Cincuenta y cuatro
Hernán sonreía feliz acostado en su cama, mientras se mordía el labio y sonreía involuntariamente.
Se había despertado con la mejor alarma del mundo.
Desde la habitación podía escuchar a Soledad cantando en la cocina con la música sonando desde su celular, reconocía la canción porque algunas noches de soledad durante la pandemia ponía de fondo a Luis Miguel mientras cosía en su máquina, solo para recordar a su Solcito y profundizar esa inspiración mientras creaba todas esas prendas plasmadas en el cuaderno que le había regalado. Se levantó sin hacer ruido, y al llegar a la cocina abrazó a Soledad por la cintura. Ella solo tiró la cabeza para atrás, apoyándola en su hombro, mientras seguía amasando y cantando No Sé Tú.
—Buen día, hermosa —susurró en modo demonio cuando la canción terminó.
—Buen día, mi amor.
Soledad giró levemente la cabeza y Hernán la besó con profundidad. Al separarse, ella continuó amasando mientras él seguía aferrado a su cintura, con la cabeza sobre su hombro, atento a lo que estaba preparando. La siguiente pista era Por Debajo de la Mesa, y Soledad dejó de cantar cuando lo escuchó a él cantar en su oído.
—¡Herni! ¿Por qué no me dijiste que cantabas tan bien? —le reclamó, girándose en su lugar—. No le pifiaste a una sola nota.
—Nunca le canté a nadie, es algo que hago cuando estoy solo, me da vergüenza.
—Un demonio teniendo vergüenza —bromeó entre risas—. No sabía que te gustaba Luis Miguel, ¿o el rockero también es el demonio?
—Eso es por tu culpa, lo escucho por vos —la regañó, reforzando el abrazo a su cintura—. Era mi manera de tenerte cerca durante la pandemia mientras cosía en las noches. ¿Qué estás preparando?
—Tallarines caseros. Tenías harina, huevo, leche, y esa salsa hecha. Así almorzamos antes de irnos al canal, ya le avisé a Dari que llegamos justo para pasar por maquillaje. ¿Ya elegiste mi outfit?
—Sí... Te muestro. —Hernán fue hasta sus percheros, tomó un chupín sobrio color azul, y un corset negro con detalles de encaje—. Es elegante, a la altura del programa, y sigue siendo sensual, fiel a tu estilo. El problema es que no tengo nada para tus pies, vamos a tener que hacer escala en tu departamento para buscar unas botas, zapatos... ¿O querés vestir algo que se adecúe a tus Converse?
—No te preocupes, tengo las botinetas perfectas para ese estilo, solo me preocupa qué hacer con esto. —Soledad se agarró un mechón de cabello.
—Yo te peino.
—¿Hasta eso sabés hacer, Hernán? —preguntó entre risas.
—Lo hice un par de veces con modelos que vistieron mi ropa para campañas —acotó, levantando los hombros.
—Igual, ya amerita un cambio de look —pensó en voz alta, mientras comenzaba a cortar la masa—. Este rubio para mí representaba la rebeldía, recuerdo que me lo hice cuando me pudrí de los maltratos de Leandro, cuando andaba perdida y sin saber qué hacer. Debería volver al castaño...
Hernán volvió junto a ella, corrió la cortina de cabello que caía sobre un costado de su rostro, dejando una caricia al paso, y la observó atentamente durante unos segundos.
—Se acabó eso de andar a la deriva, ¿y sabés algo? Ahora te ves bien, incluso, mejor que ayer cuando te encontré en mi departamento con Marianela.
Soledad dejó de cortar la masa en tiras y clavó sus cielos en sus radiantes ojos. Hernán no dejaba de sonreír, y tenía la mirada perdida de amor.
—¿Cómo pude ser tan estúpida en aquellos años? —siseó—. Eras vos, siempre fuiste vos. No vuelvas a lastimarme nunca más con tu indiferencia, porque después de todo esto que vivimos no podría soportarlo.
—Ya está, Solcito. Te prometo, te juro, que nunca más te voy a dejar sola. Yo también me lastimé, eh... No te creas que sufriste vos sola durante todos estos años. Pero se acabó eso de lastimarnos con indiferencia.
Hernán tomó su rostro y se unió a ella en un profundo beso, pero cuando la temperatura comenzó a subir, se separó.
—Te llevaría de nuevo a la cama, pero tenemos mucho que hacer hoy —explicó, con la mirada oscurecida.
A Soledad poco le importo, y se subió a horcajadas de un salto, volviendo a prenderse de su boca, doblegando la voluntad de él, que no tuvo más remedio que llevarla a su habitación. Se saltearon el desayuno, pero había valido la pena cada caricia y cada beso. El reloj volvía a correrlos, pero el sentimiento de resignación era distinto al saber que era debido a las obligaciones laborales de Soledad. Se ducharon juntos, almorzaron lo ella había preparado, y luego partieron hacia su departamento para que pudiera arreglarse con calma antes de ir al canal. Hernán cumplió con su palabra, y peinó el cabello de Soledad en una elegante cola alta y tirante. Cuando estuvo conforme con su apariencia, partieron hacia el canal, donde se encontraron con Darío a la hora pactada.
—¡Estás hermosa! —exclamó Darío al verla—. Hiciste un buen trabajo, vos —le dijo a Hernán.
—Yo no tengo nada que ver con su belleza, solo la vestí y la peiné —acotó mirando hacia otro lado, y conteniendo una sonrisa—. Seguirá siendo hermosa aunque le ponga una bolsa de papas como vestido.
Soledad le regaló una boba mirada mientras se mordía el labio, quería besarlo, pero había demasiada gente del canal alrededor de ellos, y todavía no estaba lista para mostrarse con él en un medio de comunicación. Lo sentía como una falta de respeto hacia Baltazar, debido a que no habían pasado ni veinticuatro horas de sus anuncios en redes sociales. Afortunadamente, fue llamada para acomodarse en el estudio con la conductora del magazine, a quien saludó cordialmente durante el corte comercial previo a la entrevista para hablar de su último disco y sus próximos shows.
Hernán estaba junto a Darío detrás de cámaras, cruzado de brazos y estático, entretenido y embobado por la manera en la que Soledad se desenvolvía, hasta que su teléfono vibró en el bolsillo de su pantalón.
Les deseo toda la felicidad del mundo. ✓✓
Ingresó al link de Facebook que le había enviado Marianela, y frente a sus ojos apareció un extenso post, acompañado por una captura de la foto que él había puesto en sus historias el día anterior. Llamó la atención de Darío con un sutil codazo, y juntos leyeron el descargo de Marianela.
No puedo creer que esté escribiendo esto con lágrimas en los ojos. Destrozada. Pero así es la vida.
Ayer salió la sentencia de mi divorcio con Hernán Salvador. Un divorcio que nunca quise y nunca fue charlado adecuadamente, simplemente Hernán apareció un día con la demanda, luego de meses de destratos, denigraciones, e insultos. Porque yo no hice nada más que amarlo, mientras él estaba enredado en las sábanas de una mujer a la que poco le importó romper un matrimonio lleno de amor, consolidado, que estaba en busca de agrandar la familia.
Esa mujer tiene nombre, apellido, y nombre artístico que, ¡oh, casualidad!, está relacionado a su obsesión pasada con Hernán. Soledad Dávila, más conocida como Donna, conoció a Hernán cuando trabajaba en un local de donas frente a su primera tienda de Inferno. Y se obsesionó con él a tal punto que le escribió tres discos, le dedicó un montón de videos en YouTube, lo apodó Marroc en honor a su bocadito preferido, y no paró hasta envolverlo y engatusarlo.
Y lo logró. Poco le importó destrozar mi matrimonio, no sé qué clase de brujería le habrá hecho a Hernán para que cambiara tan abruptamente. Porque él no volvió a ser el mismo desde que la vimos en vivo en un bar de Vicente López. A partir de ese día, Hernán ya no pasaba las noches en casa, buscaba excusas para irse corriendo a la cama de esa mujer que hasta le dio la llave de su departamento. Y eso lo vi con mis propios ojos.
Porque mientras yo pasaba las noches en la clínica salvando vidas, él se estaba revolcando con ella en su cama mientras se reían a mis espaldas y las de BeEme Cat, pareja de Donna en ese momento. Y no conforme con humillarnos de esa manera, la convirtió en embajadora de su marca y le dedicó una línea de ropa entera: Inferno by Donna. Cuando a mí nunca me hizo un solo vestido, porque "no funciona así", según sus palabras. Y claro, yo no tengo el cuerpazo de esa mujer, lo admito. ¿Pero sabés qué, Hernán? Tal como Soledad cantó aquella noche en el bar de tu amigo, cuando hizo un cover de la canción de Shakira, la carne se cae, las arrugas y las canas no perdonan a nadie, y el día que ya no puedas saciar tus más bajos instintos, te vas a arrepentir de haber perdido una mujer como yo por una calentura del momento.
No te voy a desear lo mejor porque no lo siento de corazón. En su lugar, te recuerdo que el karma siempre vuelve. Y a Soledad: como te dije el día que te encontré en el departamento con Hernán, recordá que el infiel nace así y nunca va a cambiar. Así como lo hizo conmigo, también lo hará con vos. Aprovecho este espacio para enviarle un cordial saludo a mi ex suegro, Aníbal Salvador, y mis más sinceras disculpas por no encarrilar a su hijo cuando perdió el rumbo. Ya tendremos oportunidad de charlar en algún momento cara a cara.
Agradezco a todos por su cariño en este duro momento de mi vida, esto es lo último que diré respecto a este tema. Me toca reconstruir mi autoestima mellada por Hernán y comenzar de nuevo. Porque antes de volver a confiar en el amor, primero tengo que volver a amarme a mí misma. Algo que deje de hacer cuando conocí a Hernán.
Confío en que lo mejor está por llegar. A la gente buena le pasan cosas buenas. Pronto será mi turno, porque yo sí soy una buena persona.
Marianela Goya.
Al terminar de leerlo, cuando levantaron la vista, ese mismo post estaba en la gran pantalla del estudio mientras la conductora lo leía en voz alta. Hernán se agarró la cabeza mientras Darío le pedía explicaciones al productor junto a él. Sin embargo, Soledad se lo estaba tomando con toda la naturalidad del mundo.
—A ver, lo que dice es cierto. En parte —aclaró Soledad, extendiendo una mano—. Por ejemplo, menciona que me encontró en el departamento de Hernán y fue al revés. Ella me citó ayer a tomar un café, y Hernán nos sorprendió. Empezó a agredirnos gratuitamente, y... —Hizo una pausa—. No daré mas detalles para proteger la intimidad de los tres, pero fue un momento desagradable. Entiendo el dolor que siente Marianela, pero mi intención nunca fue romper su matrimonio. Nadie manda en el corazón, y si Hernán así lo decidió, yo no puedo hacer mucho.
—Pero también menciona que estabas obsesionada con él, una obsesión que viene desde hace años. ¿Qué hay de cierto en eso?
—Bueno... —Soledad bajó la cabeza y soltó una risa suave—. Si ella piensa que estar enamorado es estar obsesionado, entonces está en problemas. Sí, yo me enamoré de Hernán casi a primera vista, a fines de 2015. Pero fue un amor que nunca se concretó, en parte porque yo en ese momento estaba comenzando una relación, y por cobardes, ¿para qué negarlo? Por eso escribí esa canción, no hablo de solo de él, hablo de los dos en realidad.
»A principios de 2020, Hernán tuvo un accidente, nuestra amistad se congeló porque dejamos de vernos a diario, y fue ahí donde conoció a Marianela. Después vino la pandemia, no volvimos a vernos ni a hablar, pasaron los años, y en octubre de 2022 nos reencontrarnos en su local de Galerías Pacífico, una tarde en la que fui a comprar algunas cosas para mi video. Retomamos esa amistad en donde la dejamos, después me invitó a colaborar en su marca como embajadora, y eso es todo. El amor que sentimos siempre estuvo ahí presente, pero yo respeté su matrimonio y él a su esposa. Como dije, en el corazón no se manda, fue su decisión divorciarse de ella.
—¿Y BeEme Cat? ¿Qué papel jugó en esto? Porque si decís que siempre sentiste amor por Hernán...
—Baltazar y yo tuvimos una relación abierta desde el minuto cero. En parte porque su carrera está mucho más consagrada que la mía, no tiene tiempo para una relación sólida y estable, y yo... Bueno... —Soledad suspiró buscando las palabras correctas para no echar más leña al fuego—. Está claro en mis canciones que mi corazón es de Marroc, de ese ángel y demonio que siempre me cuidó a su tosca manera, a distancia, como un gran amigo al que siempre me costó ver como tal.
—¿Vos le pusiste Marroc? —Soledad asintió con la cabeza, no estaba en sus planes admitirlo, pero ya no había vuelta atrás—. ¿Y por qué?
—Era su dona preferida cuando era mi cliente en el local donde trabajaba.
Soledad miró a Hernán detrás de cámara y le sonrió levemente. La conductora no había notado que él estaba ahí hasta ese momento, y su entrevista cambió.
—Ah, pero tenemos al galán detrás de cámara. Vení, Hernán, dale.
Hernán comenzó a negar con la cabeza, bajando la mirada. Tenía demasiada bronca acumulada contra Marianela, no deseaba estropear la maravillosa entrevista que estaba dando Soledad, y mucho menos quería ser titular en todos los tabloides de espectáculos.
—No va a venir, no le gusta mucho esta cosa mediática —explicó Soledad entre risas.
Pero estaba en televisión, cuando menos lo esperaba, tenía un micrófono frente a él, y una cámara apuntándolo con la luz roja encendida. No le quedó otra que sacar su demonio a relucir.
—¿Vos tenés algo para decir respecto a la declaración de tu ex esposa en redes? —preguntó la conductora desde su lugar.
—Que le deseo toda la felicidad del mundo —disparó con ironía y su sonrisa endemoniada, repitiendo el mensaje que le envió Marianela por WhatsApp—. Mi felicidad es ella —declaró, señalando a Soledad con la cabeza—, y eso no puedo cambiarlo.
—¿Pero ya están juntos? —le preguntó, sedienta de chisme.
—Andamos en eso... Todavía tenemos mucho de qué hablar. —Fue lo único que dijo Hernán, rogando porque no siguiera indagando.
Cuando la luz roja de la cámara se apagó y el micrófono desapareció, cerró los ojos y suspiró aliviado. Tomó su teléfono y le mandó un mensaje a Ramiro.
Ya sabés qué hacer, Rama. ✓✓
Lo estaba viendo, ya estoy trabajando en ello. ✓✓
A continuación, fue el turno de responderle a Marianela.
Muy amable de tu parte. Tanto, que acabo de encargar un pequeño presente de despedida, va de parte mía y de Soledad. Quedate alerta al correo, no creo que demore mucho la entrega. ✓✓
Cerró el chat, y la bloqueó para que no pudiera responderle. Guardó el teléfono y volvió a poner toda su atención en Soledad, que cantaba su último single, Amo, mientras tocaba el piano y le regalaba miradas fugaces en algunos tramos de la canción. La entrevista terminó, y no tardó en alcanzarlo detrás de cámaras.
—¿Qué tal estuve? ¿Y Dari?
—Se debe estar cagando a puetadas con el productor por la emboscada que te hicieron. Igual, no es culpa de ellos, la conchuda de Marianela fue la que tiró el post durante tu entrevista. Igual estuviste perfecta, lo justo y necesario para dejarlos satisfechos de chisme.
Soledad perdió la mirada durante unos segundos en el fondo del estudio, y finalmente cerró los ojos con fuerza.
—¿Cómo no me di cuenta? —protestó mientras se tomaba la frente—. Ayer cuando llegué a tu departamento, ella estaba viendo este programa, seguramente promocionaron mi entrevista. Lo tenía todo planeado. ¿Y si nos grabó a escondidas cuando se lo admitiste ayer?
—Lo hubiera publicado, no tiene nada, es su palabra contra la nuestra. Que mujer siniestra, la concha de su madre —siseó con los brazos en jarra, mirando al vacío—. Siempre pensé que era así por la diferencia de edad, pero no, es oscura. La cantidad de mentiras que dijo, y hasta metió a mi viejo en esto... —se lamentó, negando con la cabeza.
—¿Cómo sabía que te di la llave de mi departamento? —preguntó en un susurro para que nadie a su alrededor escuchara.
—Me habrá seguido alguna vez, no sé —protestó Hernán, refregándose el rostro con ambas manos, en el momento en que Darío se unía a ellos.
—Vámonos a la mierda, nunca más le doy una nota a este canal nefasto. Presiento que esto recién empieza, y hay que elaborar un plan para contener a la prensa.
Y no se equivocaba. Aunque desconocían el giro inesperado que daría ese comunicado.
Era obvio que Marianela no iba a quedarse tranquila. Pero falta más todavía. 👀
Capítulo ligeramente inspirado en el temón de Cruzando el Charco con mi amado Chanito, que dejé arriba en multimedia.
Y les dejo las dos canciones de Luis Miguel:
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