¿Cambiar?
Increíblemente Marjorine tenía razón, Gregory era un tipo demasiado encantador que podía conseguir lo que quería, obtener el permiso de su madre nunca fue tan fácil.
Ella parecía genuinamente encantada de que tuviera un amigo como él, eso era irónico, pues realmente ni se hablaban mucho, aun así por lo que resto de la semana se la pasó escuchando sobre lo encantador y buen chico que era Fields.
Cuando fue a contarle a la rubia que había conseguido el permiso de su madre ella le sonrió y le dijo que se alegraba, luego se marchó sin decir más.
Su actitud extraño a Stan, ella parecía estar desganada y triste, eso provocó la angustia del muchacho, quien no sabía qué hacer para que cambiará su estado de ánimo.
Entre la preocupación y las alabanzas de su madre para con el inglés llegó el viernes, el entrenamiento de aquel día fue exhaustivo, cuando terminaron, ni siquiera se ducho, tomó sus cosas y se fue con total prisa ante la extrañada mirada de sus dos amigos.
Solo llegar a casa revisó que su equipaje estuviera completo, o sea, no llevaba muchas cosas, pero igual quería prevenir que algo se le olvidará, al notar que todo estaba en orden sonrió.
Solo entonces se tomó su tiempo para asearse y cambiarse, cuando estuvo listo solo le quedaba esperar.
A las 9:00 el timbre de su casa sonó, minutos después su madre subió a hablarle.
—Tu agradable amigo ha venido por ti Stan, no lo hagas esperar, así que date prisa en bajar —sugiere su madre.
—Claro, voy en un minuto —murmura, toma sus cosas y baja las escaleras con rapidez.
Al llegar a la sala puede divisar al rubio, quien sonríe mientras halaga las deliciosas galletas de su madre, la cual ríe encantada, mientras que su padre mira al chico con algo de recelo.
—Hola amigo, espero no haberte hecho esperar mucho —dice a modo de saludo.
—Ah, para nada, de hecho has sido muy rápido, ni siquiera me has dejado disfrutar más de estás delicias —externa con pesar mientras señala las galletas.
La mayor sonríe más ampliamente —si es que es posible— y agradece el cumplido.
—¡Oh! Eres muy amable, déjame darte algunas cuantas para el camino.
Con rapidez va a la cocina, no tarda mucho en regresar, en cuanto está frente al inglés le tiende un pequeño paquete.
—Muchas gracias —agradece.
—No es nada querido, ahora deberían irse, no quiero que se les haga tarde.
—Cierto, muchas gracias de nuevo por dejar ir a Stanley conmigo.
—Al contrario, me alegra que Stan tenga un amigo tan bueno como tú.
El de ojos azules solo ve el intercambio de halagos incómodo, cuando eso termina se despide de sus padres y les dice que los verá el domingo.
Antes de marcharse su padre le dice que tenga cuidado con su amigo, pues cree que es bien rarito, ante eso solo puede rodar los ojos y contar hasta diez para no decir nada grosero.
Ya estando afuera sube a una camioneta que los estaba esperando, puede ver qué quien la conduce es una mujer que le resulta extrañamente conocida.
Al ver esto Gregory habla.
—Es la profesora de danza de la secundaria, creo que no la conoces así que te la presento, ella es la señorita Emma —indica.
—¡Oh! Buenas noches, señorita —saluda.
—Buenas noches, Marsh, he escuchado de ti, eres algo así como un ídolo en el equipo de fútbol, ¿no?
—Pues no sé, ¿supongo que sí?
—No tienes que ser modesto, las chicas de mi clase te alaban, siempre me toca escuchar sus cumplidos a tus increíbles piernas y otras cosas más —dice con gracia.
Stan se pone rojo de la vergüenza al escuchar eso.
La mayor suelta una risa ante su reacción.
—Quien pensaría que eres tan tímido —se burla.
—Deja eso Emma, avergonzar a las demás personas no es de buena educación, mejor vámonos, aunque tenemos tiempo lo mejor será apresurarnos.
—Eres taaaan aburrido, pero bueno, ¿Por quién vamos primero, tu noviecita o Mar?
—Primero vamos por Millie, Mar me pidió que pasáramos al último por ella.
—Bien, entonces indícame el camino.
Luego de eso todo queda en silencio, el de cabello negro solo mira por la ventana, pronto visualiza la casa de la chica, él conoce muy bien ese lugar, pues varias veces fue por Wendy ahí.
Pensar en su ex le recuerda su última conversación, gracias al cielo no se le había vuelto a acercar, lo cual agradece, pues honestamente ya no tendría paciencia para escucharla sin soltarle un montón de insultos.
Sus pensamientos son interrumpidos ante la voz femenina que lo interroga.
—Stan... ¿Qué haces aquí?
—Millie —dice él sin más.
El rubio le sonríe a su novia.
—Él nos acompañará, va a apoyar a una amiga —explica con algo de sarcasmo.
—Oh, ya veo —murmura insegura.
El camino a casa de la rubia ahora es más ameno por lo menos para el inglés, Marsh solo escucha que la chica le susurra cosas a este, así que no hace más que cerrar los ojos y esperar a que su nuevo destino llegué.
Se relaja tanto que ni siquiera se da cuenta cuando llegan, no es hasta que siente que alguien se sienta a su lado que abre los ojos.
—Hola tú —murmura la rubia.
—Hola Marjorine —saluda.
—Abre los brazos.
—¿Qué?
— Tú solo obedece —ordena.
El chico solo hace lo que le dice, entonces ella lo abraza y se acomoda como para dormir.
Fields observa aquello con verdadera curiosidad, Mar no es muy buena para dar muestras de afecto a otras personas que no sean sus amigos, lo que lo lleva a pensar que juzgo mal la relación que ellos podrían llevar.
En tanto que Millie muerde su labio preocupada, pues su amiga Wendy les contó que aún quiere a Stan y que sin importar que, ella recuperara su confianza y corazón.
Al parecer eso no será posible, lo cual seguramente la hará sufrir y aunque Wendy no ha sido la mejor persona con el chico, Larsen sabe que sus sentimientos por él son reales.
Así que en todo el camino hasta el aeropuerto no puede dejar de observar atentamente a aquellos dos.
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Venciendo la incomodidad inicial el viaje ha resultado ser maravilloso.
Claro, tener a quien te gusta abrazado a ti es algo muy bonito, sientes que el corazón te salta y las mejillas se te enrojecen, además de un calorcito agradable dentro de ti y aunque eso suena muy gay, así es como se sentía Stan.
Verdaderamente no comprendía a Marjorine, toda la semana la vio ausente, y hasta podría asegurar que estaba triste, pero hoy parecía de nuevo ella misma.
Lo había usado como almohada hasta que llegaron al aeropuerto, luego cuando estuvieron en la sala de embarque, ella inicio una conversación de por qué las películas de musicales eran maravillosas.
Él escuchó atentamente todo lo que le dijo, incluso se atrevió a hacerla enojar un poco, cosa que dio paso a unas caras graciosas de parte de ella, lo que solo lo hizo reír.
Después de eso abordaron su vuelo, con claras amenazas de la chica de que lo iba a acusar de terrorista por ser tan grosero.
Al final no cumplió sus amenazas, ambos terminaron en asientos separados a los de la pareja, estando ellos dos solos siguieron conversando por un par de minutos más, hasta que la rubia bostezo, ante eso Marsh le ofreció que durmiera.
Ella aceptó, pues dijo que tenía que descansar bien, así que terminó abrazada a él nuevamente y si bien la posición parecía incómoda, la cara de tranquilidad de la chica decía lo contrario.
Así que el vuelo entero Stan se la pasó despierto observando atentamente a la chica.
Sus facciones tan finas, sus pestañas tupidas, sus labios carnosos, sus rubios cabellos que no se contuvo de tocar, todo en ella era bonito y delicado.
Su personalidad era lo que podría restarle puntos a su belleza, pues tenía momentos en que era muy grosera e irritante, o que decir de las veces en que se comportaba tan descarada, pero a la vez eso era tan atractivo...
Suspiro enamorado al darse cuenta que estaba jodido, la muchacha le gustaba mucho, no solo por lo bonita que era, si no por todo, no importaba que en momentos lo irritara y molestara, su gusto prevalecía aún a pesar de eso
Ella es tan imperfecta y cambiante, aquello es muy conflictivo pero le encanta.
Un nuevo suspiro se hace presente.
—Vaya chica en la que me fui a fijar —murmura acariciando su cabello.
El viaje entero se la pasa despierto rememorando viejos recuerdos de su niñez, preguntándose porque antes no se fijó en ella.
Cuando llegan a su destino mueve a la rubia para que se despierte, ella abre los ojos aun adormilada, mira al de cabello negro con pereza.
—¿Llegamos?
—Sí.
—Bien, dame un minuto —susurra con voz pastosa.
Marsh solo puede mirar a la chica, la gente ya está comenzando a abandonar sus asientos, cuando la rubia ha terminado de desperezarse se levanta y observa al contrario.
—Vamos Stan —insta.
Él únicamente asiente y la sigue, al bajar pronto se encuentran con Gregory y Millie, quienes parecen esperarlos, para el de ojos azules no pasa desapercibida la mirada preocupada de la chica de cabello naranja, supone que eso se debe a que es amiga de Wendy, por eso evita prestarle atención.
—Necesitamos ir por nuestro equipaje, debemos apresurarnos, mamá ya nos está esperando —explica.
Ante eso apresuran sus acciones, buscar sus cosas es más tardado de lo que esperaban, cuando ya tienen todo salen de ahí siguiendo al rubio, pronto ven un auto estacionado, de el baja una mujer castaña quien se apresura a abrazar al inglés.
Sabe que es su madre porque enseguida puede escuchar las palabras preocupadas y los regaños por no comunicarse, luego de eso Millie y él son presentados, la castaña los saluda con educación, puede ver algo de renuencia cuando se dirige a Larsen como la novia de su hijo.
Luego de eso se suben al auto y se marchan, los ojos azules solo ven todo con verdadero asombro, aun para lo noche que es puede ver a varias personas paseándose por ahí, supone que por eso la llaman la ciudad que nunca duerme.
En cuestión de minutos llegan a un edificio grande, entran a un estacionamiento que está justo a lado, al aparcarse bajan del auto, toman sus cosas y siguen a madre e hijo.
Ya en el elevador el único sonido que se escucha era el de madre e hijo conversando, Marjorine parecía tener mucho sueño como para hablar, Millie estaba nerviosa por no saber cómo tratar con la madre de su novio, en tanto que Marsh, sentía que el sueño de repente le estaba llegando.
Cuando bajaron del elevador, Stan ni siquiera se asombró de lo ostentoso que se veía el apartamento, como autómata fue guiado aun dormitorio, agradeció la amabilidad y solo cerrar la puerta, se lanzó a la cama y cerró los ojos.
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Despertar temprano no era nada nuevo para Marjorine, aun con eso se siente muy pesado para ella levantarse esa mañana.
El reloj marca las siete, bosteza con pereza antes de pararse y ponerse ropa cómoda para hacer ejercicio, cuando está en la entrada de la habitación da una mirada a la chica que duerme en la otra cama, al ver que no la despertó sale de ahí.
En el comedor encontró a la señora Gabrielle, quien le sonríe solo verla.
—¿Estas lista? —pregunta.
—Sí, estoy lista.
Desayuna algo ligero preparado especialmente por la mayor, luego de eso van a una habitación grande donde hay algunas máquinas para hacer ejercicio, estando ahí comienzan con el calentamiento.
Luego de eso siguen con estiramientos, al final la rubia termina haciendo varios ejercicios que le va indicando la castaña, cuando terminan la más joven se sienta en el suelo y suspira.
—¿Te cansaste? —pregunta la mujer.
Ella niega y sonríe.
—No, al contrario, es relajante hacer esto, me recuerda a cuando lo hacía diario, ahora solo lo hago de vez en cuando y eso, solo lo hago desde que Emma está allá —responde.
—Eso suena a qué quieres regresar a tu sueño de ser Prima ballerina —murmura suavemente.
La muchacha agacha la vista y niega.
—No es eso, es solo que el ballet es algo que ame, así que no es fácil dejarlo, por eso quiero mantener la condición adecuada siquiera para bailarlo solo para mí —susurra.
Los ojos cafés de la mujer mayor la miran con pena.
—Siempre me preguntó porque dejaste el ballet si tanto te gusta, es que no le veo sentido a tu actuar, Marjorine —dice honesta.
La rubia se siente avergonzada de repente, la razón es tan estúpida que teme ofenderla, por eso solo agita la cabeza y sonríe lo mejor que puede.
—Necesito darme un baño, no quiero atrasar sus planes así que me marchó ahora —se despide y sale de aquel lugar con prisa.
La francesa solo puede resoplar y negar, adora a esa niña, pero también le llega a desesperar que se guarde todo para sí misma, sin duda ese es su defecto más grande, no compartir sus pesares y miedos con nadie.
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Para mala suerte de Stotch, cuando llegó a la habitación Millie ya se había levantado, lo supo al escuchar el ruido del agua en el baño, ante eso no pudo hacer más que sentarse y esperar.
Sin duda alguna esos fueron los cuarenta minutos más largos de su vida, al salir su compañera no hizo más que verla con alivio, ni siquiera le dijo nada, solo entro con prisa y se encerró en el baño.
Se quitó la ropa a una velocidad inhumana, reguló la temperatura lo mejor que pudo y dejó correr el agua por su cuerpo.
Se aseo como siempre, del modo más minucioso pero a la vez rápido sabiendo que tenía el tiempo encima, al terminar su baño y antes de cubrirse con la toalla miro su cuerpo.
La vista no era increíble, era demasiado delgada, su cintura era estrecha, su trasero era meh, nada bueno, cuando su vista viajo a su pecho una punzada de dolor cruzó su corazón.
Recordó a su padre, diciéndole que nadie la amaría nunca, pues era fea, luego pensó en Kenny de niño, diciéndole que era plana y fea, para rematar sus malos recuerdos piensa en Christophe, el recuerdo aún está tan fresco en su memoria que puede sentir que está ahí.
—Ya sé porque te gusta el ballet, es porque las bailarinas son planas y tú piensas que tu complexión va a ser igual que ellas, sin nada de gracia —se burla.
La niña de ese entonces trece años mira dolida al chico.
—¿Por qué eres así conmigo? Pensé que éramos amigos —cuestiona cabizbaja.
—Por lo mismo que somos amigos tengo la solución, baila algo diferente, algo donde los cuerpos sean voluptuosos tal y como te gustan.
—... ¿Y cómo busco ese baile, o como se llama?
El castaño sonríe con suficiencia.
—Creo que es el baile que mi madrastra ensaya, buscaré la información y te la traeré.
—Solo espero que sea algo que mamá me deje bailar —susurra.
—¡Carajo! Revélate, no hagas todo lo que tú madre te ordene, si quieres ser diferente a ella toma tus propias decisiones —escupe molesto.
Sus recuerdos acaban ahí, no puede evitar pensar que era muy tonta, bueno, aún lo es, pues a pesar de que sabe que lo que le dijo el hermano de Gregory es falso, no puede volver a practicar ballet como antes.
Tal vez fue coincidencia, pero cuando dejó de practicarlo tan arduamente, sus senos se comenzaron a desarrollar, obviamente no como ella quería, pero bueno, era algo.
Al fijar su vista de nueva cuenta en el espejo frunce el ceño.
—Ojala fuera como Bebé, Wendy o Red —murmura con rencor.
Pues la única forma en que sus complejos físicos pararan será cuando tenga un cuerpo voluptuoso de medidas perfectas, cada día rogaba a Dios que le permitiera tener por lo menos ese pequeño gusto, incluso cuando ya está muy molesta de no ver cambios tuerce sus oraciones por amenazas, en dónde le exige que le dé algo bueno por todo el sufrimiento que ya le dio, cuando se arrepiente de sus palabras llora, entonces implora que por lo menos se apiade de ella y de su pobre mente.
En esos instantes está a nada de llorar, pero sabe que no puede hacerlo, así que recurre a lo otro que siempre funciona para detener sus lágrimas, el auto desprecio.
—Tienen razón, muy ambicioso de mi parte creer que alguien me va a querer siendo así de fea —se culpa a sí misma.
Luego de algunas cuantas palabras más hirientes a su persona sale del baño, arregla sus cosas, toma su mochila y sonríe antes de salir de la habitación.
Su acto de felicidad tiene que comenzar solo cruzar el umbral.
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Eran las diez cuando por fin se despertó, solo ver la hora lo asustó, con prisa se dio un baño rápido se cambió la ropa y salió de aquel cuarto, al estar fuera de ahí trato de buscar una sala o comedor, o algún lugar donde hubiera gente.
Para su buena suerte dio rápido con el comedor, ahí estaban todos desayunando.
Carraspea incómodo y saluda.
—Buenos días, disculpen, no puse mi alarma a una buena hora —susurra avergonzado.
La madre del rubio niega.
—No te preocupes Stanley, no pasa nada, ahora por favor siéntate, tienes que desayunar antes de que nos vayamos.
—¡Oh, sí claro! —asiente.
Una mujer le acerca el almuerzo, ante eso no hace más que agradecer, toma asiento justo al lado de Marjorine y comienza a comer.
Escucha la plática de la mujer castaña y un hombre de cabello negro, que supone es el padre de Gregory.
Nadie más que ellos habla en la mesa, cuando termina sus alimentos su vista se fija en la chica a su lado, ella tiene una sonrisa en su cara, más por alguna razón a Stan esa expresión le parece falsa.
No entiende porque, antes de poder hacerle cualquier pregunta la castaña se levanta y les dice que es momento de irse, los manda cuál niños pequeños a lavarse los dientes, cuando han acabado todos están en la entrada, al ver que nada le falta la mujer presiona el botón del elevador y todos bajan al estacionamiento.
El camino es corto, no son más de las 11:30 cuando llegan a un edificio considerablemente normal, pues no es tan grande y maravilloso como los otros que ha visto por el camino.
Todos bajan del auto, son guiados por la mujer a un salón grande, dónde hay butacas y algunas personas.
Solo entrar toda la gente que está ahí se acerca para abrazar a los rubios, se nota que son muy queridos pues las muestras de afecto son muy efusivas y cariñosas, tanto que incluso él puede sentirlo.
Al terminar con eso la mujer mira a su hijo y le sonríe.
—Aún faltan dos horas más o menos para que comencemos, los padres de los chicos comenzarán a llegar como a la una, si quieres vayan a dar una vuelta para que se distraigan —sugiere.
—Claro madre, llegaremos como a la una para alcanzar un buen sitio —asegura, dicho eso se gira para ver a Stan y sonreírle —. Por aquí cerca hay un parque, podemos pasar un rato ahí si te parece.
—Por mi está bien, amigo —acepta.
Luego de eso los tres salen, el inglés los guía aún buen lugar para descansar, incluso les invita un helado y se pone a conversar con los dos por igual.
Marsh pensó que se sentiría incómodo de estar entre la pareja, pero fue todo lo contrario, el rubio era educado, además de un hábil conversador, descubrió que tenía algunos gustos en común como los deportes y las películas de terror.
También se sorprendió de ver qué Millie era más que solo la amiga de Wendy, era una chica que en cierta manera le recordaba a Marjorine, tenía inclinaciones por el arte, más que nada le gustaba la música y un poco la danza.
El tiempo en que estuvieron charlando fue tan agradable que se pasó demasiado rápido, cuando menos lo imaginaron faltaban sólo quince minutos para que empezará —lo que sea que fuera en que iba a participar Marjorine—.
Con prisa regresaron al lugar, están por entrar a la sala, cuando la muchacha de ojos verdes le dijo a su pareja que antes tenía que ir al baño.
Ante eso el rubio instó al de cabello negro a entrar mientras él acompañaba a su novia, sin duda acepto, pues quería ver qué es lo que le había querido mostrar la rubia.
Al entrar vio que ya casi todo el lugar estaba lleno, afortunadamente vio un asiento vacío, así que se apresuró y se sentó.
Enseguida salió la madre de Gregory a hablar, solo entonces entendió de qué se trataba todo eso.
Aquel lugar era una academia dedicada a la danza, baile y artes dramáticas. Lo que iba a presenciar ahora mismo era una demostración de los progresos de los niños, e incluso una presentación de la eficiencia de los maestros.
Al saber eso no pudo evitar sonreír.
—Si baila, que sea el baile con la silla —ruega mentalmente.
Cuando la dueña —que también es maestra— termina con su charla presenta al primer grupo.
Son algunas niñas con faldas de tul y zapatillas, supone que eso es alguna clase de ballet, por la forma en que bailan.
Mira con total atención, asombrándose de lo hábiles que son a pesar de su edad, luego de ellas, viene ahora un grupo mixto a tocar algo de música, por alrededor de una hora observa cada vez con más asombro a los niños y hasta adolescentes que pasan, claramente ninguno llega a su edad, pero se siente algo envidioso de lo talentosos que son.
Luego de la presentación de los menores le toca el turno a los maestros, si con los niños se había sorprendido ahora con las personas que enseñan no puede evitar abrir la boca, para su sorpresa si hacen el baile de la silla, pero no es Marjorine quien lo hace si no otra mujer, genuinamente se asombra al ver la coreografía, piensa que eso es a lo que se refería la rubia cuando lo invitó.
Claramente después de lo que vio, admiraba más el trabajo de las bailarinas y gente dedicada a las artes, la persona a su lado pareció notar su asombro en todo el transcurso del tiempo, por lo que se atreve a hablar.
—Pareces muy emocionado con este acto en especial, ¿eres fanático de la película o de la obra en Broadway?—cuestiona.
—Umm, no podría decir que soy fanático porque apenas hace una semana vi el film, pero esa secuencia musical en verdad me llamó la atención —responde.
—Entiendo, la verdad tiene su encanto, es una coreografía bastante buena, se deja ver lo desesperada que está la mujer —indica.
—Mmm, supongo que sí.
El acto acaba, la gente parece emocionada, enseguida viene una nueva chica, pero esta vez parece que ella va a cantar, pronto empieza con una canción que nunca en la vida había escuchado Stan.
La persona a lado de él nota la confusión por lo que vuelve a hablar.
—Eso es música de ópera, está cantando Mein Herr Marquis, mmm, ahora mismo no recuerdo más que es una canción en alemán —murmura inseguro.
—Vaya... ¿En serio hay gente que canta eso? —pregunta.
El muchacho a su lado asiente.
—La madre de mi hermanastro era cantante de ópera, fue bastante famosa en Inglaterra, incluso estuvo en varias compañías de ópera como artista invitada —cuenta.
—... Eso es asombroso, gracias por explicarme, la verdad no soy muy conocedor de nada de esto, ah sí, por cierto, soy Stan —se presenta.
El chico a su lado arquea la ceja ante lo dicho.
—Christophe —dice a modo de presentación —, si no entiendes nada de esto, ¿por qué está aquí? —cuestiona.
—Ah, pues vine porque alguien me invitó.
—¿Una hermana, prima o algún otro familiar?
—Ah, no, más bien una amiga, se nota que tu si conoces de esto, ¿tú a quien viniste a ver?
—A nadie en especial, supongo que vine a calmar mi conciencia para sentirme mejor, o alguna mariconada así —explica.
—Ah, eso suena... complicado —murmura inseguro.
—Más bien fastidioso —externa.
Luego de esas palabras vuelven al silencio, Stan solo sigue prestando atención, luego de un rato más por fin puede ver a su rubia compañera, supone que va a bailar como las niñas del principio, solo por ver las zapatillas que usa, aunque ella no lleva una falda llena de tul.
Realmente no entiende mucho, pero pensó que las personas que bailaban ballet utilizaban siempre ese tipo de faldas estorbosas, así que no sabe muy bien si lo que va a hacer Marjorine sea otra cosa, gracias a esa idea preconcebida.
Presta la mayor atención que puede a partir de ese momento, es entonces que se da cuenta que aunque ha tratado de mantenerse atento, no se había dado cuenta de que han estado diciendo los nombres de lo que tocan, cantan o bailan.
Un leve sonrojo por la vergüenza se posa en sus mejillas, en medio de eso dicen el nombre del siguiente acto, que al parecer también es el final de todo aquello.
Observar a un hombre bailando con mallas no es tan divertido, hasta cierto punto le resulta incómodo, por eso los primeros minutos se le hacen eternos, luego de eso por fin es el turno de Stotch.
Aquello sí que es entretenido, ella parece hacer todo con naturalidad, sus movimientos son hipnotizantes, incluso podría decir que la sonrisa y felicidad en sus ojos es totalmente genuina.
Ciertamente, se nota que ella nació para ser bailarina de música clásica, al final todo le parece demasiado corto, la gente aplaude, por inercia él los imita. Después de eso, solo está ansioso por escuchar lo que sea que Marjorine le quiera decir sobre los musicales, la danza o lo que sea.
Su mente sale de su trance cuando escucha al chico que estaba a su lado.
—Baile marica —escupe y se marcha.
Eso le resulta extraño a Marsh, pues aun con lo poco que converso, se dio cuenta que aquel muchacho estaba familiarizado con todo eso, así que no entiende su repentino enojo.
Deja eso de lado y se levanta de su lugar, esta vez para buscar a Gregory, Millie y Marjorine.
Recorre el sitio tratando de ubicar a alguno, al final únicamente encuentra a la rubia, quien al verlo, se despide de la persona con la que estaba y se acerca a él.
—Stan, ¿estás solo? —cuestiona.
—Sí, entre antes que Gregory y Millie, ella necesitaba usar el sanitario, creo que se deben de haber sentado en el primer sitio que vieron, ya que llegamos apenas a tiempo —explica.
—Ya veo, umm —lleva un dedo a su barbilla pensativa —. Por cierto, ¿qué tal estuvo todo? —cuestiona.
—Fue bastante entretenido, soy bastante ignorante en cuanto a esta clase de música y baile, pero todo estuvo increíble —halaga con honestidad.
—¿No te aburriste?
—Para nada, es más, opino que deberías explicarme todo lo que vi, a lo mejor así dejo mi ignorancia —sugiere.
Ella sonríe ampliamente ante sus palabras.
—¿En serio quieres saber? —pregunta emocionada.
—Claro.
Una conversación muy larga se lleva a cabo luego de eso, solamente es detenida por la madre de Gregory, quien insta a la muchacha a cambiarse de ropa para poder irse de ahí.
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Solo llegar al departamento, todos dejan las bolsas que traen en la mesa, enseguida la mayor va por platos y vasos para poder comenzar a comer.
La comida transcurre tranquila, la castaña les cuenta cómo es que se decidió a dedicarse a la enseñanza, la historia es muy interesante, pues se dan cuenta que todo lo que tiene lo ha conseguido a causa de su esfuerzo.
Descubren que su éxito se logró gracias al padre de Gregory, quien confió en su idea y fungió como su primer socio, aquello parece confundir a Millie y Stan, por lo que Gregory habla.
—Mi padre es muy bueno en los negocios, maneja las carreras de varios artistas, manejo la de mi madre y la de Gabrielle, por eso es que confiaba en el éxito de su idea —murmura.
—Ah, espera, ya me perdí —susurra la de ojos verdes —. ¿Qué tu madre no se llama Gabrielle?
—Bueno, realmente mi madre se llamaba Natalia, Gabrielle se casó con mi padre cuando yo era muy pequeño, así que por eso la considero mi madre —explica.
—¡Oh, lo siento! —se disculpa la chica.
—No pasa nada, a ella no le molesta que hable de esto, ¿cierto?
—Para nada, de hecho estoy muy agradecida de contar con un chico tan encantador como Gregory para ser mi hijo, siendo que el mío, es todo lo contrario —se lamenta.
—¡Ah! ¿Gregory tiene un hermano?
—Lo tiene, no son hermanos de sangre, pero lo considera como tal, el caso es que mi hijo es todo lo opuesto, lo quiero mucho, pero no conoce límites, es muy difícil lidiar con él, por eso mismo no he podido presentárselos —declara.
Antes de que alguien pueda decir algo más, un carraspeo los interrumpe.
—Creo que deberías revisar antes de hablar mal de alguien, madre, no creo que sea agradable para la persona en cuestión, escuchar lo mal que te expresas de ella —murmura un chico castaño, a quien Marsh reconoce.
—No estoy diciendo nada malo Chris, solo la verdad, es complicado comunicarse contigo, tu etapa de rebeldía está acabando conmigo —señala.
—Tenemos sentimientos similares, tu etapa de vieja metiche también me tiene harto —escupe.
Stan y Millie abren la boca impresionados, Marjorine únicamente agacha la mirada, en tanto que Gregory rechina los dientes.
—Basta, estás rebasando el límite Christophe —advierte su madre.
—¿Yo? Tú eres quien rebasa los límites de todos, madre —se burla sin gracia, luego mira a la rubia irritado —. Y tú, ¿cuándo aprenderás a hacer las cosas por ti misma? Ya no voy a hacer lo que diga mi mamá, seré más independiente, ya no volveré a practicar ballet —dice imitando la voz de la chica, ella ni siquiera se digna a mirarlo, lo que hace enojar más al castaño —. Todo lo malo que te suceda te lo mereces por no cumplir tu palabra —indica con molestia.
—¿En serio no puedes elegir mejor momento para desahogarte que este, no? —cuestiona Gregory.
—Tú cállate niño perfecto, no creo que quieras que abra la boca y le diga a tu noviecita porque estas con ella —amenaza.
Aquello tensa al rubio, ante eso la mayor se lleva una mano a la frente.
—Chicos, agradecería que nos dejen un momento a solas, lamento el desagradable espectáculo —se disculpa.
Ninguno de los tres dice nada, solo se levantan y se marchan de ahí, Millie se va directo a la habitación, luce pensativa y preocupada, en tanto que Stan está dudoso de que hacer, Marjorine lo nota, por eso lo toma de la mano y lo lleva a una pequeña terraza donde hay algunas plantas, una mesa, sillas y una banca.
Ella toma asiento en la banca, Stan la imita, se quedan en silencio por largo rato, el ocaso hace que el cielo se pinte en tonos naranjas, la vista del chico esta fija en aquel espectáculo, cuando los últimos rayos del sol van desapareciendo por fin se anima a decir algo.
—Ese chico era tu novio, no Gregory, ¿cierto?
—Eres demasiado inteligente, ¿cómo te diste cuenta?
—Por la forma en que te mira, parece odiarte demasiado, aunque a la vez se le nota algo de anhelo —susurra.
La muchacha ríe y se encoje de hombros.
—El único deseo que tiene por mí es lograr que yo sea tal y como él quiere —murmura.
—¿Y cómo quiere que seas? —pregunta.
—Creo que lo dije mal, no es como debo ser, es quien debo ser —suelta una risa seca y mira el cielo con nostalgia —. A él no le guste nunca, lo único que le atrajo de mi es que tenía cierto parecido con su madrastra.
—... No entiendo.
—A él le gusta su madrastra.
—... ¡Vaya! No sé qué decir —pronuncia sorprendido.
—No es como que puedas decir mucho, todo fue una coincidencia muy desafortunada.
—Entiendo, ¿pero cómo es que supiste que solo le atraías por eso? —cuestiona.
—Bueno, todo se dio por una tontería, él quería que cortara mi cabello, no era la primera vez que me sugería hacerme cambios, de hecho, la ropa que suelo usar para ocasiones importantes es la que a él le gustaba que usara. El caso es que la única cosa a la que no pude ceder fue a cortarme el cabello, la verdad es que me costó muchísimo tenerlo tal y como está ahora, por eso me negué —suspira y frunce los labios —. Al principio no se molestó, cuando se dio cuenta de que no me haría cambiar de opinión, todo exploto, porque como te das cuenta, Chris es una persona con muy poca paciencia, además de que el enojo le nubla el juicio, así que termino diciéndome la verdad —un nuevo suspiro y una negación—. Eso fue un golpe muy fuerte para mí, sobrellevarlo fue sumamente complicado, al final eso trajo consecuencias, perdí una oportunidad de adicionar para Juilliard, además de que casi arruino la oportunidad de Gregory, afortunadamente eso no sucedió, pero nuestra amistad se arruinó.
—Pero yo veo que siguen siendo amigos —dice extrañado.
—Eso es porque arregle las cosas con él en la boda de mi madre, por eso parece como si nunca hubiera pasado nada —explica.
—Entiendo, mmm, solo hay una cosa que no me queda clara.
—¿Y eso que es?
—Kenny dijo que Gregory era tu novio, incluso lo escuche decir que tu madre estaría feliz de que regresaras con él, ¿por qué todos piensan que él fue tu novio? —cuestiona.
La muchacha resopla y pasa sus manos por su cabello.
—Bueno, eso fue una cuestión de que aprobaría mi madre, además de que en verdad yo si salí con el también —susurra.
—¿Qué?
—Yo sé que es raro, prefiero no ahondar en detalles, solo comprende que fue un acuerdo entre nosotros tres, nadie sufrió ni fue usado, o bueno, por lo menos eso pensé hasta que supe la verdad —musita.
—Eres toda una caja de sorpresas, ¿lo sabías?
—Más bien me siento como toda una caja de desastres, si no hubiera venido nada de esto habría pasado —dice con culpa.
—Honestamente, no creo que sea tu culpa, todas las familias tienen problemas.
—Es cierto, pero en este caso estoy segura de que el enojó de Christophe, es porque accedí a ayudar a su mamá, aun cuando yo ya le había prometido no volver a bailar para ella.
—¿Y por qué le prometiste eso? Digo, eres demasiado buena como para no mostrar tu talento.
La rubia suspira y mira al de cabello negro con pesar.
—La verdad, prometer eso fue una forma egoísta de cortar mi pasión —susurra.
—¿Pero por qué?
La muchacha evita mirarlo, pues se siente avergonzada por lo que dirá.
—Stan, la verdad es que yo soy muy tonta y superficial, si hay algo que me obsesiona y me hace miserable es mi apariencia. Las bailarinas de ballet suelen ser delgadas, sin gracia, yo no quiero ser así, yo quiero, no, yo necesito tener un cuerpo bonito, si no lo tengo, nunca voy a ser feliz —declara honesta.
Marsh no hace más que ver a la muchacha con incredulidad, le parece increíble que ella no se dé cuenta de lo bonita que es, o sea, no tiene un cuerpo de medidas perfectas, pero él no cree que ella lo necesite.
Así tal cual es, es muy hermosa, por eso deja escapar todo el aire de sus pulmones y se lo hace saber.
—Marjorine, yo no soy chica, así que nunca voy a entender la idea que ustedes tienen de belleza, aun con eso déjame decirte, que para mí, eres la chica más bonita que he visto —susurra y pone una mano en su cabeza —. Tu cara de facciones finas, tu cintura tan estrecha, tus piernas delgadas que tienen tanta fuerza, todo, en serio, todo en ti, es perfecto —declara.
Los ojos celestes miran a los azules fijamente, no puede detectar mentira en estos, lo que hace que un agradable calor llegue a su estómago, sin saberlo sus mejillas se enrojecen.
—¿En serio crees todo lo que me acabas de decir? —pregunta tímida.
—Por supuesto, si no lo creyera, no te lo diría —responde.
La rubia abraza al muchacho, quien corresponde acariciando su cabello.
En ese momento Marjorine olvida todo, sus malos pensamientos de la mañana se esfuman como si nunca hubieran existido, la mirada de odio de Christophe ya no importa, de hecho ya nada le importa.
En ese instante no importa nada, que no sea, el agradable calor que siente le recorre el cuerpo entero al estar abrazada a Stan Marsh.
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