Capítulo 23: Promesa
«29 de noviembre, 1997»
Los recuerdos de ese día aún persistían en sus mentes. Jayden todavía se sentía emocionado y muy conmovido, miraba los pinceles una y otra vez, los tocaba y volvía a guardarlos.
Se imaginaba y planeaba todas las cosas que haría con Henry.
Pintar un cuadro, como habían prometido, ir de compras para que Henry hiciera la cena, visitarse más seguido, y que él lo despertara los días sábados y domingos, para tomar juntos el desayuno.
Suspiraba, reía y soñaba.
¿La vida podría ser aún más dulce?
—Hazlo con suavidad, y así los colores van a fusionarse poco a poco.
—Ok, creo que lo tengo—dijo Henry.
Usaba los pinceles nuevos y practicaba en papel antes de hacerlo en el óleo. Combinaba azul y celeste, como Jayden le había enseñado, con movimientos suaves y precisos.
Henry estaba bastante concentrado ese día, incluso más que lo usual. Con una expresión seria y pensativo. Se veía que lo estaba tomando muy en serio.
—Lo haces bien, sólo trata de mezclar más el color, justo aquí.
Estaban sentado en la mesa del comedor, con botes de pinturas, vasos con agua y papeles húmedos recién pintados.
—¿Así está bien?
—Sí, te quedó muy bonito—dijo Jayden tomando la página.
—Gracias—apoyó un codo en la mesa y le sonrió, mirándolo fijamente.
—¿Te animas a pintar en óleo? —y se apoyó de la misma manera.
—No lo sé—exhaló pensativo y miró las páginas donde había practicado—Me gustaría seguir con esto un poco más.
—Está bien, entonces sigamos—tomó otra página en blanco y con su pincel lleno de pintura negra, comenzó a pintar—Trata de hacer estas líneas, como si fueran ramas.
Henry se acercó más, mirando con mucha concentración casa trazo, grabándolo en su memoria.
Jayden sintió el toque de su hombro con el suyo, y con disimulo se acercó más a él, sintiendo con más claridad su tacto. Tenerlo tan cerca y sentir su presencia le daba una sensación reconfortante y cálida. Era demasiado encantador, como para perdérselo por su timidez y vergüenza...
El viento soplaba ligero, el árbol aún permanecía verde, con algunas hojas amarillas. La vista de todo el bosque y la naturaleza, con sus colores otoñales, era espléndida y nostálgica, se escucha a las aves cantar en la lejanía y el café parecía más amargo de lo usual.
—A veces siento que el tiempo pasa volando, demasiado rápido—comentó Henry, bajando su taza, sin dejar de mirarla. Estaban sentado en la mesa de metal, afuera de la casa de Jayden. Disfrutando del clima.
—Si...—Jayden miró sus ojos, con aires de misterio, tristeza y miedo—Pero... ¿por qué dices eso tan de repente?, ¿sucede algo? Te veo un poco pensativo últimamente.
Levantó los ojos, con una expresión serena y seria. Observó a Jayden, como si tuviera muchas cosas que decir.
—Antes sentía que los días pasaban tan lento...uno tras otro. Todos iguales...—dijo Henry, bajando el tono de voz, volviéndola más melódica. Respiró profundo y continuó—Tú haces que los días no sean monótonos, ya no son pasajeros. Me haces desear que el tiempo pase más lento...que se congele en este momento. En este lugar, donde sólo estamos tú y yo.
Jayden se sintió nervioso y apretó la taza entre sus manos, sintiendo su calor.
Esas palabras tan llenas de cariño y sinceridad no eran parte de su imaginación. Eran reales.
Lo observó en silencio, dispuesto a escucharlo. Sabía que aún tenía más que decir.
—Pero a veces las cosas, no son como queremos. El mundo es cruel, no se puede detener el tiempo—dijo, con una sonrisa torcida.
—Si estás diciendo esto porque te irás dentro de poco, no todo es tan malo. Puedes venir de vez en cuando. Además, aún hay mucho tiempo, tienes hasta principios de primavera.
—Si...tienes razón—Henry desvío su mirada y observó las hojas de los árboles. Entrelazó los dedos sobre la mesa y suspiró en silencio—Jayden, tengo algo que decirte.
—S-Si, ¿qué es? —preguntó temeroso al verlo tan serio.
—Yo...—iba a decirle que lo amaba, pero en ese momento, Henry decidió no decirle—Cuando llegué a mi casa el día de tu cumpleaños, recibí una llamada. Era de mi trabajo.
—¿Y qué dijeron?
—Dijeron que mi investigación fue excelente. Superó sus expectativas—dijo, con una débil sonrisa—Publicarán un artículo sobre ello en una revista científica muy importante.
—Vaya, que buena noticia—dijo sorprendido—Felicidades.
—Gracia—era extraño, pero no se sentía muy feliz por ello. Nunca pensó que le pasaría algo así. Había trabajado tan duro en su investigación, pero no era lo que quería—Estaba realmente sorprendido cuando me lo dijeron. Pero no sólo me llamaron para eso, también lo hicieron para darme una noticia—exhaló con pesadez y su voz se volvió más suave—Me informaron que, por mi buen desempeño, fui escogido para participar en una investigación conjunta, sobre una nueva especie descubierta.
Un escalofrío le recorrió la piel al escuchar eso, tenía un mal presentimiento.
"Entonces, ¿nos veremos menos? ¿es por eso que está triste? ¿qué tan lejos tiene que ir? ¿por cuánto tiempo será?"
—El lugar al que tengo que ir es...muy lejos de aquí, y no sé cuánto tiempo tomará. Me dijeron que tengo que mudarme. La investigación será más extensa y detallada, así que tomará más tiempo de la que hice aquí.
Jayden bajó la mirada, su respiración se volvió pesada y sintió una sensación fría bajar desde su estómago, penetrando cada parte de su carne. La angustia se apoderó de su corazón y la negación gritaba en su mente, se reusaba a creerlo. No quería seguir en la realidad.
—Entonces, ¿no sabes cuánto tiempo te irás? —preguntó, levantando sus ojos.
—No.
—¿...Cuándo te irás?
—En tres días. Debo estar allá antes del invierno.
Desde esa noche, cuando Henry recibió la noticia, una angustia incesante le carcomió desde dentro, presionando su pecho con persistencia. Fingía estar bien, sonreía y hablaba sin importarle sus pensamientos, quería pasar el tiempo con él sin que estuviera presente la tristeza. Pero al final ya no pudo.
Debía decírselo.
Ambos sabían que no iba a regresar, la investigación podría dudar años, y luego de eso habrían más...Era casi imposible. Si se iba a otro continente era poco probable que volvieran a verse.
Tendría otra vida, muy lejos de él. Pero eso es lo que hacen las personas como Henry, van donde las mariposas están, sin importar qué...
Luego de eso no dijeron nada.
Jayden se quedó en silencio, repitiendo una y otra vez, el número tres en su cabeza. Aún sin poder aceptarlo.
"¿Qué hago?"
"¿Por qué debo decirle adiós?"
Todo se desmoronó tan repentinamente, todos sus deseos, sus planes, sus anhelos... habían desaparecido. Se sintió enojado, angustiado, frustrado y triste, al igual que Henry.
¿Qué era lo correcto? ¿debían decir lo que sentían?
"No, eso es demasiado cruel...y doloroso"
Si ambos sentían lo mismo, que era poco seguro, la despedida sería aún peor. Harían sufrir al otro, y sufrían ellos mismos.
¿Para qué decirlo ahora? ¿De qué servirá hacerlo?
Decirlo o no, no cambiaría el hecho de que Henry tenía que irse.
Y todo era aún más difícil, porque los dos eran hombres.
Porque en estos tiempos, que un hombre ame a otro hombre, no es aceptable.
Y el amor, que se supone te hace feliz, sólo trae tristeza.
Un amor que trae dolor.
Que no lo dejan florecer.
Que apenas florece se marchita, y es pisoteado por el mundo.
¿Cómo podría Jayden seguir a Henry hasta allá? ¿un hombre? ¿por qué lo haría? Ni siquiera son familia.
Además, Jayden no podía irse así nada más. Tenía muchas responsabilidades, y muchos obstáculos...Hacer un viaje repentino era imposible.
Y por todas esas razones era mejor quedarse así. En silencio.
Cómo todos los amores de este tipo se quedaban.
Amores que son obligados a ser pasajeros, pero que jamás se olvidan. Teniendo que vivir con ese dolor en el corazón, como una pequeña astilla. Que se hunde y lástima para siempre, haciendo que el dolor no te deje olvidar.
Algunas personas siguen con sus vidas, tal vez consiguen a alguien con quién casarse. Pero...
¿En verdad son felices?
Cuando amas a alguien lo último que le deseas es tristeza.
"¿Este amor le traerá tristeza?"
Así que Henry decidió guardar silencio, al igual que Jayden. Siendo sólo un amigo que lo ama demasiado.
[...]
—Jayden...
—Jayden—volvió a repetir la voz.
—¡Jayden!
Por fin reaccionó y levantó la vista.
—¿En qué piensas? ¿por qué te ves tan triste?
—Yo...No es nada.
—¿Estás seguro? —Flor se sentó a su lado, preocupada. Durante toda la mañana lo había visto decaído, y no lo vio sonreír, ni una vez.
Jayden no pudo guardarlo más y le contó todo...
—¿Qué se supone que debo hacer? ¿irme con él? ¿rogarle que se quede, porque lo amo? —su voz se escucha dolida y destrozada, mientras contenía las lágrimas—Aun no estoy seguro de si Henry me ama como yo lo amo, pero si así fuera...no tiene caso decirle mis sentimientos. De todas maneras se irá.
—En serio lamento mucho todo esto...—ver a la persona más alegre que conoce, tan triste, le destrozó el corazón a Flor. Ella sólo quería verlo feliz—¿En realidad no hay una opción para que...?
—Como si tuviera otra elección—y suspiró con dolor—¿Y si yo quisiera ir con él? Dime, ¿qué pasará con mi trabajo? ¿mis responsabilidades? Tampoco tengo dinero, ni pasaporte, ni un boleto de avión. Lo más seguro es que el trabajo de Henry le dé todo eso. Un lugar donde vivir... ¿Y yo? ¿dónde quedo?
—¿Y él? ¿qué decisión crees que tome?
Miró a Flor, decaído, y respondió en voz baja:
—Si no está enamorado de mí, que es lo más seguro, se irá. Es su trabajo, es lo que su trabajo lo obliga a hacer. Lo ama, y es lo que es. Su trabajo es quien es. No hay nada que pueda hacer...
[...]
—...No quiero irme. Ojalá no me hubieran escogido, ojalá no hubiera contestado esa llamada. Incluso deseé no haber hecho bien mi trabajo; "Si hubiera sabido que esto pasaría lo habría hecho mal a propósito"... Llegué a pensar eso muchas veces.
La persona al otro lado de la línea no habló de inmediato, suspiró y dijo finalmente:
—¿Crees que Jayden también te ama?
—No lo sé. Él siempre se comportó de la misma manera conmigo, pero temo averiguarlo. Si es así, el adiós sería demasiado doloroso para los dos.
Nada cambiaría...
—Sí, sería horrible si los dos se amaran y tuvieran que despedirse.
—Madre, quería preguntarte... ¿cómo hiciste con mi padre? Él también iba de un lado a otro por el trabajo.
—Estaba casada con él y tú eras su hijo, no teníamos más opción que seguirlo—respondió Inés—Bueno, más bien yo decidí seguirlo.
—No podría pedirle a Jayden algo así, aun teniendo la certeza de nuestros sentimientos...Es demasiado egoísta. No tengo otro boleto para él, no sé si tiene pasaporte, tampoco sé como será mi vida allá. También está su trabajo, su vida está aquí...
—Sí, todo eso es un problema. Entonces no tienes más opción que irte. Él no te seguirá y tú no se lo pedirás. Tienes una responsabilidad con tu trabajo, y debes ir.
—Lo sé—dijo frustrado.
—¿En serio lo sabes? —dijo seriamente—¿Eso es todo?
Henry no entendió del todo la pregunta, y se quedó meditando.
Se sentía contra la espada y la pared. Estaba frustrado, confundido y dudaba de todo. El tiempo no espera a nadie,
Se vieron de vez cuando, pero no era lo mismo. En sus ojos se reflejaba la tristeza, los silencios dolían, y el arrepentimiento y la angustia flotaba en el aire.
Y todo fue así, hasta que ese día llegó...
Llamaron a la puerta. Jayden caminó hacia ella y miró la perilla unos segundos, antes de tomarla y abrirla.
—Hola Jayden, ¿puedo...pasar unos minutos? —saludó Henry, con un gran abrigo negro.
—Claro, entra—Jayden trató de sonreír y lo dejó pasar.
Henry se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero, entrando con cuidado. Miró la casa y cada detalle de ella, grabándolo en su memoria. El lugar donde había compartido tantos recursos junto a Jayden.
—¿Puedo tomar un vaso de agua? —preguntó Henry, yendo a la cocina.
—Si—Jayden iba a dárselo, pero Henry se movió antes y se sirvió él mismo.
Bebió del agua, mirando hacía la pared, sin poder ver a Jayden a los ojos.
—Tengo algo que quiero darte—dijo Jayden con un tono suave, caminando hacia la sala.
Henry se quedó en silencio, y lo miró desaparecer por el pasillo.
Tomó un libro que estaba en el sofá, y cuando pasó por la entrada de la casa notó el abrigo de Henry. Se dio la vuelta, para ver si Henry lo estaba bien, y se acercó a el, sacando algo del libro...
Jayden apareció de nuevo, con un pequeño manuscrito. Henry supo de inmediato que era su poemario: «El jardín de mi alma»
—Toma. Te lo presto—su rostro permaneció serio y le extendió en libro.
Henry dejó el vaso, lo tomó sin saber que decir y lo miró, con una expresión suave y melancólica.
—Cuando vuelvas aquí, ven a visitarme y devuélveme mi poemario. Es muy importante para mí. Dentro están escritos mis pensamientos y sentimientos más personales. No importa si tardas unos cuantos años, prométeme que me lo darás—su voz, con toques de súplica y esperanza. Y sus ojos lo miraban, esperando su promesa.
—Lo prometo. Lo cuidaré bien mientras tanto—no desvío la mirada de esos claros y dulces ojos, y los grabó en sus recuerdos.
—Bien, es una promesa. No vayas a olvidarla.
Henry escuchó al taxi que lo esperaba afuera y miró su reloj.
—Ten un buen viaje—dijo Jayden en voz baja. Sin poder decir la palabra "adiós".
—Gracias—sonrió amargamente.
Caminó hacia la entrada y se puso el abrigo. Abrió la puerta y se dio la vuelta, para mirarlo por última vez. Le regaló una sonrisa final, que Jayden correspondió y salió, sin cerrar la puerta.
Jayden se quedó en el marco, observando cómo se subía al auto y se iba.
Sin un abrazo, sin palabras de adiós.
Porque, si lo abrazaba, no querría soltarlo nunca.
Si decía adiós, entonces sería un "hasta nunca".
Jayden cerró la puerta. La luz del día era escasa en esa tarde de otoño y el cielo estaba nublado.
Se recostó en la puerta y observó la casa vacía.
—¿...En serio se fue? —musitó entre dientes—¿Se ha ido?
Se mordió los labios, conteniendo su profunda tristeza y apagó todas las luces, dejando la casa a oscuras. Subió rápidamente a su habitación y entró al baño.
Se duchó con agua fría por largo rato y salió con pereza, secándose el cabello.
Se puso una camiseta blanca y un pijama verde. Caminó de regreso hacia la puerta del baño para lavarse los dientes, aún con la toalla en la cabeza, pero justo cuando iba a entrar, se detuvo.
—¿...Por qué?
Sintió un nudo en la garganta y las lágrimas brotaron, rodando por sus mejillas, una tras otra.
—¿Por qué nadie se queda a mi lado? —se dejó caer al suelo, y apoyó la espalda en la pared—Todos se van y me dejan sólo. Todos los que amo se alejan de mí... ¿por qué siempre me dejan solo?
Abrazó sus rodillas, sollozando con gran pesar, desconsolado...abandonado.
Se limpiaba las lágrimas inútilmente y apretaba su ropa con fuerza. Sus manos dolían y su corazón estaba destrozado por completo.
—Henry...por favor no me dejes...Te amo...como no tienes idea. Así que por favor... quédate. Vuelve...
Su cuerpo se sentía débil y las lágrimas no paraban de caer. Los sollozos empeoraban cada vez más y se lamentaba sin cesar.
No había consuelo alguno para él, más que la presencia de Henry.
Tú nunca encontrarás a otro hombre, que te ame más de lo que yo puedo amarte...
¿Por qué no dejo de pensar en ti?
¿Por qué nos decimos adiós?
¿Por qué me dices adiós?
Me despediré...
Me despediré de ti...
¿Por qué...?
—Dave Maclean - We Said Goodbye
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