"En esa fría noche"
«Abril de 1999. Primavera»
—¿Por qué te veo tan pensativo? —dijo, con la boca llena. Henry comía una deliciosa tarda de arándanos y fresas, espolvoreada con azúcar en polvo. Se chupó los dedos y masticó con apetito y elegancia, saboreando la dulzura de postre.
Estaban sentados en la mesa de metal, debajo del árbol de la casa de Jayden. Bebían café con leche y probaban el nuevo postre que ambos habían preparado.
—Bueno...—suspiró, y mirando hacia los árboles, dijo—Sabes que no soy una persona, que le guste socializar mucho. Es decir, si me gusta, pero me cuesta salir de mi casa. Además, no tengo muchos amigos que digamos.
—No digas eso, ¿por qué piensas eso de repente?
—Es que...Ayer Flor me dijo que iría a un restaurante que acaban de abrir. Algunas personas que conozco van a unirse, y otras que son totalmente nuevas para mí, pero no sé...Le dije que lo pensaría.
—Deberías ir—contestó Henry, muy animado, y se metió otro bocado. Limpió la jalea que había caído en su labio, y continuó—Salir con amigos es divertido. Conocer gente nueva puede ser tedioso a veces, pero cuando lo haces es interesante. Aún eres joven, y convivir con las personas de tu entorno es bueno para ti.
Jayden notó que aún tenía jalea en la comisura de sus labios. Le era difícil tomarlo en serio viéndose así. Así que levantó su mano, limpiando su boca con los dedos.
—Señor Henry, ¿dónde quedaron sus modales? —dijo sonriendo.
Henry se sintió avergonzado de su aspecto y falta de modales. Lamió los lugares que pudo alcanzar y se limpió con la servilleta, tragando lo que quedaba en su boca.
—No cambie de tema señor Jayden, pero...Gracias—dijo, aclarando la garganta, bebió de la taza y lo miró fijamente—Me gustaría verte con tus amigos, que salieras y aprovecharas tu juventud. Claro, si eso es lo que quieres. Si no es así, no vayas.
—Hablas como si no fueras joven.
—¿Crees que soy joven? —preguntó, con cierto brillo en su mirada.
—Lo eres—dijo, sonriendo mientras rodaba los ojos—Y tú tampoco te desvíes del tema, ¿estás seguro que debería intentarlo?
—Si, no te preocupes por mí. Tengo trabajo que hacer, y hay comida en el refrigerador, y esto—dijo, señalando la tarta con el tenedor—No moriré de hambre.
[...]
—Si sirven alcohol no tomes mucho, ¿de acuerdo? Bueno, de preferencia no tomes nada, tienes que volver en la moto. Además, mata las conexiones neuronales y es malo para la salud general, lo sabes. Y también te hace hacer cosas de las que podrías arrepentirte—dijo, con las manos en los bolsillos—No vale la pena arriesgarse a todo eso por un trago.
—Está bien, no beberé. Nunca. —contestó sonriendo.
Jayden le dio un beso rápido, arrancó la moto, listo para salir del garaje. Se puso el casco y se abrochó la chaqueta.
—Adiós cariño, vuelve a la hora que quieras. Y no te preocupes por dejar a tu querido esposo abandonado. No moriré de soledad.
Jayden lo miró, con los ojos bien abiertos, y sus mejillas yendo en ascenso de color rosa.
—Sólo estoy bromeando—dijo riendo—Diviértete, y saluda a Flor de mi parte
—D-De acuerdo, nos vemos—avanzó y se fue por el camino de tierra, iluminado por la luz delantera.
Henry cerró el garaje, y se encerró en una habitación que Jayden había desocupado para él, usándola como estudio. Se llevó la tarta consigo y leyó unos informes que tenía pendientes.
"Ojalá se la pase bien..."
[...]
Jayden iba veloz, sintiendo el aire que golpeaba sus mejillas con ardor, hasta que se detuvo en un restaurante un tanto lujoso, para un pueblo como este.
Entró al establecimiento, peinando su cabello con los dedos, cuando logró ver a Flor, sentada en una mesa para seis. Con dos personas acompañándola, ubicadas frente a ella.
—Hola, buenas noches—saludó Jayden, con un tono no tan alto.
—Hola—saludaron todos.
—Él es mi amigo Jayden—Flor lo presentó, indicándole que se sentara a su lado.
—Hola Jayden, ¿cómo has estado? —dijo la otra persona. Una mujer de unos veintisiete años, cabello largo, negro y ondulado, ojos cafés. Y aunque estaba sentada, podía notar que era bastante alta. Era la secretaria de la escuela donde él y Flor trabajaban—Él es mi amigo Bruno.
—Mucho gusto—dijo un hombre de unos treinta años. Castaño, ojos oscuros y piel trigueño. Él llegó una vez a la escuela, como trabajar de una compañía electricista, para reparar el sistema eléctrico de algunas aulas. Fue ahí donde Flor lo conoció...
La charla no fue tan fluida por parte de Jayden, quién se limitaba a escuchar y responder preguntas. A veces añadiendo alguna información extra en sus respuestas. Era lento, pero poco a poco se fue sintiendo más cómodo.
Luego de un rato llegaron los demás. Dos hombres que rondaban la misma edad que todos los presentes. Uno se llamaba Tony. De estatura un poco baja, delgado y de cabello corto, con una mirada gentil y amable.
El otro era Harold, un hombre bastante alto, un poco fornido y con unos llamativos ojos celestes.
Harold era el mecánico que Flor frecuentaba, yendo también Jayden algunas veces para darle mantenimiento a su motocicleta. Y Tony, su mejor amigo, trabaja en el banco que había en el pueblo. Siendo el banco más popular y exitoso de todos los que habían en el pueblo.
Volvieron a presentarse y se sentaron, tornando la atmósfera más animada.
Pidieron la comida, y en el transcurso de todo ese tiempo, Jayden logró entablar una muy entretenida conversación con Tony, quién también disfrutaba de la lectura.
—Si, este tipo prefiere leer un libro que ayudarme en el taller. Incluso le ofrezco enseñarle como arreglar su auto, ¡aunque eso me deje sin trabajo! Es un malagradecido—se quejó Harold.
—No me gustan esas cosas. Y no entiendo nada de autos—se excusó Tony—Es mejor así. Yo me evito la fatiga y tú ganas dinero.
—¿O lo dices porque no quieres ensuciarte las manos? —dijo, con los ojos entrecerrados, y comenzó a imitarlo—"No puede ser, un cliente verá que tengo las uñas sucias. Qué vergüenza"
—No es por eso—y le dio una patada debajo de la mesa—Además, para eso existe el jabón. Para lavarse las uñas.
Ellos siguieron bromeando, mientras los demás se reían y ayudaban a alguno de los dos con sus "argumentos".
—Oye, Jayden—murmuró Flor, cerca de su oído. Jayden se acercó y escuchó—Sé que es tarde para preguntar, pero... ¿está bien que estés aquí?
—¿A qué te refieres?
—Bueno, me preguntaba: ¿Henry no estará un poco celoso...por mi invitación? No quisiera causarles molestias.
—Ah, lo dices por eso—exclamó sonriendo—Henry no es alguien celoso. Es más, él quiso que viniera hoy y me divirtiera conociendo nuevas personas.
—Oh, eso es un alivio—dijo, exhalando aliviada.
—Y ahora que lo recuerdo, él te manda saludos.
—¿En serio? Gracias, salúdalo de mi parte...
Todos terminaron su comida, así que era hora de tomarse unos cuantos tragos.
Pidieron cerveza, algunas bebidas mezcladas con jugo de frutas, y alguna que otra copa de vino. Todos bebían, con sus ánimos subiendo sin parar, riendo y bromeando con más descaro.
—Hey, Jayden ¿no vas a tomar? —preguntó la secretaria, al ver la limonada con menta y hierva buena en su mano.
—Si no te gusta lo que hemos pedido, no te preocupes. ¡Yo invito! —exclamó Harold, el mecánico.
—No, está bien. Yo no bebo—dijo Jayden levantando su mano para detenerlo, con un tono suave pero seguro.
—¿Ah? —exclamó Harold. Todos estaban un poco sorprendidos por sus palabras.
—El alcohol es malo para la salud, y puede que haga alguna tontería si estoy ebrio—contestó Jayden.
—No te preocupes por esas cosas. Sólo será por hoy, tomar una vez no te hará nada ...—continuó Harold.
—Agradezco sus palabras, pero no puedo retractarme. Que mi actitud no interrumpa su momento de bebidas...—luego de dar un pequeño sorbo, añadió —También tengo que conducir mi motocicleta de vuelta a mi casa. Además, el alcohol destruye las conexiones neuronales, lo que causa demencia y pérdida de memoria. Esas cosas son muy importantes en mi área de trabajo, debo cuidar más mi salud. Y también... le prometí a alguien que no volvería a beber.
Justo cuando Jayden terminó de hablar, se escuchó un sonido extraño en la mesa.
Todos miraron a Tony quién, escupió el licor de regreso en su vaso, con una expresión en blanco.
—¿E-Es verdad eso de las neuronas? ¿el alcohol puede hacerte menos listo? —preguntó preocupado.
—Lo escuché de un científico muy inteligente, así que debe ser cierto —afirmó sin dudarlo.
Jayden sabía que Henry se preocupaba mucho por su salud, siempre lo cuidaba y no hacía nada que pudiera perjudicarlo. Aunque él no lo dijera, estaba seguro que Henry deseaba que él viviera muchos años, años que quería vivir a su lado.
De sólo pensarlo hacía que sus mejillas se calentaran.
—Jamás volveré a beber en mi vida —exclamó Tony seriamente, con una expresión oscura—Si no puedo hacer bien mi trabajo no podré seguir ascendiendo. Llevar las cuentas, memorizar, aprender...
—No exageres Tony —dijo Harold a su lado, echándole el brazo al hombro—Un trago no va a fundir tu cerebro.
—Ya tomé mi decisión, y sabes muy bien que yo nunca me retracto. Jamás. —exclamó con firmeza y alejó el vaso.
—¿Pero, por qué tenías que escupirlo? —levantó el vaso, mirando su contenido con pesar—Echaste a perder un buen trago.
—¿Harold...? —dijo Tony con una voz preocupante. "¿No me digas que va a...?"
—Bueno, ya que—y se empinó todo el vaso de golpe, bebiendo todo en tres rápidos tragos.
—¡Eso es asqueroso! —exclamó asqueado y jaló de su camisa.
—¿Qué tiene de malo-? —dijo bajando el vaso, pero Tony lo interrumpió.
—¡Vamos, escúpelo! —apretó sus mejillas con una mano, sin soltar su camisa de la otra mano.
—¡No puedo!
—Sólo Harold puede sacarlo de quicio—exclamó Flor riendo, mientras los demás animaban a Tony a seguir con su ira.
—Entonces vomítalo, t-tú...ser repugnante—dijo con agravio.
—¿Ese es tu mejor insulto? —dijo de manera burlona—Señor delicado.
Tony se sentía tan avergonzado y enojado, y esa imagen de Harold bebiendo...no podía sacarlo de su cabeza.
Al final Tony no pudo soportar su vergüenza, y ahorcó a Harold con desprecio. Aunque no usó tanta fuerza cuando lo hizo, siendo un ataque insignificante para Harold.
—...Acabamos de comer—dijo en voz baja, luego de haberse calmado. Los demás seguían molestándolo por su actitud tan explosiva, y lo hacían sentir aún más avergonzado.
—Miré dentro del vaso antes de tomar, yo lo vi limpio.
—Ah, olvídalo—dijo decaído.
Todos trataron de animar a Tony y le dieron consuelo. Pagaron la cuenta y cada quien se fue por su lado, despidiéndose con la ilusión de volverse a ver.
Jayden se ofreció a llevar a Flor a su casa, quién aceptó con gusto...
—Gracias por traerme.
—De nada. Gracias a ti por invitarme, fue divertido—sonrió y la miró a los ojos—Y por pensar en mí.
—Para eso están los amigos. No tienes que ser tan educado, nos conocemos desde hace tanto.
Flor bajó su rostro, mirando la punta de sus zapatos.
—A pesar del tiempo, aún te tengo mucho cariño. Me gusta ver a mi amigo feliz...Dime, ¿te sientes feliz?
Jayden quedó sorprendido ante tal pregunta. También bajó su mirada y pensó, sonriendo con melancolía.
—Claro que sí.
"La mayor parte del tiempo lo soy."
Flor levantó sus ojos, mirándolo con alivio. Jayden sonrió, se despidió de ella y se fue...
Siempre hay cosas que lo hacen sentir triste. Algo del trabajo, o....cosas entre Henry y él. Es triste cuando Jayden quiere hacer algo con él, y no puede hacerlo. Salir a comer a un restaurante y tener una cita, tomarse de la mano y no tener miedo de mostrar su afecto en público...
Es triste vivir escondido.
Sabía que esto era inevitable, y que causaría dolor en ellos. Sabía que esto iba a ser así. Pero al final, ¿qué puede hacer al respecto? Sólo pensar en ello, para luego tratar de olvidarlo.
Todo se volvía cada vez más silencioso, los sonidos de los árboles eran lo único que se escuchaba a lo largo del camino.
Eran las once cuarenta cuando Jayden llegó a su casa. Entró y cerró el garaje.
Dentro estaba igual de silencioso.
—¿Henry? ¿estás dormido? —preguntó en voz baja mientras subía al segundo piso.
Entró en su habitación, pero no estaba ahí, por lo que buscó en el estudio.
En un sofá de una sola persona, con una lámpara de luz amarilla a su lado, estaba Henry. Sus dedos apenas sostenían el libro grueso que estaba leyendo, con la cabeza inclinada hacia un lado, con los ojos cerrados.
Jayden sonrió y se acercó con cuidado.
—Oye, ve a la cama—dijo con suavidad, acariciando su hombro.
Henry se movió, aún con los ojos cerrados.
—¿Ah? ¿qué pasa? —preguntó desorientado.
—Ya volví.
—Jayden...—abrió ligeramente los ojos, mirándolo con somnolencia. Sonrió y dijo —Volviste.
—Ven, vamos a dormir—se acercó y lo ayudó a levantarse.
—Jayden.
—¿Mm?
Henry, aún medio levantado y apoyándose en su hombro, hundió el rostro en su cuello. Se frotó y sintió el aroma de su ropa y la fragancia de su piel.
—¿Qué estás haciendo? —exclamó sorprendido, riendo sin entender. Sintiendo la respiración de Henry junto con sus gestos, como si estuviera olfateando.
—No hueles a alcohol—dijo, con voz ronca. Levantó el rostro, y con los ojos entrecerrados acercó la nariz a su boca. Deslizando con ternura su mejilla contra la suya, sintiendo su ligero aliento—No bebiste...
—Claro que no—teniendo tan cerca la punta de su nariz, no pudo evitar besarla —Tu querido esposo escuchó tu consejo.
Henry se sintió feliz al escuchar eso, cerró los ojos y dejó que Jayden lo ayudará a caminar, mientras rodeaba su cintura, apoyando la mejilla en su hombro.
—Quiero que estés a mi lado...toda la vida.
Un murmuro suave, somnoliento y cariñoso, llenó por completo sus sentidos, con todo aquello que implicaba esa oración.
—Yo también...
Entre dormido y despierto Henry se lavó los dientes, se quitó el pantalón y cayó profundamente dormido. Pero antes de que cayera en el mundo de los sueños, alcanzó a decir:
—Mañana me cuentas... cómo te fue hoy.
—Lo haré.
Jayden sonrió y lo abrazó, borrando todo de su mente, para caer dormido. Junto con su dulce aroma y calidez.
«Verano, 2000»
Luego de tomar el tren rentaron un auto y viajaron por unos diez o quince minutos. Jayden había obtenido su licencia de conducir, y ahora que la tenía era él quien conducía.
En estas vacaciones de verano ambos querían visitar a Inés, la madre de Henry, y pasar una semana en su casa.
Anteriormente el padre de Jayden también los visitó.
A Jayden nunca le pareció la idea de que su padre se quedara en el asilo. La casa donde él vivía también era su casa, por lo que tenía derecho de vivir ahí, no había razón para no hacerlo. Además, no quería que estuviera solo en el asilo.
Ya habían estado separados por siete años, no quería alejarse de él de nuevo.
Le insistió en volver, pero Tom se negó.
En el interior estaba feliz de escuchar las palabras de su hijo, pero sentía que no era digno de volver a su casa, no podría vivir allí. Todo le traería malos recuerdos. En el pasado tuvieron muchas diferencias, ninguno cedía ante el carácter del otro, no se escuchaban y no pensaban en los sentimientos del otro... Pero a pesar de todo eso aclararon sus malentendidos. Ellos nunca se odiaron.
Tom quería vivir en el asilo un tiempo, luego, cuando fuera más mayor, tal vez viviría de nuevo en su casa.
Además, él aún no apoyaba su relación con Henry (y nunca lo haría), se sentía un tanto disgustado al pensar en ello. Jayden lo sabía, pero el amor que le tenía su padre lo hacía soportarlo. Y con todo lo que pasó, no se sentía con derecho a interferir en su vida, más que sólo dar consejos.
Y cada vez que veía a Henry recordaba el hecho de que nunca tendría nietos y que su apellido moriría con su hijo.
No podía ocultar su rostro disgustado, y de vez en cuando lo miraba con amargura.
Jayden aun así no odiaba a su padre por no apoyarlo en eso. Entendía su manera de ver la vida, y en parte tenía razón.
Nunca podría darle nietos, no habría más familia, por lo que se quedaría solo. Se entristecía al verlo así, peor no podía hacer nada para cambiarlo.
Henry sabía todo eso, y ver a Jayden, quién no guardaba ningún resentimiento hacia su padre, lo hizo sentirse aún más cautivado.
Sin odio, sin rencor, amando a su padre y preocupándose por él a pesar de sus diferencias...Todo eso eran cualidades que Henry admiraba y amaba en una persona. Eran las cualidades que amaba de Jayden.
—Ya llegamos ¿no quieres bajar? —preguntó Jayden sin verlo. Henry ya llevaba rato mirándolo fijamente desde que se estacionaron frente a la casa de Inés. Estaba comenzando a sentirse tímido—Si quieres podemos quedarnos unos minutos más en el auto.
—N-No, salgamos ahora—desvió su mirada de él y aclaró su garganta —Lo siento, estaba pensando en algo.
—¿En qué pensabas?
—Nada importante—sonrió y abrió la puerta del auto.
Bajaron sus cosas y tocaron la puerta. Le llevaban mucha comida y regalos, lo suficiente como para que Inés no se preocupara por la comida unos dos días, aunque planeaban salir a comer los tres juntos cada vez que pudieran.
—Que gusto verlos otra vez—exclamó Inés al abrir la puerta, abrazó a Jayden y dijo con cariño—Mis niños se ven más lindos de como los recordaba.
—Gracias mamá—respondió Henry sonriente—Jayden cada día es más guapo.
—...—Jayden sólo pudo guardar silencio, avergonzado por ambos comentarios.
—Y tú ...—Inés se acercó a Henry y también lo abrazó—Aunque ya estás viejo cada día que pasa te ves aún más atractivo.
En ese momento la sonrisa de Henry se congeló.
—Gracias madre.
—¿Qué pasa? ¿Acaso no tengo razón? —Inés lo soltó y miró a Jayden—Tú opinas lo mismo ¿verdad?
Jayden bajó un poco la mirada, entrelazó sus dedos y dijo en voz baja:
—No es viejo, pero se ve más guapo... que cuando lo conocí.
—Ves, no tienes porqué molestarte. Incluso te conseguí un cumplido con mi ayuda.
—Puedo conseguirlos cuando quiera sin tu ayuda—dijo orgulloso.
—Oh, ¿así es como tratas a tu madre? —y con un movimiento rápido le pellizcó la nariz.
—Ah, ¿por qué siempre me haces esto? —y en cuanto terminó de hablar Inés lo soltó.
—Porque quiero—dijo sonriendo...
Llevaron las cosas adentro y subieron la maleta a la habitación de huéspedes.
Se acercaba la hora de almuerzo, así que los tres comenzaron a sacar la comida con entusiasmo. Prepararon la mesa y se sirvieron, mientras Inés les preguntaba sobre cómo iban las cosas en el pueblo.
—Todo va muy bien—respondió Jayden—En la escuela todo va como siempre, y Henry trabaja excelente, como siempre. No tenemos problemas.
—Si, todo está yendo de maravilla—añadió Henry, sonriendo por el comentario que hizo Jayden.
—¿Y con su relación? —preguntó Inés con curiosidad.
—También va muy bien—dijo Jayden. Aún se sentía un poco tímido cuando hablaba sobre eso con Inés.
—¿Ustedes no pelean? —exclamó ella sorprendida.
—Bueno...
—A veces—dijo Jayden en voz baja.
—Si, yo tengo la culpa casi siempre—dijo Henry avergonzado, tocando su nuca.
—Pero es normal. Las parejas discuten a veces—dijo Jayden.
—Son discusiones tontas, sólo duran unos minutos. Casi siempre se resuelven en el momento—dijo Henry.
—¿En serio?
—Es él, así que le tengo mucha paciencia—respondió Jayden.
—¿Sobre qué cosas discuten? —preguntó Inés.
—Madre—dijo Henry.
—Se desvela demasiado, deja desorden cuando trabaja, come cosas poco saludables cuando está ocupado. Deja sus cosas por toda la casa cuando está leyendo o trabando, es distraído en eso—dijo Jayden, pensativo—Y a veces hace cosas muy infantiles—añadió sonriendo—Pero eso último no es tan malo, casi siempre le sigo el juego.
—Me has traicionado—dijo Henry, mirándolo con tristeza.
—No digas eso, Henry. Soy tan feliz contigo, que quiero contarle a tu madre todo sobre ti, y de lo felices que somos a pesar del otro. Que sin importar qué, somos el uno para el otro—dijo Jayden con una sonrisa.
Sí, Jayden aún se sentía un poco tímido cuando hablaba sobre estas cosas, pero también quería que los demás supieran, que Inés supiera cuanto lo amaba.
Los ojos de Henry se fueron tornando cada vez más suaves entre más oía sus palabras. Mirándolo en silencio, con una expresión indescriptible.
—Que buen esposo ha encontrado mi querido Henry—exclamó Inés sonriente—Me siento aliviada por tenerte a su lado, Jayden.
—N-No es...—Jayden volvió a sentirse avergonzado, sus mejillas se sonrojaron y sus ojos se perdieron, hundidos en la bruma de la timidez.
Inés no paraba de sonreír, hablando de lo feliz que era de ver a su hijo, junto a alguien que lo amaba de verdad. Estaba tan distraída y emocionada que cuando tomó su tenedor para seguir comiendo, lo dejó caer por error.
—Descuide, yo por recojo—dijo Jayden rápido y se inclinó, tomándolo del suelo.
Inés iba a agradecerle, cuando notó algo que la dejó impactada. Primero la dejó sin habla, luego sorprendida, encanta, y por último conmovido.
La ropa que usaba Jayden era fresca y sencilla, una camiseta azul que dejó al descubierto su cuello con facilidad, cuando se agachó para recoger el tenedor.
—Le traeré uno limpio—dijo Jayden.
—Gracias—dijo Inés, recuperando rápidamente su expresión.
La tarde transcurrió demasiado rápido para ellos. Tomaron café luego del almuerzo mientras seguían charlando. Llegó la hora de la cena, y en ella comenzaron a planear lo que harían. Ambos se quedarían por una semana, la cual disfrutarían los tres juntos, yendo de un lugar a otro, disfrutando del verano.
—Bien, ahora que todo está planeado, quisiera hablar con Henry antes de que se vayan a dormir—dijo Inés.
—¿Conmigo?
—Si. Jayden, ¿podría hablar con él a solas? Necesito darle un par de consejos para que no te cause problemas—dijo con una sonrisa.
—Sólo quieres molestarme ¿verdad? —dijo Henry con seriedad.
A lo que Inés sólo sonrió.
—No hay problema, iré primero a la cama entonces. Diviértanse hablando—dijo Jayden, levantándose del sillón.
—Descuida, te lo devolveré rápido.
—No me esperes despierto—dijo Henry, esperando con anticipación la larga charla de su madre.
—Lo intentaré —respondió sonriendo—Buenas noches.
—Buenas noches—regresó Inés.
Jayden subió las escaleras hasta la habitación de huéspedes y cerró la puerta, curioso por lo que le diría su madre.
—Bien, hablemos—dijo, con una mirada llena de curiosidad y se sentó frente a él.
—¿Qué planeas hacerme? —dijo preocupado.
—No exageres—rio Inés —En realidad sólo quería preguntarte algunas cosas.
Henry la miró pensativo, evaluó la situación y dijo con seguridad:
—Depende de tu pregunta. Si es demasiado invasiva no responderé.
—Lo quieres mucho ¿verdad?
—¿...?
"¿No es eso obvio?"
—¿Cuánto tiempo planeas estar a su lado?
—El resto de mi vida—contestó de inmediato.
—Ya veo...—desvió su mirada y entrecerró los ojos—Tiene sentido.
Inés le devolvió la mirada y exclamó:
—Él también siente lo mismo, es por eso que hizo "eso".
—¿De qué hablas? —preguntó confundido.
—La otra mitad—respondió tocando su propio cuello.
Henry no entendió de inmediato. Imitó su movimiento y también tocó su cuello, entonces entendió de que estaba hablando.
—Cuando te hiciste ese tatuaje¹, ¿pensaste que esto podría terminar así? —dijo Inés.
—...No—hizo una pausa y frunció sus cejas—Incluso he olvidado el motivo que me llevó a eso. No sé porque decidí sólo tatuarme el ala izquierda de la mariposa.
Pero ahora sí hay un motivo.
—Si—sonrió con calidez al ver los ojos brillantes de Henry, justo al decir la última frase—Es bueno que él tenga la otra mitad.
—Una mariposa necesita dos alas para volar. Es algo ...tan obvio.
Inés vio los sentimientos que afloraban en sus ojos. Quiso decirle muchas cosas a su hijo, pero al final no dijo nada.
—Le queda bonito. La tinta negra resalta mucho en su piel—se levantó y avanzó fuera de la sala —No te quito más el tiempo, ve a dormir.
—Siempre es agradable hablar contigo —dijo Henry y se levantó—Pasa feliz noche.
—Gracias. Y no te preocupes, tengo el sueño pesado. Mi habitación queda muy lejos de la suya, tus ronquidos no me molestarán.
Sonrió por última vez y se fue.
Henry se quedó de pie ahí, mirando en su dirección. Su pecho se sintió más pesado, mientras escuchaba con claridad cada latido.
Era obvio lo que Inés quería decir con esas palabras.
Suspiró profundamente y fue a su habitación. Entró en ella y cerró la puerta detrás de él. Jayden estaba descalzo, apoyado en el marco que daba al balcón. El aire era tibio, el cielo nocturno estaba despejado, dejándolo desnudo, para mostrar las relucientes estrellas parpadeantes.
—Eso fue rápido —dijo Jayden, girando su cabeza para mirar hacia atrás.
—Si—caminó hacia él, se acercó al balcón y se apoyó en la barandilla.
Jayden miró su espalda, su cabello negro brillaba con la luz del foco y del cielo, al igual que algunos de color plata, dispersos al azar. A Jayden siempre se le olvidaba decirle que tenía algunas canas detrás de la cabeza, y sólo se le quedaba viendo. Sonriendo. Tan joven y con canas...
—Hablo de ti.
—¿Y qué dijo? —preguntó Jayden. Caminó a su lado y miró la calle, las casas y los autos.
—Ella vio tu mariposa.
Jayden guardó silencio, sorprendido de escuchar eso. Se tocó el cuello y sonrió con timidez.
—Oh.
—Dijo que te queda bonito.
Jayden lo miró a los ojos, notando lo oscuro que se veían. Separó sus labios, y dijo con un tono suave, para que sólo Henry pudiera escucharlo:
—A ti te queda aún más bonito.
Henry levantó su mano y acarició tiernamente su nuca, sintiendo su piel acalorada. Sus dedos fríos se quedaron ahí, mientras trataba de mirar el color de sus ojos, a través de sus anteojos.
Jayden también levantó su mano, tocando su hombro y deslizándola despacio, hasta tener la piel de su cuello entre los dedos.
Pensaron en cómo se veía desde atrás, contemplando los finos trazos, mientras lo tocaban con la yema de los dedos y se acercaban, para luego tocarlo con los labios, dejando la calidez del aliento.
En esos momentos sus miradas deseaban robar los besos del otro...
—Antes de qué pase cualquier cosa, y lo olvide, quería preguntarte algo—dijo Henry con una expresión seria. En esos momentos sus miradas deseaban robar los besos del otro, pero Henry no paraba de pensar en algo...
—Está bien, ¿qué es? —sonrió.
—¿Yo... ronco en la noche? —sabía que su madre no se refería a eso, pero lo dejó con la duda.
—¿Por qué lo preguntas de repente? —dijo riendo.
—Por nada, sólo quería saber.
—Bueno, a veces no me dejas dormir.
—...
En ese momento Jayden vio que su expresión se tensó, lleno de preocupación y vergüenza.
—Estoy jugando—dijo sin dejar de sonreír, con un tono de consuelo. Tomó un mechón de su cabello y jugó con él —A veces, y si lo haces es cuando estás muy cansado, pero sólo un poquito.
—Que alivio—y suspiró—Tú no roncas para nada.
—Pero es cierto que no me dejas dormir, pero eso...es por otras razones—añadió riendo.
Henry fue tomado con la guardia baja. Su cuerpo se paralizó y sintió que su rostro ardía en rojo.
—Si soy tan malvado, entonces también merezco que no me dejes dormir. Me lo merezco.
—¿Estás seguro? —preguntó con un tono meloso.
—Mm.
—Está bien, seré más malvado en el futuro—contestó con una sonrisa, sujetó su cintura y dijo—Vamos a lavarnos los dientes primero. Claro, si aun quieres robarme ese beso de antes.
—También quiero tomar un baño, muero del calor.
—¿Nos bañamos juntos?—preguntó con un poco de cautela. Estaban en la casa de Inés, por lo que podía ser vergonzoso hacer algo así, pero dejaría la decisión en sus manos.
—Sería un placer —dijo Henry, con los ojos brillantes—Luego podemos volver al balcón un rato y apreciar las estrellas. Me gusta la brisa en las noches de verano.
—Mm, a mi también me gustan—respondió entusiasmado.
Los dos pensaron con un suspiro, divertidos al imaginar la escena:
"Ah, demasiado cursi..."
«Otoño, 28 de septiembre, 2000»
Era algo trivial y sin mucha importancia, pero ambos querían ir al súper mercado juntos.
Dos hombres, que se veían muy cercanos entre sí. Comprando todo lo necesario para el hogar, viendo las cosas en oferta, cuál era más barato pero tenía buena calidad, preguntándose qué tipo de shampoo preferirían o si deberían comprar ese jabón celeste que salió hace poco...
Lo mejor era evitar ese escenario.
Uno esperaba en el auto mientras el otro hacía las compras. Discutían todo se antemano y se turnaban cada vez.
Está quincena le tocaba a Henry, por lo que Jayden espero en el auto. Cuando llegó le ayudó a meter las cosas al maletero. Subieron al auto y Jayden comenzó a conducir.
—Jayden, mira allá.
Estaba haciendo un alto, cuando oyó que Henry le habló. Miró la dirección en qué señalaba, y entonces lo vio. Un gato.
Era pequeño, con un pelaje de dos colores, como leche y miel. Estaba solo, acurrucado en una esquina.
Ambos se miraron sin decir nada, Jayden avanzó y estacionó el auto al lado de la acera.
—¿Lo llevas al veterinario hoy o mañana?—preguntó Henry pensativo. Era viernes, así que no importaba mucho.
—Lo mejor será llevarlo hoy—Jayden se puso en cuclillas y acercó la mano desde abajo. El gatito estaba un poco asustado, pero también se sentía solo, por lo que se acercó a su mano con cautela y lo olfateó.
El color de leche y miel le recordó a Jayden. Como el de su piel y sus ojos.
Sonrió al verlo con el gato, y se sintió alegre de poder tenerlo en casa. Desde hace mucho querían una mascota.
—¿Quién lo hará?
Jayden no respondió de inmediato, pero Henry no se impacientó, y esperó.
—Ambos—Jayden rápidamente tomó al gatito con cuidado, quién maulló con su pequeña voz.
Tal vez eso era un poco paranoico, pero debían evitar cualquier situación que los delatara como pareja. Si llegaban al veterinario juntos y discutían sobre el gatito, podrían ser vistos con otros ojos.
—Ya estoy cansado. Que piensen lo que quieran de nosotros, no me importa—dijo con fastidio.
Henry se sentía de la misma manera, por lo que sólo asintió.
Era cansado pensar y cuidar sus acciones. Pero ¿qué mas da?, no es como si fueran melosos en público, después de todo, ellos se comportaban de la misma manera que siempre, como toda su vida lo habían hecho. Si los demás pensaban que su interacción era extraña, era su problema, no el de ellos.
Llevaron al gatito al veterinario, lo atendieron y alimentaron, mientras recibieron recomendaciones para cuidarlo. La mujer que los atendió no vio nada fuera de lo común y no preguntó nada sobre ellos. Se sintieron más relajados y escucharon con atención las palabras de la veterinaria.
[...]
—Pronto comenzará a llover. Ya no tendremos que regar el jardín—dijo Henry, quién sostenía una manguera verde mientras regalaba las plantas del jardín trasero de la casa de Jayden.
—Menos mal—vio que Henry casi terminaba de regar la mitad del jardín, y dijo—No se te olvide que yo hago la otra mitad.
—Intentaré no olvidarlo.
Jayden sonrió, de pie a su lado, cuando notó que Fally² se acercó a ambos.
Se agachó y lo recogió entre sus brazos. Fally no se resistió, recibiendo sus caricias con los ojos cerrados.
—Me sorprende lo manso que es Fally—comentó Henry.
—Si, pensé que todos los gatos eran huraños. Pero Fally es tan lindo y tierno.
—Y también enérgico —dijo riendo.
Los gatos jóvenes estaban llenos de energía, la cual tenía que ser liberada cuando ellos jugaban con ella, si no querían una casa hecha pedazos.
—Recuerdo que era más pequeña antes. Crecen rápido.
—Si, cada día es más linda—dijo Jayden, acariciando suavemente debajo de su barbilla.
—Por cierto, mañana podemos ir a comprarle más cosas, si quieres. Encontré una torre de gatos en una nueva tienda, estoy seguro que le gustará.
—Si, vamos mañana—Jayden notó que la mitad del jardín ya había sido regada, por lo que dijo —Ten a Fally, yo seguiré regando.
Henry tomó a la gatita y le dio la manguera. Acercó su dedo índice y recibió su suave mordida, mientras apoyaba sus suaves patas en su dedo.
—Me gustaban los gatos, pero no sabía que me encantarían tanto.
—Tampoco yo.
Estaban felices de haber encontrado a una gatita tan encantadora y cariñosa como Fally, en esa fría noche de otoño. Ella se sentía igual, recibiendo todo su cariño. Y se atrevería a decir que era la gatita mas consentida y amada de todo el pueblo.
Notas:
1. Ese tatuaje: Referencia del Capítulo 3: Amigos.
2. Fally: De la palabra fall, que significa Otoño.
El próximo capítulo será el último, junto con el epílogo.
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