío golpeaba el volante con suavidad—. Salvador no está en condiciones de exigir nada mientras tenga en su cama al Súcubo. ¿Cómo es la cosa? ¿Él sí puede culearse a su mujer, y vos no podés tener un chongo?

—Me dijo que se va a divorciar.

Darío estalló en risas estridentes, mientras se balanceaba hacia atrás y seguía golpeando el volante.

—Solcito... Esa frase de pirata es más vieja que el mundo. Me imagino que no te la creíste, ¿o sí?

Soledad se sintió estúpida porque Darío tenía razón. Era la frase latiguillo de todos los hombres casados que tenían una amante. Y en la mayoría de los casos, ese divorcio nunca se concretaba, o había algún «pero» para permanecer junto a sus esposas. Aunque sintiera vergüenza, decidió ser sincera con su mejor amigo.

—Lo tomo con pinzas. Sí le creo el amor que siente por mí, eso no se puede falsear. Lo que no le creo es justamente eso, que se separe tan rápido y tan fácil de una mujer como Marianela. Si supieras cómo lo trata... Es tóxica y está loca. Sentí mucha pena por él cuando lo llamó y estaba conmigo, un hombre como Hernán no se merece una mujer que lo rebaje así.

—¿Te doy un consejo? —Ella asintió—. Activalo. ¿Cómo? Hacé la tuya. Ya te dije: no puede decir nada porque justamente no son nada —recalcó con énfasis—. Entonces, así como vos te aguantás que él salga de tu cama para volver a la del Súcubo, él va a tener que soportar lo mismo. La exclusividad es recíproca, cariño.

Darío tenía razón, era joven, su carrera estaba en imparable ascenso, y quería comenzar a disfrutar sin culpas ni ataduras. Estaba luchando por tener a un hombre que quizás nunca tendría, y lo mejor era empezar a olvidarlo, aunque sea con citas de ocasión.

Estaba cansada de entregarle su corazón al hombre incorrecto.

El primer encuentro con BeEme Cat fue inesperado y gracioso en partes iguales. Apenas estuvieron frente a frente, él le hizo una reverencia, como si Soledad fuera una princesa, y luego besó el dorso de su mano, mientras ella no podía contener las risas nerviosas.

—No sabés lo ansioso que estaba por conocerte, Donna.

—Ya veo —expresó entre risas—. Un gusto BeEme.

—Decime Balta, ¿puedo decirte Solcito?

Un escalofrío recorrió su cuerpo. Una sola persona la llamaba de ese modo, y quería conservar esa magia.

—Sole está bien —lo corrigió con cautela—. Para ser sincera, siempre me molestó que la gente me llamara así, porque soy Soledad, y nos dicen Sole.

—Lo que quieras, mi reina. Sole... Me encanta.

Ella estaba perdida en sus grandes ojos verdes. En persona, Baltazar era mucho más atractivo que en las fotos que circulaban en redes. Aunque no era demasiado alto, el cabello rubio y despeinado hacia un excelente contraste con su piel blanca y pálida. Los tatuajes de su cuello y sus manos reflejaban esa rebeldía de sus letras.

Y no tardó mucho en comprobar que Darío tenía razón, su mirada delataba que su interés en ella iba más allá de lo musical.

Ramiro desde la barra también lo notó, y así se lo hizo saber a su amigo.

Mejor me apuro con ese divorcio porque están a cinco minutos de escupirte el asado. ✓✓

No te entiendo, Rama. ✓✓

Disimuladamente, les sacó una foto y se la envió a Hernán.

Lamentablemente no puedo hacer nada. Marianela me tiene agarrado de las pelotas. Por su bien y el mío, eso es lo mejor que nos puede pasar. Aunque me duela y tenga ganas de romper todo en este mismo momento. ✓✓

No esperaba recibir esa respuesta apática, tampoco sabía lo que había pasado porque Hernán volvió a alejarse de él luego de la amenaza de Marianela. Ramiro desconocía que su amigo estaba mucho más sometido, mientras aguardaba el milagro de que su esposa se fuera del departamento, una vez que su madre regresara luego del año nuevo. Se estaba comportando lo suficientemente arisco y distante como para cansarla, y que finalmente se fuera, pero al parecer ella tenía otros planes. Apenas se veían con el nuevo turno de Marianela, aún así, en ocasiones se cruzaban en la vivienda que compartían y el clima era hostil.

Como su abogado, necesitaba saber los detalles de su situación actual con Marianela.

Te llamo más tarde, hermano. Así me contás todo. ✓✓

Mejor, avisame cuando Soledad se vaya y paso por allá. ✓✓

Envió un emoji de pulgar arriba, y se acercó hasta la mesa en donde Soledad y Baltazar ya conversaban como dos amigos de toda la vida. Pero antes hizo una parada en la mesa de Darío, que estaba entretenido con su teléfono.

—¿Por qué tan solo, guapo? —lo molestó.

—Les estoy dando privacidad para que se conozcan. Lo necesitan para poder trabajar juntos.

—¿Y desde cuándo uno tiene que conocer a fondo a sus compañeros de trabajo antes de empezar a trabajar?

—Necesitan química para la cámara, la canción lo exige.

Darío buscó el correo electrónico con la letra de Furtivo, y apoyó el celular sobre la mesa en dirección a Ramiro. A medida que iba leyendo, cerraba los ojos con fuerza.

—Mierda...

Era inevitable no pensar en Hernán, en cómo se sentiría al escucharla y al ver el video, porque intuía que iba a ser bastante subido de tono, si tomaba en cuenta otras colaboraciones del mismo género y la misma temática de la canción.

—¿Quién escribió esto? ¿Fue Soledad?

—No, Baltazar. Y cinco tipos más.

—Ya me parecía, Sole no escribe tan vulgar.

—Sí, admito que la canción es una basura en comparación con el trabajo de Soledad. Pero BeEme es su catapulta al éxito.

Ambos admiraron a Soledad y Baltazar, ya en completa confianza. Demasiada para el gusto de Ramiro, que no hacía más que pensar en su amigo; y perfecta para el ojo de Darío, quien quería que Soledad lo utilizara para comenzar a olvidarse de Hernán.

—Pero no te quedes acá solo —expresó Ramiro—. Vení conmigo a la barra, ahora te preparo algo.

Darío aceptó la invitación, y Ramiro se acercó a la mesa de Soledad y Baltazar en calidad de mesero para preguntarles qué querían tomar.

—Un whisky para mí, ¿puede ser?

—Yo quiero lo de siempre, un Pantera Rosa.

—Son las tres de la tarde, Soledad. ¿No es un poco temprano para tomar alcohol? —la regañó.

—¿A él no le decís nada por el whisky y a mí sí? —lo desafió entre risas.

—La diferencia con él es que yo soy tu abogado, soy parte de tu equipo de trabajo y te estoy cuidando.

A Soledad se le hizo tierno el argumento, y terminó cediendo. En ningún momento sospechó que la verdadera intención de Ramiro era que no quería que se emborrachara con Baltazar, para luego terminar en alguna situación desfavorable para su amigo.

—Está bien. Entonces traeme una Coca-Cola.

Asintió y los dejó a solas para traer el pedido.

—Como te cuidan, eh... Ojalá mi representante fuera así conmigo —expresó Baltazar, cuando se quedaron a solas.

—Presiento que no es a mí a quien está cuidando —deslizó perspicaz.

—¿A quién, sino?

—No importa.

—Sí que me importa —insistió—. Quiero conocerte, Sole, y no voy a andar con vueltas. Me gusta tu música tanto como me gustás vos, me tenés cautivado desde que te vi en el video de Crush.

Soledad estaba muda, no podía creer que Baltazar pusiera sus ojos en ella, teniendo en cuenta las mujeres que lo rodeaban, y su historial amoroso de la industria. No volvería a caer como tonta enamorada, pero sí estaba dispuesta a probar algo distinto a Hernán.

—Me asusta un poco que seas tan directo, no estoy acostumbrada a esto —aclaró sonrojada.

—Lo sé, la industria es difícil, por eso quiero acompañarte en el camino a la cima. Yo ya dejé mis intenciones sobre la mesa, no nos conocemos, eso es cierto. Mi sí ya lo tenés, sabrás que hacer con él.

Soledad estalló en risas porque esa frase ya la había escuchado, por otra boca, pero el déjà vu era inevitable.

¿Y si era Baltazar?

Estaba dispuesta a averiguarlo.

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