Cincuenta y ocho

Aunque ser la esposa de Hernán era algo que Soledad había anhelado aquellos años en que solo admiraba su foto de WhatsApp a la distancia, la realidad detrás de la foto era otra. Y se lo hizo saber sin rodeos.

—No. —Cuando las facciones de Hernán comenzaron a desfigurarse, Soledad lo tomó de las manos—. Porque yo me enamoré del hombre libre y salvaje, tuve la oportunidad de conocer al marido y no me gustó para nada esa versión...

—Pero era distinto, corazón —la cortó—. A Marianela no la amé ni un centímetro de todo lo que te amo.

—Y eso no lo dudo. Pero no quiero cometer el mismo error que ella, la vida es una sola, y no quiero atarte a mí. ¿Y si en este nuevo camino como diseñador te das cuenta de que no soy lo que necesitás en tu vida?

—¿Por qué me decís esto? —siseó como un quejido—. ¿Qué pasó durante estos meses que estuvimos separados? No me amás tanto como pensabas, ¿no es cierto?

—Al contrario, Herni. Te amo demasiado como para atarte a mí, porque cuando estás en pareja lo das todo, incluso renunciando a lo que querés. Por Marianela dejaste a tus amigos, tu estilo de vida, tuviste que mentir y esconderte para convertirte en el gran diseñador que sos hoy. ¿O me lo vas a negar?

»Además... ¡¿Justo yo voy a dejar de amarte?! Te esperé por años, incluso cuando vos dejaste de amarme aunque sea un minuto, minuto en el que Marianela entró a tu vida. Si el día de mañana conocés a otra persona y dejás de amarme, me retiro de tu vida con la alegría de haber compartido aunque sea un ratito con vos.

»Te amo, te amo, y te amo. Amo tu demonio, amo tu ángel, y amo tu cuerpo mortal. Amo tu amor hostil, amo tu amor dulce, amo tu amor real —cantó sobre su boca—. Dejarte libre y salvaje es mi mayor acto de amor y confianza. En vos, y en el amor que sentimos.

El argumento de Soledad fue tan válido, que Hernán la tomó del rostro y la besó para ocultar las lágrimas que se escaparon de sus ojos. Se separó cuando, en vano, Soledad las limpió con sus pulgares.

—Acepto tu «no» con tres condiciones. En público siempre vas a ser mi mujer, quiero alianzas, y que nos casemos en Las Vegas. Esto último justificaría las dos primeras cosas, y el matrimonio allá no es válido en Argentina.

—Pero en Nevada sí, Hernán. Y podemos registrarlo en Argentina si queremos —explicó con parsimonia.

—No me vas a dar el gusto, ¿no, conchuda?

—Dejame pensarlo, ¿sí? Quizás al asistir a una boda me pique el bichito de ser yo la novia —deslizó con picardía.

—O cuando veas el vestido que le hice a Candela, e imagines el que puedo coserte a vos, sabiendo que sos mi punto máximo de inspiración.

—¿Lo tenés acá? —Hernán asintió en silencio—. ¿Lo puedo ver?

La guió hasta la trastienda, y allí estaba su creación más ambiciosa. Un fino vestido cosido casi a mano, el escote era una gran hoja cruzada, con detalles de piedras preciosas en la cintura que ascendían para darle un efecto más natural, simulando los nervios foliares de la hoja, y con la espalda al descubierto hasta la cintura baja. La falda era simple pero imponente, un vuelo amplio que se extendía en la parte trasera para crear la cola de corte del vestido, de un metro de longitud.

—Te fuiste a la mierda, Hernán —exclamó, completamente sorprendida—. Es el vestido de novia más hermoso que vi en mi vida. En serio, me estoy replanteando seriamente tu propuesta de matrimonio solo por usar un vestido tuyo.

Ambos rieron, Hernán bajando la cabeza, claramente apenado por el elogio; y Soledad de nervios, porque de verdad se estaba replanteando la propuesta de matrimonio solo por usar un vestido hecho por su demonio. Hasta que su mirada cayó en el segundo maniquí. Era un vestido similar, pero el escote simulaba una flor de loto hecha en organza rosada en degradé a blanco; con una falda similar al vestido de Candela, amplia pero corta a la rodilla, en gasa verde. Soledad se acercó a pasos lentos y Hernán la siguió.

—¿Y este? ¿Es el de la dama de honor?

—Es el de mi dama de honor —la corrigió, parándose junto a ella, y observando el vestido con orgullo—. Es tuyo corazón, no te olvides que estamos invitados.

Soledad no pudo contenerse, y se largó a llorar sin despegar la mirada del vestido. Hernán la abrazó por la espalda y dejó un tierno beso en su mejilla.

—Quiero saber cuál fue tu inspiración para crear este vestido —preguntó decidida cuando se recompuso del llanto.

—La flor de loto, que crece hermosa en el pantano, y siempre florece en condiciones desfavorables —explicó con el mentón apoyado en el hombro de Soledad, mirando el vestido—. Simboliza la capacidad del ser humano de mantenerse puro y virtuoso hasta en ambientes difíciles. Y eso es lo que sos para mí, corazón. A pesar de todo lo que viviste, resististe, floreciste, y hoy brillás lejos de todo lo malo que te rodeó.

Fue inevitable que Soledad volviera a llorar, con más fuerza. Hernán la volteó y la contuvo en su pecho, mientras acariciaba su espalda y dejaba besos intermitentes en su cabeza. Incluso, era tanto el llanto que se preocupó de su reacción desmedida.

—¿Te gusta? ¿O me fui a la mierda con la inspiración?

—Es más de lo que merezco, Hernán —justificó, todavía hundida en su pecho—. Un hombre que me lee de esa manera tan perfecta no puede ser de este mundo. Estoy segura de que algún día me voy a despertar en mi cama en Chubut, y todo esto habrá sido un sueño vívido.

—No es un sueño, es real. Disfrutalo, y disfrutame.

Esas simples palabras bastaron para que Soledad recupere la cordura, y se prendió de su boca en la continuación del beso urgente en el aeropuerto. Hernán se separó solo para guiarla hasta el piso superior, y no tardaron en ser uno solo. Sin prisa, con toda la calma del mundo. La distancia de dos meses encendieron las flores del infierno, que ardieron hasta el final del la tarde. Luego, Hernán la invitó a cenar y a pasear por las calles de Milán, a sabiendas de que al otro día debían volver a separase por motivos laborales.

No solo era el día de la boda, también llegaba Darío para sumarse a Soledad, porque como era costumbre, juntos darían el show para el que fueron contratados. Y mientras Hernán hacía los últimos retoques con Candela en su hogar, Soledad y Darío ensayaban la lista de canciones en el local. Volvió casi sobre la hora para vestir a Soledad, y juntos partieron al evento.

Y tal como predijo Soledad, estaba lleno de periodistas expectantes por los invitados.

Otro punto que tampoco tomó en cuenta fue que era la primera vez que se dejaba ver públicamente de la mano de Soledad. Cuando menos lo esperaba, tenía una ronda de micrófonos preguntando desde los detalles del vestido, hasta su relación con Donna y el video que protagonizaron juntos. Y su respuesta fue tajante, en la voz del demonio, por supuesto.

—El vestido lo verán a su debido tiempo. Y respecto a mi relación con ella, no es momento de hablar de eso. Esta es la noche de Candela y Javier, y me parece una falta de respeto que pongan el foco en mí. No sean desubicados, ¿sí?

Hernán les guiñó el ojo con soberbia, y luego posó con Soledad para los fotógrafos, quien ni corta ni perezosa, volvió a colgarse del hombro de él, replicando aquella foto de Jessica y de la campaña de su línea de ropa.

Y él aprovechó la oportunidad para tener esa instantánea que había imaginado cuando eran amantes furtivos: la tomó de la cintura y la inclinó levemente hacia atrás, quedando a escasos centímetros.

Y para ambos, era su primera vez como invitados a una boda. Soledad estaba embelesada por los detalles y el lujo que la rodeaban, ni en sus sueños más locos hubiera imaginado que estaría en una boda de farándula, y mucho menos como parte de esa farándula. Si bien esa parte del evento era íntima, solo para familiares y amigos cercanos, como pareja de Hernán tuvo su lugar privilegiado, y hasta se emocionó con la ceremonia.

—¿Ahora sí te vas a querer casar conmigo? —preguntaba Hernán de manera intermitente, en un susurro con su tono endemoniado, y Soledad reía entre avergonzada y feliz.

—Me imagino que con Marianela fue más fácil, ¿no? Te dijo que sí a la primera —bromeó a la vigésima vez que le insistió.

—Es que no se lo pedí, literalmente le propuse matrimonio cuando quedó embarazada, que no es lo mismo. Le dije: «¿qué te parece si ahora que vamos a ser padres nos casamos?» —recordó en un susurro, atento a la ceremonia—. Lo sentí como una obligación moral, nada más. Y a vos no te lo estoy pidiendo, te lo estoy rogando, hija de puta. ¿Querés que me arrodille y te implore para que seas mi esposa? Porque estoy a dos minutos de hacerlo.

Soledad lo tomó del rostro con una mano, dejó un pequeño beso, y luego sentenció:

—Basta.

Hernán bufó, se reacomodó en su lugar y siguió atento a la ceremonia. Hasta que fue Soledad la que se acercó a su oído.

—Te acordás que me ligué las trompas, ¿no?

—Sí, y yo me hice la vasectomía durante ese mes que estuvimos alejados, cuando le pedí el divorcio a Marianela. ¿Por qué lo decís?

Soledad enmudeció, no solo por enterarse de la vasectomía de Hernán, sino porque dilapidaba su argumento para persuadirlo. A su lado jamás podría ser padre, y tampoco quería prohibirle ese derecho, en caso de que a futuro cambiara de opinión.

—¿Entonces es en serio que no querés tener hijos?

—Con vos puedo ser completamente sincero: no quiero arruinar mi carrera, porque eso sí lo siento como un atentado a mi libertad, que vos seas mi esposa no —enfatizó—. ¿Y vos? Nunca me dijiste por qué no querías ser madre.

—No me siento capaz de criar un hijo, y también, no estoy en condiciones de pausar mi carrera por la maternidad. Y en la industria musical es fácil quedarte atrás, no pienso arriesgarme a quedar en el olvido.

—¿Te das cuenta por qué somos perfectos juntos?

—Dejame charlarlo con la almohada, ¿sí?

En realidad no tenía nada que pensar, Hernán estaba muy seguro de lo que quería, y estaba comenzando a dejarse llevar por la Soledad de 2020, esa que anhelaba ser ella quien estuviera abrazada a su cintura en la foto de sus redes sociales.

Olvidó el tema y la insistencia de Hernán cuando la ceremonia terminó para dar paso a la gran celebración. Darío se unió a ellos cuando llegaron todos los invitados a la fiesta, y cuando menos se dieron cuenta, era el momento de hacer su show. Soledad se cambió con el conjunto que Hernán había elegido para ella, y él se preparó para disfrutar un mini concierto que, estaba seguro, le traería recuerdos de aquella noche en Purgatorio.

Y no se equivocaba.

Soledad había preparado un setlist que se dividía entre covers de canciones románticas, y canciones de su último disco, aquel en donde le expresaba su amor a Hernán. No faltaron las miradas fugaces al demonio, que la observaba embelesado desde su lugar, y le pidió disculpas cuando aceptó cantar Cobarde a pedido del público. Sobre el final del show, decidió hacer un cambio.

—Aprovechando la intimidad de este evento tan hermoso, me gustaría hacer algo que jamás hice en ninguno mis shows. Mientras me estaba cambiando para subir a este escenario, compuse este pedacito que no sé si llegue a canción, pero quiero compartirlo con todos ustedes, en especial con Candela y Javier. Les deseo toda la felicidad del mundo. Esto es una canción sin nombre, y dice así.

Soledad se sentó en el teclado, y tanteó la melodía que imaginó en su cabeza. Cuando la tuvo, comenzó a cantar sin pensarlo demasiado.

Te tengo un desafío matemático. ¿Cuánto es uno más uno? Unos dicen uno, otros dicen dos. Hay quienes dicen tres, cuatro, cinco. Pregúntame, ¿cuánto es uno más uno? —Soledad dejó de tocar el piano e incitó a Hernán a responder, señalándolo con la cabeza. Levantó el índice, indicando el uno como respuesta, y Soledad negó en silencio antes de seguir cantando—. Y yo diré que somos tú y yo. Despejaré la ecuación y diré sí, para llegar a ese uno que somos tú y yo.

Hernán entendió perfectamente lo que Soledad acababa de decirle, y se levantó de su lugar dispuesto a alcanzarla en el escenario y besarla delante de todos los invitados, pero se detuvo cuando todo el mundo se puso de pie para ovacionarla. Esperó impaciente a que terminara de saludar a su público, y cuando la música se reanudó en la fiesta la besó sin rodeos.

—¿Eso fue un sí?

—Pero tal como dijiste. En Las Vegas, y quiero que todo siga igual: cada uno en su departamento, pero siempre, siempre, juntos. Ah, y tengo una condición más.

—Lo que quieras, preciosa.

—No te niegues la oportunidad de ser un diseñador de alta costura. Ya no me necesitás, el vestido de Candela es la prueba. Si tenés que quedarte un tiempo acá en Milán, hacelo. Yo siempre te esperaré en casa, en la tuya o en la mía.

—No te ilusiones, Solcito —bufó entre risas—. Eso no va a pasar.

—Okey... ¡Pero después no digas que no te avisé! —lo regañó, tocando su nariz—. Y hay algo más que también me inquieta, y es si te vas a bancar mi carrera.

—¿Qué? ¿Las giras? ¿Las horas de ensayo y grabación? —preguntó, enarcando una ceja.

—No me refería exactamente a eso —indicó Soledad, mordiéndose el labio. Continuó ante el silencio de Hernán—. Me refiero a colaboraciones con otros artistas, tengo entendido que Sony quiere que empiece a incursionar en la música urbana, y... No la pasaste muy bien cuando hice el video con Baltazar.

—Pero ya te dije que en ese caso era distinto porque tenías una relación con él. Abierta o no, estaban juntos. Ahora, yo te hago la misma pregunta: ¿te molestaría que diseñe inspirado en otra mujer? ¿Qué en ciertos casos me vea obligado a modelar sobre el cuerpo de ella?

—No, porque es tu trabajo Herni —respondió sin dudar—. Y a mí me hace feliz que hagas lo que te gusta.

—Ahí tenés tu respuesta, corazón —sentenció, tomándola por las mejillas—. Yo también confío en lo que sentimos, es trabajo y hay que hacerlo.

Soledad y Hernán sellaron su pacto con un profundo beso, y al separarse, dos de las invitadas aguardaban a ser vistas a una distancia prudencial.

—Disculpa, ¿tú eres Hernán Salvador?

—Sí, soy yo... —asintió dubitativo.

—Me presento, soy Nerea Santillán. —La mujer le extendió la mano para saludarlo y continuó—. Soy actriz, mi película está nominada a los premios del Cine Europeo, y... Sinceramente he queda'o flipando con el vestido que le has hecho a Candela, entonces quería saber si tú puedes hacer algo parecido para asistir a la entrega de premios en diciembre.

Soledad se cubrió la boca para ocultar una risa, porque estaba en lo cierto cuando le aseguró que tendría más trabajo como diseñador de alta costura.

—Eh... Es que... ¿En serio?

—¡Pues sí! —Hizo un pequeño silencio—. Oh, ya veo... Tienes la agenda ocupada, ¿no es cierto?

Digli del mio vestito —susurró su acompañante en italiano, y Nerea asintió con la cabeza.

—No, de hecho en unos días vuelvo a Buenos Aires, mis tiendas están allá.

—¿Y tienes más vestidos allí? Si quieres que viaje, pues...

—No serían precisamente vestidos para una alfombra roja —agregó Soledad, solo para darle una mano a Hernán, que seguía sorprendido.

—¡Madre de Dios! —exclamó boquiabierta—. ¿Ese que lleváis puesto también es de Hernán? —Soledad asintió con orgullo—. Es que justamente eso quiero. Verás, vi la hoja del vestido de Candela, y me preguntaba si tú podías hacer lo mismo pero con una margarita. Mi personaje en la película se llama así, y me encantaría llegar con un vestido acorde a mi personaje. Ese que lleva tu...

Nerea no se animaba a afirmar el vínculo con Soledad, y Hernán continuó por ella:

—Prometida, Soledad es mi prometida.

—Mucho gusto, Soledad. —Le devolvió el saludo con un movimiento de la cabeza—. Como decía, ese que lleva tu prometida es justo lo que imaginé en mi cabeza. La margarita aquí, y la falda verde, pero larga para que sea de etiqueta, ¿me explico?

Hernán observó fugazmente a Soledad, y no pudo resistirse al brillo en sus ojos. Desde que le había dicho que sí, su cabeza ya estaba comenzando a preparar la boda en Las Vegas, y no le hacía gracia seguir quedándose en Italia. Pero quería destacar como diseñador, solo por darle el gusto a Soledad.

Tal como ella hizo con la música, solo por cumplirle la promesa.

—Mañana tengo cosas que hacer, pero pasado mañana te espero en mi estudio. ¿Te parece?

—Vale, me parece perfecto. Hazte una llamada, así guardas mi número y me pasas la dirección por mensaje. —Nerea le estaba entregando su teléfono cuando recibió un codazo de su acompañante—. Me olvidaba, ella es Chiara Conti y también necesita un vestido, solo que no habla español. ¿Será que puedes atendernos a ambas? En su caso es un poco más urgente, pero más sencillo.

—No se preocupen —afirmó mientras realizaba la llamada a su teléfono—. Lo vemos después, ¿sí?

—Muchísimas gracias, Hernán.

Las mujeres se despidieron de ellos, y cuando se quedaron a solas, Hernán no emitía palabra alguna, mirando al vacío.

—Tenías razón, conchuda. ¿Cómo lo supiste?

—Porque ninguna me despegó la mirada en toda la noche, y no es porque soy Donna, nadie me conoce acá. En tu lugar, revisaría la bandeja de Instagram.

Hernán le hizo caso, y efectivamente, tenía varios mensajes en la bandeja de solicitudes. Todos de cuentas verificadas, lo que le daba a entender que Soledad siempre tuvo razón.

—Así que tu prometida, ¿eh? —acotó, acercándose a Hernán.

—Es lo que sos —afirmó, levantando el mentón—. Acabás de decirme que sí.

—No veo un anillo en mi dedo. No es que lo quiera, eh. —Se apresuró a aclarar—. Solo digo.

Hernán tomó su mano izquierda, más precisamente el dedo anular, y colocó el suyo al lado. Luego, señaló los tatuajes de dona.

—Hace rato lo tenemos. Solo nos falta avanzar al siguiente paso: cubrirlo con una alianza.

Les confieso que acá me paso lo mismo que en Eva. No quería este final para ellos, el final era otro, un poco más amargo. Pero estos dos desgraciados se me volvieron a ir de las manos. 🤣

Igual... Todavía quedan dos capítulos. Y no hablo más para no spoilear. A pesar del sutil volantazo, quedé conforme con el final. Ya verán. 👀

Cada vez falta menos. Dos más, epílogo, y les decimos adiós a Soledad y Hernán.

Y no tiene absolutamente nada que ver con el capítulo. Pero hoy es 4 de Noviembre: el día del Piberío Biónico. Y quiero que suenen las estrofas de este himno nacional de la melancolía. 💖

Dejo la versión de River, para revivir esa gran noche que tuve el placer de ver desde cerca. Fue la última canción, y solo vean lo que fue ese cierre en el minuto 7:04, con la toma aérea del estadio de River. Es que lo veo de nuevo en YouTube, y se me pone la piel de gallina de solo pensar que estuve ahí. 😍

https://youtu.be/2_5D5Mngrfw

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top