Sonrisa

Ah, tu sonrisa es como el sol. No puede ser opacada por las nubes.

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Jack observó a Galilea mientras ella compraba algunas cosas para la cena. Él le acompañaba como el buen caballero y esposo que era y para defender a su mujer de los comentarios negativos de la gente. Era obvio que la italiana era un tanto diferente a la mujer promedio de Londres.

También estaba el hecho de que sus vestidos eran delgados, sin muchas capas y no llevaba corsé, dejando ver su figura natural. Esto provocaba que varios varones fijaran su vista en ella de maneras pecaminosas, lo cual molestaba mucho a Jack.

Trató de no prestar atención a esos pensamientos que le generaban bastante molestia, tanto por las críticas como por las miradas que le daban a su mujer. En cambio, decidió él deleitarse con la hermosa vista de su esposa.

Lo que más le gustaba de Galilea era su sonrisa. Si bien sus ojos eran suaves y dulces, como zafiros brillantes y cristalinos, eran opacados por su sonrisa.

La sonrisa de Galilea era más luminosa y cálida que ninguna otra que haya visto antes; además, reflejaba una pureza inmaculada. Cuando ella sonreía era como si iluminara cualquier lugar donde pasara, era como el mismísimo sol. No importaba cuan oscura fuera la situación o si no se sentía bien, esa sonrisa de sol no podía ser completamente opacada por la negatividad.

Una vez su esposa había terminado con las compras, él se ofreció a llevarlas en su lugar. Despidiéndose de los trabajadores del local, el matrimonio Galilei se dirigió hacia su humilde hogar.

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