Capítulo 21: Ser cariñoso
Henry ahora se sentía tan libre y dichoso.
Había terminado su investigación con muchas semanas de anticipación, y ahora tenía tiempo para Jayden. Todo el que pudiera darle.
Tendría que regresar a la cuidad a principios de la primavera, el tiempo límite para terminar con su estudio.
Así que tenía hasta marzo para poder irse.
Aprovecharía cada segundo ahí, en ese solitario y silencioso lugar, junto al maestro de literatura más hermoso de todo el mundo, que adoraba pintar y disfrutaba de hornear postres para él.
Quién, al saber cuánto tiempo se quedaría, se llenó de alegría y festejó en su interior.
Por algunos días Henry le habló de su investigación, y sobre los descubrimientos que había hecho.
La evolución de la mariposa, y cómo tomaría rumbo dicha información desde ese momento.
—Posiblemente me pidan regresar aquí y reevaluar los datos. Después de todo, hay muchas cosas en las que se debe profundizar, con más detalle y dedicación. Sin embargo, no es del todo seguro que vuelvan a escogerme. Eso dependerá de mi desempeño. Además de que es lo más conveniente, ya que fui yo quien realizó la investigación.
—Estoy seguro que sí.
—Entonces confiaré en tu juicio—encontró lo que buscaba y lo guardó en su bolsillo—Listo. Ya podemos irnos.
—Ok.
Salieron y caminaron hacia el prado que estaba entre ambas casas. El clima no era tan frío, en esa tarde de otoño. El cielo estaba despejado, con nubes blancas y grises, dispersas por la suave brisa.
—A veces olvidaba que el cielo estaba ahí. Pero desde que vine aquí, jamás lo había visto tanto en mi vida—comentó mirando hacia arriba.
—Cuando las personas pasan ocupadas en las cosas del mundo, olvidan muchas cosas. Cómo mirar el cielo de vez en cuando.
Henry levantó su cámara y miró el contraste de las nubes a través del lente.
Ahora que había finalizado su trabajo, además del tiempo le sobraban... rollos de cámara.
No los utilizó todos, y no quería que se desperdiciaran. Así que planeó usarlos todos en una tarde, fotografiando los alrededores, con el bello paisaje del otoño.
—Por cierto, ¿cuántos rollos encontraste?
—Dos—respondió Henry, luego de fotografiar el cielo. Miró a Jayden y sacó un rollo del bolsillo—Toma, el rollo de esa cámara se acabará pronto.
—Gracias—tomó el rollo y sintió cómo sus manos se tocaban. El ligero roce de la piel y el suave sentir de los dedos en su palma...Le provocó una sensación indescriptible. Estaba encantado con ese pequeño gesto, y se deleitó con el en silencio. Manteniendo su misma expresión serena.
—¿Qué tal si vamos por allá...?
Henry también disfrutó de ese pequeño toque. Es lo más cerca que había estado de tocar su mano, cosa con la que siempre fantaseaba en sus sueños.
Mentiría si dijera que nunca había tenido pensamientos similares.
Soñaba con tomarlo de la mano, o ir en bicicleta con él. Mirar el cielo, acostados sobre sábanas blancas en medio del prado. Acariciar su mejilla, mientras él se sentaba en su regazo, y....al mirarse fijamente a los ojos, darse un suave y dulce beso.
En el interior Henry era alguien romántico, lo sabía a la perfección. No temía admitirlo.
Estaba bastante convencido de que también Jayden gustaba de él. Así que, con todo eso en mente, ideó un pequeño plan.
Ser cariñoso.
Demostrar su afecto romántico poco a poco, e ir viendo si Jayden sentía lo mismo. Después de todo, no sería tan difícil ser afectuoso, en el interior lo era, y mucho...
Caminaron entre los árboles, adentrándose más en la vegetación.
Las hojas otoñales caían lentamente desde las copas, forrando el suelo de colores. El viento las sacudía, y el sonido de las ramas era lo único que se escucha, junto al canto de las aves, llamando la lluvia.
—¿Quieres comer algo cuándo regresemos? —preguntó Jayden, mirando los árboles a través de la cámara.
—Estaría más que encantado. Que sea algo dulce, por favor—respondió, de manera formal y educada. Con la cámara miró a Jayden de costado, fotografiando las ramas, y se quedó ahí.
—En serio te gustan las cosas dulces—y rio por su tono de voz.
—Sí, las adoro, señor Jayden. Pero sólo cuando usted las cocina.
Jayden bajó su cámara, mirándolo con una expresión avergonzada y medio sonriente. Henry, por su parte, no dejó de mirarlo a través del lente y tomó una foto.
—Que guapo sale en la foto, señor Jayden—dijo Henry, con una pequeña sonrisa, bajando el volumen de su voz—Es muy fotogénico.
—Ya cállate Henry—dijo riendo y puso la mano en el lente, sintiéndose un poco avergonzado—Hoy sí que te levantaste con ganas de molestarme.
—No exactamente. No es ese mi objetivo—bajó la cámara y lo miró con una sonrisa.
—¿Entonces cuál es?
—Pues...no te lo digo—y desvío la mirada.
—Henry, no te hagas el rogado.
—No lo hago—dijo riendo, e hizo una pausa. Lo miró fijamente a los ojos, levantó la mano, y mientras hablaba acarició ligeramente su cabello, despeinándolo un poco—...Tal vez algún día te lo diga.
Su cabello era cálido y suave al tacto, y los claros mechones se deslizaban entre sus dedos. Sólo duró unos segundos, pero adoró esa fugaz sensación reconfortante.
—V-Ves, sigues molestando—agravió su expresión para ocultar su timidez y su emoción. Sentir la mano de Henry, tocando su cabeza con tanto cariño, lo dejó aturdido y un sentimiento extraño brotó en su pecho.
"Se sintió tan...lindo. Quiero hacerlo de nuevo"
Pensó Henry, completamente embelesado. Sintiendo aún la sensación en su palma.
"Espero no hacerme adicto a eso..."
Continuaron por un rato más, tomado fotos del otro. Jayden quería vengarse un poco, y Henry no paraba de tomarle fotos desprevenido...
Desde hace unos días Jayden estaba notando un cambio en él. Era más sonriente, enérgico y...¿cariñoso?
Sonreía por todo y demostraba lo que sentía con mucha facilidad, a veces lo tocaba sutilmente y se acercaba a él por cualquier cosa.
Como el día de hoy, que, además de acariciar su cabello y tocar su mano cuando le dio el rollo, también le tocó el hombro, sus brazos se rozaron, y cuando descansaron unos momentos, se sentó muy cerca de él.
Jayden no sabía si lo estaba imaginando o si era a propósito. Pero debía admitir que le gustaba. Lo hacía sentir más cercano a Henry...
Al final se acabaron los rollos y decidieron volver a la casa. Se quitaron las botas llenas de lodo y las dejaron en la entrada. Dentro el clima era menos frío, así que se quitaron los abrigos.
—¿Quieres que haga café o chocolate? —Jayden se acercó a la cocina y llenó la tetera con agua.
—Mm....ambos. Quiero café con chocolate.
—¿En serio? Bueno, si tú lo...—Jayden sonrió al escuchar su repuesta, pero su mano, que estaba encendiendo la cocina, se paralizó. Henry había caminado hacia él, en silencio, y poniendo una mano en su hombro apoyó su mentón sobre ella, mirando lo que hacía.
—Me gusta el helado de chocolate con café. Así que el sabor no quedará tan mal, ¿no crees?
Tener su rostro tan cerca del suyo, escucharlo hablar, casi en su oído, y el tibio tacto de su mano...le congeló los sentidos.
—Sí, no es una mala idea. Con gusto lo preparo—logró decir, conteniendo su reacción.
—Quiero ayudarte.
—No te preocupes, no es...—Jayden estaba tan nervioso que no sabía cómo actuar, estando tanto tiempo cerca de él.
—Por favor señor Matthews, ¿podría dejarme que lo ayude? Por favorcito—su tono formal y juguetón, y el que girara su cabeza para verlo, no le ayudaba mucho a Jayden. Y más cuando sintió su aliento, rozando la piel de su cuello y mejilla.
—...Está bien—dijo Jayden, en voz baja. Henry lo miró desde su hombro y notó que sus mejillas estaban ligeramente coloradas. La fragancia de su ropa y el de su shampoo, dejaron a Henry embobado, sin querer irse de su lado.
Pero al final tuvo que soltarlo, y se dirigió hacia la alacena, sacando el café y el chocolate.
—¿Tienes algo de comer? Si no tienes no importa, está bien así. No quiero que cocines sólo por mí—dijo Henry y le dio las cosas. Luego fue hasta el mueble y sacó las tazas.
—Creo que hay unas galletas por ahí—dijo, señalando la parte superior del refrigerador—También está la mitad de una torta de naranja.
—Ok—sus ojos se iluminaron y lo buscó. Terminaron de preparar todo y se sentaron en la mesa.
Henry tomó una galleta y se la comió en sólo dos mordidas.
—Están demasiado buenas—dijo aún con la boca llena.
Jayden observó como la saboreaba con gran gusto, y su rostro, que expresaba total fascinación.
—Las has comido miles de veces—dijo Jayden dando un sorbo, ocultando su rostro en la taza.
—Y siempre me siguen gustando—afirmó con seguridad y también bebió de su taza—Esto también está muy bueno.
—Gracias—dijo un poco apenado, sin saber que responder.
Henry le sonrió y siguió comiendo, deleitado por el sabor, y la hermosa vista, de esa persona que tanto amaba.
Ahora que tenía todo el tiempo del mundo, le ayudaba a Jayden con lo que podía. Le ayudaba a calificar las tareas y los exámenes, contando el número de buenas y malas, marcadas por Jayden. Iban al pueblo a hacer los mandados, y a veces se quedaban un rato en el parque.
«18 de noviembre. Otoño de 1997»
El clima era frío, y el viento soplaba con más intensidad, justo lo indicado para...
—¿No crees que estamos muy viejos para esto?
—No, nunca es tarde para estas cosas. Además, nadie va a vernos.
—Bueno, si tú lo dices...—dijo Jayden, sintiéndose más tranquilo.
El día de ayer, cuando los dos andaban por el pueblo, Jayden se encontró con un alumno. Un niño de unos ocho años, que iba de compras con su madre.
Tenía dos piscuchas¹ que acababa de comprar, y con su inocente sonrisa, a la que le faltaba un diente, le regaló una de ellas a su querido profesor.
Jayden la aceptó con mucho gusto, y ambos se despidieron de él con alegría.
En toda su vida sólo había tenido dos, una se atoró en un árbol y la otra se rompió. Después de eso se rindió ante su mala suerte, y nunca más volvió a pedirle una a su madre. Aunque también lo hizo para que ella no gastara más dinero.
—¿Tuviste una cuando eras pequeño? —preguntó Jayden, al ver la colorida cometa. El prado era amplio, y no había nada más que pequeñas flores silvestre y césped.
—Sí, tuve varias. Pero el parque de mi cuidad no era muy grande, y el tendido eléctrico hacía estorbo. Así que no las disfruté mucho.
—...Que lástima.
—Pero ahora sí puedo.
Esos brillantes ojos verdes, que lo observaban con dulzura, bastaban para hacerlo feliz. No se sentía infantil jugando con una piscucha, y su mirada le transmitía confianza y tranquilidad.
Una sensación cálida, que lo hacía sentir que todo estaba bien.
—¿Puedo intentarlo? —preguntó Henry.
—Si—le dio el carrizo y le ayudó a tener la cometa.
Henry se fijó en el viento, y fue contra el. Apenas corrió unos cuantos pasos, cuando la piscucha ya estaba en el aire. Jayden la soltó de inmediato y vio como Henry siguió corriendo, hasta que se elevó por completo.
—Jayden, ven rápido—gritó desde donde estaba.
Se le hizo un poco divertido verlo correr así, realmente nunca pensó ver cómo un científico tan serio y formal, corría con una cometa.
Conteniendo su sonrisa caminó hacia Henry, despacio, para poder contemplarlo unos segundos más, y se colocó a su lado.
—Eres demasiado lento, ¿por qué no corriste? —preguntó Henry cuando llegó.
—Me dio flojera—y sin pensarlo mucho, apoyó la cabeza en su hombro.
—Jayden—no apartó la mirada del cielo, y sonrió, negando con la cabeza.
Al poco tiempo Henry se la dio para que también jugara un rato, y cuando esta iba bajando, él le ayudaba.
Con su mano sobre la suya y una en su hombro, fue guiando su vuelo.
Tan rápido como vino, el viento se fue, y llenos de fatiga, se sentaron en medio del prado.
—Fue divertido. Tenía mucho tiempo sin jugar con una—dijo Jayden, abrazando sus piernas. El suelo no estaba tan frío como pensaba, y de entre las nubes grises salían pequeños rayos de sol.
—Sí, fue divertido—dijo Henry, con las manos apoyadas en sus rodillas, y con las mejillas pegadas a ellas, lo miró desde esa posición.
Jayden observó el lugar, y notó lo silencioso que era. Y después de unos segundos sin hablar, dijo:
—Henry, ¿puedo preguntarte algo?
—Sí, ¿qué es?
—Este lugar es demasiado silencioso y solitario, ¿no te aburres aquí? ¿nunca te has sentido aburrido estando en este lugar? ¿no preferirías vivir en el pueblo? —su tono era suave y serio, siempre mirando al frente.
—No, nunca me he sentido aburrido. Tú estás aquí, me gusta de esta manera—su respuesta fue sincera, dejando en claro lo que pensaba.
Jayden no dijo nada y contuvo el aliento.
Ese silencio fue suficiente para que Henry supiera lo que pensaba. Sabía que era lo que quería oír, y por suerte, eso también era lo sentía.
«23 de noviembre, 1997»
El día era ligeramente nublado, y la llovizna caía con algunos rayos de sol. Ninguno supo cómo pasó exactamente, la conversación llevó una cosa a la otra, y cuando se dieron cuenta, ambos estaban en la habitación de Jayden.
La habitación era bastante grande, llena de libros y cuadros.
Justo cómo la recordaba.
Habían algunos dibujos infantiles pegados en la pared, seguramente regalos de sus alumnos, figuras de origami decorando las repisas, botes de lapiceros y colores, libretas, frascos con pintura, e infinidad de pinceles.
—¿Esa pintura de ahí cuándo la hiciste? —preguntó Henry, se sentó en la silla del escritorio y señaló un paisaje de un cielo nocturno, colgado en una esquina del fondo. Se miraba un poco tosco, pero las pinceles y la degradación de colores era hermoso.
—Son de los más antiguos que tengo. Creo que lo hice cuándo tenía dieciocho.
Pasaba horas encerrado en mi habitación, a veces tenía mucha inspiración—dijo sonriendo, y se sentó en un pequeño banco, cerca del escritorio.
En ese momento Henry se imaginó al Jayden de dieciocho años², en el escritorio frente a la ventana, pintando y dibujando con gran dedicación, y extrañamente se sintió nostálgico. Cómo le hubiera gustado estar ahí con él en ese entonces...
—Pues para ser antiguo te quedó muy bien. Y ahora que lo pienso, algún día me gustaría pintar un cuadro contigo, ¿qué te parece?
—Claro, me encantaría—dijo, algo sorprendido.
—Hay muchas cosas que quiero aprender, y estoy seguro que me enseñarás muy bien. Después de todo, tengo al mejor maestro para eso.
—No exageres—dijo riendo—Y no te preocupes, no es tan difícil.
—Claro que lo es, aún recuerdo cuando hiciste todos esos dibujos para mí. Nunca podría hacerlo tan bien como tú.
—Sólo necesitas más práctica, eso es todo. Es cuestión de practicar—dijo tratando de ocultar su timidez. Sentía que Henry lo estaba adulando más de lo normal desde hace ya varios días.
—Oh, entonces, ¿qué tal si comenzamos ahora?
—¿Ahora?
—Sí, enséñame lo básico antes de empezar. ¿Qué tengo que saber primero?
Jayden lo vio bastante emocionado, y suspirando en su interior, dijo:
—Está bien—le sonrió con suavidad y se levantó de su asiento.
Henry también sonrió y festejó en su corazón. Con esto, además de disfrutar junto a Jayden su pasatiempo favorito, también descubriría otra cosa...
"Bien, vemos que cosa puedo darle"
Notas:
1. Piscucha, barrilete, cometa.
2. Jayden de dieciocho años:
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top