Capítulo 25: Hasta pronto

El regresar por Jayden fue muy romántico y todo, pero...Henry aún tenía que dar una explicación razonable en su trabajo; porqué había tomado una decisión tan repentina. Así que el día lunes 6 de diciembre, tuvo que ir a la cuidad y resolver todas las cosas que tenía pendientes, antes de que comenzara el invierno. Arreglaría todo para quedarse en el pueblo, de forma permanente.

—Llamaré cuando llegue, así que no te preocupes—dijo Henry.
No llevaba muchas cosas, sólo lo necesario para un par de días. Un taxi vendría por ellos y los llevarían a la estación.

—¿Crees que se molesten contigo? —preguntó un tanto preocupado, ayudándole con el cuello de su camisa.

—Mm.... quizás—y mordió el pan que tenía en la mano.

Era de mañana y ya habían tomado el desayuno, pero Henry quiso comer un pequeño refrigerio antes de irse. Siempre le daba hambre cuando viajaba.

—Pero no me importa. De todas maneras, voy a renunciar—añadió, con la boca llena—Si se molestan conmigo no pasa nada.

Jayden lo tenía justo enfrente, lo miró con cautela y no pudo evitar sentirse avergonzado.

Apenas habían pasado dos días (el sábado y el domingo) desde que habían confesado sus sentimientos. Ambos se sentían un poco tímidos, y más aún Jayden, quién pensaba una y otra vez en la situación de Henry.

Pero él lo tranquilizó diciéndole:

«Descuida. Si tengo que dejar mi trabajo, no me importa, conseguiré uno. Trabajaré de lo que sea y viviré aquí. Así que no te preocupes, tengo todo bajo control.»

Eso lo tranquilizó un poco, pero seguía sintiéndose mal.

—Oye—llamó Henry al verlo pensativo. Dejó el pan en la isla de la cocina y lo tomó de ambas mejillas—No me cansaré de decirlo...Te amo más que a cualquiera, sobre todas las cosas. Y si mi trabajo me separa de ti, pues entonces lo odiaré sin más y lo dejaré. Yo decidí volver y quedarme contigo, no tendré ningún arrepentimiento sobre las decisiones que tome. Mientras esté a tu lado, cualquier cosa que haga estará bien. Me esforzaré y trabajaré para poder estar aquí.
Además, puedo seguir estudiando a las mariposas sin ningún inconveniente por mi propia cuenta.

Jayden lo miró con más calma y suspiró en silencio. Desvío su mirada y asintió con suavidad.

—Entonces vuelve pronto—murmuró Jayden.

—Lo haré, lo prometo.

Terminó de comerse el pan, se lavó los dientes, se peinó y se puso los zapatos, listo para irse.
El taxi llegó y ambos caminaron hacia la puerta, ya que Jayden lo acompañaría para despedirlo en la estación.

—En la estación no podré dártelo, así que te lo daré ahora—dijo Henry, poniéndose el abrigo.

—¿Darme qué-?—pero sus palabras fueron silenciadas por un rápido beso en los labios, para luego recibir la sonrisa de Henry, quién sostenía su mentón.
Esta era la segunda vez que se besaban, no lo habían vuelto a hacer desde "ese" día...

—Un beso de "hasta pronto".

Jayden aún no estaba acostumbrado a esto, todavía no asimilaba el hecho de "ser correspondido", así que ese beso lo tomó por sorpresa.
Sus mejillas se sonrojaron y lo observó avergonzado.

—G-Gracias...por el beso—dijo, sin saber que más decir.

—De nada, fue un placer—sonrió, lo soltó y abrió la puerta.

El taxi los llevó en un santiamén, y en menos de lo esperado, vieron al tren en la lejanía.

—Te traeré muchas cosas de la cuidad—dijo Henry—Todo lo que pueda traer, así que seguramente tendrás que ayudarme con el equipaje.

—No es necesario que traigas tantas cosas. Está bien si sólo es lo importante.

—Lo intentaré, pero me resultará casi imposible. Si veo algo y me acuerdo de ti, querré comprártelo.

—Entonces... también tendré que darte algo en agradecimiento. Te cocinaré algo especial.

—¿En serio? Ni siquiera me he ido y ya quiero volver—dijo, con una cálida sonrisa.

El tren llegó a la estación y se detuvo por completo. La única persona que estaba ahí subió, y los dejó solos.

—Nos vemos en una semana, Jayden.

—Nos vemos—y se acercó, para darle un abrazo.

Henry sonrió y también lo abrazó, rodeándolo fuertemente con sus brazos.
Y ahí se quedaron un buen rato, guardando en sus memorias esa sensación de calidez.
Ojalá Jayden también pudiera ir, ambos lo hubieran querido, pero Jayden aún estaba trabajando. Los alumnos ya habían salido de vacaciones, aún había cosas por hacer.

El tren ya estaba por partir, y de mala gana Henry tomó su maleta, subió y se sentó lo más cerca que pudo de Jayden. Abrió la ventana, lo tenía justo frente a él, cuando el tren comenzó a avanzar.

—Trataré de venir en menos de una semana—dijo Henry con voz fuerte, ya que el ruido del tren apagaba sus palabras.

—Está bien, yo estaré aquí. Tómate tu tiempo—respondió con una sonrisa.

Henry sacó la mano y se despidió, mientras el tren se alejaba.

Cuando Jayden iba a trabajar pasaba la mayor parte del tiempo en la escuela, después de todo, no tenía nada mejor que hacer.

Se sentía aburrido en casa él solo, y para no pensar en Henry y aprovechar el tiempo, decidió invertirlo en su trabajo.
Con excelente humor y una sonrisa tonta en los labios.
Hasta que Henry llegó, un sábado por la tarde.

Vendió su casa en la ciudad, el auto, los muebles...todo lo que no necesitaría. Y lo demás que si necesitaría lo empacó y lo envío por correo a la casa de Jayden.
Dejó a su madre las cosas  de las que no logró deshacerse para que las vendiera poco a poco.
Y en el trabajo, pues...era obvio que estarían molestos, pero más que todo estaban asombrados, ya que no entendían el porqué. A lo que Henry dijo:

«Asuntos personales»

No quiso dar muchos detalles, pero dejó en claro que no podía mudarse del país, ni mucho menos irse del pueblo, y que por esa razón también iba a renunciar.

Esa fue la gota que derramó el vaso, y con esto, ellos exigieron una explicación razonable y justificable. No podía irse sin al menos dar explicaciones.
No se les ocurría porque alguien tan inteligente y lleno de talento como Henry quisiera irse de repente.

¿Lo había reclutado otra asociación científica?

¿Tenía una enfermedad e iba a morir pronto?

¿Ya no le apasionaba su trabajo...?

Bueno, eso último estaba muy cerca de la razón...

«Este último año lo pensé mucho, y creo que sólo quise seguir los pasos de mi abuelo y mi padre al tomar este camino.
Siempre creía que no tenía más opción, y en toda mi vida nunca pensé en otra cosa. Esto no es lo que quiero en verdad, esto me aleja de la persona que quiero...»

Al escuchar eso último se sintieron aún más sorprendidos y confundidos.
¿Cómo puedes renunciar a un trabajo por alguien? ¿cómo lo abandonas por amor?
Los conocimientos, los logros y la sabiduría no se compara con alguien, ni mucho menos con el amor, posiblemente pasajero y sobrevalorado.
¿Y si luego te arrepientes? ¿y si esa persona deja de amarte?

Sin importar lo que dijeran Henry estaba decidido a renunciar.
Perder a alguien tan inteligente y capaz era inaceptable para la comunidad científica, ya que eran pocos los estudiados en lepidopterología.
Así que decidieron hacer un trato con Henry...

—¿E-Ellos te ofrecieron eso? —preguntó Jayden asombrado.

—Si. Tampoco lo creía al principio—dijo riendo.

"Bueno, era lógico. Henry es muy inteligente en su campo de estudio..."

Los jefes de Henry decidieron dejarlo en el pueblo, continuando con su investigación y dando seguimiento a la evolución de las mariposas. Si había algo que pudiera hacer desde casa, le mandarían documentos y consultarían por su opinión. Trabajos, ensayos o artículos que se pudieran hacer sin importar el lugar donde estuviera.
Lo que sea, para que Henry no se fuera.

—Ahora podré seguir trabajando con la asociación y quedarme contigo—tomó su mano y la envolvió entre las suyas—Estar contigo es lo único que importa.

—Lo mismo digo... Henry—dijo en voz baja, con un tono suave y ligero.

Al final, el mundo no fue tan malo con ellos. No pisoteó su amor ni los separó. Todo estaba bien ahora...

El invierno estaba cerca, el viento se tornaba cada vez más frío, el cielo, cubierto por el tenue resplandor de las nubes grises, y las gotas de lluvia, que poco a poco se volvían blancas.

El prado donde se conocieron, rodeado de grandes árboles, sacudiendo sus ramas sin hojas por la gélida brisa, y las mariposas ocultas, temiendo por el frío...
Ese fue el lugar que escogieron para su primera cita, y aunque no se pudiera hacer mucho por el clima, decidieron sólo ir a dar un paseo.

Se quitaron los guantes y se tomaron de las manos, guardando el calor con sus palmas. No decían nada, y de cierta manera se sentían nerviosos y avergonzados al caminar de la mano, miraban hacia los lados y de vez en cuando se observaban de reojo.

—Este año no quiero nada para navidad—comentó Jayden, mirando el suelo.

—¿Seguro?

—Mm...

—¿Por qué?

—...No me hagas decirlo.

Henry miró su rostro y notó que sus mejillas estaban bastante coloradas, se mordía el labio y evadía su mirada.

—Vamos, dímelo. Quiero saber—insistió Henry con una sonrisa.

—B-Bueno...No hay nada que quiera, más que estar contigo. Ya tengo lo único que quería...—fue bajando cada vez más el tono de su voz, y lo miró con timidez.

Henry no apartó sus ojos de él, y en silencio, sus mejillas también se sonrojaron un poco al escucharlo.
Se detuvieron debajo de un árbol, y Henry, estando enfrente de él, levantó la mano de Jayden y la apretó entre las suyas, acercándose más a él.

—¿Soy yo lo que querías para navidad? —preguntó Henry con una expresión suave, con ojos dulces y enamorados.

—N-No exactamente—dijo evadiendo sus ojos con vergüenza.

—Yo también... Tú eres lo único que quiero para navidad—y besó sus dedos, pálidos por el frío.

Jayden, emocionado por ese gesto, por fin lo miró a los ojos. Levantó su otra mano y la colocó sobre las de Henry, acariciándolas con la suave tela del guante.

—Entonces, ya que somos lo que queríamos, ¿qué quieres de mí? —se atrevió a decir Jayden.

Henry se asombró ante sus palabras, entrecerró los ojos, pensativo, y sonrió.

—Quiero que me digas todos los cumplidos que se te ocurran. Los más empalagosos, románticos y dulces que se tengas.

—Está bien—dijo sonriendo—Haré mi mejor esfuerzo.

—¿Y tú? ¿qué quieres de mí?

—Me gustan los abrazos, ¿podrías abrazarme...hasta que me quede dormido?

—Con gusto—ocultó su boca con sus manos entrelazadas, y dijo—A mí también me gustan los abrazos...

La conversación duro un rato más, hablando de las cosas que querían hacer, sus gustos y como les gustaba demostrar su cariño.
Hasta que la tarde se hizo más oscura, el frío se intensificó y los obligó a volver a la casa. Tomaron chocolate caliente y se sentaron en el sillón, mientras miraban televisión....

«24 de diciembre, 1997»

El olor dulce del chocolate flotaba en el aire con nostalgia, y el fuego de la chimenea calentaba la estancia por completo, iluminando en la oscuridad a esas dos personas, que se acurrucaban en la alfombra, enredados entre sábanas, muy juntos entre sí. En ese frío y silencioso invierno, donde tomarse de las manos y abrazarse, eran más que una excusa, para buscar calor.

—...Y fue ahí cuando comencé a pensar en ti. Te mirabas muy guapo ese día—dijo Henry, mirando con vergüenza hacia el fuego.

Una cosa llevó a la otra, y de pronto se encontraron hablando de cómo se habían enamorado...

—Oh, ¿crees que soy guapo?

—Sí, y también eres lindo, como una ardilla¹.

—Cállate—dijo riendo.

Sus espaldas descansaban en el sofá, mientras se sentaban en la alfombra de la sala, cubiertos de sábanas y almohadas. Con tazas de chocolate a un lado, y un plato con galletas de mantequilla.

—¿Y tú? ¿recuerdas el día en que te enamoraste de mí? —preguntó Henry con curiosidad.

—Bueno...—Jayden se movió, quedando justo enfrente de él, lo miró a los ojos, y acercando su mano delineó el contorno de su mentón—Fue en el verano del año pasado. Saliste a correr y tomaste un descanso en mi casa, como siempre lo hacías. Comimos helado de café y hablamos durante unas horas².

Henry lo tomó de la muñeca y acarició su palma con los dedos, sin alejarla de su rostro.

—¿Aunque estuviera todo feo y sudado?

—No estabas feo, y no me importa el sudor. Aun así, te veías guapo.

Los dedos de Jayden tocaron sus helados labios, mientras él sonreía con suavidad.

—¿Entonces también me ves guapo?

—Siempre...

Jayden retiró su mano, y poco a poco se fueron acercando, entrecerrando los ojos, hasta que sus labios casi se tocaron.

—Tanto, que me cuesta dejar de mirarte. Y me hace querer...robarte un beso—dijo Jayden en voz baja.

—Ese fue un buen cumplido—musitó, aún con una sonrisa, y lo besó.

Henry acomodó sus piernas junto con las suyas, y acercando su cuerpo por completo, siguió besándolo mientras lo abrazaba. El calor de su piel, su aroma, su aliento...ambos adoraban ese gesto de amor, tan íntimo y embriagante, que sin importar cuantas veces lo hicieran, era tan encantador como la primera vez.

—¿Y bien? ¿qué otro cumplido tienes para mí? —dijo Henry, acercándose a su oído—Si logras enamorarme con el incluiré otro beso.

—Henry...Eres un romántico, justo como me lo imaginé—comentó Jayden, riendo entre dientes.

—¿Te gusta que sea así? —volvió a mirarlo a los ojos y lo tomó de ambas mejillas—Porque puedo ser aún más romántico si quieres.

Jayden rio de nuevo y entrecerró los ojos. Henry vio cómo su piel brillaba con el fuego, y los cristales de sus anteojos escondían el color de la canela y la miel.

—Me gusta...Por favor, se aún más romántico conmigo.

Henry no podía dejar de verlo, y con un movimiento lento llevó sus manos hacia sus anteojos. Jayden no hizo nada para impedirlo, así que lo tomó como un sí y continuó. Se los quitó, dejándolos a un lado, y gustoso se perdió en sus ojos.
Le fascinaba verlo así, esa mirada diferente, ese rostro que no le mostraba a nadie y que sólo él podía ver.
Aunque a Jayden le diera un poco de vergüenza.

—¿Quieres salir conmigo? —dijo Henry, luego de un rato de silencio.

A decir verdad, nunca habían tocado ese tema formalmente. Sabían que se amaban con todo el corazón, prometieron estar juntos, Henry se mudó e incluso quiso renunciar a su trabajo. Pensaban que eso dejaba las cosas claras entre ellos, pero ahora que Henry lo decía...

—Estoy seguro que somos el uno para él otro. Pero, si luego dejas de quererme y quieres cortar conmigo está bien, lo entenderé. Sin embargo, no te escaparás de mí tan fácilmente, porque seguiremos siendo vecinos.

Jayden volvió a reírse, rodó los ojos, y fue su turno de tomar el rostro de Henry.

—También pienso que somos el uno para el otro. Y no te preocupes, dudo que algún día deje de amarte—dejó un ligero beso sobre sus labios, y dijo, con una sonrisa dulce y encantadora—Me gustaría salir contigo.

—Sabía que dirías que sí. Esa cita que tuvimos te convenció ¿verdad? —comentó con felicidad.

—Sí, me convenciste por completo—dijo con un tono suave y a la vez sarcástico.

—Y ahora que eres mi querido novio, ¿puedo llamarte con un apodo?

—Claro, yo haré lo mismo si quieres.

—Qué tal... ¿Cariño? ¿Hermoso? ¿Amorcito? ¿Amore mío? ¿Mi rey? o ¿Amor de mi vida?

—Además de romántico eres muy cursi y empalagoso—la sonrisa de sus labios nunca se iba, y lo observaba con deleite—Y yo podría llamarte Corazón, Mi cielo, Honey, Tesoro, Cosita hermosa...

—Me gusta cómo se oye Mi cielo y Cosita hermosa.

—Yo me quedo con Mi rey y Amorcito.

Se rieron al escucharse decir esos sobrenombres tan vergonzosos, pero los usaron en modo de broma el resto de la noche. Hasta que, de alguna manera, dejaron de ser sólo de broma.

Se terminaron las galletas y el chocolate, Jayden siguió diciéndole todos los cumplidos que se le ocurrían, y al final, pasada la medianoche, se quedaron dormidos en el sillón, abrazándose el uno al otro, mientras las llamas de la chimenea se desvanecían y los pequeños copos de nieve se veían caer, a través de la ventana.

Notas:
1. Cómo una ardilla: Referencia del capítulo 14.
2. Comimos helado de café: Referencia del capítulo 4.

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