Capítulo 9: Sabor amargo

—¿Estás libre mañana?

—Mm....si, más o menos desde la una de la tarde en adelante ¿por qué?

—Es que quería...que cumplieras el favor que me debes, ya sabes, por mi ayuda—contestó Jayden lo más natural que pudo.

—Oh, entonces está bien—la voz de Henry se escuchaba somnoliento desde el otro lado del teléfono, pero eso la hacía más encantadora de oír—¿Es un favor que se puede hacer en un día?

—Si.

—¿Qué es?

—No te lo diré.

—Que malvado, al menos dímelo para saber como ir vestido o algo así. ¿Y si me haces limpiar toda tu casa?, tendría que llevar ropa adecuada.

—Nunca te pediría que hicieras eso—dijo nervioso.

—Menos mal—contestó riendo.

Su risa sonaba tan hermosa por el teléfono...Jayden suspiró internamente y dijo:

—Sólo es algo sencillo, nada complicado.

—De acuerdo, pero si no llego a la una de la tarde a tu casa ven a la mía, a veces no veo la hora o me distraigo. Dejaré la puerta sin llave.

—Está bien, no hay problema. Adiós Henry, nos vemos mañana.

—Mm, nos vemos.

Jayden colgó y en sus labios se dibujó una sonrisa tonta.

Toda la ropa de Jayden era demasiado vieja, bueno, casi toda. Él no se compraba nada a menos que fuera necesario, sus camisas y pantalones eran de cuando era más joven, y la más desgastada la usaba para andar por la casa o para dormir.

Pero el día de hoy amerita usar un de esa poca ropa nueva que tiene, sus mejores prendas para el mejor día de su vida.

Una camisa blanca por completo, y encima de ella una camiseta formal azul de manga corta con pequeños y delgadas líneas blancas que formaban cuadros, tenía botones plateados, pero la usaba sin abrochar para resaltar la camisa blanca que usaba por dentro. Unos pantalones negros de un color muy intenso y unos zapatos de vestir cafés no tan anticuados.

Peinó su cabello como siempre, no quería parecer demasiado arreglado. Su rostro, por suerte, estaba impecable ese día, su piel clara se veía limpia y su cabello relucían con su hermoso tono claro.

Se vio al espejo justo antes de ponerse los lentes.

Miró de cerca sus ojos, y notó su color, de un café muy claro. Pero, aunque fueran bonitos, se sentía un poco acomplejado al andar sin lentes, así que se los puso, ocultándolos debajo de ese vidrio redondo e impecable.

Salió de su habitación y esperó emocionado en la sala.

Eran un agradable jueves. Jayden logró salir del trabajo a las doce y media, porque, aunque los alumnos salieran a las once y media él tenía que quedarse un poco más, incluso, algunas veces se quedaba hasta las tres de la tarde. Pero ese día había salido temprano.

Su reloj apuntaba la una y cinco de la tarde y estaba ansioso.

Llegó la una y media y se sentía aún más ansioso.

Luego las dos.

Dos y quince...

"Creo...que se durmió, o lo olvidó"

Pensó Jayden dando un largo y profundo suspiro.

Se levantó del sofá, tomó sus cosas y salió por la puerta.

El pueblo era muy tranquilo sin duda, sus casas estaban tan alejadas del pueblo que a menudo Henry dejaba la puerta abierta, seguramente por esa razón, o tal vez sólo olvidaba cerrarla con llave. Por eso le dijo a Jayden que entrara sin ningún problema, pero la verdadera cuestión era armarse de valor para entrar.

"Y si sólo le agarró la tarde y se está alistando para salir"

"No, él hubiera llamado..."

"¿Y si le pasó algo y está tirado en el piso y no puede pedir ayuda?"

"No, estoy siendo demasiado paranoico"

Respiró profundo y giró la perilla de la puerta.

Ese agradable y familiar olor invadió sus sentidos junto con una sensación nostálgica. Los muebles antiguos, las paredes y las decoraciones siempre le resultaban fascinantes.

—H-Hola, ¿Henry? —llamó un poco tímido, pero no hubo respuesta.

Caminó con cautela sobre el piso de madera, avanzó y fue hasta el estudio en la planta baja, donde ambos solían trabajar. El escritorio era un lío de papeles y libros, lápices y bolas de papel, tazas vacías por todos lados y en medio de todo eso estaba Henry, dormido encima de ese caos.

"Pobre..."

Pensó con lástima al verlo así, se acercó con cuidado y tocó un mechón de su oscuro cabello.

Al parecer no se había afeitado en toda la semana, y debajo de sus ojos se marcaban unas pequeñas ojeras, que parecían desvanecerse.

Vio hacia un lado y notó algunos platos con restos de comida chatarra, sopas instantáneas, dulces y más tazas de café vacías.

—Bueno, qué más puedo hacer...

Se quitó la camiseta, la dejó a un lado para no ensuciarla y recogió todo el desorden que pudo.

La posición en la que dormía era incómoda y estaba parcialmente desorientado. Despegó la cara del escritorio y se estiró despacio. Jaló de la página que se había pegado en su mejilla y miró el reloj en su muñeca.

Eran las tres y cuarenta de la tarde.

"¡Maldición!"

Abrió los ojos asustado y se levantó de golpe.

Corrió hasta las escaleras, debía tomar un baño rápido y estar presentable. Pero se detuvo y se desvío a la sala, al menos debía llamar a Jayden y disculparse...cuando sintió un aroma en el aire.

Caminó temeroso hasta su presunto origen, guiado por el olor, con una expresión en blanco, temiendo que sus premoniciones fueran correctas, cuando lo vio. Ah, era obvio.

—Hola Henry—saludó Jayden sonriendo.

Sus jeans negros resaltaban junto con su camisa blanca, y frente a la cocina parecía estar haciendo un estofado de carne con verduras.

—J-Jayden...—no sabía cómo disculparse, y el que estuviera cocinando le resultó...algo inesperado—Perdón, me quedé dormido y perdí la noción del tiempo. ¿Estás enojado?

Jayden lo miró con los ojos entrecerrados unos instantes, y dudó antes de decir:

—Lo estoy—se giró y le dio la espalda.

Henry bajó la mirada y se enjugó un ojo pensando en cómo hacer que Jayden dejara de estar enojado. Pero él volvió a hablar.

—Comiste muchas cosas dañinas, todo era comida chatarra. También tomaste todas esas tazas de café y ni una gota de agua ¿no es así? Me molesta que descuides tu salud por distraído.

Henry guardó silencio y se quedó ido.

—¿No estás molesto porque se me hizo tarde? —interrogó perplejo.

—Claro que no—dijo mirándolo a los ojos—El día aún no ha terminado, y todavía puedes hacerme el favor que quiero—y sonrió.

—¿Todavía se puede? ¿tan tarde?

—Mm.

Henry iba a seguir hablando, pero su estómago rugió por el delicioso olor a comida.

—Pero date prisa, el viaje dura unos veinte minutos—añadió tomando una cuchara y sirvió la comida en un plato blanco—Y será mejor que te pongas algo cómodo.

—D-De acuerdo—dijo subiendo las escaleras.

Tomó un baño a la velocidad de la luz y se afeitó rápidamente, se perfumó y vistió con sus típicos zapatos de vestir cafés, un jeans azul y una camiseta negra.

Cuando bajó lo primero que sintió fue el aroma de la comida, caminó deprisa hasta la cocina y ahí lo vio. Lavando los platos que había usado para cocinar, y sobre la mesa un plato de comida, humeante y colorido.

Henry no dijo nada y se sentó, probó la carne y se deleitó con su sabor.

—Gracias—dijo Henry llevándose una gran cucharada a la boca.

—...De nada—respondió sonriendo con dulzura, dándole la espalda.

A Jayden no le gustaba mucha la cocina. Cocinaba porque quería comer lo que su madre hacía para él, quería recordarla de alguna manera. Pero ahora también lo hacía por Henry, y saber que le gustaba, lo hacía muy feliz...

Terminó de ordenar la cocina y Henry comió todo lo que le sirvió en el plato. Se lavó los dientes y ambos tomaron sus abrigos.

—¿A dónde vamos? —siguió insistiendo Henry.

—A algún lugar en el bosque—dijo sonriendo.

—Entonces vamos en mi auto.

—¿Tienes auto?

—Fui a rentar uno hace cuatro días. El clima se vuelve cada vez más frío, y ya estoy familiarizado con las calles. Así que encontré adecuado el tener uno.

—Sí, tienes razón. Entonces vamos en el.

Ya listos, caminaron por la casa, y pasando por unas habitaciones llegaron ante una puerta. Henry la abrió y entraron al garaje.

—Que buen auto conseguiste—exclamó Jayden asombrado. Era alargado y elegante, de color gris platinado. 

—Gracias—dijo sonriendo y le quitó llave a las puertas.

—Bien, ¿a dónde iremos? —preguntó mientras elevaba el gran portón.

—Dirijámonos a la cuidad, luego toma la carretera principal para tomar una ruta a las afueras del pueblo—indicó subiendo al auto.

—De acuerdo, yo seré el chófer, así que tú mandas—exclamó bromeando.

Jayden sólo rio también y desvío un poco la mirada...

Henry tomó la ruta que le iba indicando, la carretera era solitaria y la grava de un tono muy oscuro, resaltando en ella las líneas amarillas, los árboles gigantes rodeaban todo y la espesura del follaje volvía todo más frío y silencioso.

—Si estabas ocupado debiste decírmelo, te hubiera pedido el favor otro día—dijo Jayden mirando a Henry.

Extrañamente le gustaba verlo conducir. Su mirada hacia el frente, muy concentrado, sus manos en el volante, y su reloj plateado que adornaba su muñeca...

—Si me lo pediste hoy es por algo, y no quería arruinarlo. Pensé que podría solucionar mi problema rápido, pero me equivoqué, y perdí la noción...otra vez—explicó algo decaído.

—¿Qué sucedió?

—Tuve un problema con la descripción teórica de una de las partes del informe, y había algo que me confundía. No encontraba una explicación para un cambio en la estructura...algunas cosas simplemente cambiaron en las mariposas, y tenía que descubrir el porqué. Ya llevaba dos semanas, y lo estaba logrando.

—Recuerdo que me comentaste algo sobre eso.

—Sí, no quería aburrirte con mucho detalle, pero tenía que decírselo a alguien. Es como una manera de desahogarme, una liberación de estrés, por así decirlo.
Luego llamaste y creía que podía terminar a las tres de la madrugada, después planeaba dormir hasta el mediodía, y entonces verte a la hora acordada. Pero creo que terminé a las diez u once de la mañana. No lo recuerdo, y sin sentirlo me quedé dormido...lo siento.

—Descuida, estabas haciendo tu trabajo, pero deberías cuidarte más. Tú mismo lo dijiste, descuidas tu salud sin darte cuenta.

—Lo sé, nunca aprendo. Me obsesiono con facilidad—dijo con un tono suave, y rio un poco tímido.

—Pero ¿lo resolviste al final?

—Sí, más o menos. Aunque aún me falta profundizar más sobre ello, necesito ser más detallado y conciso.

—Buena suerte entonces—respondió con amabilidad.

—Gracias—lo miró de reojo y preguntó—¿y tú? ¿cómo vas en el trabajo?

—Bien—contestó admirado y encantado, no esperaba que Henry le preguntara eso—Los niños son buenos y alegres, no causan mayor problema, bueno, al menos a mí no. El maestro de matemáticas se quejó de ellos porque no ponen atención.

—¿Cómo haces que te presten atención? —interrogó curioso.

—En la universidad te dan una materia que trata sobre eso, pero depende de cada persona alcanzar a comprender el arte de la enseñanza. Aunque también creo que depende de la personalidad del maestro. No lo sé, simplemente soy yo mismo.

—Entonces es por eso—dijo entendiendo—Ahora todo tiene sentido.

—¿E-Enserio? —exclamó en voz baja.

—Sí, eres amable y alegre, pero también firme y con un carácter fuerte. Simplemente tienes vocación.

Jayden guardó silencio y meditó sus palabras, trató de ocultar su sonrisa y su pecho se llenó de calidez.

—Sí, creo que es verdad—respondió despacio, viendo el paisaje por la ventana...

Luego de unos minutos llegaron a su destino, Henry se estacionó a un lado de la carretera y salieron del auto.

—¿A dónde me llevas? —preguntó curioso.

—A uno de mis lugares favoritos.

Caminaron un par de pasos entre los árboles y llegaron a un espacio despejado. El césped crecía alto, y las hojas de colores se mezclaban en el.

Las montañas y las llanuras se observaban perfectamente, los espacios despejado, las nubes flotando en el aire, el tenue sol que aún flotaba en lo alto. Todo eso se podía apreciar desde el lugar.

—Este pueblo está ubicado cerca de las montañas, y si tomas esta carretera puedes ver el paisaje desde lo alto. Me gusta este lugar.

Jayden dejó su mochila a un lado y se sentó en un tronco, apreciando la vista.

Henry se sentó a su lado y también miró hacia el frente.

—Sí, es lindo...—comentó en voz baja, pero sin poder evitarlo preguntó—¿Esto es el favor?

—Mm.

—¿Estás seguro? Me parece demasiado fácil a comparación con todo lo que has hecho, me has ayudado mucho—exclamó asombrado.

—Descuida, estoy bien con esto...

Hablaron un poco, pero luego guardaron silencio. Las nubes grisáceas cubrieron el sol, y la luz se volvió demasiado tenue.

—Hace unos días estaba limpiando el sótano y los armarios, cuando encontré esto—dijo Jayden sacando algo de su mochila. Y al mostrarlo sonrió.

—Vaya, hace mucho que no veo de estos.

—¿No celebras navidad? —interrogó perplejo.

—Sí, pero a veces estoy ocupado. Y casi no me reúno con mi familia, sólo visito a mi madre.

—Oh...

—¿Y tú?

—La celebro, pero...—bajó la mirada, pensativo y dudoso—No me gustan mucho las fiestas. En el pueblo se celebran muchas, y mis compañeros de trabajo me invitan, pero prefiero no ir.

—Me pasa lo mismo—dijo con una sonrisa reconfortante y tomó la varilla.

Encendieron los fuegos artificiales y la estrella en la punta brilló.

—En aquella época iba al parque con mis padres a comprar muchos de estos—dijo Henry con nostalgia—Es uno de mis recuerdos más felices.

—También iba con ellos a comprarlos, y luego nos sentábamos en las escaleras de la casa para encenderlos...

Jayden se quedó pensativo unos momentos. Y aún con la mirada hacia el suelo dijo:

—Aunque... también mi madre guardaba algunos para encenderlos en mi cumpleaños.

Henry se quedó ido mirando la luz, pero en un segundo se giró y lo miró.

—Jayden...

Él sintió su mirada y se puso nervioso. Y escucharlo decir su nombre, con ese tono, y esa voz...su corazón latía con locura y encanto.

—Cuando las personas me felicitan, yo...no sé qué hacer, por eso prefiero que no lo hagan. Sé que es algo infantil y ridículo, pero no me gusta. Siento que cuando lo hacen, es sólo por compromiso, y no lo hacen porque en verdad lo sientan. No lo hacen con el corazón...

Henry se quedó callado y lo observó.

Su rostro era iluminado por la luz amarilla, y su mirada era algo decaída.

—Bien...—dijo en voz alta. Jayden lo miró con duda y Henry continuó—Feliz cumpleaños Jayden, y lo digo desde lo más profundo de mi corazón, así que no te preocupes, mis felicitaciones no son falsas —y sonrió con suavidad.

Sonrió con gran placer, y aunque se sentía nervioso no dejó de mirarlo a los ojos.

—Gracias Henry.

—No es nada—la luz de la estrella se apagó y encendió otra—Y dime ¿cuántos años son? ¿Veinticinco, no es así? Felicidades, ya eres un año más viejo.

—Gracias—dijo riendo. También se apagó la suya, tomó una, pero cuándo iba a encenderla Henry le mostró la suya.

—Puedes encenderla con la mía.

—Oh, gracias—acercó la varilla y la encendió...

Podría ser algo simple, pero en verdad Jayden disfrutó mucho de este momento. El que Henry estuviera en este lugar junto a él, en este día... Le llenaba el corazón por completo.

Porque, sin quererlo, esta fecha no era muy agradable para él. La muerte de su madre todavía le dejaba un sabor amargo en la boca al estar cerca de su cumpleaños, y no podía sentirse bien con ellos. Pero este año fue diferente, porque estaba Henry.

Quién al parecer, lo ayudó de alguna manera a asimilar mejor sus sentimientos, ya no se sentía tan culpable y dolido por la muerte de su madre. Sus acciones, palabras y compañía le hicieron ver la realidad, lo hizo ver todo desde otra perspectiva.

Ese sabor amargo en su boca se desvaneció, y se volvió uno dulce. Uno con el que en verdad podía disfrutar y anhelar su cumpleaños.

—Veintiséis de noviembre, te prometo nunca olvidarlo—dijo Henry con seguridad—Me esforzaré para no ser distraído y olvidadizo.

—Está bien—respondió riendo—Por cierto ¿cuándo es el tuyo? Nunca lo pregunté.

—El uno de febrero.

—Una fecha difícil de olvidar, yo tampoco lo haré.

—Sabes, ahora que lo pienso—dijo de repente—No tengo nada para darte, e incluso cocinaste para mí. No es correcto...

—No te preocupes por eso—dijo tratando de tranquilizarlo—Las cosas materiales no me interesan mucho. Y el que hayas venido a mi lugar favorito es suficiente.

Pero en cuanto dijo esto último se arrepintió. Eso sonaba demasiado...

—Si tú lo dices—contestó sin creerle mucho—Pero el próximo año será diferente, quieras o no.

Jayden sólo pudo asentir en respuesta. Y con los nervios al máximo suspiró en silencio.

Se quedaron unos minutos más y luego se fueron. La noche cayó más rápido, y la oscuridad pronto inundó los alrededores. Las luces del auto iluminaban el pavimento, y el frío se filtraba dentro de el.

Pero aún con frío, Jayden se sintió la persona más feliz del mundo.

Cuando llegó a su casa le fue casi imposible dormir. La felicidad desbordaba de su corazón, volviéndolo inquieto. Porque, desde lo más profundo de su ser quería estar con Henry el día de su cumpleaños, aunque fuera un pequeño capricho. Pero escucharlo decir "feliz cumpleaños" superó demasiado sus expectativas.

"Henry...gracias"


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