Hermosa
A esposa siempre había sido una mujer con un físico atractivo, aunque era el tipo de belleza sencilla, pero encantadora. No era voluptuosa ni deslumbrante como otras mujeres que había visto antes en su vida y; aun así, se las arreglaba para que otros hombres también la vieran, aunque eso molestaba mucho al antiguo destripador.
Ahora que estaba embarazada y su vientre se notaba más abultado, Jack pensó que Galilea se veía más hermosa que nunca. Su rostro estaba más radiante, sus ojos se iluminaban como estrellas y su sonrisa reflejaba una dulzura similar a la miel.
A pesar de que a veces se ponía de mal humor, esos síntomas de embarazo nunca mancharon sus bellos colores. Cuando ella estaba enojada con él sin razón aparente, ese color de molestia no opacaba para nada el amor que le tenía a su esposo y, ese enojo, sólo duraba un par de minutos antes de que se desvaneciera por la vergüenza y la pena de haber estado molesta en primer lugar.
Luego de esos pequeños episodios los síntomas de embarazo, siempre solían acurrucarse y él, sorprendentemente, era un marido bastante consentidor. La llenaba de mimos, palabras bonitas y siempre trataba de cumplir sus caprichos de embarazada.
— Estás hermosa— comentó Jack.
Su esposa en ese momento estaba recostada en el marco de la ventana, como estaba de perfil podía apreciar bien el bulto que crecía cada mes. La luz del sol que se colaba por la ventana hacían que Galilea se viera como un ángel bajado a la Tierra.
Galilea le sonrió amorosamente para extender sus brazos hacia él y, sin dudar, Jack se acercó para abrazarla.
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