Harina

Ninguno de los dos sabía hornear, pero habían decidido emprender y formar juntos un negocio, optando por una panadería. Estaban ahorrando bastante de sus respectivos trabajos, de Jack como bartender y Galilea en una tienda de antigüedades.

Galilea sabía cocinar y su comida era bastante decente, pero no tenía idea de cómo era hornear aunque siempre quiso aprender, pero sus investigaciones le tomaban toda la vida. Jack preparaba algo comestible, aunque no era el mejor para cocinar tampoco y prefería ir a alguna cafetería para comer algo.

La italiana en ese momento estaba leyendo un libro que le regaló el dueño de la tienda cuando ella dijo que quería aprender a hornear. Su jefe era un hombre mayor bastante amigable y bonachón, aunque con la gente de la calle no era precisamente amable.

— Querido, abre la harina, yo iré a buscar algunos trapos para limpiar— dijo la mujer, antes de dejar a su marido a solas.

Jack con calma hizo lo que su esposa le indicó, mientras trataba de abrir el pequeño saco de harina que estaba en el mostrador de su pequeña cocina.

Poof.

De pronto todo el lugar estaba cubiertos de harina, especialmente la cara y ropa de Jack, quien se quedó confundido mirando la bolsa de harina, la cual estaba casi que vacía, estando la mayoría del contenido el piso, el mostrador, las paredes y en el propio Jack.

— ¿Qué sucedió? — preguntó su mujer al volver y ver el pequeño desastre.

— Creo que este paquete estaba defectuoso.

Galilea soltó una suave risa ante aquello, mientras se acercaba a su esposo para limpiar su cara, la cual estaba ahora más pálida por causa del polvo.

— Bueno... Al menos todavía hay harina para el pan — comentó la mujer al ver que había un poco en el paquete —. Será suficiente para nosotros dos— Le dio un suave beso en la mejilla a su esposo.

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