Capítulo 19: Corazón roto

Las hojas teñidas de naranja y amarillo comenzaron a notarse poco a poco en algunos árboles. La brisa era fresca, las nubes un tanto grisáceas, y el viento decía que pronto iba a llover.

Jayden iba a una velocidad moderada. Henry se sostenía de la parte trasera y miraba el colorido paisaje de la vegetación. No todos los árboles mudaban hojas, permanecían con sus bellas y frondosas ramas verdes todo el año.

Llegaron al lugar, pero Jayden no se fue directamente al lago, sino que se estacionó un poco más lejos.
«Caminar unos cuantos minutos no caería mal» dijo Jayden.

Sus pisadas crujían por las hojas y ramas, dispersas en el suelo. Sonido que perforaba el intenso silencio, junto con el canto de aves desconocidas, y la ligera brisa.

Entre más se acerca el otoño y el invierno, más pronto cae la tarde y más corto se siente el día, por la temprana ausencia de luz. Por lo tanto, el sol que se escondía al horizonte con timidez, se observaba poco, aun siendo temprano.

—Tienes razón, el lago se ve hermoso—comentó Henry, mirando el reflejo del cielo en el agua. Colores naranjas, celestes y morados, con una mezcla de nubes blancas y oscuras.

—Es como un espejo ¿no crees?

—Si...

Se sentaron cerca del borde, y se deleitaron con el paisaje hipnotizante. La respiración era todo lo que oían del otro, y la compañía silenciosa era una maravilla indescriptible.

—Más te vale que no te enfermes, me sentiré culpable—dijo Henry, sintiendo la lluvia casi caer.

—Yo me sentiré culpable si tú te enfermas, después de todo, fui yo quién te trajo hasta aquí—dijo con una ceja levantada, sin quitar la vista del lago.

—No voy a enfermarme—dijo con seguridad.

—Yo tampoco—y soltó una risa casi imperceptible—Pero, ¿por qué preocuparse ahora? Nuestros "yo" del futuro se encargarán de lo que pase.

A lo que Henry rio, negando con la cabeza.

Una fría gota cayó sobre la mejilla de Jayden, luego otra, y otra...

Los dos se levantaron y caminaron hacia la sombra de un gran árbol, aún cerca de la orilla. La tenue lluvia caía sobre la superficie del agua, deformando su fina capa, pero al mismo tiempo creaba un paisaje totalmente diferente, e igualmente hermoso.

El árbol los protegía casi por completo de la lluvia, y los mantenía secos. Henry se colocó a su izquierda y observó el lago.

—Confiaba en que sería así de hermoso, siempre tienes razón—comentó Henry, metiendo sus manos en el abrigo negro.

—¿Siempre tengo razón? —preguntó sorprendido.

—Si.

Jayden rio suavemente y lo miró de reojo.

—Entonces, si digo cualquier cosa ¿me creerías y tendría la razón?

—Sí, siempre.

—¿Y si digo...que eres la persona más amable, distraída y atenta del mundo? —y lo miró de reojo, con sutileza.

Henry sonrió lentamente, sin mucho esfuerzo, y dijo, con un tono suave y agradable:

—Lo creería.

Jayden rodó los ojos mientras reía y acomodó sus gafas.

—También confío en que nunca me dirías una mentira. Confío en ti, Jayden—añadió Henry.

La lluvia se tornó un poco más intensa y las gotas comenzaron a traspasar las ramas.
La sonrisa de Jayden se desvaneció, y se quedó embelesado, ante sus palabras tan sinceras y directas.

—Te estás mojando—dijo Henry, mirando hacia arriba. Había un pequeño hueco entre las ramas que cubrían a Jayden, dejando pasar la lluvia. Lo tomó del hombro derecho, rodeando su espalda, y lo acercó hacia él, buscando un lugar donde no cayera el agua.

La suavidad y seguridad con que tomó su hombro lo dejó aturdimiento por unos segundos. Su cuerpo se volvió ligero instintivamente y se dejó guiar por Henry.

—Gracias—dijo Jayden, con un tono bajo, mirándolo a los ojos.

—No es nada—lo soltó, dejando una sensación de vacío, pero no se alejó del todo y permaneció cerca de él, sin dejar de verlo.

La mirada que mantuvieron por unos breves segundos fue indescriptible. No era la típica mirada de una persona cercana o un amigo, los sentimientos que transmitía iban más allá de todo eso. Y algo ruidoso retumbó en sus corazones.
La ternura y el amor sincero se desbordaba de esas bellas ventanas del alma, que no pueden ocultar ningún secreto.

—Tienes gotas de lluvia...en tus lentes—dijo Henry, tratando de mantener la calma y sacó su pañuelo. Dudó por unos momentos, pero al final lo levantó y secó las gotas, enrollando la punta de un doblez.

—Gracias, fue muy atento de tu parte—estaba nervioso, pero aun así sonrió y agradeció con gentileza. Como si ese gesto fuera algo común y sin importancia.

Y entre tantos pensamientos, ellos se preguntaban:

"¿Habré imaginado esa mirada? ¿en verdad fue así?"

Ese gesto pasó tan rápido que dudaron de ello, y no sabían si esa mirada tan tierna y llena de amor fue del todo real. Si era lo que ellos pensaban.

Pero sabían algo con certeza:

Había un sentimiento entre ellos. Nadie podría negarlo. Aunque no estaban seguros de cómo llamar a ese sentimiento, que no fuera usando la palabra, amor.

"¿Henry me ama cómo yo lo amo?"

"¿Jayden me ama de la misma manera que yo lo amo?"

Esas eran las preguntas que no los dejaban tranquilos.

"¿Este es el momento adecuado para decirle mis sentimientos?"

Henry estaba solo, sentado sobre un tronco, en medio del bosque. Fue a observar las mariposas y a meditar sobre su confesión.

"¿Lo hago antes o después de su cumpleaños?"

"En su cumpleaños no sería adecuado, si la respuesta resultar ser un no"

"Aunque Jayden no me evitaría ni nada parecido, él no es así. Seguiría siendo mi amigo, nunca me vería mal"

Se puso de pie y caminó entre los árboles. El clima era fresco, un tanto lúgubre y húmedo, la brisa soplaba con gentileza y las hojas forraban el suelo con sus bellos colores.
Algunas mariposas volaban a su alrededor y no temían su presencia. Llegó a un claro, donde había colocado un recipiente elevado, con agua azucarada, los insectos se detenían a beber y volaban a su alrededor.

—"Siento mariposas en el estómago..."—musitó con un tono suave.

—¿Ustedes podrían darme un consejo? —acercó su mano, mojó su dedo y lo dejó cerca—Después de todo, son las que revolotean en las personas, cuando están enamoradas. Estoy casi seguro que tienen algo que ver con el amor...

Una mariposa se detuvo, posándose en su dedo índice con elegancia. Aleteaba con delicadeza, y se quedó ahí.

—Si antes me gustaban...hoy las adoro aún más, desde lo profundo de mi corazón—sonrió y suspiró, mirando los colores de sus traslúcidas alas—Gracias a ustedes conocí a la persona más maravillosa del mundo...

Dejó de pensarlo tanto y decidió decírselo cuando su corazón lo dictara. Sabía que pronto encontraría la oportunidad, y cuando la viera, sabría que sería el momento.

«3 de octubre, 1997»

Él andaba por un sendero alejado del pueblo, cuando a lo lejos, vio a alguien caminar hacia una casa, en medio de la vegetación y la soledad. Un hombre de piel trigueña, cabello negro, esbelto y elegante...se le miraba muy feliz cuando abrió la puerta y entró en la casa, como si fuera suya.

La persona que observó todo eso dudó, pero al final decidió acercarse a dicha casa.

En la placa estaba grabado el apellido "Matthews".

Subió cuatro escalones antes de llegar al pórtico. Se detuvo frente a la puerta, y con sus nudillos tocó.

—Qué extraño—dijo Jayden—¿Quién será?

—¿No esperas a alguien? —interrogó Henry, sirviéndole una taza de café.

—No—se levantó y miró hacia la sala.

—Te esperaré, no importa si tardas.

—Descuida, enseguida vuelvo.

Caminó hacia la puerta y la abrió con curiosidad.

Su cuerpo se paralizó junto con su respiración, sus manos temblaron y un escalofrío le recorrió la piel. Su cuero cabelludo se erizó, y una horrible angustiada hundió su corazón.

—Hola Jayden—dijo la persona, mirándolo a los ojos.

Pero el mencionado no dijo nada. Tragó saliva con dificultad y exhaló con pesadez.

—Creí...que nunca iba a verte de nuevo—logró decir Jayden.

Ahora era la otra persona, quién no tenía palabras...

Henry tuvo un mal presentimiento al no escuchar nada, se levantó y se asomó desde la sala, viendo que todo estuviera bien.

El cuerpo de Jayden ocultaba a la otra persona, pero logró notar que era alguien viejo, cabello cenizo y de piel ligeramente bronceada.

—¿Por qué venir ahora...padre? —dijo Jayden, con un tono melancólico.

Fue ahí donde Henry supo quién era.

El padre de Jayden no dijo nada, no sabía cómo responder a eso. O al menos no con una respuesta corta.

Jayden se dio la vuelta y entró a la casa.

—...Pasa—dijo a secas.

Henry notó la expresión en su rostro y se preocupó. Era una que jamás había visto en él desde que lo conocía. Sus ojos parecían ser fríos y tristes al mismo tiempo, con una mirada decaída y llena de decepción, o tal vez molestia. Sus cejas estaban tensas, y su tez palideció casi por completo, se notaba nervioso y ansioso, como si no supiera cómo sentirse. Sus pensamientos claramente eran un lío.

—Me iré por ahora, nos vemos luego—dijo Henry, con un tono suave, mirándolo con preocupación, sin saber exactamente qué decir—¿Está bien?

—Está bien—respondió tratando de suavizar su rígida expresión—Gracias, nos vemos más tarde.

Henry le dio una pequeña palmada en el hombro, junto con una sonrisa torcida, y se fue en silencio. Pasó al lado de su padre y lo miró de reojo. Sus ojos oscuros, las arrugas en su piel, delgado y de cabello corto. Jayden no se parecía mucho a él, pero de cierta manera sabías que eran padre e hijo. Su expresión se notaba severa, un rostro estoico e intimidante, junto con una barba corta, canosa y desaliñada.

—Con su permiso, me retiro—no sabía que decir, si despedirse o sólo irse. Así que eso fue lo único que dijo, antes de tomar su abrigo, cerrar la puerta y marcharse.

"Espero que todo esté bien, Jayden"

Pensó Henry mientras caminaba a su casa.

Todo pasó tan rápido y sin previo aviso, que lo dejó atónito. Sabía lo delicado que era el asunto de Jayden y su padre. Era inevitable no preocuparse por él.
Pero lo más correcto era irse...

Y Jayden lo sabía muy bien, sabía que él se preocupaba.

Pero debía resolver esto a solas con su padre, sin importar cuánto lo quisiera ahí a su lado.

Los dos se sentaron en la mesa del comedor, cerca de las puertas corredizas del jardín. El café estaba servido para dos, pero Jayden no tocó nada, y miró el jardín a través del vidrio, sin decir nada.

—Jayden—llamó Tom, luego de un silencio pesado—Vine aquí a hablar contigo.

—...Bien—giró su cabeza, sin ninguna emoción, y dijo—¿De qué quieres hablar?

Tom hizo una pausa y meditó antes de hablar.

—Lamento haberme ido de repente ese día, pero...

—¿Pero qué? —dijo Jayden, suprimiendo su enfado—No hay ninguna excusa que puedas decir. Te fuiste, me dejaste, esa es la única verdad—exhaló con lentitud, y tratando de calmarse volvió a hablar—Pero adelante, di todo lo que tengas que decir.

—...Tienes razón, te dejé—dijo suavizando su expresión severa de naturaleza—Me fui por muchas razones, pensando sólo en mí. Todo me recordaba a ella, no podía quedarme más tiempo en esta casa. Temía que mi carácter se descontrolara...recaer en el alcohol de nuevo, y hacerte daño. Eso no la haría feliz... No pensé que me iría tanto tiempo, y luego de unos años yo...

—No eras el único sufriendo—dijo con las cejas fruncidas—Tu perdiste a tu esposa, y yo perdí a mi madre...Lo que necesitaba en esos momentos era consuelo y compañía. Estar con la familia que me quedaba. Los dos nos necesitábamos el uno al otro.

—Si me quedaba íbamos a salir lastimados....

—Siempre fuiste alguien de corazón duro, estricto y severo, que no dejaba al descubierto ninguna emoción "débil e innecesaria"... ¿Pero, no pudiste hacer si quiera eso? ¿no pudiste quedarte? —Jayden se exaltaba cada vez más, y su voz se llenaba de tristeza—¿Eres tan débil y cobarde que no pudiste con eso? ¿no pudiste ser el padre que debías ser?
¿dónde quedó esa persona recta y fuerte? ¿el hombre que podía afrontar todo?

Tom agravió su expresión, y no dijo nada.

—Siempre diciendo que hacer y qué no hacer, como debería comportarme, y quién debo ser en la vida...en esos momentos si eras un "padre", pero cuando más te necesitaba, sólo te fuiste. Apenas tenía dieciocho, ya no era un niño, lo sé, pero aun así dolió. Dolía saber que, de repente, ya no tenía padres, que estaba solo...

—Regresé—dijo Tom—Luego de tres años de haberme ido, volví aquí, pero no estabas. No sabía dónde buscarte.

—Estaba estudiando—respondió con enfado—Luego de un año, tratando de superar todo y pensar las cosas, me fui a la ciudad. Estudié Licenciatura en Lenguaje y la Literatura para ser maestro.

—Entonces al final lo hiciste—comentó sin ninguna emoción.

—Sí, mi madre me dejó sus ahorros antes de morir, y también tomé todo el dinero de emergencia que habías dejado en la cuenta de banco. Apenas pude terminar mis estudios, y volví.
Ahora trabajo en mi antigua escuela.

Jayden cerró los ojos y suspiró con pesadez.

—Mi madre se sacrificó mucho por mí, aún en su enfermedad, porque sabía que tú no me apoyarías con mi decisión. Siempre quisiste que fuera algo más...como un ingeniero o doctor. Desde pequeño me decías cosas así, pero nunca te pusiste a pensar en lo que yo quería.

—Sólo pensaba en tu futuro...—exclamó con seriedad—Ser maestro es...

—Lo sé, pero tú debías guiarme, no imponerme tus ideales—apretó sus dientes y contuvo el aliento—Yo de verdad intenté complacerte desde siempre, pero al final no pude. Yo deseaba con todo mi corazón ser maestro, siempre fue lo que quise—su expresión se tornó triste, y lo miró decepcionado—¿Y recuerdas esa pelea que tuvimos por mi elección de carrera, luego de la muerte de mi madre? Me dijiste que jamás me apoyarías con eso, que nunca me ayudarías a estudiar algo que me dejaría en la calle, que sería pobre...

—Tú nunca dijiste nada sobre ser maestro, de repente saliste con esa idea en la secundaria, se supone que ya te habías decidido por ingeniería mecánica...—dijo Tom, evadiendo un poco el tema. Con un tono grave y fuerte.

—¡¿Cómo esperabas que te lo dijera?! Poco después de saber que quería ser profesor, tú hiciste un comentario sobre eso: "Un ingeniero, un doctor, un político, un administrador de empresas... cualquiera de ellas te dará una buena vida. Las demás carreras no sirven, son basura...eso de ser maestro de escuela, vendedor de comida, panadero, albañil, son cosas que no te darán de comer, no te llevarán a nada. No serás nada".
Tenía miedo. Y cada vez que escuchaba eso, no sabía qué hacer. Me sentía triste y angustiado, porque en el fondo, me gustaba la idea de ser maestro. Trataba de ignorarlo, me convencía de que ser doctor o ingeniero no era tan malo, pero no pude. Al final no podía seguir mintiéndome a mí mismo, y con la ayuda de mi madre, sus dulces palabras de aliento y su confianza en mí, tomé la decisión de ser maestro. Pero aun así no me apoyaste, ni siquiera luego de su muerte.

Jayden ya no temía decir lo que pensaba, y todo lo que guardaba en su corazón, salió con todas sus emociones. Enojo, decepción, fatiga, tristeza, frustración, angustia, ansiedad, dolor...

—Incluso llegué a pensar que...te habías ido porque yo no era suficiente para ti—habló de nuevo Jayden— Que no era lo que tú querías, y estabas decepcionado. Estuve por dejar tres materias en mi segundo año y casi renuncié. No me sentía capaz, me sentía como un inútil que no lograría nada en la vida...que estudiaba una carrera sin valor.

Tom bajó su mirada, y dijo:

—Aun mantengo mi opinión sobre esa profesión. No era lo que yo quería para ti, pero no fue por esa razón que me fui.

—¿Y cómo esperabas que fuera a saberlo? —dijo, con un nudo en la garganta—Pensaba en eso una y otra vez. Tus palabras resonaban en mi cabeza y me carcomían desde dentro. Cada vez que estudiaba, sabía que lo despreciabas.

Jayden se apoyó en la mesa con ambos codos, y con su mano derecha, se cubrió el rostro.

—"Mi padre me odia, se fue porque no me quiere, no soportar ver cómo tiro mi vida a la basura. Lo he decepcionado..."
Muchas veces me cuestionaba eso, y creía que nunca sería feliz. Que mis esfuerzos eran inútiles.

—No te odio—dijo Tom, aún con una actitud inquebrantable.

—Pero tus acciones me hacían pensar lo contrario...—ocultó su rostro y suspiró—Yo tampoco te odio...y tampoco te veo como mi familia. No puedo negar que eres mi padre, eso sería como rechazar mi propia existencia, pero ya no puedo amarte, como un hijo ama a su padre. Hace mucho que perdiste el poco aprecio que tenía por ti, y no representas ningún tipo de autoridad o figura paterna...desde el momento que no me diste tu apoyo con mis decisiones, y me dejaste solo.

—Jayden—musitó, y su rostro se tensó—Eso...

—No importa lo furioso y decepcionado que esté de ti, no puedo odiarte. No sé si mi corazón te ha perdonado siquiera, y no estoy seguro de cómo me siento, pero definitivamente no te veo como un padre. Ya no me importa lo que pienses de mí, o lo que tengas que decir, ahora sé, que la única opinión que vale la pena escuchar, es la de mis seres queridos, y los que en verdad me quieren.

—No puedes decir eso Jayden—dijo Tom, un tanto enfadado.

—Nunca estuvimos de acuerdo en nada, ambos tenemos el mismo carácter, rígido y tosco, no somos compatibles en absoluto—levantó la mirada, y a través sus lentes, sus ojos lo observaban con rectitud, decisión, con un ligero toque de frialdad—Si te conoces a ti mismo, sabrás que hablo en serio. No puedes cambiar lo que siento, y tus palabras caen en oídos sordos. Pero la diferencia entre tú y yo, es que mi carácter está escondido, muy en el fondo, no lo demuestro en el exterior, y la mayoría del tiempo soy como mi madre.
No soy como tú, yo sí sé escuchar, reconozco mis errores y jamás abandonaría o dañaría a mis seres queridos.

—Tú no sabes nada, ¡¿aún no entiendes porque me fui?! No es...

—No me importa porque te fuiste, ni que estuviste haciendo todo este tiempo. Ya no te necesito en mi vida, aprendí a vivir con tu ausencia, y puedo seguir con eso.

—Piensa en tu madre, ella no querría...—exclamó enojado.

—Ella querría que te hubieras quedado—respondió, indignado y molesto—¿Cómo te atreves a hablar de ella así?, no la metas en esto. Por favor, ya no sigas hablando, no eches a perder el poco respeto que te tengo, no sigas manchando tu nombre. La única razón por la que eres mi padre.

—¿En verdad ya no me ves como tu padre? —preguntó, con el ceño fruncido.

—No. Lo que hiciste no se perdona fácilmente, y al parecer aún no ves la gravedad de tu error—suspiró, mirándolo con seriedad y decepción—No te odio, y agradezco las pocas cosas buenas que hiciste por mí, pero me has hecho tanto daño...

Jayden se puso de pie y le dio la espalda.

—No tiene caso seguir hablando de esto. Ya sabemos lo que pensamos, pero el pasado no cambiará.

—Apenas me has dejado hablar—exclamó con firmeza—Todavía tengo cosas que decirte.

—¿Resolverá los problemas? ¿Borrará en dolor que he sentido? ¿te hará sentirte mejor contigo mismo? Lo siento, justo ahora...ya no quiero seguir escuchando. Te daré un tiempo para que pienses en mis palabras, luego podrás decirme lo que quieras.

Jayden se giró, dando un paso, lo observó y dijo:

—Nuestra relación siempre fue delicada, tensa y frágil. Pero luego de trabajar como maestro, traté de olvidar lo malo, de superar todo y dejarlo ir. Intentaba ser feliz por mi cuenta, aún con ese sentimiento de soledad y abandono—sus ojos se tornaron suaves y se humedecieron, su expresión se relajó un poco, con las lágrimas a punto de caer—Y justo cuando pensaba que jamás sería feliz, que nunca podría ser la felicidad de alguien, conocí a la persona más buena, amable y gentil que jamás haya visto. Me aprecia por quién soy, me anima a seguir, incluso con su mera existencia. Me ayudó a curar mi corazón roto, y luego de mucho tiempo, pude amarme a mí mismo. Sólo unas cuantas palabras bastaron para que pudiera ver la verdad, cosa que no podía ver, a causa de tus acciones. Jamás me había sentido tan feliz en todo mi vida, no desde que era niño, cuando aún tenía una madre...Esa persona es más familia que tú y la quiero como si lo fuera.

—¿Un extraño es más familia que yo? —interrogó sin creerlo posible.

—Sin dudarlo. No hay palabras para decir lo que siento. Me respeta, valora lo que hago, y cada gesto, cada acción y cada palabra, me demuestran que todo lo que soy, y que todo lo que hice, no fue en vano—sus lágrimas humedecieron el contorno de sus ojos y se limpió con sus temblorosos dedos—Jamás había amado tanto a una persona, además de mi madre. Siento que yo también soy querido... Cuando te fuiste me sentí muy triste y dolió por mucho tiempo, sin embargo, al final pude superarlo. Pero si esa persona me hiciera lo mismo que tú hiciste...me dolería mil veces más, lloraría por el resto de mi vida, y sentiría que he tirado mi vida a la basura... dejaría de tener fe en mí mismo. Así de importante es para mí.

Jayden caminó hacia las escaleras y se alejó con paso lento. Muy despacio, con un tono suave, dijo su último pensamiento:

—Pero sé que es imposible. Él jamás haría algo así, confío plenamente en él, en su amistad, en su corazón y en su cariño. La opinión y la compañía de personas como él, son las únicas que necesito. Estar con quiénes me aman de verdad, es lo único...Los demás, pueden irse lejos, no son necesarios en mi vida.

Subió las escaleras, se encerró en su habitación y se derrumbó detrás de la puerta.

Dijo lo que pensaba y después de todos estos años, dejó salir lo que sentía.

Ahora, lo único que quería, era estar con Henry y pedirle un fuerte abrazo. Estar con quién curó, su corazón roto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top